Opinión
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El papa Francisco, como buen jesuita, ha hecho gala reiteradamente de su ya conocida retórica, más en un afán mediático que mejore la maltrecha imagen del grupo mayoritario de la cristiandad (a causa de los abusos de curas degenerados y pervertidores), que de establecer con claridad el mensaje de Jesucristo contenido en las Escrituras.

Durante una reunión en el Vaticano con grupos parroquiales mediante los cuales han iniciado una campaña evangelizadora, el argentino expresó verdades a medias, que conforme a la ortodoxia de la fe judeocristiana algunas se convierten en mentiras completas. No se puede olvidar que la llama “infalibilidad” papal no es bíblica (se establece en el cercano 1870). Todo líder en la fe los patriarcas hebreos tiene que sustentar sus dichos y hechos en las Sagradas Escrituras, llámese rabino, sacerdote o pastor. Estar al frente de una corriente no significa que Dios avale hechos y palabras, todos sabemos que el clero de la época de Jesús fracaso estrepitosamente, justo por no creer ni someterse a la revelación divina (Escrituras).

El papa dijo que la Iglesia Católica es “la casa paterna donde hay un lugar para todos” (Excelsior, 5/Sep/2015), lo cual es cierto, lo que no dijo es que por Iglesia Católica se debe entender a todas las expresiones judías o cristianas que tengan a Jesús como autor y consumador de la fe y la Biblia como sustento y guía para todos los fieles.

Dijo además que “antes de juzgar a alguien, es mejor cerrar la boca”, lo cual es parcialmente cierto, pues si bien el propio Jesús lo condena, habrá que entender a quién y porque lo hizo. Jesús condenó a los habladores hipócritas, pero de ninguna manera le cerró la boca a su pueblo ¿cómo podría señalarse el pecado, las desviaciones, la corrupción y tanta perversión que los hombres caídos somos capaces de hacer?.

La Escritura reconviene a los corintios por su tibieza espiritual, por su cómoda posición de no juzgar las cosas malas que entre ellos sucedían (y querer llevar “la fiesta en paz”); “¿O no sabéis que los santos (es decir, los verdaderos creyentes) han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois  indignos de juzgar cosas muy pequeñas? ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?… Para avergonzaros lo digo. ¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno, que pueda juzgar entre sus hermanos…?” (1ª Cor 6:2-5).

El problema fundamental es que papa Francisco pretende diluir y rebajar el mensaje divino, confundiendo el amor de Dios que es capaz de perdonar al peor de nosotros los hombres, con una oferta dulzona que no exige cambio alguno en la conducta; olvidando palabras indisolubles para quien se acerca a Dios en busca de salvación eterna, que no son otras que «arrepentimiento, conversión, y obediencia» a la Palabra revelada.

El líder del catolicismo dijo durante su charla que había que “acoger a todos sin juzgar a nadie para ofrecer la experiencia de la presencia de Dios y del amor fraternal”, para luego exhortar: “Jesús dice, también en el Evangelio: Llamad a todos, buenos y malos, a todos”; llamado que se ajusta a la gran comisión que el Mesías nos dejó a su pueblo de todas las épocas.

Su exhortación no solo es válida, sino necesaria. Lo que le faltó decir es que quien se acerca a Dios si bien debe ser recibido con amor, debe también ser instruido en las Escrituras y doctrinas que de ella emanan, además de tener la firme decisión de dejar atrás la vida de pecado. En la misma epístola a los corintios que hemos ya citado, el rabino Shaul (San Pablo) no deja dudas al respecto: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idolatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados…” (1 Cor 6:9-11).

Compartir el mensaje divino de manera parcial y sin compromiso, que implica la salvación eterna de la otra persona, convierte al evangelizador en un ciego que guía a otro, teniendo como destino la caída final de ambos. Eso es lo que dijo Jesús, el Mesías de Israel y de todos los pueblos de la Tierra. Lo demás, lo demás es demagogia religiosa.

 

¡UNA CREYENTE FIEL Y CONGRUENTE!

 

      La encarcelación de Kim Davis, empleada del Registro Civil en el Estado de Kentucky por negarse a expedir y legalizar matrimonios de homosexuales, es una muestra irrefutable de la impiedad reinante en la mayor parte del mundo y de sus gobiernos. En este caso en particular, de la degradación moral y la renuncia espiritual de una nación que se fundó con los principios de las Sagradas Escrituras.

La funcionaria Davis, declaró ante el juez federal que la envió a prisión por sus creencias, que “no siente hostilidad hacia nadie ni actúa con mala voluntad, que la emisión de estas licencias (matrimoniales) para parejas gays entran en conflicto con la definición de matrimonio establecida por Dios. ‘Con mi nombre puesto en el certificado violaría mi conciencia’, señaló, apelando a la libertad religiosa protegida por la Constitución y la Primera Enmienda, asegurando que el debate no es sobre ‘un tema de gays y lesbianas’ sino sobre el matrimonio y la palabra de Dios” (El Mundo, 4/Sep/2015).

Enhorabuena por Kim Davis, su valor para anteponer su fe por encima de algunas desviaciones sociales (capaces de apostatar a sus principios constitucionales) y estar dispuesta a ir a prisión por su fe: es ejemplo para millones alrededor del mundo, honrando a Dios y abofeteando a autoridades mediocres y populistas capaces de vender su alma al diablo en subasta pública. ¡Que conste, este comentario es parte de la libertad de expresión!

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

Email: mahergo50@hotmail.com

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