Hay muchas personas entre la llamada clase “intelectual”, así como en los medios de comunicación y algunas ONG (sobre todo extranjeras), que ven en el Ejército Mexicano a su enemigo; un ente que a sus ojos no debería siquiera existir. Las causas son varias y de acuerdo a las condiciones políticas actuales su análisis resulta obligado.
En primer orden las fobias al Ejército entre los usufructuarios del llamado movimiento del ’68 se remontan a ese año. Es decir, juzgan a los soldados del año 2015 por lo que sucedió en 1968. Algo así como si a ellos los juzgara la sociedad por actos que hicieron sus abuelos; con el punto pendiente de que habría que resolver jurídica, histórica y políticamente, si la institución castrense de hace 47 años fue totalmente culpable, y qué grado de culpa correspondió a los estudiantes. La provocación también conlleva responsabilidad.
No se puede olvidar el hecho, que diez días después del 2 de octubre iniciarían los Juegos Olímpicos que lanzarían por primera vez a México al escenario mundial, y los estudiantes del D.F. (los que participaron, por supuesto) durante la manifestaciones que día con día subían de tono –originadas por un pleito entre una preparatoria oficial con una particular-, pasaban por abajo del balcón presidencial de Palacio Nacional y retaban al Presidente Gustavo Díaz Ordaz “¡No queremos olimpiadas, queremos revolución!”. Juzgue el lector los resultados.
De sobra está decir que los llamados “intelectuales” han vivido y cobrado fama (y no pocas becas y demás canonjías entregadas al mundo “cultural” por las instituciones oficiales) merced al llamado movimiento del ’68, haciendo del Ejército Mexicano el centro de sus eternas críticas para ellos convertirse social y maniqueamente en los “buenos”, en los defensores oficiosos de las causas nobles y justas.
¿Llegó usted a ver a Monsiváis o a los que todavía viven: a la Poniatowska, los Taibo, y demás divos del Parnaso huehuenche, ayudando en las inundaciones, deslaves, huracanes y demás desgracias que año con año azotan a lo largo y ancho del país? Porque el Ejército siempre lo hace en silencio y con efectividad.
Entre las ONG, “Human Rights Watch” y otras semejantes, vez tras vez no pierden oportunidad para fustigar y denostar al Ejército Nacional, aprovechando que muchos mexicanos desconocen que ese tipo de organizaciones son simples peones del gran capital (que entre otros fines atacan todo tipo de nacionalismo, así como a las naciones en desarrollo con cualquier pretexto para evitar su progreso). La fachada es una, las intenciones reales por lo general son otras. Lo políticamente correcto no significa en absoluto que las acciones de estos grupos intervencionistas sean buenas ni moralmente aceptables. Porque en el fondo eso son, instrumentos extranjeros para entrometerse en otros países, toda vez que de manera legal y diplomática no podrían jamás.
La mayoría de los gobiernos extranjeros, sobre todo los países desarrollados, aunque nos inviten como “socios” y lo digan ante los medios, lo cierto es que jamás permitirán que lo seamos realmente, baste saber que la gran planta productiva en México es de ellos. Aborrecen cualquier gobierno fuerte y digno que no sea europeo o el imperio norteamericano. La soberbia del capital y del poder les ha perdido, deshumanizado, derivándose de su arrogante postura un repudio al Ejército ajeno (en este caso al mexicano), aprovechando la ignorancia y desinformación de los de casa para denigrar a esta institución que dicho sea de paso, es baluarte y garante de estabilidad y futuro para México. Lo peor es que la mayoría de los medios nacionales y locales se prestan gustosos para esta especie de suicidio político.
A la lista podemos sumar a los narcos, cuyas actividades criminales les hacen ver y tener en el Ejército Mexicano a su enemigo natural; visión que comparten los maistros criminales y mega corruptos de la CNTE ¿No exigían acaso hace unos meses que los dejaran entrar a revisar los cuarteles? ¡Habrase visto tanta desvergüenza de estos parásitos anarquistas!
Finalmente se agregan a la lista los llamados “tontos útiles”, todos aquellos que sin tener elementos de juicio válidos y suficientes, son capaces de juzgar y condenar moralmente al Ejército por lo que oyen en la radio, leen en la prensa o ven en la televisión.
El caso Tlataya ha sido el pretexto idóneo para enjuiciar a las fuerzas armadas de nuestro país, para querer hacerlas volver a los cuarteles y dejar a los mexicanos indefensos ante la fauna de criminales de todo tamaño y violencia. Los abatidos en ese pueblo mexiquense eran secuestradores que agredieron al Ejército, que lo único que hizo fue responder y hacer valer la ley y el orden ¿Los secuestradores conceden a sus víctimas un trato digno y les respetan sus derechos humanos? Por favor, el viejo proverbio mexicano lo advierte “el que mata a puñaladas que no quiera morir a besos”.
Los ataques y agresiones contra el Ejército deben parar por bien y futuro del país. Su presencia e institucionalidad son una garantía republicana y de soberanía para los mexicanos. Es impropio y hasta deleznable que a quienes viven para protegernos se les juzgue tan injusta y severamente, sobre todo cuando las agresiones se originan en el extranjero y entre los grupos criminales, pues a final de cuentas son a ellos justamente a los que les estorban. A los demás, a los demás el Ejército Mexicano es parte de nosotros, son el remanente social que ha decidido de manera discreta y efectiva dedicar su vida para protegernos en todos los sentidos, de manera que solo tenemos para ellos gratitud y reconocimiento. ¿O usted que considera estimado lector?
¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!
Email: mahergo50@hotmail.com