Cuando una sociedad ha perdido la capacidad de analizar y resolver sus problemas, su futuro no puede ser otro que el deterioro gradual hasta llegar al caos. La reciente alza de tarifas del Metro o Tren ligero, el Metrobus y algunas rutas de transporte en la capital de Jalisco propiedad del gobierno, permite ver, claro a los ciudadanos que todavía pueden hacerlo, la incapacidad de la mayoría para analizar y entender lo que está pasando en este indispensable servicio.
Para los comodinos y mafiosos de la FEU (que no es otra cosa que la nefasta FEG pero con otras siglas) el alza de tarifas es simplemente la oportunidad para hacerse notar aparentando un interés social del que siempre han carecido, pues lo único que les importa es el capital político que puedan acumular en vista hacia el futuro. En los años ’60 y ’70 estos gorilas andaban en carros chuecos, armados hasta los dientes, sin placas, no respetando semáforos, estacionándose donde se les pegaba la gana y no había autoridad alguna que los metiera en cintura. Pero eso sí, no se les ocurriera a los camioneros subir cinco o diez centavos el camión, porque estos pandilleros que nunca utilizaban el transporte público salían a la calle a secuestrar unidades y hacer cuanto daño podían. Y hacían mucho, la historia local los tiene bien clasificados.
Así que mostrado el ‘interés’ de este grupo de oportunistas, pasemos al análisis del tema, que no es menor, pues cuando menos el 70 por ciento de la población en la zona metropolitana de Guadalajara se traslada en transporte público.
Ciertamente lo que dice el gobierno es apegado a la realidad, el consumo de electricidad (para el Metro o Tren), así como el diésel para el metrobus y camiones ha aumentado casi al doble en siete años, así como todos los insumos (llantas, refacciones, y demás), y de no actualizarse las tarifas no solo decaería la calidad del servicio, sino que se correría el riesgo de exponerse a los accidentes. No decir estas cosas es irresponsable y demagógico.
La cuestión de fondo no es que el aumento de las tarifas sea mucho, realmente no lo es. La mayoría de los que se rasgan las vestiduras lo cierto es que no los usan, no se suben ni al Metro ni a los camiones, creen que le ayudan a los usuarios con su absurdo apoyo cuando en realidad los están perjudicando.
El verdadero problema en México son los bajos salarios y nadie quiere hablar al respecto, menos ahora, que por ocho meses hemos estado padeciendo un gobierno populista, sin brújula y carente de toda sabiduría y humildad para reconocer sus muchos y graves yerros.
Siendo socios económicos de dos grandes potencias (Estados Unidos y Canadá) es una desgracia que los salarios que se pagan en México sean tan bajos. No es que se quiera que estos sean iguales a los de nuestros socios del norte, de ser así ellos mismos se llevarían sus inversiones de nuestro país. Dejaríamos de ser negocio.
El meollo entonces es que nadie habla del verdadero problema, cuyo fondo no es otro que los juicios laborales, ya que la llamada Reforma Laboral realizada en el gobierno de Peña Nieto además de no implementarse, el actual gobierno le metió mano a través del congreso y de nuevo desviaron la intención original ¿Quién subirá el sueldo a su(s) empleado(s) si sabe que en un mes o en poco tiempo le pueden demandar y quitar una fuerte suma de dinero?
Parece mentira que en 70 años (la Ley Federal del Trabajo se decretó en 1970 durante el gobierno del Presidente Díaz Ordaz) ningún gobierno haya adecuado esta ley a los tiempos. Los vicios que arrastra el derecho laboral son demasiados. Nadie previó otras alternativas que incentivaran el empleo y la producción sin afectar con los juicios laborales a la planta productiva, sobre todo a las micro, medianas y pequeñas empresas que son las que aportan más del 80 por ciento de los empleos en el país, pero son las que más padecen estos juicios que en algunos Estados, como es el caso de Jalisco, se han convertido en una verdadera plaga. Un azote para los negocios inhibiendo inversiones, pero sobre todo salarios y prestaciones.
Es un hecho que muchos empleadores —si no tuvieran la espada de los juicios laborales en el cuello— subirían de acuerdo a sus posibilidades los salarios a sus trabajadores, sobre todo a los que son eficientes y comprometidos pues no se puede pasar por alto que un negocio, pequeño o grande, paga salarios no para tener personas de adorno sino para que trabajen.
Resulta verdaderamente absurdo que nadie en el poder público (ni en el privado) haya promovido un cambio en esta visión laboral. Los países del primer mundo velan por sus trabajadores, por todos, pero no alientan la pereza, la lucha de clases ni el resentimiento social. Han creado mecanismos para que todos vivan bien y las pensiones estén aseguradas.
No es posible que en los inicios ya de la tercera década del siglo posmoderno, todavía se utilice el juicio laboral como instrumento de extorsión o de venganza, ya sea personal o sindical (la mayor de las veces personal). Esa es la razón real de que los salarios en México sean la mayoría tan bajos. En el momento que se elimine esa traba, los negocios podrán ofrecer mejores sueldos de acuerdo al mercado, capacidades y disposición de trabajo del empleado, sea hombre o mujer.
Es falso que haya desempleo en México pues cuando menos la tercera parte de los empleadores de todos los niveles, padece escases de personal, pero mientras se mantenga ese obsoleto esquema legal nadie más perjudicado que la clase trabajadora, la cual, al menos en Guadalajara, se queja del alza de tarifas en el transporte público; queja equivocada de punta a punta.
Si se analizan las tarifas actuales del transporte público en Guadalajara en base a los costos reales: precio de los camiones, salarios de los choferes (que ganan más que los policías y los maestros), diesel, llantas, refacciones, administración, etcétera —entendiendo que en la mayoría de las rutas es un negocio prestado por particulares, que dicho sea de paso tienen años perdiendo y descapitalizándose en múltiples rutas— es obvio que las tarifas son bajísimas, incluso por abajo del precio real. En todo caso lo que está muy, pero muy abajo son los sueldos y de eso nadie quiere hablar porque es más fácil poner como chivo expiatorio a los camioneros, que modificar la Ley Federal del Trabajo y acabar con la extorsión de los juicios laborales, buscando al efecto mecanismos que aseguren de otra forma mejor el futuro de todos los trabajadores.
¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!
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