Aunque se quiera es imposible simpatizar con los “apóstoles” de las luchas sociales (socios en andadas de los golpistas); ahora defensores oficiosos de los falsos “mártires” de Ayotzinapa. Su torcido sentido de justicia es manifiesto. Hace dos años, 72 migrantes fueron asesinados en San Fernando Tamaulipas por los narcos (como a los de Iguala); inocentes todos ellos, de hecho la mayoría se negó a participar con los criminales y por eso los mataron. Dos días duró el luto y el asombro ¡Claro, eran pobres, migrantes, y no eran revoltosos de alguna escuela de guerrilla urbana! (disfrazada de Normal).
En cambio los promotores de la causa de los “mártires” desde septiembre no han dejado un solo día de fastidiar con la cantaleta a quien es ajeno y en los lugares equivocados. Ni una sola manifestación en las casas de los narcos de Iguala, o en la del presidente municipal que ordenó su asesinato. Todas en el D.F., Acapulco, Guadalajara, bueno, hasta en la FIL (recinto dedicado a la literatura, un sitio donde no hay fosas ni lugar donde pudieran estar los restos) ¿Por qué no los buscan en Iguala? ¿Por qué fastidiar con un imposible a otros ciudadanos en otras ciudades que están luchando para salir adelante? Habrá de decirse que ya cansaron y han afectado la economía y causado millonarios daños patrimoniales (en comercios, bancos y dueños de autobuses robados) ¿Claman por justicia cometiendo injusticia?
Todo indica que al no obtener el triunfo en las elecciones presidenciales del año 2012, el proyecto al estilo Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina, pretende ahora el poder de manera ilegítima, convirtiendo en falsos mártires a quienes carecen de mérito alguno. Es muy lamentable la muerte de esos jóvenes, pero no se los llevaron del salón de clase. Andaban a 200 kms. de su escuela, en camiones robados, a media noche y con la misión de boicotear una reunión de la familia de delincuentes que gobernaba Iguala (de filiación perredista).
Los golpistas piden justicia; los agraviados por sus comercios robados, dañados e incendiados, bancos, autobuses secuestrados, camiones con mercancías y demás también la piden. Está comprobado que todo el que delinque no conoce otro método para someterse al imperio de la ley que el de la fuerza. Decir lo contrario es demagogia y falacia. El problema es que si los policías ponen orden los mismos que violentan la ley (y sus coros orquestados por conocidos “intelectuales”, líderes políticos y de opinión) de inmediato les calificarían de represores. Y ¡oh, desgracia nacional!, la nueva clase política no distingue entre hacer valer el estado de derecho y la represión, así que los policías no acuden en auxilio de la sociedad agraviada, o si lo hacen van custodiando a los anarquistas. Peor aún, sus jefes les convierten en monigotes sin valor alguno para que los vándalos desfoguen en ellos todas sus maldades y rencores emponzoñados ¡el mundo al revés!
Tan es al revés que los chamacos del Politécnico Nacional se sentaron como jefes en una mesa de “diálogo” con las autoridades educativas (sin saber nada de la vida ni de experiencia profesional) logrando imponer su “programa educativo” y dictar la reglas para la casa de estudio ¡Uf! Lo peor del caso es que el gobierno les ha seguido el juego a los nenes berrinchudos concediéndoles cuanto piden (los patos tirándole a las escopetas) ¿Qué tipo de profesionistas saldrán del IPN, imagínese usted?
Lamentablemente así está México. El mundo al revés. Estudiantes en Acapulco que secuestran y matan a sus propios compañeros, estudiantes que no estudian y cuestan al pueblo mexicano cantidades verdaderamente estratosféricas. Se pagan miles de millones en su educación y no asisten a clases; se van a marchas o de vándalos, o si asisten menosprecien la enseñanza porque no les cuesta nada. Urge que los estudiantes rindan cuentas de su aprovechamiento. La sociedad no puede soportar hasta el infinito semejante derroche e irresponsabilidad. Un país con tantísimas carencias como el nuestro no debe seguir tirando el dinero en quien no quiere estudiar. Un país se construye y mantiene con el esfuerzo colectivo, decir lo contrario es maldad, es engañar y aprovecharse del engaño.
Por si no fuera suficiente esta especie de locura colectiva, donde lo injusto es lo justo y el que violenta la ley es protegido y el pacífico marginado, gran parte de la prensa en lugar de cumplir con su función social de manera profesional y responsable, ha tomado partido y calentado cabezas con el pretexto de los asesinados en Ayotzinapa (los criminales eso confesaron ante la autoridad judicial), sumándose y haciéndole el trabajo sucio a los golpistas ¿Acaso desconocen que si el gobierno actual cayera el país se hundiría en todos los órdenes? ¿Eso desean realmente?
Basta con mirar a Venezuela para adelantar todo lo que nos sucedería. El país requiere de hacer un alto, de poner orden y someter a violentos y golpistas, de lo contrario el camino para el caos lleva buen trecho andado. El Presidente ha cometido un error dándoles todo a los que violentan la ley, a los que ofenden a diario a los mexicanos que trabajan y sostienen con su esfuerzo este país, pues se castiga al que obedece y se premia al iracundo y destructor.
En este mundo al revés, algunos de los llamados “intelectuales” (que arengan con la izquierda pero que les gusta vivir como de derecha) han vivido desde el ’68 envenenando a la juventud con un mito que les ha producido buenos dividendos para ellos, pero daño terribles para la Nación por cuanto los actores políticos del suceso tienen décadas que murieron o son ajenos al poder. Francois de Chateaubriand advierte en sus memorias una sentencia y con esta concluimos: “El gran escritor que se extravía propagando ideas funestas arrastra en su caída a muchos intelectos de menos vasto alcance: se parece a esos antiguos déspotas orientales sobre cuya tumba se inmolaba a esclavos” (Tomo IV, pág. 2126).
¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!
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