Opinión
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Entre los primeros grandes beneficios que trajo la Revolución Mexicana fue la creación y el fortalecimiento de las Instituciones Públicas; tarea realizada por ese gran estadista llamado Plutarco Elías Calles, quien a pesar de las duras críticas en su contra antepuso el interés nacional a su ego.

Lejos, muy lejos, nos encontramos en tiempo y titulares del poder ejecutivo; personalidades más antagónicas no se puede. Para el Presidente Elías Calles dejar un país en orden, llevar la educación a todos los mexicanos y sentar las bases para un futuro promisorio del país lo era todo. Para López Obrador su persona lo es todo, su moral y sus supuestas creencias cristianas deben ser aceptadas como dogmas; ni siquiera la ley puede estar por encima de lo que él cree y piensa.

     Los únicos que quizá no sepan de su alergia y repudio a las Instituciones Públicas y el estado de derecho son algunos millennials y parte de sus fanáticos seguidores. La inmensa mayoría de los mexicanos sabemos, y esa ha sido la causa principal del rechazo a su persona, que ha sido un individuo violento, anarquista, detractor y crítico de las instituciones públicas, violador perenne del estado de derecho, amigo de vándalos y delincuentes (que al amparo de algún sindicato o membrete se creen con derecho de robar y destruir patrimonios, tanto público como privados).

     Lamentablemente el actual presidente no ha querido madurar, pretende continuar en campaña, cuando el cargo le reclama cumplir y hacer cumplir la ley. Como también le reclama tomar las mejores decisiones para el país en todos los órdenes, cosa que no ha sucedido. Rodeado de incondicionales y lambiscones profesionales (que todos los gobiernos los han tenido y México padecido) ha carecido del necesario discernimiento para desechar a los cortesanos vividores (sanguijuelas del presupuesto, les decía “Palillo”) y no ha sabido acercarse a personas sabias y capaces que le orienten en las determinadas materias. Su facilidad para ofender y calificar con desprecio al otro le han dejado muy pronto solo, rodeado de incondicionales y paleros, por lo que no se observa a su alrededor ni conocimiento, ni experiencia, mucho menos dignidad para hacerle saber desacuerdo o señalarle el error cuando lo hay (tan necesario en la buena conducción de cualquier país).

Haber cancelado el NAIM le marcó para siempre como un hombre poco racional, testarudo y despilfarrador, pues su deber era continuar tan necesario proyecto y si había corrupción, investigar, detener, procesar y sentenciar a los culpables, punto, pero no tirar a la basura más de cien mil millones de pesos de dinero público (aunque Jiménez Espriú diga que solo fueron $ 71,000’000,000 millones, pues solo toma en cuenta lo que se pagó a constructores, mas no la obra inconclusa); cantidad que en un país con las necesidades de México, no solo es imperdonable, sino criminal, materia de juicio. Además de que el proyecto del NAIM es superior y más funcional en todos los órdenes que el de Santa Lucía (y demás parches para cubrir su gravoso yerro-berrinche).

No hay día que la opinión pública nacional no le reclame su pasividad, su nula aplicación de la ley, por más que se le diga que su “fúchila y guácala” y las acusaciones con las mamás de los delincuentes son una burla para todos los mexicanos, el presidente no quiere escuchar (lo que ya hace pensar a algunos que hay colusión con los delincuentes); un desprecio absoluto por el estado de derecho, o una incapacidad manifiesta para gobernar, y los mexicanos quieren que se defina pero ya. No se puede esperar más. Decenas de miles de asesinatos durante su gestión, cientos de miles de asaltos, extorsiones, secuestros, violaciones, cobro de piso y demás plagas que ha traído y provocado la impunidad, reclaman de manera inmediata una respuesta firme del estado.

Sin embargo los ataques continuos de AMLO contra la prensa dejan ver a propios y extraños su nulo deseo de cambiar, una absurda defensa de su posición al peor estilo de los dictadores y populistas, cuando la situación reclama un cambio radical en su actitud divisionista, mesiánica y ajena a toda institucionalidad. Un retorno inmediato al estado de derecho, es decir, al imperio de la ley.

La semana pasada durante su tedioso y manipulador show mañanero al referirse a la prensa dijo “le muerden la mano a quien les quitó el bozal”, frase que no es de él y que muestra de paso cuando menos tres cosas: una, que ofende desde su alto encargo cuando su deber es respetar a todos y conciliar; dos, que no lee pues si lo hiciera, supiera que ha habido siempre quienes hemos criticado los yerros y corruptelas de los gobiernos en turno (además de que no somos animales para llevar bozal); y tercero, que desconoce la realidad del país y de este mundo informativo (el cual reprueba y descalifica por resultarle molesto y no poderlo manipular ni controlar; no sabe lo que es en realidad la libertad de expresión).

Y como el mal ejemplo cunde rápido, su émulo Enrique Alfaro creyendo congratularse, no con los ciudadanos de Jalisco, sino con el que controla los dineros públicos de la Federación, declaró en su clásico tono de buscapleitos:  “Pareciera que hay una voluntad unánime de los medios de comunicación de generar miedo y de generar pánico en la población, de generar una sensación de que no hay nada por hacer…   los medios de comunicación prefieren vender periódicos que cuidar la integridad, el futuro, la tranquilidad del Estado”. Será suficiente señalar que el día 6/Nov/2019, mientras Alfaro rendìa su informe y decía que todo marcha mejor, 16 personas fueron asesinadas en Jalisco (Mural 7/Nov/2019). Además de que ‘cuidar la integridad, el futuro y la tranquilidad del Estado’ son deberes de él, no de la prensa.

El presidente pues no puede eludir como hasta ahora la aplicación del ESTADO DE DERECHO de lo contrario continuará como un violador de la ley y su protesta del 1º de diciembre de 2018 se convertiría en prueba en su contra, le haría sujeto de juicio al negarse a cumplir y hacer cumplir la ley. Confundir la aplicación de la ley con reprimir, ni siquiera un alumno de primer año de derecho le pasaría por alto.

Por si no fuera suficiente todo lo anterior (y errores que no se dijeron ante la falta de espacio), el asesinato de nueve mujeres y niños de la comunidad Le Barón en Chihuahua le exhibieron y exhibieron a su 4-T a nivel mundial, como un gobierno fallido e incapaz. Un gobierno ornamental en el que las bandas y los criminales (en general), con o sin organizar son los que mandan, que tienen a la población aterrorizada e indefensa (con más de 30,000 asesinados en lo que corre del año 2019) y al gobierno de rodillas, que apenas se atreve a amenazarles con acusarlos con su mamá y abuelas. Concluimos: aunque no le guste al presidente, les es necesario volverse institucional y someter a la violenta fauna delincuencial al imperio de la ley. No es represión, es lo que dicen la Constitución y los Códigos y si no los quiere obedecer, es tiempo que deje el cargo. Urge poner orden en México.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

 

Email: mahergo50@hotmail.com

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