Opinión
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Cada época se define por la calidad moral e intelectual de sus generaciones, así como por su esfuerzo y trabajo. La época actual, la que corre a partir del siglo posmoderno, se puede definir por su decadencia en casi todos los órdenes, su falta de visión y proyecto a largo plazo, su ligereza moral e intelectual, su aversión al orden y la disciplina (causa en buena medida de la impunidad), ni qué decir de su egoísmo y hedonismo.

Esta condición decadente nos recuerda la gran época de la literatura en España, misma que algunos han clasificado en tres etapas: florecimiento, madurez y fatiga. Etapas que comparadas con la vida política de México, el florecimiento lo podemos ubicar en los gobiernos de Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y Manuel Ávila Camacho, la madurez con Adolfo Ruíz Cortines, Adolfo López Mateos y Díaz Ordaz (a Miguel Alemán no se le puede incluir porque aunque hizo cosas muy buenas para el país, su gobierno permitió grandes actos de corrupción). La fatiga correspondería entonces a los gobiernos de Luis Echeverría, López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo.

     ¿Cómo clasificar entonces a los gobiernos del siglo XXI?, si nos atenemos a sus acciones y resultados, que no son otros que la incapacidad, el desorden y el rechazo manifiesto a la disciplina y al estado de derecho; nada mejor que la propuesta del actual régimen. ¡Los gobiernos de cuarta!No de segunda ni de tercera, ¡de cuarta!

     Condición en la que una significativa parte del pueblo mexicano ha tenido culpa o responsabilidad; será suficiente remontarnos a las elecciones del año 2000 en la que un candidato blofero, mentiroso hasta lo irracional, de escasa inteligencia y sobrada incapacidad, logra (he allí el inicio del problema) ganar la presidencia con el voto de muchos y así comenzar con la declive del estado y la vida republicana.

     Es necesario, sin embargo, hacer una reflexión, debemos entender que México ha sido incapaz de valorar el trabajo y esfuerzo de pueblo y gobierno, que con todos sus pros y contras, construyeron y enriquecieron este país, que crearon o fortalecieron sus instituciones. Que luego de una revolución social juntos lograron transformar al país al punto de convertirse en el líder de América Latina. La crítica maniquea, carente de objetividad y equilibrio, condujeron a muchos a la ceguera política abriendo de paso las puertas del poder a cualquiera, literalmente a cualquiera (sin cerciorarse de la capacidad, madurez y formación).

     ¿Dónde están los Plutarco Elías Calles, Manuel Ávila Camacho, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz, sí, Díaz Ordaz? Téngalo por seguro que este presidente no hubiera permitido en absoluto que la fauna criminal se atreviera a retar al gobierno. De acuerdo a las concepciones clásicas el poder se creó para ejercerlo. Hoy los gobiernos no lo ejercen, lo disfrutan para su provecho (y de grupo), pero no como jefes de estado para preservar el orden y el estado de derecho. La ley es letra muerta, o brazo para la venganza (pregúntesele a Rosario Robles).

     A nivel Jalisco ¿Dónde están los Agustín Yáñez, los Gil Preciado, los Alberto Orozco Romero, Flavio Romero de Velazco, y Guillermo Cosío Vidaurri; gobernadores que nos devolvían en obra pública (en promedio) 40 centavos por cada peso pagado de impuestos; en cambio a partir de Alberto Cárdenas Jiménez la cifra bajó a 6 centavos y actualmente ha de ser entre 2 y 3 (ocultando con celo que los ciudadanos se enteren pues es muestra inobjetable de su incapacidad e inmoralidad en todos los órdenes).

     El actual gobierno de López Obrador se presentó ante los mexicanos como “La cuarta transformación”, sin embargo, y para desgracia de todos (aun de sus seguidores fanatizados, aunque no lo vean ni admitan) sus acciones le han convertido en un GOBIERNO DE CUARTA.

     ¿Cómo admitir y entender cancelar la construcción de un aeropuerto (NAIM) cuando ya se le habían invertido más de cien mil millones de pesos? Poner de pretexto la corrupción es una tontera, pues de existir, su deber era perseguir, detener y consignar a los corruptos, pero continuar con el proyecto. En un país con tantas necesidades como el nuestro tirar a la basura semejante cantidad solo exhibe la indolencia, incapacidad y soberbia del presidente y sus cercanos.

    ¿Cómo admitir que a los maistros vándalos de la CNTE y normalistas rurales delincuentes?, además de pasar por alto sus gravísimos delitos cometidos un día sí y otro también, todavía se les premie concediéndole cuanta barbaridad le pidan.

     ¿Cómo admitir que para frenar el robo de gasolinas (huachicol son bebidas alcohólicas adulteradas)? haya cerrado los ductos y dejar por algunas semanas paralizado el país a causa de la falta de combustibles. Semejante medida refleja la pobre mentalidad de un gabinete integrado por improvisados y mentes de pocas luces. Y que no se entienda esto como un aval a los corruptos que contaminaban las acciones y mermaban los dineros de la Nación, de ninguna manera. Se está diciendo que López Obrador escogió a puros incondicionales, no que haya buscado a los mejores (y dejado en los cargos a los que sabían y son honrados, que los hay, decir lo contrario además de falso es maniqueo).

      Para no alargar tanto la lista, que ya lo es en apenas diez meses y días ¿Cómo admitir que el presidente admita que maten a los policías y soldados y salga con la burla que va a acusar a los asesinos y delincuentes “con sus mamacitas y abuelitas”? Semejante desatino, impropio e inadmisible en un presidente municipal, no se diga en el titular del Poder Ejecutivo, debe considerarse materia inmediata para su relevo en el cargo.

     Durante la toma de protesta y conforme al art. 87 constitucional, López Obrador se comprometió “guardar y hacer guardar la Constitución… y las leyes que de ella emanan, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente”, cosa que no ha sucedido. Al asumir el cargo entre sus obligaciones está el “preservar la seguridad nacional, en los términos de la ley respectiva, y disponer de la totalidad de la Fuerza Armada permanente o sea del Ejército, de la Armada y de la Fuerza Aérea para la seguridad interior y defensa exterior” (art. 89 frac. VI). No lo ha hecho. En la práctica ha claudicado a sus deberes.

     Pero sobre todo ¿cómo admitir que haya permitido que los delincuentes en Culiacán sometieran y doblegaran a su gobierno?, hecho, jurídica y republicanamente inadmisible que descalifica su gobierno ante México y el mundo. La ley es dura pero es la ley. No estamos en el siglo XIX, con las tecnologías actuales y la capacidad del Ejército mexicano (en todos los sentidos) se pudo someter en una o dos horas a los delincuentes; los muertos, son parte del hacer valer la ley, para eso protesto. Y si no tiene la intención de cumplir y hacer cumplir la ley, que deje el cargo para alguien que si tenga el valor y el amor por los mexicanos de protegerles y retornar al imperio de la ley. Lo dicho: gobiernos de cuarta.

 

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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