Vivimos en el mundo de las apariencias, de los resultados virtuales, en el que se dice pero no se hace y se declara lo contrario a los hechos reales. Hace 27 siglos el pueblo de Israel se encontraba en idéntica situación a la del México actual, aunque claro, la mentira y las cosas eran entonces directas y sin retoques (no contaban con la tecnología, que a manera de Celestina les cubre a los gobernantes posmodernos todas sus incapacidades, indolencias y fechorías).
Contrario a lo que la mayoría cree (sin sustento y por desconocimiento) la Biblia más que un libro de religión es el Libro por excelencia al que debemos acudir todos, es la guía de quien nos creó para que vivamos bien y con destino eterno. En sus páginas encontramos los ejemplos positivos y negativos de lo que debemos hacer y de lo que no debemos.
Un ejemplo que nos ayuda a entender el caótico presente de nuestro país lo encontramos en libro del profeta Isaías (cap. 3). Una analogía en la que se observa una sociedad corrompida hasta la médula, impía, desvergonzada, ensoberbecida y opresora, con un clero igual a la clase política, condición que obviamente llevó al pueblo a la impiedad y el descreimiento; provocando con su conducta que Dios les pusiera gobernantes jóvenes y mujeres a manera de juicio (quitándoles por consecuencia a los viejos con sabiduría y experiencia). No existían palabras como misoginia, y la mujer era tenida sin embargo en gran valía.
Bajo ese cuadro social de violencia, saqueo, opresión, e impunidad, la sociedad israelita se hundió (como está sucediendo con la mexicana). El mismo profeta denuncia años después la condición degradante del pueblo y sus gobernantes, que como se observa en el texto pareciera una instantánea de lo que acontece en México:
―”Porque vuestras manos están contaminadas de sangre, y vuestros dedos de iniquidad; vuestros labios pronuncian mentira, habla maldad vuestra lengua… Y el derecho se retiró, y la justicia se puso lejos; porque la verdad tropezó en la plaza, y la equidad no pudo venir. Y la verdad fue detenida, y el que se apartó del mal fue puesto en prisión; y lo vio Yahwéh, y desagradó a sus ojos, porque pereció el derecho” (Isaías 49:3,14-15).
En lo que corre el siglo XXI han corrido ríos de sangre inocente en México sin que nadie ponga un alto a tanto crimen y criminales. Los dedos están contaminados con millones y millones recibidos por políticos, jueces, magistrados, funcionarios judiciales y policías de todos los niveles. La mentira ha tomado carta de radicación de todas las instancias judiciales (penales, civiles, laborales, familiares, mercantiles, etcétera), condenando y desprotegiendo al ciudadano agraviado y observante de la ley; para conceder protección y “derechos humanos” a las hordas de delincuentes que tienen dominado al país bajo un régimen de terror (con la complicidad y silencio de los medios de comunicación; encargados de aparentar que todo está bien, que vivimos en un país de maravilla).
En las Juntas de Conciliación y Arbitraje se dice “que el que echa más mentiras y las prueba es el que gana”, mostrando además de un cinismo generalizado, una corrupción que ha llegado a la metástasis (Laudos contra negocios y empresas que con 10 o 20 mil pesos debieran de resolverse, se convierten en cientos de miles de pesos con la ayuda y complacencia (complicidad en no pocos casos) de las autoridades.
Pero no es asunto único de los tribunales laborales. La mentira campea en casi todos los tribunales sin diferencia de materia que se juzgue, de ahí que el Nuevo Sistema de Justicia Penal sea entendido como un ente que además de nacer muerto, solo ha servido para que la impunidad llegue a niveles jamás vistos en la historia de México.
Los gobiernos de Estados Unidos desde la época de Bill Clinton hasta Barack Obama, pretendieron al mismo tiempo que el TLC formar un bloque político en el norte del continente (Canadá, EUA y México) al estilo Unión Europea. Bajo esta óptica y luego de poner gobiernos a modo en nuestro país a partir de Ernesto Zedillo, comenzaron a exigir que modificaran leyes y sistemas que pudieran semejar a los de nuestros vecinos anglosajones (visión que el nazi e ignorante de Trump ni entiende ni apoyaría tampoco).
El horrendo e inequitativo sistema judicial de Estados Unidos logró imponerse en México y hace poco menos de un año entró en funciones. El quid es que para el vecino del norte el pecado de la mentira es algo grave (el presidente Nixon lo sufrió en carne propio), mientras que para el mexicano es parte de su manera de ser. No se diga en estos tiempos en que la fe ha sido confundida con el fanatismo religioso, y la religión con la ignorancia (falsas ambas premisas).
El nuevo sistema penal además de ineficaz e inaplicable en México, ha ocasionado que la sentencia del profeta se cumpla de manera cabal: “Y el derecho se retiró, y la justicia se puso lejos; porque la verdad tropezó en la plaza, y la equidad no pudo venir. Y la verdad fue detenida, y el que se apartó del mal fue puesto en prisión…”
Los escándalos entre los litigantes a causa de la corrupción de funcionarios ―y ni qué decir de la incapacidad y negligencia de los Ministerios Públicos que impiden que las víctimas obtengan la justicia que reclaman― ha ocasionado como ya se dijo, que el derecho se retire; incluso hasta en distancia al limitar su acceso a los que menos tienen (como es el caso de la Ciudad Judicial en Jalisco). Solo hay acceso al derecho para ricos y poderosos.
De la justicia ni se diga. Los códigos a final de cuentas en la mayoría de los casos solo sirven para no aplicarla y justificar sus actos corruptos mediante interpretaciones torcidas de la ley y buscando los resquicios (en unidad y complicidad de litigantes igual de corruptos) para negarla.
El cuadro es desolador para los mexicanos pacíficos y observantes de la ley. Se vive bajo el imperio de la violencia y la ambición desmedida; situación que nos ha llevado a final del camino a vivir sin derecho y sin justicia. Todo esto, y aunque se niegue o no guste, a causa de que se le dio la espalda a Dios, de que en la sociedad se le ha negado con las palabras y los hechos, sin que parezca haber interés en revertir este horrendo esta de cosas ¿O usted que considera?
¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!
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