En toda sociedad hay y ha existido la maldad, resultado del rompimiento entre la tierra y el cielo, entre los hombres y Dios, en ese orden. Y cuando la maldad o los males sociales se multiplican, cuando se carece de ética y autocrítica, los gobernantes buscan a quien echarle la culpa. Es el camino fácil, la manera rápida y perversa de salir airosos (al menos por el momento).
En Jalisco el transporte público ha sido el “chivo expiatorio” en el cual se ha querido descargar todas las culpas sociales, o cuando menos la mucha frustración que existe. Nadie está diciendo que las unidades del transporte público son de primera, ni de buena calidad el servicio que prestan. Por $6.00 pesos que cobran la mayoría de las rutas en realidad es casi regalado, que si al trabajador se le hace mucho, no es porque el pasaje esté caro, sino porque los sueldos son bajos. Ese es el problema.
Hagamos un recuento de este tema en la zona metropolitana de Guadalajara. En los años ’60 y parte de los ’70 el transporte público (solo había camiones) era más utilizado por la población que en la actualidad, en que bicis, motos, Metro y dos millones de autos le ayudan a resolver este enorme problema cotidiano. En aquellas épocas había dos grandes bloques: Servicios y Transportes financiado por el gobierno del Estado y la Alianza de Camioneros con capital privado.
La terminal de SyT en el Paradero a la entrada de San Pedro (hoy convertida en un centro comercial) era inmensa, como inmensa se volvió la carga para el gobierno, que harto de subsidiar el pasaje decidió deshacerse de semejante lastre declarando que se trataba de un servicio (negocio) que debían prestar los particulares. El estado se desentendió gradualmente de este servicio y abrió la puerta para que los particulares invirtieran en ese ramo tan necesario para la vida de nuestra gran comunidad llamada Guadalajara (que en la actualidad incluye una enorme zona metropolitana).
Años después permitieron la entrada de las llamadas “Combis” ; un transporte incómodo e inseguro que intentaba ser una especie de taxi colectivo sin ser una cosa ni otra. Ante esta situación nace el llamado SISTECOZOME para regular este nuevo transporte, que al poco tiempo obligaría a los subrogatarios a cambiar las combis por Microbuses.
Para que el ciudadano se dé cuenta de la injusticia que el Gobierno de Jalisco está cometiendo contra este gremio tan necesario para la vida económica y social de los habitantes de la capital del Estado, un minibús en este momento, cuesta nada menos que $ 1’700,000.00 pesos, cuando hace apenas siete años costaba $700,000.00. El problema de fondo es que la mayoría de las rutas que utilizan estos minibuses cobran la misma tarifa de $6.00 pesos que hace 7 años. A nadie nos cuestan las cosas igual que hace siete años, excepto el pasaje del camión.
No contentos con no autorizar una nueva tarifa, cuando el diésel ha subido al doble y llantas y refacciones hasta el triple (muchos de estos insumos se compran en dólares convertidos a pesos), el gobierno ha ido obligando a los dueños de los camiones a poner cámaras, equipos para medir el flujo de pasajeros, rampas para subir personas en sillas de ruedas, tarifas especiales para estudiantes y otros usuarios, etcétera, etcétera, pero todo a cargo de los dueños de la unidades. Es decir: «el hágase la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre». Siempre, eso sí, con la amenaza de quitarles la concesión. Actitud por demás reprobable y repugnante. Es inadmisible que las sonrisas y los programas sociales sean únicamente ante las cámaras, para aparentar ser buenos y justos, y en cambio para este golpeado y agraviado gremio la dureza y el desprecio. Peor todavía: convertirle en chivo expiatorio y en los malvados ante la sociedad, para ellos aparecer como los defensores.
A la corrupción y doble moral del gobierno de Jalisco, se ha sumado Televisa, algunas estaciones de radio y periódicos, convirtiendo al transporte público en los chivos expiatorios de la sociedad en los cuales por más de una década se ha descargado una furiosa campaña. Tengan o no la culpa en un accidente, por el simple hecho de ser un camión, esos medios descargan en choferes y unidades una serie de calificativos al grado de tenérseles ya como una especie de monstruos sin entrañas que salen a ver qué daño hacen, cuando su trabajo además de ser útil en extremo, es difícil en muchos sentidos.
Ha faltado en los medios la cordura y la objetividad: en tanto que al gobierno se le ha pasado la mano en su trato con dueños y conductores de tan necesario servicio. De hecho tiene años actuando con total injusticia y desprecio contra ciudadanos que merecen también ser respetados y protegidos por el estado. Si un chofer hace algo indebido, qué sea la persona la culpable y no todo un gremio y quienes invierten en un servicio que el gobierno ni quiere ni puede dar.
El actual jefe de Tránsito (Vialidad) se ha ganado a pulso la fama de prepotente y enemigo del gremio camionero. Una cosa es que algunos políticos (del PAN y del PRI) que se hicieron de buenas rutas y que para ellos SÍ HAY TARIFA DE $7.00 PESOS, y otra muy distinta es que para la mayoría, para los concesionarios que no tienen influencias y se atrevieron a invertir sus ahorros en un trabajo digno y decente; para ellos desprecio, malos tratos, y las mismas tarifas de hace SIETE AÑOS, descapitalizándoles y sumiéndoles en la desesperación (sin contar el repudio de no pocas personas en la sociedad a causa de la larga campaña mediática).
Otro caso. A muchos de los dueños de los Macrobuses que circulan por la Calzada Independencia los engaño el gobierno de Emilio González Márquez ―y el actual de Aristóteles Sandoval―, haciéndoles comprar al inicio costosas unidades de más de $2’000,000.00 de pesos y muchos de ellos en todo este tiempo no han recibido siquiera $10,000.00 pesos (sí, ni diez mil pesos). Pero eso sí, siempre con la amenaza de quitarles la concesión.
Otros que se han aprovechado este problema como bandera y botín político han sido los vándalos de la FEG y FEU, en ese orden, pues se trata de los mismos golpeadores y gangsters incrustados en la U. de G., que harta la sociedad de sus crímenes y escándalos (de la primera); cambiaron las siglas de la franquicia para aparentar renovación. Un gatopardismo al mejor estilo de lo que señalaba Giuseppe Tomasi di Lampedusa. El pueblo y los estudiantes no les importan un comino, son refractarios al dolor y la necesidad del prójimo. Lo suyo es la grilla de la más baja estofa.
El tema da para más, pero concluimos. El gobierno de Jalisco está matando a los empresarios camioneros con las tarifas, lo cual además de deleznable no debe continuar. Si desea volver el estado a ofrecer el transporte público por su cuenta (que sería terrible y en el peor momento), pues que les pague en su justo precio las unidades y la inversión a los camioneros, de lo contrario, es momento de cambiar de actitud, es un negocio como cualquier inversión cuyos dueños merecen también un trato digno y justo ¿O usted qué considera, estimado lector?
¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!
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