Los mexicanos nos encontramos en una situación verdaderamente difícil, adversa, con un gobierno integrado por fanáticos, de escasas luces y poca capacidad, con un líder ególatra hasta lo irracional, grosero y agresivo contra todo lo que le resulte contrario, incapaz de analizar y aceptar sus errores. Y por si no fuera suficiente, una fauna criminal mantiene bajo terror a la inmensa mayoría de los mexicanos.
Criminales, derramadores de ríos de sangre para los que el gobierno actual les ha ofrecido abrazos, no balazos. Y se los ha cumplido. Al chapito lo abrazó y lo soltó, como les ha cumplido también a las decenas de miles de asesinos cuyos crímenes cometidos permanecen impunes (en un 99 por ciento), igual les ha cumplido a secuestradores, contrabandistas de armas, narcotraficantes de todos los niveles, asaltantes, extorsionadores, ladrones de casas, asaltantes de negocios, personas, camiones de carga y todos los etcéteras que usted quiera. Para toda la fauna criminal los abrazos, ¡claro, son personas y hay que respetarlas, dice el presidente López Obrador!, mientras que los balazos los reciben los ciudadanos honrados, pacíficos y trabajadores, los que pagan impuestos y sostienen al gobierno. Un promedio de cien mexicanos por día reciben los balazos y mueren, de lo cuáles noventa y nueve no recibirán justicia alguna por el estado y sus muertes quedarán impunes.
Ante esta reprobable e insostenible situación muchos mexicanos nos preguntamos y nuestras preguntas reclaman respuesta:
—¿Para qué queremos un Ejército Mexicano que no detiene ni combate a los asesinos y delincuentes, que es burla y objeto de escarnio y agresiones por poblaciones enteras corrompidas, dedicadas al narcotráfico, secuestro, robo de gasolinas (el huachicol es tequila o mezcal adulterado de la peor clase), robo de trenes, etcétera.
Un Ejército al que su supuesto comandante permite que cualquier turba le humille a sus soldados y oficiales, los golpee, ofenda, y por si fuera poco, le ha desviado de sus deberes para convertirlos (y humillarlos) en albañiles. No que tal oficio sea humillante, de ninguna manera, sino que políticamente se les ha encomendado a tareas que no les competen y para las que hay miles de constructoras en el país que pueden hacerlo y que están sin trabajo actualmente, de manera que ponerlos a trabajar en eso conlleva una humillación política ¿Para qué queremos y para qué nos sirve a los mexicanos un Ejército humillado, incapaz de protegernos de los criminales y desviado de sus tareas trabajando en otras que no le corresponden?
—¿Para qué queremos una Guardia Nacional que nos cuesta a los mexicanos una cantidad estratosférica, si el país se encuentra cada vez peor, si la fauna criminal campea y señorea en el país de frontera a frontera y de costa a costa y tal cuerpo es en la práctica un simple ornamento público limitado a pasear por las calles en camiones para aparentar que vigilan. La impresión que causan a muchos ciudadanos es que solo están sirviendo como ejército personal del presidente, y que como se aprecia, se intenta a través de este debilitar y suplir en un futuro al Ejército Mexicano. Quizá no sea así pero esa es la imagen que están ofreciendo.
—¿Para qué queremos cuerpos de policías estatales y municipales si en la mayor de las veces no detienen más que a borrachitos, que solo sirven para amontonarse con patrullas y poner listones luego de algún crimen (claro, ya que se fueron los asesinos), aparentando que ‘trabajan y sirven’ cuando lo cierto es que su trabajo no justifica las enormes cantidades que se cubren de nóminas y su servicio a la comunidad es muchas veces cuestionable si se toma en cuenta los resultados. Policías que le aconsejan a las víctimas de muchos delitos que mejor no denuncien, que solo van a perder el tiempo, que no les gusta rendir el informe cuando por buena suerte logran detener a alguien, ya que al no saber elaborar el papeleo (o hacerlo intencionalmente mal), los delincuentes son liberados de inmediato por jueces corruptos (corrupto no solo es aquel que recibe dinero ilícitamente, lo es también aquel que no cumple los deberes propios del cargo, que no es otro que hacerle justicia al ciudadano agraviado) ¿Para qué queremos policías inútiles y de adorno, que incluso en no pocos casos están coludidos con los incontables grupos criminales que a causa de la impunidad se han multiplicado como hongos, para qué?
—¿Para qué queremos un poder judicial federal y los estatales si su compromiso es con los criminales o con ideas legaloides ajenas a la justicia, ajenas al dolor y daño cometido en agravio de los ciudadanos afectados y sus patrimonios. Jueces y personal de juzgados que ganan un dineral y cuya función en la práctica es jugar al juzgador, pero sin impartir verdaderamente justicia a un pueblo, el mexicano, largamente agraviado, adolorido, ensangrentado, saqueado, engañado, humillado y sin obtener justicia alguna; mucho menos recibir reparación del daño ¿No sabrán distinguir acaso los señores jueces si hay un delito o no, o lo importante únicamente es que hayan detenido a los asesinos y delincuentes en el momento del ilícito? ¿No podrán entender, o es muy difícil hacerlo, que no hay asesino ni delincuente alguno que avise a la policía la hora y lugar de su futuro ilícito? ¿Será muy difícil examinar la averiguación (eufemísticamente ahora llamada carpeta de investigación) y con criterio jurídico propio de un juzgador y pensando en la víctima(s) resolver en favor de estas, antes que en el delincuente?
De continuar así las cosas ¿Para qué queremos jueces que solo velen por sus sueldazos y prestaciones y no para impartir justicia y proteger a las víctimas?
—Finalmente: ¿Para qué queremos una República si en el presente padecemos un presidente que actúa como monarca y los virreyes se someten humillados ante sus exigencias? Un absolutista que rechaza toda crítica, que quiere tener a todo el pueblo, es decir, A TODOS LOS MEXICANOS aplaudiéndole y quemándole incienso a su enorme ego, considerando enemigos (lo cual es impropio e inaceptable en un presidente), conservadores, fifís, y cuanta ofensa se le ocurra en el momento a todos los que no pensamos como él, pero que somos mexicanos y amamos a nuestro país con el mismo derecho que él, que en lugar de unirnos, trabajar y protegernos a todos se dedica todas las mañanas a entablar una guerra verbal; en lugar de combatir con todas las fuerzas del estado a los delincuentes y trabajar por la estabilidad del país, por crear confianza para las inversiones, por un clima de legalidad, entendimiento y respeto entre gobierno y sociedad, de respeto y orden entre los poderes, por hacer que las instituciones públicas, como es el Ejército Mexicano cumplan sus deberes con el apoyo total del estado, se dedica a desunirnos. ¿Para qué queremos y para qué nos sirve una República de mero membrete?
¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!
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