Muchos de nuestros gobernantes son narcisistas por formación e inclinación. Por los daños y efectos sociales permanentes que ocasionan, se pueden considerar una pandemia con peores efectos que la Influenza H1N1. Habrá quien les considere epidemia (y reducirles a un problema doméstico) pero analizando la clase política mundial lo más prudente es que se clasifique como pandemia.
De acuerdo al criterio del sociólogo Gilles Lipovetsky cada generación se identifica con una figura mitológica o legendaria (Edipo, Prometeo, Fausto, Sísifo, etc.) y la actual tiene la suya: “Hoy Narciso es el símbolo de nuestro tiempo… el narcisismo contemporáneo aparece masivamente en una apatía frívola, a pesar de las realidades catastróficas ampliamente exhibidas y comentadas por los mass media… Para que el desierto social resulte viable, el Yo debe convertirse en la preocupación central.. El narcicismo.. socializa desocializando, pone a los individuos de acuerdo con un sistema social pulverizado, mientras glorifica el reino de la expansión del Ego puro”(La era del vacío, Edit. Anagrama). ¿Qué somos los ciudadanos para la mayoría de los gobernantes? ¡Nada, puros problemas y quejas!
En lo personal me agrada de sobremanera la descripción que el Dr. Antonio Cruz de la Universidad de Barcelona hace del narcisista: “El individuo narcisista es el que paulatinamente se va desligando de la sociedad en la que vive por medio de fantasías personales de grandeza. Pasa tanto tiempo reconociendo sus valores y virtudes que no le queda nada para pensar en los demás o en el resto del mundo. A la vez que idealiza su persona, menosprecia a los que le rodean. Los otros sólo cuentan si le son útiles. Si le admiran o le alaban. Su necesidad de ser amado hace que la mayoría de las relaciones con los demás sean interesadas. Utiliza a los amigos sin ningún tipo de consideración. Cuando ya no le siguen el juego los abandona sin remordimiento. El narcisista se caracteriza por su superficialidad. Mucha palabrería y poca sustancia. Gran apariencia externa pero, por dentro, el vacío más desolador” (Posmodernidad, Editorial Clíe).
Así que tomando en cuenta las definiciones anteriores, México se encuentra a merced de legiones de “Narcisos” que encaramados en el poder público, gracias en buena medida a un sector de la prensa acomodaticia y corrupta que se presta para hacerlos subir, como también a los partidos políticos que les abren la puerta concediéndoles el amparo de su franquicia. Franquicias que por cierto nos costarán este año 3,925 millones a los mexicanos (El Economista, 20/Feb/2014).
Ahora bien, acercando la lente al Estado de Jalisco, los ciudadanos tenemos dos casos de narcisismo agravado: el uno en el poder ejecutivo, y el otro en la presidencia municipal de Puerto Vallarta (la figura del “alcalde” no existe jurídicamente en México).
Entendidos de que el “Narciso” vive para sí mismo, que el prójimo (en este caso el ciudadano) no existe, o si existe queda apenas para cruzar la papeleta electoral que le ha de llevar al sitio que su acariciado ego le empuja, las necesidades del otro no son entendidas, mucho menos resueltas. Ya lo dijo su ignorante “gurú con botas, “que las ideologías se acabaron” (aunque en el caso particular de Fox, un grave déficit de neuronas le mantiene incapacitado para ordenar unas cuantas ideas, mucho menos para entender una ideología) ¿Cómo es que este ególatra parlanchín engatuzó a tantos?
Entrando en materia, la presente semana un diario local de la ciudad de Guadalajara publicó una nota por demás grave, no solamente para Jalisco sino para México como destino turístico, y los gobiernos locales cerraron su boca acomodándose como bueno próceres en su pedestal de indiferencia. Aquí la nota:
-“Pagan empresarios derecho de piso. Extorsionan en Vallarta. Merma inseguridad al sector turístico. Puerto Vallarta.- Dos millones de pesos ha pagado a secuestradores y todavía estos lo extorsionan con una cuota mensual… Son situaciones que ahuyentan a los empresarios. Uno ya vive inseguro. Aun después de esto te piden cuota mensual, para dejarte trabajar; dueños de negocios pequeños ya no quieren ponerse porque les piden 30 mil, 40 mil pesos… Después de esto piden que les demos 200 mil mensuales para dejarnos trabajar, y no se vale; aquí todos vivimos del turismo, y esto lo está matando” (Mural, 18/Feb/2014).
Enhorabuena que todavía existan medios en México que cumplen con su función social. El periodismo no nació para hacer eco de chismes y notas intrascendentes, como tampoco para ser simple comparsa del estado (lo cual casi siempre va acompañado de corrupción). En una acertada crítica a la prensa italiana de la cual es parte, Umberto Eco escribe y amonesta, con inclusión a los políticos, para que se abandone esa posición ególatra que bien podemos considerar un gravísimo cáncer social con visos de pandemia:“Con todo, hay millones y millones de personas que nos deben importar a nosotros, y de las que la prensa debe hablar más… porque de su crecimiento y de sus crisis depende el futuro de nuestra sociedad. Esta es una invitación, tanto para la prensa como para el mundo político, a que miren más al mundo, y a que se miren menos en el espejo” (Cinco escritos morales, Random House Mondadori).
El gobierno de Jalisco y el municipal de Puerto Vallarta deben bajarse de su torre de marfil, dejar de pensar en las próximas elecciones y abocarse de inmediato a parar las extorsiones. Un país urgido de empleos, entregado a la fauna criminal por 12 años de ineptidud y saqueo impune, no admite de manera alguna a gobernantes desentendidos de sus deberes. Puerto Vallarta como otros centros turísticos prioritarios del país deben permanecer limpios de toda plaga delincuencial, ya que además de ser su deber, son imagen nacional y fuente natural de divisas, por tanto de empleos y bienestar social ¿Hay gobierno en Puerto Vallarta? Los hechos lo confirmarán o lo desmentirán.
Correos recibidos: de la Presidencia de la República, también del respetado periodista Conrado Trapero Rivas, quien manifiesta estar de acuerdo totalmente con el artículo de la semana anterior (un saludo afectuoso).
¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!
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