Para desgracia del país (y de la situación que guarda); era lo que se advertía desde que a López Obrador se le metió en la cabeza querer ser presidente. No que el deseo en sí fuese malo, muchos mexicanos lo han tenido, el problema es que el tabasqueño carece de la formación e inteligencia para semejante responsabilidad. Poco menos de dos años en el poder lo han corroborado. Su incapacidad, desorden y carencia absoluta de visión de estado han quedado demostrados.
Con un gabinete amorfo e inorgánico, en el que abunda la mediocridad, escasea la capacidad y la soberbia sobreabunda, para desgracia de México la figura del presidente desde el primer día se deificó. Y los falsos dioses no escuchan. De nada sirve citar textos bíblicos cuando salen de un corazón insano, al contrario. No se puede olvidar que el diablo trató de engañar al propio Mesías (al verdadero) con citas de la Escritura. Si se atendiese a los Textos Sagrados se considerarían sus advertencias: “El que se enaltece será humillado” (Luc 14:11, “El que justifica al impío, y el que condena al justo, ambos son igualmente abominación al Señor” (Prov 17:15). Pero no, en el caso del actual gobierno es mera retórica, argucias políticas para atrapar cierto tipo y sector de votantes. Por eso es que se apoya a los que delinquen y violan la ley y se deja en el desamparo al ciudadano trabajador y observante de la ley.
Lo real es que se atendió la voz propia y la de los cortesanos, iniciando el nuevo régimen con la peor señal posible: ¡cancelando el nuevo aeropuerto de la ciudad de México! Decisión que además de detener el desarrollo y crecimiento del país, de parar en seco las inversiones; tiró a la basura una enorme cantidad de dinero que es obvio que a AMLO no le importa ni tiene idea de cuánto es (mucho menos cómo se gana y como aportaron los mexicanos con su trabajo todo ese capital).
Su gastada muletilla de la corrupción le resultó suficiente para cancelar, para hacer notar a todos quién era el que ahora mandaba en México. Si había corrupción su deber era denunciar por los canales legales a los corruptos, detenerlos y consignarlos y recuperar lo robado a las arcas nacionales. Pero no, nunca demostró nada. Tiró el agua sucia de la tina con todo y el niño.
Rencoroso y vengativo, en reciente mañanera y señalando furioso con el dedo, acusó a los constructores del NAIM: “Es muy importante que no se olvide, porque voy a pedir respeto, voy a pedir que ofrezcan disculpas en su momento” (17/Ago/2020). Todo un caso este presidente. La cuestión es que su personalidad es fácil de analizar y describir.
Es un hombre que no sabe construir, excepto sus propios pensamientos, muchos de los cuales además de rudimentarios y no ser correctos, resultan inviables. Es un hombre que no escucha, que no acepta sus errores, lo cual le impide rectificar; que se escuda en la tozudez tratando de ocultar su necedad; que no le gusta tener a su lado a mentes brillantes debido a sus complejos, lo que le orilla a rodearse de cortesanos, mediocres y zalameros profesionales, de otra manera no podría entenderse la cadena de grandes yerros producto de sus decisiones de tan sui géneris. Decisiones que han hundido al país y le han llevado al borde de la anarquía y la ingobernabilidad.
Su dizque “guerra contra el huachicol” (¿no hubo nadie a su alrededor que le dijera que el huachicol son los tequilas y mezcales adulterados?) lo único que produjo fue desabasto y paralización de las cadenas productivas y daños a la economía en general. En su mente desordenada lo único que atinó a decidir fue comprar 571 pipas en Estados Unidos para trasladar las gasolinas (a un costo de $85 millones de dólares). ¿Las fuerzas armadas no podían poner orden?
Además, y para evitar semejante gasto y contratación de más personal —para ese hoyo negro llamado Pemex—, lo mejor era dejar que las nuevas franquicias trajeran sus gasolinas del exterior y que ellas mismas gastaran en sus pipas (ya que habla tanto de austeridad, al grado de dejar a los enfermos sin medicinas y a los niños sin guarderías). Que Pemex se limitara a surtir sus gasolineras. Punto.
Pero sobre todo lo que más ha dañado a los mexicanos (antes y durante la epidemia de coronavirus) ha sido la violencia y la anarquía; en una palabra, la ausencia total de estado de derecho. Si de por sí ya estábamos mal, su gobierno ha sido el paraíso para la inmensa y cada vez mayor fauna delincuencial y un infierno para más de 100 millones de mexicanos.
Matanzas a lo largo y ancho del territorio nacional son cosa frecuente y casi todas impunes. Las bandas de delincuentes de todos tamaños, con y sin organizar, además de gozar de total impunidad, aumentan día con día ante la pasividad de un gobierno que se limita a declarar por las mañanas y a organizar elecciones. El presidente y su partido han demostrado además de gobernar mal, muy mal, no tener idea de cómo se hace.
Asociado con predicadores (eso es el P.E.S.), AMLO y sus aliados creen que por declarar deseos los problemas se resuelven (pensamiento positivo). Lamento decirlo, pero las cosas en el gobierno no funcionan así, se requiere de trabajar y poner orden. Además de que la Constitución prohíbe a los líderes religiosos participar en cargos públicos.
Asesinatos, desaparecidos, secuestros, extorsiones, cobro de piso, tráfico de drogas, de órganos, envenenamiento de jóvenes y niños con esas drogas, armas y grupos armados por todos lados ya son parte del paisaje nacional. López Obrador aseguraba que de llegar a la presidencia acabaría con los asesinatos y la violencia. Palabras, solo palabras. En lo que va de su gobierno, hasta junio de 2020, los asesinatos sumaban 53,628, que si se le agregan los desaparecidos la cifra resulta escalofriante. Y mientras este cuadro horroriza a todos los mexicanos, el presidente ríe todos los días en Palacio Nacional evadiéndose de su realidad; continúa en campaña para no afrontar sus muchos y difíciles deberes para CON TODOS LOS MEXICANOS. Por eso nunca debió de ser presidente.
Durante su fallida gestión, los grupos radicales han hecho cuanto han querido (destruyendo patrimonios y haciendo trizas el estado de derecho) sin que el presidente los toque siquiera. Para anarquistas y amigos que le ayudaron a llegar a la presidencia todo el apoyo. Abrazos y no balazos.
La reciente toma del edificio de la CNDH por vándalas que dicen tener reclamos no atendidos (no se puede pedir respuesta de la ley violando la ley), ya imitada en el Estado de México, son muestras de la descomposición social a causa de un gobierno ornamental, incapaz siquiera de entender que aplicar la ley no tiene nada que ver con la izquierda o la derecha. Pero, sobre todo, la toma de la Presa “La Boquilla” en Chihuahua muestra que hay estratos y grupos sociales que están al límite. Que la mecha para la revuelta, que no la revolución, están a una nada de encenderse. Y todo a causa de no hacer cumplir la ley, de permitir y abonar a la impunidad, lo cual es un aliciente para los espíritus violentos (y no pocos cobardes que un régimen democrático y de derecho jamás se animarían a los actos ilegales que ahora cometen).
El permitir que humillen todos los días al Ejército Mexicano y a la Guardia Nacional son otras mechas que pueden encender el polvorín de la inestabilidad ¿O la fuerza pública la tiene reservada para los ciudadanos observantes de la ley, que hartos de su pésimo gobierno, el caos, pobreza y carencia de un futuro estable y promisorio pudieran rebelarse? ¿Para ellos sí utilizaría la fuerza pública? ¿Tratándose del pueblo que trabaja y mantiene de pie al país, que da de comer a los políticos y a las huestes de zánganos (‘ninis’) todo su desprecio y repudio? Ha llegado el momento en que el presidente debe hacer un alto, reconocer sus muchos yerros y restablecer el estado de derecho, ya que de no hacerlo los caballos apocalípticos de la violencia, la anarquía y la ingobernabilidad, podrían arrasar con nuestro país.
¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!
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