El escándalo de los separatistas catalanes tiene más de fondo del que la mayoría de los analistas políticos comentan. Historia, fe, y nación están siendo pasados por alto limitándose a poner en la mesa los hechos recientes, lo cual ni es malo ni tampoco ilícito, pero sí limitado y carente de fondo, ajeno a una visión que ayude a entender lo que sucede de una manera amplia y con verdaderos elementos de juicio (para evitar mayores daños).
El 2 de enero de 1492 y luego de casi ocho siglos de tener en la Península a huéspedes violentos y ajenos a su cosmovisión, por fin los árabes son expulsados. Quedaron para la posteridad las palabras de la madre del califa de Córdoba que ante el sollozo de su hijo quien desde la lejanía ―según cuenta la leyenda― y al ver sus dominios perdidos, es reprendido: “No llores como mujer lo que no supiste defender como hombre”. Dicho que puede cumplirse entre los actuales españoles si no cuidan su país. Están a tiempo.
Lo cierto es que hasta el siglo XV España no era país, eran varios reinos. La España que ahora conocemos es obra política de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, quienes además de lograr la expulsión de los belicosos árabes, unen todos los reinos existentes en uno solo que posteriormente se denominaría España.
La historia de esta extraña pareja se encuentra envuelta en acciones de todo tipo, buenas y malas, incluso horrendas. Luego de derrotar y expulsar a los árabes de la Península, mal aconsejados por el clero (la Iglesia es otra cosa), emiten el Edicto de expulsión de los judíos el 31 de marzo de 1492.
Los judíos españoles (sefarditas) que dicho sea de paso radicaban en Iberia desde 2400 años atrás, se caracterizaron siempre por su creatividad, amor a las letras y a la ciencia, de hecho los médicos eran en su totalidad sefarditas (en la Biblia España aparece como Sefarad, de allí su nombre). Se trataba de hombres y mujeres totalmente pacíficos, productivos, de ciudadanos integrados al 100 por ciento a la sociedad. Paradójicamente mientras que Fernando e Isabel utilizaron la fe para unir al país, por la misma fe, que es obvio no entendían, puesto que el cristianismo no es otra cosa que el judaísmo practicado desde diversas culturas gentiles: expulsan del país y roban todos sus bienes a sus hermanos mayores (como dijera el Papa Juan XXIII).
Casi cinco siglos después y una vez que muere el dictador Francisco Franco, democracia y ateísmo se arraigan en España (no supieron digerir la libertad), abriendo de nuevo en su desmemoria la puerta al hombre del turbante; al musulmán que tanto trabajo y tanta sangre les costó cinco siglos atrás alejar de sus tierras.
Dicen las leyes físicas que toda acción produce una reacción, y el rechazo a la fe judeocristiana trajo consecuencias inmediatas, ya que además de retornar con fuerza el antisemitismo de siglos pasados, el musulmán comenzó a cobrar viejos agravios al cristiano tonto que cree en la “democracia” sin considerar la cosmovisión del otro. El ataque terrorista en el Metro de Madrid en marzo del año 2004, y otros más, debieron ser llamada de atención a tiempo. No se escucharon.
Han abierto las puertas de par en par a los musulmanes y no pocos españoles han renovado su antisemitismo, creyendo que su ateísmo o su fobia contra el pueblo judío (que nos dio a Jesús, el redentor de la Humanidad, así como tantos inventos y avances científicos utilizados por todos) son de avanzada ¿En verdad? Bueno sería que releyeran a Miguel de Cervantes, a José Ortega y Gasset, incluso y con todo y sus dudas a Miguel de Unamuno, pues estamos de cierto que en cuestiones de intelecto hay niveles y creer y aceptar humildemente en el corazón la existencia del Creador no es propio de ignorantes, sino de quien tiene mejor y mayor información. Claro, sin soberbia ni prejuicios.
Hoy día muchos antivalores se viven y pelean abiertamente en las calles de ciudades españolas. Atrás han quedado casi cinco siglos de un país otrora orgulloso y unido (del cual los mexicanos tenemos la mitad de nuestra sangre). Esta semana que concluye vimos en la televisión como peleaban con odio unos con otros, odio sembrado por los separatistas cuya siembra debe considerarse a manera de cáncer.
Si España se fragmenta de nuevo sus días están contados y su causa no será otra que haber olvidado su historia, pero sobre todo su fe, que aunque sincrética y poco apegada a las Sagradas escrituras (como debiera de ser), muchos españoles realmente amaban a Dios y sus vidas reflejaban ese amor a través de las acciones cotidianas, volviendo en todo caso y de continuar los separatista en su dañino empeño, a los años previos a la expulsión de los árabes (1492), que al fin y al cabo ya los tienen de nuevo en casa. Ciertamente es tiempo de reflexión para los españoles, de lo contrario será tiempo de juicio a causa de su desmemoria.
¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!
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