La mayoría de los cristianos católicos cree ingenuamente que el Papa y la alta clerecía son obligadamente los representantes de Dios en la Tierra. En ocasiones así ha sido, si bien muchas otras simonía e intereses de grupo han llevado a lo peor del rebaño a un sitio al que jamás debieron llegar. La Edad Media y el Renacimiento son testigos fieles de una galería de impíos con uniforme religioso.
a mayoría de los cristianos católicos cree ingenuamente que el Papa y la alta clerecía son obligadamente los representantes de Dios en la Tierra. En ocasiones así ha sido, si bien muchas otras simonía e intereses de grupo han llevado a lo peor del rebaño a un sitio al que jamás debieron llegar. La Edad Media y el Renacimiento son testigos fieles de una galería de impíos con uniforme religioso.
El propio Yeshua (nombre hebreo de Jesús) tuvo que enfrentarse durante su ministerio a una clase sacerdotal incrédula, ambiciosa y adicta al poder. Dios estaba a todas horas en sus labios pero no en su corazón ni en su manera de conducir al pueblo judío. Las Sagradas Escrituras eran enseñadas poco e interpretadas con frecuencia de manera errónea ¡Nada que envidiar en el presente!
El cóhen gadol (sumo sacerdote) y compañeros en el Templo de Jerusalén no descansaron hasta eliminar al joven rabino venido de la Galilea. Sus enseñanzas puras del Tanaj (Antiguo Testamento) así como su vida de santidad, reprendían la incredulidad y tinieblas espirituales de aquellos traficantes de la religión. No estaban dispuestos a vivir conforme a la voluntad de Dios, pero tampoco estaban dispuestos a renunciar a sus privilegios.
El pasado día 11 de julio del presente año de 2013, el nuevo Papa, el jesuita Francisco, aprobó una reforma al código penal del Vaticano en la que se incluyen los delitos de pornografía infantil y el abuso de menores ¡Magistral! Un éxito de la mercadotecnia clerical diseñada para levantar la imagen maltrecha de una elite que tiene el atrevimiento de decir que representa y habla en nombre de Jesucristo.
La cuestión es que en su programa de imagen olvidaron decirle a los creyentes (y a la Humanidad) que tanto el Vaticano, como todas las corrientes judeocristianas (protestantes, ortodoxos griegos y rusos, coptos, etcétera, judíos reformados, ortodoxos, conservadores, mesiánicos, etc.): en cuanto a la fe y conducta deben regirse por las Sagradas Escrituras, es decir, la Biblia ¡No hay de otra!
Utilizar una medida tan burda para limpiar su imagen dañada por tanto pervertido infiltrado en el magisterio cristiano, es de plano agregar pecado a su pecado. El profeta Isaías lo dice con todas sus letras: “¡A la ley (Escritura) y al testimonio! Si no fuere así es porque todavía no les ha amanecido!” (8:20).
La horda de degenerados con sotana que mancillaron a niños y jóvenes tuvo de inmediato que ser echada fuera del ministerio cristiano y entregada a la autoridad civil. Eso era lo correcto. No lavarse la cara de manera hipócrita evitando tomar en cuenta a Dios ni mucho menos honrarlo; que a final de cuentas es a quien aseguran “servir”.
Nadie se ha indignado más que Jesús con aquellos que abusan y dañan a los niños. En la Escritura todavía brota su ira santa: “Imposible es que no vengan tropiezos; más ¡ay de aquel por quien vienen! Mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar; que hacer tropezar a uno de estos pequeños” (Lucas 17:1-2).
Por desgracia todo tuercen, incluso la literatura. Un pasaje sin mayor trascendencia en la segunda parte de El Quijote (capítulo IX) en el que el “caballero de la triste figura” se encuentra perdido al buscar el inexistente palacio de su “Dulcinea” en el Toboso (por causa de las mentiras de su escudero) llega de pronto al muro del templo. En su reclamo dice a Sancho sin ningún doble sentido “con la iglesia hemos topado”.
El pasaje no dice más, como tampoco sugiere en absoluto el poder mundano del clero (el reino de Jesucristo no es de este mundo). De eso se han encargado algunos clérigos y una multitud de cortesanos de sacristía que sin haber leído la famosa obra de Cervantes ponen en sus labios palabras e intenciones que jamás dijo ni sugirió. En fin, quienes están acostumbrados a mentir lo hacen con facilidad.
Dios es perfectamente claro en su mensaje, doctrinas y valores. Ha revelado su Palabra y no requiere de “códigos” ni muletas políticas (barnizadas de religiosidad) para hacernos saber su camino, que por lo que se aprecia algunos lo tuercen y feo, incluso en El Vaticano. El Mesías lo dijo y con ello concluimos nuestro comentario semanal: “¡Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino, por mi!” (Juan 14:6).
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