Echar las campanas al vuelo y hacer caso ciego a las plumas y voces que queman incienso (beneficiadas de una y varias formas con la organización de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara) además de poco sabio, agravaría los yerros que han venido acumulándose a través de los años y que no parecen ser detectados por quienes debieran hacerlo.
La idea de la FIL, que sería mezquino regatear su mérito a Raúl Padilla López, es magnífica, se ha desarrollado con acierto y magnífica visión. En lo personal he participado como escritor―expositor por 27 años, de manera que he sido testigo de su crecimiento en el concierto mundial de las letras.
Discernir que la Feria gustó desde el principio a propios y extraños y dedicarle el tiempo, recursos y conjuntar los talentos de muchas personas con este propósito, no puede menos que reconocerse y aplaudirse. A nivel mundial la FIL se ha convertido en un referente cultural de enorme importancia a tal punto que hace dos años, cuando Israel fue el país invitado, México se encontraba en la mira de la opinión pública internacional a causa de la violencia dejada por la guerra contra el crimen (declarada por Felipe Calderón, pero fracasada de punta a punta) logrando revertir la imagen, al punto de poner por nueve días a nuestro país como la capital mundial de las letras. Asunto nada fácil y de enorme valía.
El éxito obedece múltiples factores y voluntades, sin embargo nos limitaremos a señalar aquellos problemas que no están siendo atendidos por el comité organizador y que en un corto plazo pueden afectar; entendidos que esta feria ha rebasado ya la pertenencia de la organización para convertirse en un patrimonio social que debe y tiene que cuidarse. La cultura es de piel delicada.
En primerísimo orden hay que considerar a los escritores: obreros indispensables en éste y todo foro literario. Lamentablemente desde el inicio solo se ha considerado con toda clase de atenciones y privilegios al grupo que año con año traen del Distrito Federal: ¡Elena Poniatowska, los Taibo, Jorge Volpi, etcétera, lista que ha disminuido a causa de la muerte de Carlos Monsiváis, Carlos Fuentes y otros! En cambio para los escritores de Jalisco y demás Estados de la República, menosprecio total.
Y no se trata de la calidad literaria, requisito fundamental. No, el fondo es otro. Es la cerrazón y control del mundo del libro (la República de las Letras que algún día presidiera con responsabilidad, apertura y gran acierto el gran Alfonso Reyes.) que con patente defeña impide que nadie rompa el cerco de esta cofradía controladora de editoriales, becas y demás asuntos derivados de este pequeño mundo en el que sobran mediocridades ensoberbecidas y escasea el talento ¡Cuánto se extraña a Alfonso Reyes, Octavio Paz, Martín Luis Guzmán, Juan Rulfo y a otros que por la tiranía de la brevedad omitimos en perjuicio de su enorme calidad escritural!.
Ese control mafioso en la impresión de libros ha producido en las últimas décadas no pocas monstruosidades. El regiomontano Gabriel Zaid lo dice con verdadero tino: “Un perfecto mediocre, tesonero y simpático puede hacer la carrera… El primer premio se lo dan porque ‘¡Pobre, no le han dado ninguno!’. El segundo, porque acaba de recibir el otro… El sexto, porque premiarlo se volvió costumbre. Los siguientes son una avalancha. La sociedad, las instituciones, el Estado, se premian a sí mismos al reconocer a los monstruos sagrados” (El secreto de la fama, pág. 63)
¿Acaso la inteligencia y talento para escribir aterrizó en exclusiva en la UNAM, dejando a nayaritas, zacatecanos, neoleoneses, tamaulipecos, yucatecos y demás, sin gota alguna de genio literario? Válgame Dios, cuanta ceguera y soberbia.
Y perdone el lector lo que voy a decir, pero mi experiencia por 27 años en la FIL me permite ver la falta de sensibilidad en ese sentido de los organizadores, valga decir que como escritor-expositor en todos esos años jamás me han hecho una visita de cortesía, una invitación, nada, absolutamente nada. No saben si lo que escribo es bueno, malo o regular. Como tampoco saben de los escritores de todo el país que no tienen un padrino del “clan sagrado” que les introduzca en su controladora “república”. Pero eso sí, el elevado y puntual cobro de los stands (en dólares) no falla ¿Dinero bueno, talento no quiero saber?
Otro grave error, derivado de la posición anterior, es el asunto de los medios de comunicación, que la mayor de las veces son cubiertos por chamacos que desconocen todo de letras, autores y temas, o por personas adultas pero cooptadas por el sistema, limitándose unos y otros a entrevistar a los de siempre, o si no a algún charlatán novedoso brincado del internet o de la televisión, vacío de contenido y propuesta. La lectura está obligada a enriquecer, o al menos no a envilecer. De vilezas la sociedad está saturada.
Hace algunos años en una rueda de prensa previa a una propia, el escritor, con una playera de “don gato”, con los ojos rojos y vidriosos confesaba a los “periodistas” culturales que por habérsele acabado el dinero en Paris prostituyó a su esposa y que él incluso asaltó a turistas (para completar su pasaje de regreso). Ya encarrilado en sus confesiones, externó haber robado a su casero con más de un año de rentas, afirmando que escritor que no roba a su casero no es escritor (inmediatamente llegué a la conclusión que yo no era escritor). ¡Ah, se me pasaba, ese año le dieron un jugoso premio en dólares! Para completar el cuadro de anti periodismo cultural, la troupe salió corriendo a cubrir a un tal Yordi que sale en la televisión pues iba a hablar de su libro (cuyo tema era el tamaño de los penes) ¡Cosas veredes, Mío Cid!
Respecto a las atenciones a visitantes se olvidaron de toda cortesía, no se diga de las personas mayores. No hay donde se sienten un rato. Los chamacos los días que van se acuestan en la alfombra como animalitos, las personas adultas no harían jamás eso, menos en una feria de libros (en la parte trasera, por donde se estacionan los camiones de carga se podría poner una terraza cubierta para descanso (con alguna cafetería con precios menos altos). Los lugares para estacionarse son otro dolor de cabeza no resuelto, como tampoco el control del tráfico ¿Los gobiernos locales no entienden lo que la FIL representa, que si no se cuida y conceden atenciones a los visitantes es probable que no vuelvan?
En lo personal en todos estos años he atendido a lectores de Jalisco, Colima, Nayarit, Guanajuato, Querétaro, Estado de México, Aguascalientes, Zacatecas y San Potosí, entre los que me recuerdo. El tiempo y dinero que invierten en visitar la FIL tiene que ser valorado y compensado con atenciones. Nadie vuelve a donde le tratan mal o sin respeto.
Por último, la falta de compradores profesionales es ya grave. Tiene varios años la FIL que los compradores profesionales–libreros, bibliotecarios, etcétera, tanto nacionales como extranjeros- han disminuido de manera radical hasta no pintar en absoluto.El comité organizador tiene que entender que con los puros visitantes al menudeo jamás se recupera la inversión de un stand, ni pensar entonces en los demás gastos (considere a los expositores que vienen de fuera de Guadalajara, transportación, hospedaje, sueldos, comidas, etcétera). De no atenderse de inmediato todas estas carencias, en un corto plazo la FIL sufrirá reveses que a final de cuentas afectarían este patrimonio intangible que debe ser sumamente protegido, pues además de que estimula la lectura del pueblo, mejora enormemente la imagen de México en todo el mundo.
¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!
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