Opinión
Archive

Bueno, golpista y soberbio siempre van de la mano, aunque nunca está por demás repetirlo, no se diga en un momento político tan delicado como el que se vivió el pasado miércoles en el Capitolio de Washington, en el que la estabilidad del país más poderoso de la Tierra estuvo en peligro, por tanto, de gran parte de los países.

Día negativamente histórico, en el que un verdadero patán llamado Donald Trump, un sujeto inculto, soberbio y enemigo de la democracia (más que de sus rivales políticos los demócratas); azuzó a sus fanáticos seguidores a desconocer las elecciones en las que resultó perdedor y asaltar literalmente el Congreso de su país para impedir el nombramiento oficial del nuevo presidente, el demócrata Joe Biden.

Las escenas vistas a nivel mundial son únicas, prueba irrefutable de un hombre que nunca debió haber llegado a la presidencia de Estados Unidos. En esta columna se advirtió desde hace cuatro años, justo cuando tomó las riendas de la presidencia de su país que habían cometido un grave error. Se transcriben algunos fragmentos de ese artículo:

 

“La historia universal nos puede conceder todos los ejemplos que sean necesarios. Nerón, Calígula, Napoleón (que de ninguna manera es héroe o cosa parecida, fue el Führer del siglo XIX), Hitler, Stalin y tantos otros con menor poder, pero de idéntico perfil, casi todos unidos por la soberbia, por un narcisismo desbordado y un hambre de poder sin medida…  Como de todos es sabido, nuestros vecinos del norte le apostaron a un paladín como el que describe el profeta Daniel, con cabeza de oro fino y pies de barro cocido.

    Y no se llama Nabucodonosor, como el de aquella época, quien se llenó de soberbia y Dios le bajó los humos echándole entre las bestias del campo (Dan 4:33). Se llama Donald J. Trump, que a semejanza del rey babilonio está engreído hasta el cielo… El mundo entero se encuentra en peligro bajo este individuo racista, ególatra y demente. El Congreso y los hombres de poder en Estados Unidos deben intervenir cuanto antes para que este chiflado no meta a la humanidad en graves problemas…”  (Análisis y Propuesta, 28/Enero/2017).

 

Dos semanas después se dio cuenta también desde este espacio de que el tal Donald Trump estaba chiflado y metiendo a su país (y a otros, en particular a México) en graves problemas:

 

“La ignorancia extrema de Trump… además de poner en alerta extrema a los líderes políticos y sociedad pensante de esa nación; ha despertado del soponcio y la indiferencia a muchos que no consideraron jamás el peligro que representaba este hombre de llegar al poder…  un individuo trastornado, enfermo de la mente y del corazón. Lamentablemente, así como muchos mexicanos votaron por el chiflado de Fox, también muchos estadounidenses votaron por el chiflado pintado de pelo naranja.

     El Congreso de Estados Unidos tiene que hacer algo y pronto para detener las locuras de este hombre, pues su país y el mundo entero corren peligro. No se necesita de ser psiquiatra para detectar la insania mental de Donald Trump…”   (Análisis y Propuesta, 11/Feb/2017).

 

Lamentablemente sus muchas locuras eran de esperarse. No estaba capacitado ni moral, ni intelectual, ni emocional, ni políticamente para tan alta responsabilidad. Lo único que tenía ese hombre perverso y frívolo (dedicado a los juegos de azar y al concurso de ‘Miss Universo’) era dinero. Nada más. En cuanto a los requerimientos para el cargo era un indigente, peor todavía ¡un indigente chiflado y soberbio!

Su personalidad ególatra me recuerda a John Wilkes Booth, el asesino del Presidente Abraham Lincoln, un gran hombre que estorbaba tanto a su propio partido (Republicano) como al contrario (Demócrata), a quien no le importaba el dinero ni el poder, sino el bienestar de su pueblo. Un pueblo contaminado de origen por el racismo, de ahí que su deseo de liberar a los esclavos, liberación que le hizo impopular y que provocara su muerte a manos del ególatra Booth, un actorzuelo chiflado y con aires de grandeza, quien creyó que asesinando al presidente hacía un favor a su país (así como Trump y los asesinos de la democracia que asaltaron el Capitolio). Veamos lo que nos narra la historia:

 

“Pero cuando los periódicos de Virginia le mostraron que el Sur -su Sur- se había vuelto contra él, condenándolo y repudiándolo, lo consumió un frenesí de desilusión y desesperación. El, que había soñado con verse honrado como un segundo Bruto y glorificado como Guillermo Tell, se veía acusado ahora de cobarde, de estúpido, de mercenario, de asesino…  Pero ¿se culpó a sí mismo? No. Lejos de ello, culpó a todos los demás… a todos, salvo a sí mismo y a Dios. El había sido simplemente un instrumento en las manos del Todopoderoso” (Lincoln, el desconocido. D. Carnegie, págs. 306-307).

 

Poco más de un siglo después, otro presidente republicano de nombre Richard Nixon, hábil político, pero demasiado tramposo (“Tricky Dicky” le apodaron en los medios), se vio envuelto en un escándalo de espionaje contra sus enemigos al que nombraron «watergate». Ante la falta de espacio nos limitamos a señalar las reflexiones de su asesor e incondicional Charles Colson. Un abogado que al haber participado en esos ilícitos y quebrantar sus propias convicciones, declara tiempo después en impactante auto biografía sus yerros (luego de rendir su vida a Jesucristo):

 

“¿Cuáles eran los crímenes en mi corazón? En un estado de agonía exploré cada una de las acciones que había tomado en la Casa Blanca. Algunos de los actos políticos habían sido duros y despiadados, sin duda ‘trucos sucios’, porque hicieron daño a la gente e incluso peor a los ojos de Dios, porque había habido arrogancia, orgullo y el yo. Mi absoluta lealtad al jefe supremo había falseado y entorpecido mi sentido del bien y del mal…” (Nací de Nuevo, Ed. Caribe, pág. 241).

 

Finalmente, y tratando de concluir, permitamos que sea un profeta norteamericano, apóstol de la raza negra (y mártir), quien hable a su gente y a sus conciudadanos a través de un vigoroso mensaje predicado en su iglesia de Montgomery, Alabama:

 

“Permitidme que dirija unas palabras a aquellos de entre vosotros que son víctimas del odioso sistema segregacional. Tenéis que continuar trabajando apasionada y vigorosamente por vuestros derechos divinos y constitucionales. Sería cobarde e inmoral que aceptaseis pacientemente la injusticia… No dejéis nunca que nadie os empuje hasta llegar a obligaros a odiar. Evitad siempre la violencia. Si en vuestra lucha sembráis la semilla de la violencia, las generaciones venideras cosecharán el caos de la desintegración social…” (M. Luther King, La Fuerza de Amar, E. Aymá, pág. 148).

 

Trump, el soberbio, el mentiroso e ignorante y ahora golpista, sembró la semilla de la división y la violencia, su cosecha de caos y desintegración social están a la vista de todos.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

 

Email: mahergo1950@gmail.com

Tiempo de lectura: 6 min