Parafraseando a Shakespeare, su maravillosa y confrontadora obra Hamlet nos permite tomar este breve texto y trasladarlo de Dinamarca a la ciudad china de Wuhan, sitio donde apareció esta terrible plaga llamada CORONAVIRUS, que al inicio se consideró se trataba de un problema y contagio local, resultando a la distancia un virus letal (con demasiados síntomas y demasiadas complicaciones; una especie de coctel de bichos malos) que tiene aterrorizada a gran parte de la humanidad.
Se consideró como ya se dijo, que se trataba de un virus más, sin embargo, visto a la distancia y con el manejo político y mediático que le dieron los chinos, el asunto abre la puerta a otras conjeturas ajenas a lo que ellos dijeron. El confinamiento obligado para su gente es entendible y creíble, lo que no es creíble es que hayan construido un enorme hospital en tan solo 10 días en Wuhan (presentando todos los días supuestas escenas y tomas de la construcción). Advertidos de su manera de manipular y controlar las cosas y las mentes, lo creíble es que en 10 días dieron a conocer videos hasta la conclusión, lo que de ninguna manera significa que las cosas hayan sido así. Nadie de occidente fue testigo. Hacer los planos, diseñar cimentación, redes hidráulicas, eléctricas y todas las redes e implementos propios de un hospital de semejantes dimensiones, así como su equipamiento, todo en 10 días, es literalmente imposible. Son inteligentes, pero no son dioses. Sin duda que desde antes tenían los planos y su construcción solo ellos saben cuanto duró.
Ante falacia de semejante tamaño, con apenas 3,869 muertos a causa del coronavirus en Wuhan —cuando tan solo en Jalisco ya van 9,469 decesos—, los hechos y evidencias muestran otra dirección del tema, que para ser concisos, sugiere el inicio de una guerra bacteriológica; guerra que obviamente incluye comercio, economía, poder geo político y reducción de población. Sobre todo si se toma en consideración que el entonces presidente Trump tenía una postura hostil contra China, atacando un día sí y otro también su economía y refiriéndose a ellos con manifiesto desprecio.
La cuestión es que el virus se propagó muy rápido fuera de las fronteras de China, que si se considera una guerra bacteriológica, sí se explica el avance tan rápido de la enfermedad. Epidemia que según dicen los chinos apareció en un mercado de Wuhan y se originó en los murciélagos.
Desechando las absurdas e incluso estúpidas teorías de conspiraciones, pero sin perder de vista la maldad del ser humano y la perversión de los políticos de casi todas las razas y corrientes, la posibilidad de la manipulación del virus en un laboratorio no tiene nada de descabellado. En todo caso la realidad actual que nos presenta la pandemia nos recuerda aquella caricatura seria y con mensaje creada en 1940 por Walt Disney, en la que Mickey se mete de «aprendiz de brujo» y logra entrar en ese mundo, sin embargo sus trucos se salen de control provocando un caos absoluto (“Fantasy”); caos que como se aprecia ya se percibe en muchísimos países; excepto en China, que se encuentra en calma y disfrutando de la normalidad.
Volteando las hojas del calendario, cuando Wuhan estaba bajo la epidemia, los noticieros en México decían que personas de origen chino compraron todos los cubrebocas en existencia. Un par de meses después México compraba a China cargas completas de equipos de protección para médicos y personal de hospitales, respiradores, cubrebocas, vacunas (para cuando estuvieran listas), etcétera.
Durante casi todo el año 2020, Estados Unidos, Europa, México y muchos otros países cayeron bajo las garras del coronavirus, saturando los hospitales y acabando con sus economías y la estabilidad de sus sociedades, destinando todos sus esfuerzos y fortunas a la atención de la pandemia, que, de ser una guerra, el ganador está a la vista de todos (si es que en una cosa así puede realmente considerarse ganador a alguien).
Hagamos un breve recuento histórico que nos ayude a entender lo que sucede. Durante la guerra fría, el uso de armas convencionales creció tanto (y el negocio no se diga) que los propios actores (E.U. y Rusia) se espantaron pues el arsenal era suficiente para destruir muchas veces el planeta, así que además de realizar hipócritamente pactos de paz, enderezaron sus baterías hacia el campo de las armas químicas y bacteriológicas.
Lamentablemente gran parte de las nuevas generaciones carece de los conocimientos suficientes, lo que les lleva a negar lo anterior, que si le agregamos las estupideces de los fanáticos seguidores de Trump (que ven conjuras por todas partes; capaces de defender el derecho a la vida, pero incapaces de ponerse un cubrebocas defendiendo su derecho); tenemos como resultado multitudes desinformadas incapaces de creer las políticas que las potencias implementan. Las lecciones de la historia no las conocen y la maldad del hombre la diluyen en una visión color de rosa de los derechos humanos que solo existe en su mente.
Faltos de espacio y recordando que el gobierno de Hitler implementó como política pública el extermino de los judíos, los comunistas, enfermos mentales, gitanos, y otros grupos, traemos a la memoria dos casos emblemáticos de la guerra bacteriológica. El primero ocurrió en los años 60 y 70 del siglo pasado. Un experimentado periodista francés, asignado como corresponsal a Washington, describió en esa época y con lujo de detalles, el escenario legislativo y las razones de estado para justificar y mantener tanto las armas químicas como las bacteriológicas (arsenal en el que cabe perfectamente el coronavirus y otros):
—“Richard Nixon había encontrado el medio de ir, a poco precio, por encima de los deseos de su oposición liberal y de la comunidad internacional… Renunciaba completamente al uso de armas bacteriológicas mortales hasta en respuesta a la utilización de tales armas contra Estados Unidos. Limitaba la investigación en ese campo de los medios de defensa e inmunización. Y ordenó al Pentágono estudiar los medios de desembarazarse de los depósitos de armas bacteriológicas que había acumulado. ‘La humanidad guarda ya entre sus manos demasiados gérmenes de su propia destrucción’… En el Pentágono, los jefes de estado mayor tomaron ese revés con filosofía… Las decisiones presidenciales dejaban prudentemente la puerta abierta a la utilización de armas químicas no mortales… Las substancias mortales no constituían más que una pequeña parte del arsenal químico del Ejército americano” (Claude Moisy: E.U.A en Armas, Editores Asociados, México 1972, págs. 357-358).
El otro caso es más reciente, ocurrió en el año 2005 durante un viaje del entonces senador Barack Obama a Ucrania, acompañado del también senador republicano Dick Lugar; quienes visitan en la ciudad de Kiev el Centro de Control de Enfermedades, sitio en el que una mujer con bata y mascarilla, saca del laboratorio unos tubos de ensayo del congelador sacudiéndolos cerca de la cara de Obama, quien le pregunta al traductor qué era eso:
—“Esto es ántrax —explicó el traductor, apuntando a la probeta en la mano derecha de la mujer—. Aquella otra — dijo, señalando la mano izquierda— es la peste.
Miré hacia atrás y me di cuenta de que Lugar se había mantenido al fondo de la habitación…”. Barack Obama: La audacia de la esperanza, Debolsillo, México 2018 (pág. 370). ¿Para qué quieren los rusos esos bichos?
Los más viejos sabemos que durante la 1ª y 2ª guerra mundial el uso de sustancias químicas y otras armas no convencionales estuvieron presentes, no se diga en la guerra de Vietnam y otros países del sudeste asiático. Pensar que los gobernantes no se atreverían a modificar un virus en laboratorio es algo por demás ingenuo. Algunos ciertamente jamás lo harían. Sin embargo hay otros que se atreven a todo cuanto esté a su alcance. El poder los enloquece y pierden toda proporción y sentido de humanidad.
Con la aparición del CORONAVIRUS además de la tragedia para muchos de los pueblos, incluido México, algunos actores aparecieron en escena protagonizando papeles no concedidos. Es el caso de la OMS que de pronto ha pretendido ser el juez y rector de la humanidad, diciendo qué sí, que no, que vacunas sí y cuales no (cuando los propios laboratorios han aceptado carecer de protocolos y estudios en ciertos sectores de la población). En fin, una nueva geopolítica que parece anunciar entre líneas la existencia de una guerra bacteriológica.
Una posible guerra que a nivel mundial ya ha cobrado 2’382,634 muertes, en México más de 400 mil (un promedio de 1,500 diarias en las últimas semanas; en Jalisco también unas 120 diarias) y que tal parece que solo Estados Unidos y algunos países de Europa están atacando con firmeza y un plan verdaderamente estratégico; cosa que en nuestro país no ha sucedido pues ha prevalecido el manejo político y la ciencia ha sido desechada. Por eso las graves consecuencias.
Habrá que entender que este tipo de guerras, como el espionaje, jamás se pelean abiertamente, son supletorias y derivadas de las guerras convencionales. Así que como dijimos al principio… “¡Algo huele mal en Wuhan!”
¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!
Email: mahergo1950@gmail.com