El sábado anterior (6 de octubre) transmitieron en la televisión un programa acerca del llamado movimiento estudiantil de 1968 y sus repercusiones. Los personajes entrevistados, la mayoría líderes o participantes, así como Enrique Krauze ―productor del programa― dijeron, palabras más, palabras menos, que “gracias al movimiento México era otro”.
En lo personal, como parte de esa generación, no podía dar crédito a semejante manipulación mediática. Ahora sucede que los medios y periodistas, que dicho sea de paso comían de la mano de papá gobierno (la mayoría), siempre han sido críticos feroces del establishment, que acompañaron a los estudiantes en su relajo, y lo que es peor, que gracias al movimiento del ’68 todo cambió en este país ¿En verdad?
Me dio náusea. El viejo centralismo que tanto daño ha hecho a nuestro país apareció en el rostro y labios de los que se dicen dueños de la verdad y de ese movimiento ‘estudiantil’, que como se dijo la semana pasada, comenzó con un simple pleito entre preparatorianos que al ser aplacados por la policía, los rabanitos criollos inician su lucha contra el estado mexicano, la cual día con día escalaba retadora y desafiante a su enemigo político (el escritor Ramón Ramírez narra con precisión día con día los sucesos en los 2 tomos de su valiosa obra titulada El movimiento estudiantil de México, Editorial Era, 1969).
Krauze y sus entrevistados aseguraron con engreimiento que el país era otro gracias a su lucha. Quiere decir que el viejo proverbio capitalino de que “fuera de México todo es Cuautitlán” continúa siendo verdad (para ellos). Que entre todos los mexicanos que integramos la República y vivimos en los Estados, ni aportamos nada al país y que la visión política, TODA, la tienen patentada los antes defeños (para no decirles chilangos) ¡Uf!, cuánta arrogancia.
El Presidente Gustavo Díaz Ordaz les acusaba de que se trataba de un intento de revolución de corte comunista, los líderes del CNH decían que no era cierto, sin embargo, a medio siglo de distancia y de acuerdo a su conducta y posición durante estas cinco décadas, lo sucedido en el presente sexenio (en que las huestes de AMLO y socios estuvieron minando y criticando de manera despiadada desde las redes sociales la persona y acciones del presidente Peña Nieto) y considerando el resultado de las elecciones de julio pasado; la acusación de Díaz Ordaz cobra sentido. Al menos obliga un análisis serio y a fondo pues el destino del país y de la democracia se encuentra en grave riesgo, como escriben en reciente ensayo ciertos académicos de Harvard:
―”Las dictaduras flagrantes, en forma de fascismo, comunismo y gobierno militar, prácticamente han desaparecido del panorama… Desde el final de la Guerra Fría, la mayoría de las quiebras democráticas no las han provocado generales y soldados, sino los propios gobiernos electos. Como Chávez en Venezuela… En la actualidad, el retroceso democrático empieza en las urnas… La paradoja trágica de la senda electoral hacia el autoritarismo es que los asesinos de la democracia utilizan las propias instituciones de la democracia de manera gradual, sutil e incluso legal para liquidarla” (Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, CÓMO MUEREN LAS DEMOCRACIAS, Ariel, págs. 13 y 16).
Como se decía en el argot comunista: “los burgueses siempre ponen la cuerda que les va ahorcar”. Los líderes autócratas utilizan ahora la democracia para hacerse del poder, pero una vez que lo obtienen la liquidan. Y es que, aunque no queramos ser malpensados, nombrar a Paco Ignacio Taibo II para el FCE ―por citar un caso emblemático― deja ver el color y rumbo del próximo régimen. No se necesita de ser profeta para vaticinarlo. Con sentido común y un mediano conocimiento de la historia y los perfiles, el rompecabezas político muestra el lienzo completo o cuando menos la mayor parte.
Los mexicanos tenemos que abrir los ojos, los que no vivimos ni queremos jamás vivir en la ciudad de México y no compartimos la visión de país de los viudos y usufructuarios del ’68 tienen, tenemos que empezar a hacer valer nuestra voz por todos los medios lícitos que tenemos a nuestro alcance, que son muchos. Los capitalinos ni son dueños del país, como tampoco de nuestra cosmovisión. Tenemos pensamiento propio y están obligados a respetarnos y tomarnos en cuenta dentro del pacto federalista.
En una carta escrita por Octavio Paz al también escritor y poeta español, Pere Gimferrer (20/Oct/1973), describe la manera tribal y cruel de ese tipo de personas (como la mayoría de los líderes del ’68, al menos de los que han vivido con ese caballo de Troya que les ha abierto la puerta al poder):
―”Es un mal general hispánico… Los hispanos no somos sociales: somos insociables. Gente de pandilla y montonera… Las tierras del odio hispánico son otras. Y una de ellas es México. No es sólo la mediocridad general y la ignorancia abismal, sino el rencor, la envidia. Pereza mental y mala leche”. (Memorias y Palabras, págs. 53 y 54).
Aceptar lo que Krauze y los dueños del ‘movimiento del ’68 dicen sería un desatino. México no cambió a causa de ellos, sino a pesar de ellos. Los cambios positivos del país se han dado gracias al esfuerzo, visión y trabajo de millones de mexicanos a lo largo y ancho del país, pues la ‘hermana república de la UNAM’ (como la califica Gabriel Zaid), más que profesionistas de calidad, crea problemas sociales, anarquistas, resentidos y una contaminación continua de las nuevas generaciones con ideologías caducas que ya mostraron su ineficacia. Valga aclarar y agregar, que también en el gobierno ha habido funcionarios públicos (pocos) que han gastado su vida para el bienestar de todos nosotros. Se podrá acusar a Diaz Ordaz de muchas cosas, pero nadie que sea justo en sus razonamientos, podrá negar su amor por México y su deseo de que los mexicanos viviésemos mejor. El actuó en base a su cosmovisión revolucionaria. ¿Permitiría que una revolución al estilo Cuba subvirtiera el orden social en México? Debajo de su balcón en Palacio Nacional pasaban manifestándose los estudiantes y le gritaban: “¡No queremos Olimpiadas, queremos revolución!”
Uno de los líderes del ’68, inteligente y visionario al que la Poniatowska le fusiló textos completos para el libro que le diera fama, narra en su texto sobre el ’68 la visión revolucionaria del CNH, incluso de la visita de integrantes de la Federación Socialista de Alemania a la UNAM para entrevistarlos:
—“¿Socialismo? -preguntó uno de los alemanes… —No. Por lo menos no de inmediato… Contamos con un millón de manifestantes, pero de ahí no sacaremos muchos guerrilleros. Y aunque lo hiciéramos, en pocos días acabarían con nosotros: no tenemos aún la organización revolucionaria que permita hacer de un manifestante un revolucionario, y de un estudiante un guerrillero urbano” (Luis González de Alba, Los días y los años, Cal y Arena, págs. 57-58).
Como se ha visto en estos 50 años, los estudiantes del ’68 defendieron y continúan defendido su ‘revolución’, y el Presidente Díaz Ordaz defendió la suya, la Mexicana. Usted que considera, ¿tuvo razón el Presidente?
¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!
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