A los marchantes consuetudinarios (no me refiero a los compradores del mercado), ya sea que vivan de esa extraña y molesta actividad o lo hagan de manera esporádica, les gustan mucho los coritos, las consignas cantadas: “¡el pueblo unido, jamás será vencido!”.
La cuestión es que lo repiten a manera de rezo, como si tuviese algún efecto mágico su machacona y enfadosa dicción. No es así, los problemas sociales jamás se resuelven de esa manera, si acaso se complican o crecen. Pero claro, es el camino fácil de los demagogos para intentar a través del atajo llegar al punto deseado; el que evita el pensamiento, el análisis, el reclamo sin airar y civilizado. Se sabe por experiencia que la pereza y la improvisación de acciones que requieren de pensamiento, diseño e implementación, terminan mal por lo general. Los mexicanos tenemos algunas décadas de padecer esta clase de farsas que parecen buenas, pero que a final de cuentas solo empeoran el estado de cosas.
Citemos un par de casos emblemáticos, aunque los hay de sobra: Vicente Fox y López Obrador, ambos demagogos, ambos ególatras recalcitrantes, ambos de limitadas luces y generadores de problemas sociales. El primero parecía representar a la derecha, sin embargo en los hechos lo único que mostró es ser cabecilla de una banda de ambiciosos que saquearon el país, sin que hasta la fecha nadie les haya tocado. El brazo de la justicia se paralizó; quizá porque supieron colocar y poner a modo a funcionarios en las dependencias y poderes encargados de impartir justicia; quizá porque se ausentó la autoridad moral para hacerlo.
El segundo, un costeñito hablador y anarquista que jamás ha trabajado en nada, pero asegura defender a los trabajadores. Desde joven, y luego de permanecer como fósil en la hermana república de la UNAM (dixit Gabriel Zaid), se ha dedicado a fastidiar a todo México, sobre todo a los que trabajan y hacen posible que este país permanezca de pie. Se inició en el PRI y tuvo buenos huesos en su natal Tabasco, pero como no le dieran el cargo que quería, en uno de sus cotidianos berrinches tomó pozos petroleros y causó graves incendios. En otras de sus rabietas y pataletas (que exhiben su carácter malformado) llevó a barrenderos encuerados a los que sacó sangre para pintar consignas en muros
Sus émulos abundan de frontera a frontera y de costa a costa, los encontramos en los mal llamados partidos políticos (que en el presente se han convertido en meras franquicias de vándalos y ambiciosos), en los sindicatos, en los congresos, en las cámaras patronales y en cuanta organización se pudiera usted imaginar; pequeñas ínsulas como la gobernada por el improvisado Sancho Panza pero que en la práctica solo han servido para dividir a México y a los mexicanos.
En unos días nuestros vecinos del norte estrenarán presidente, y no cualquier presidente, ¡no señor!. Salido de la farándula y el show business, Donald Trump dejará de organizar el certamen de Miss Universo y de administrar sus mafiosos casinos para tomar las riendas del Imperio.Como todos sabemos el señor del copete naranja nos detesta a sus vecinos, lo cual demuestra su incapacidad política e inmadurez como ser humano ¿Estará listo para gobernar un país en cuyas manos está la vida o destrucción del planeta?
A semejante cuadro habrá que agregarle que en su soberbia e ignorancia, pues aunque tiene mucho dinero la cultura y el conocimiento le son ajenas, Trump pretende deshacer el TLC o cuando menos cambiarlo al modo de él y sus amigotes que le asesoran, lo cual de lograrlo, no solo nos traería una infinidad de problemas a los mexicanos, sino que incluso y de rebote a su propio país y a otros(Canadá, por ejemplo).
La cuestión es que, y volvemos a Echeverría, desde que en su gobierno se traicionó la Revolución Mexicana, que dicho sea de paso, resultó exitosa en muchos aspectos (reprobada en otros y en unos más de medianos logros); han aparecido una serie de falsos mesías, todos ellos capaces de engatusar a parte de las masas; labor que en la era posmodernista se les facilita a través de las llamadas redes sociales: es decir, internet y teléfonos portátiles.
No importa que la información que reciban carezca de sostén y razonamiento, con tal de que lo publiquen las redes sociales “es verdad”, a fin de cuentas si se habla mal del gobierno debe ser cierto ¿en verdad?
La manipulación advertida por George Orwell en su anti utópica novela 1984 se ha convertido en una realidad. El doble pensamiento y facilidad para cambiar en la mente de las masas crédulas e ignorantes la concepción de las cosas es cosa común. Lo peor del caso es que como decía Umberto Eco de las nuevas generaciones, “son las que tienen más información de toda la historia, pero no saben cómo decodificarla”. Dicho en otras palabras: desconocen muchas cosas y temas y no saben cómo entenderlas o descifrarlas pues el mundo suele no ser tan sencillo como se aprecia en la superficie. Y las nuevas generaciones son superficiales por formación, campo propicio para la manipulación.
En síntesis: ante la llegada de este hombre agresivo y de malas entrañas, lo peor que puede sucedernos a los mexicanos es dividirnos y lo estamos lamentablemente. El anuncio del aumento a las gasolinas está siendo el pretexto idóneo para que los falsos apóstoles políticos aparezcan a defendernos del “mal gobierno”. Hasta este momento quienes fuimos formados a la antigua, que nos gusta pensar y resolver las cosas en lugar de complicarlas, no hemos visto que cámaras patronales, sindicatos, universidades, autotransportistas, camioneros, etcétera, se reúnan para tratar de entender lo que está pasando y nos puede pasar.
Que una vez analizada la llegada de Trump, el aumento a las gasolinas y diésel y del TLC (por señalar algunos de los principales problemas), pidan hablar con el Presidente Enrique Peña Nieto y se escuchen mutuamente. Que sin levantar la voz ni amenazar, busquen entre ambas partes el bien de México con vista al presente y al futuro. Ni el estado tiene toda la razón, ni la sociedad tampoco, pues como dicen las Sagradas Escrituras: “en la multitud de consejeros está la victoria” (Prov 24:6). Mientras tanto, funcionarios, gobernadores, munícipes, senadores, diputados, ministros de la SCJN y demás integrantes de la monarquía huehuenche deberán bajarse sueldos y prestaciones cuando menos en un 60 por ciento, no hay de otra, y si no les conviene, que busquen en la IP quien contrate semejantes cerebros privilegiados (sirve que el País se estabilizaría de inmediato).
Hoy, dadas las condiciones que guarda la humanidad, requerimos con urgencia la unidad de todos los mexicanos de lo contrario ya lo sabemos:“un pueblo dividido, siempre será vencido”.
¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!
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