Somos una sociedad extraviada en casi todos los órdenes. No se diga en lo fundamental: sentido existencial, supervivencia, trabajo productivo, valores, metas, respeto a las personas y el entorno, etcétera. Así qué dedicar un día a ciertas cosas refleja de alguna manera el extravío, sobre todo cuando son cosas inherentes al ser y al hacer.
Miles de millones de personas viven sin vivir, limitándose a existir pero sin proyecto alguno, si acaso material que comparado con la eternidad es lo mismo que nada. Agrupado en las ciudades el hombre posmoderno es incapaz de sobrevivir en el campo por sí mismo, es inútil, desorientado, desinformado; pero eso sí, trae su teléfono celular (o de los otros más caros que sirven para lo mismo) pero que en cuanto se le acaba la batería a su juguete se le acabó la inteligencia al dueño.
Por miles de años el ser humano trató de ser productivo, proveyendo para sí mismo y un poco más para adquirir bienes que necesitaba (producidos por otros). Hoy ve el trabajo con desprecio, lo considera denigrante, si acaso un atajo para enriquecerse. Que trabajen los viejos, que por cierto seguimos haciéndolo pero no por mucho tiempo, la edad nos está ganando ¿Qué harán cuando los viejos dejemos de ayudarles o sostenerlos? ¿No les dice nada que en México el 80 por ciento de la riqueza es generado por personas entre 45 y 65 años?
Ni qué decir del desprecio a los valores. Hoy el que no es transa no avanza, la cuestión es que son demasiados los transas y en todas las actividades (políticos, funcionarios, médicos, ingenieros, industriales, comerciantes, plomeros, taqueros, tiangueros, líderes religiosos, etcétera) por lo que padecemos la crisis más grande de nuestra historia. Cuando más se ha hablado, escrito y denunciado la corrupción esta ha crecido hasta quedar fuera de control, ¿y quién pondrá orden que tenga autoridad moral para hacerlo? Los funcionarios de los sueldos escandalosos que ni lo intenten. Son detestables y descalificados de origen.
Del cuidado al entorno en que vivimos, llámese medio ambiente, naturaleza o como se guste, ya hablaremos en fecha próxima. Baste decir que el amor y la amistad también se relacionan con esta fecha, si bien es relación de 365 días por año y para siempre.
Hace medio siglo en Guadalajara el 14 de febrero se festejaba el “día de los novios”, pero como había que acrecentar el negocio el festejo se cambio por “día del amor y la amistad”. La cuestión es que las palabras conllevan significados y compromisos. No podemos soslayar que tanto amor como amistad son palabras que encierran gran compromiso hacia el otro, compromiso que por lo general dura toda la vida. Pero, ¿qué es duradero para las nuevas generaciones si a la esposa, la avientan a los dos o tres años de matrimonio? (igual algunas a los maridos).
El amor ya sea en el matrimonio o en cualquier relación humana la amistad queda implícita. Sin embargo andamos tan mal como sociedad que al amor lo confunden con las relaciones sexuales. Por amor muchas mujeres se quedaban solteras para cuidar al padre o a la madre anciano o enfermo. Por amor el hermano mayor trabajaba duro para alimentar y dar oportunidad que los menores pudieran estudiar. Por amor la maestra de primaria sacrificaba su vida para que generaciones de niños y jovencitos se educaran y enfrentaran en mejores condiciones a la vida. Por amor se casaba la mayoría de las parejas (hombre y mujer) y por amor se mantenían unidos hasta la muerte. Por amor la mayoría de los médicos se dedicaba a cuidar la salud del prójimo (hoy da pánico caer en manos de muchos de ellos). Por amor se ejercían los oficios y se heredaban a los hijos y nietos. Se amaba lo que se hacía.
Hoy, una libertad mal entendida y convertida en libertinaje ha roto el ADN moral de la humanidad. ¿Cómo hablar de amor si lo único que se pretende es ayuntar? ¿Cómo hablar de amistad en una sociedad egoísta y narcisista hasta la médula? ¿Cómo podrán amar al semejante si una mascota es más valiosa que el ser humano? Un día, además de imposible suena a burla. No se puede dar en un día lo que no se tiene para dar a diario.
El mayor acto de amor en toda la eternidad lo hizo Dios mismo, no el Papa, que es simple siervo (obligado a vivir conforme al mensaje revelado y a la voluntad del que dice servir, pero que se desvía continuamente). En ese acto y ante la imposibilidad de que el hombre se pudiera reconciliar con El a causa de la rebelión en El Paraíso, se hizo hombre para pagar las maldades de los seres humanos de todos los tiempos, llevando en la cruz del Calvario nuestras muchas iniquidades.
Un ejemplo de nuestra condición caída se refleja en los llamados “carnavales” que se festejan alrededor del mundo al más puro estilo pagano, fiesta en la que todos los deseos carnales son satisfechos (o cuando menos se intenta), en tanto que algunos se limitan a cierto ritual con ceniza.
El amor de Jesucristo en su naturaleza humana no tiene parangón. Es el Dios Todopoderoso que se despoja de su gloria y majestad y baja a vivir entre los hombres para predicarles su mensaje de amor y salvación, y finalmente pagar la sentencia de cada uno de nosotros que nos hacía culpables delante de Dios el Padre derramando su sangre inocente. Es decir, la Pascua perfecta (rememorando la salida de Egipto y libertad de la esclavitud del pueblo judío, fecha en que se celebró la primera pascua a manera de símbolo de lo que vendría).
El propio Jesús además de darse en amor y por amor al ser humano, nos concedió su amistad, claro, al que desee tenerle por amigo: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Juan 15:15). Mensaje escrito (Biblia) que nos recuerda de quién viene el verdadero amor y la verdadera amistad, que si respondemos a ese amor podemos entonces darlo realmente al prójimo y con ello aportar a este mundo una nueva luz encendida que ayude a disipar las tinieblas del egoísmo y la maldad imperantes ¿O usted qué considera estimado lector?
¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!
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