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Las Sagradas Escrituras, advierten, y nunca fallan: “¡La ambición matará al impío!”, claro que nuestros próceres como dioses balines bajados, no del Olimpo griego, sino del cerro de Tonalá, negarán cualquier relación de sus dizque ‘gobiernos’ (que no son más que mega negocios trianuales) con las inundaciones de la semana pasada, sin embargo, contra las evidencias no hay argumentos válidos.

     Los videos que todos vimos y que circulan en youtube y las redes sociales son constancia irrefutable, prueba plena contra lo que no hay nada qué decir, excepto callar, meditar y aceptar. Y por supuesto, enmendar.

     Los que nacimos en Guadalajara, que conocemos, y bien la ciudad, sabemos que el arroyo de Los Colomos, al que hoy se le nombra extrañamente “el canal de Avenida Patria”, en el tiempo de aguas solía convertirse en río. Hagamos un poco de memoria, hasta finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, Guadalajara se terminaba un poco antes de lo que hoy es la glorieta a Colón, hasta ahí llegaba la recién inaugurada Av. Américas para continuar como carretera vieja a Zapopan.

     Sí, una vieja carretera empedrada de un carril por sentido. La colonia Providencia no existía y el Bosque de los Colomos se iniciaba al borde de la añeja carretera, valga decir que frente al local que actualmente ocupa una agencia de vehículos Ford, pero que entonces era potrero, había una enorme arboleda (integrada mayormente por eucaliptos) en la que rentaban caballos.

     Desde ese sitio hasta el pueblo de Zapopan no había nada, excepto dos puentes, el primero un viejo puente de cantera para un arroyo que en la actualidad entra hacia el Country Club, y el segundo para que la carretera librara el arroyo-río de lo que hoy es avenida Patria (pero que antes era el lecho de ese río).

      En mis aventuras infantiles y juveniles muchas veces fui con mis amigos a ese arroyo (cuando no estaba crecido) a atrapar pescaditos. Es un hecho que la gente de antes le tenía pavor a los arroyos y ríos crecidos pues se sabía de la muerte y destrucción que sembraban. Hoy parece que la experiencia milenaria de los viejos fue suplida por el interés del dinero (sin importar las consecuencias).

     Construir en el lecho del rio un centro comercial (Plaza Patria) fue un desatino, que si no se inundó desde el principio, es porque aguas arriba no estaba construido todavía y por casi tres décadas no se construyó. ¡Ah, pero vinieron los gobiernos del cambio, lo que quitaron a los que nunca hicieron nada en 70 años, los que con honestidad hacían más, los que se subieron los sueldos a niveles nunca visto para ‘no robar’, etcétera, etcétera, y ándale que comenzaron a dar premisos de construcción a diestra y siniestra, Claro, aquello se convirtió en un negocio multimillonario en el que la prensa callaba y no presionaba y entre gobernantes y constructores (dominados ambos por la ambición) desoyeron la advertencia de Jesucristo: “…El hombre insensato que construyó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos… y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó” (Mat 7:26-27).

     Pero, ¿qué son para esta elite ambiciosa las advertencias Divinas? Para ellos nada, sin embargo, su cumplimiento siempre será puntual pues no dependen de si cree en ellas, sino del que las dijo. Punto.

      En lo personal me llama la atención la manera de resolver y buscar soluciones de las nuevas generaciones (se incluye políticos, medios y señores del capital). Buscan a quien echar la culpa, cuando solo es de los primeros y de los terceros; en cuanto a permisos y construir donde no se debía a los primeros, ya que a los segundos de plano mejor me guardo mi comentario.

     Cuando Enrique Alfaro andaba tras la presidencia municipal de Guadalajara una de sus principales promesas fue que terminaría con las inundaciones ¿de veras? ―Imagínese el lector, qué sucedería si este hombre tan ligero de palabras llegara a la gubernatura ¡Dios nos libre!

     Adentrándonos en el tema y como saben mis amigos y asiduos lectores, no me gusta decírselos, pero se los dije. Repasemos algunos párrafos escritos hace algunos años:

“Los entonces presidentes municipales panistas Fernando Garza, Emilio González, Alfonso Petersen y demás ‘próceres’, comenzaron a hablar y promover el crecimiento ‘vertical’ de Guadalajara. Ese era el futuro (según ellos). La quintaesencia de la construcción para el siglo XXI…

     El problema de fondo es que cegados y dominados por el culto al ‘becerro de oro’, alrededor del cual danzan frenéticos para hacer fortuna lo más pronto que se pueda: unos y otros menosprecian e ignoran que las bases y servicios de la ciudad (y su zona conurbada) fueron hechos y diseñados para otro tipo de ciudad, por tanto para otras necesidades, entre las que nunca se contemplaron los grandes edificios (comerciales, hoteleros o departamentales).

    En su enfebrecimiento monetario que sin duda les hace perder la cabeza (valga decir al respecto que en estos días corrieron al secretario de obras públicas del Ayuntamiento de Guadalajara, así como al vocal ejecutivo de la COPLAUR por haber otorgado cuando menos 1,200 permisos de construcción de manera irregular y miles de cambio de uso de suelo también de manera irregular); olvidan de manera absoluta e irresponsable que en dos décadas no se ha construido infraestructura hidro sanitaria, acorde a sus descabellados planes.

     Los enormes edificios (Hoteles Riu, Fiesta Americana, etcétera, así como los conjuntos de Plaza Andares y demás adefesios urbanos) son insaciables consumidores de agua potable de las redes urbanas, como también arrojan ríos constantes de aguas negras. El gravísimo problema es que las redes de agua potable son muy antiguas y para necesidades mucho menores y los colectores que hay en Guadalajara los construyeron los gobernadores Francisco Medina Ascencio, Alberto Orozco Romero y Guillermo Cosío Vidaurri ¿Quieren una ciudad ultra moderna y vertical cuando los servicios hidrosanitarios son para otra época y otras necesidades urbanas totalmente distintas?” (Análisis y Propuesta, 15-21 de febrero de 2014).

     Así que, no hay porque sorprendernos de las inundaciones, se habían tardado. La ambición de gobernantes municipales y constructores (con la anuencia, desinterés, o incapacidad de los medios) son causa directa de lo que sucede. Ambición desmedida a la que se han de agregar otros factores, como la venta de áreas verdes, que además de servir de pulmón a la ciudad, captan parte de las lluvias pero que al no tener donde filtrarse (por haberse vendido), corren completas por calles y avenidas pavimentadas convirtiéndose en ríos que arrasan cuanta persona o cosa encuentren a su enfurecido paso.

     Los constructores guardan silencio, son buenos para acusar de corruptos a los gobiernos (que lo son), pero a la hora de recoger culpas como buenos fariseos disimulan. En tanto que los gobernantes, que ya no lo son, se han convertido en simples negociantes de los bienes públicos, perdidos a causa de su ambición. Valga decir que mientras que gobiernos municipales como los de Don Arnulfo Villaseñor y otros se dedicaron a adquirir terrenos para el patrimonio colectivo (pensando en parques, escuelas, unidades deportivas, etcétera), Enrique Alfaro apenas llegó al poder se dedicó a la venta de terrenos municipales que nunca debió tocar. Y es que, urgidos de áreas verdes que mitiguen los daños ambientales y filtren las aguas, Alfaro, Lemus, et al, se han perdido en su ambición, ambición que se refleja en inundaciones, calor, tráfico insoportable, etcétera.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

Email: mahergo50@hotmail.com

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