El presidente López Obrador me recuerda al viejo poema popular español de ‘La Casimira’, ¿lo conoce, estimado lector? El carácter malformado del mandatario, su mente confusa y precario intelecto, le llevan casi a diario a razonamientos alejados de la realidad. El cree ser una cosa sin embargo sus hechos le exhiben como otra, de ahí que sin proponerlo se le asocie con el personaje referido:
“Casimira, casi mira… casi todo y casi nada.
La llamaba ‘Casi’, cuando casi andaba y al cumplir los siete, ‘Casi’ fue al Colegio
pero la maestra, casi no enseñaba.
Creciendo la ‘Casi’, casi una adolescente, casi niña, casi dama, encontró un mozuelo, a quien casi amaba, pero un día el chico, casi sin mirarla dejó a la ‘Casi’, casi destrozada.
Y se fue a un convento la pobre queriendo ser santa, y casi fue monja. Pero un día enterada, de que el chico moría se volvió a su casa, y cuidó del chico como de casada.
Y el chico murió, casi sin besarla y casi fue viuda… al menos en su alma. Hoy ‘Casi’, cansada de su vida extraña, casi no se peina, y casi desenfadada cuenta que de algún modo, lo fue casi todo, sin ser casi nada”
Y es que el presidente insiste casi a diario en tomar disfraces que no se ajustan a sus hechos y personalidad. Su caracterización del presidente Benito Juárez lejos de beneficiarle le confronta terriblemente. Un abismo de inteligencia, hechos, y acciones de gobierno les separan, incluso le exhiben como al tartufo de Moliere, o al Gil Blas de Lesage, como un ser no genuino. Como un individuo al que las circunstancias le arrastran a causa de una dirección carente de solidez moral e intelectual. Un hombre para el que la Ley no le significa nada.
No basta decir que está en contra de la corrupción, cuando este cáncer crece en su entorno a manera de metástasis ¿Acaso no es corrupción colocar en cargos públicos a personas que carecen de la inteligencia y el perfil adecuados? Considerar que la sola honradez es suficiente además de absurdo conlleva corrupción ¿se dejaría usted operar por alguna persona que no fuera cirujano experimentado, que solo fuera honrado? El deterioro y destrucción del país crecen día con día en la medida que personas incapaces toman determinaciones en cargos de enorme responsabilidad, pero que no tienen la menor idea del daño que están causando (lo cual también es corrupción).
¿Acaso también no es corrupción justificar y perdonar a funcionarios que han sido acusados de delitos y acciones graves, solo porque son cercanos o incondicionales del presidente? El justicia y gracia para los amigos y para los enemigos justicia a secas –que siempre sostuvo Juárez- no tiene nada que ver con la protección indiscriminada lopezobradorista, en la que la justicia no aparece por ningún lado y la impunidad es la constante.
A Juárez no le temblaba la mano para impartir justicia como sucede con AMLO (habremos de recordar que presidió la Suprema Corte de Justicia de la Nación); fue capaz incluso de negar el indulto a Maximiliano, a pesar de que hombres de la talla del emperador Francisco José, de Victor Hugo y de Garibaldi se lo pidieran, a quienes respondió con una frase que conlleva la solidez institucional, intelectual y moral del oaxaqueño: “No mato al hombre, mato a la idea”. Juárez jamás hubiese ofrecido abrazos a los delincuentes, siempre les echó balazos y cárcel.
Creer que con irse a vivir a Palacio Nacional le acercaría al personaje es en sí un desatino. Cuando mucho le ayuda a que sus lecheras ‘conferencias’ le eviten madrugar más y los molestos traslados (en una ciudad colapsada por el tráfico y las manifestaciones tan gustadas y apoyadas por el presidente).
El Presidente Benito Juárez dejó el catolicismo al encontrar una opción a su fe más sólida y sostenida en las Escrituras. Al sumarse a la filas del protestantismo histórico, utiliza el nombre de la Reforma de 1517 para aplicarlo a su gobierno, tanto en lo político como en lo espiritual, teniendo entre sus propósitos alfabetizar el país por medio del estudio de la Biblia. López Obrador ni siquiera conoce la solidez bíblica y teológica del protestantismo. En su imitación del personaje (y a manera de ‘La Casimira’) se quedó con algunos grupos evangélicos, que dicho sea de paso, en la mayoría de los casos no tienen nada que ver con los herederos de la Reforma protestante y con la iglesia católica tampoco. NI chicha ni limonada.
En cuanto a política exterior el principio de Juárez no deja lugar a medias tintas ni a interpretaciones desviadas: “Entre los individuos como entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz”.
Como es del dominio público, López Obrador no ha respetado a otras naciones. Su injerencia en la política de Bolivia no solo le ha exhibido como un mandatario irrespetuoso y metiche. A tal grado llegó su atrevimiento y falta de respeto que se trajo al tramposo de Evo Morales en un costosísimo viaje en un avión de la FAM, (cuando pregona a diario la austeridad) y una vez instalado en México el dictador, le concedió absoluta libertad para agitar y participar a distancia en la vida política de su país, contraviniendo el derecho internacional y los principios juaristas.
Su desaseo político en los asuntos internos de Bolivia ya le causaron los primeros descalabros. La confrontada y exhibida que le diera el expresidente boliviano Jorge Quiroga debe ser para el mandatario mexicano una llamada de atención. Un muro sólido para no volverse a meter en los asuntos de otros países, pues los calificativos y acusación contra su persona (no contra México) a cualquier persona con dignidad y auto crítica le llevarían obligadamente a rectificar su injerencista actitud (ajena a la posición juarista):
― “Usted ha decidido ser el padrino de los tiranos latinoamericanos, y usted es un cobarde matoncito, porque lo hemos visto pasar vergüenzas, arrodillado ante Trump, que le pone exigencias… Tan servil con los autoritarios, y tan matoncito y abusivo con Bolivia, porque nos crees pequeñitos”
Los hechos lo demuestran, el presidente López Obrador no se parece en nada al Presidente Benito Juárez, aunque para ser sincero y recordando al filósofo Ortega y Gasset, no tiene tampoco porque ser una copia al carbón. Su tiempo y circunstancias son otras por lo que el actual mandatario lejos de estar buscando modelos a imitar, su deber es ajustarse a lo que marca la Constitución y aplicarla, así como aplicar la totalidad de las leyes que tiene este país. El ridículo para su gobierno de los sucesos de Culiacán, así como la matanza de mujeres y niños inocentes en Chihuahua (familia LeBaron) deben hacer al presidente cambiar de rumbo y dedicarse a implantar el estado de derecho, de lo contrario, su gobierno ya está desde ahora fracasado. De él, y solo de él depende.
¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!
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