Opinión
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Es demasiado. Ochenta mil asesinatos en lo que va de su mal gobierno y un país en manos de las bandas delincuenciales, hacen ver una realidad muy distinta a la que se pretende vender en el show mañanero de Palacio Nacional. El cuento de los “abrazos no balazos” lanzado inicialmente por el entonces flamante presidente parecía una ingenuidad producto de la novatez. No hay tal, la realidad impone otra lectura política diametralmente distinta.

Si bien el actual presidente carece de una gran inteligencia y la cultura es ajena a su formación anarquista, lo cierto es que es un hombre astuto y díscolo, un ser escurridizo a las normas y enemigo confeso del estado derecho. Lo suyo es el desmadre y la rebelión. Todo lo demás ha sido una ópera bufa para lograr hacerse del poder.

El problema para México es que el tabasqueño participó por tercera vez a la presidencia en un momento en el que todos los mexicanos estábamos (y continuamos estando) hartos de tanta corrupción y su falsa propuesta fue justamente esa: un combate contra la corrupción. Propuesta que como anzuelo para peces hambrientos les atrapó con su carnada mentirosa.

La inmensa mayoría de los que votaron por AMLO lamentablemente no indagaron en su pasado ni pusieron atención a su persona y formación. Les engañó rotundamente. Engaño que no ha cobrado dimensiones de grito social debido a la compra de conciencias, ya que como todos sabemos, el gran depredador de Palacio se ha dedicado a regalar dinero público a viejos, jóvenes, becas, etcétera, chantaje que hasta ahora le ha cubierto para no caer de una silla que le quedó demasiado grande y para la cual nunca estuvo preparado.

Sin resultado alguno en economía, en salud, en SEGURIDAD, educación, obra pública y demás rublos, cualquier otro presidente ya hubiera caído, o rectificado el rumbo. El hombre de Palacio, un mentiroso crónico no, su soberbia y egolatría en grado de enfermedad espiritual y psiquiátrica le han llevado por el sendero del rencor, de la violencia verbal, del escapismo a los deberes, y a la farsa actoral, montando al efecto su ópera bufa en la que hace su papel favorito: ¡de víctima! Pero como actor de un solo guion, no sabe interpretar otros, excepto sus rutinas ya conocidas, de manera que el juego de las elecciones —dicho sea de paso, el único que sabe y le sale— le entretiene todos los días mientras el país llora y gime a causa de sus muertos. Sus muchos muertos, secuestrados y desaparecidos. Mas de un centenar todos los días.

Su poder e influencia mediática los gasta irresponsablemente en su persona y fijaciones, en su pecaminosa y condenable ambición de poder. Los problemas de inseguridad, de violencia desbordada, de desplome de la economía y demás plagas que sufre el pueblo son ignorados y desatendidos.

     Todo el país en poder de las bandas de narcos y delincuentes. La ostentación que estos grupos hacen de poder e impunidad en la mayor parte del territorio, es condenable e inadmisible, ostentación e impunidad que a dos años y medio de mal gobierno permiten ver que es algo totalmente permitido.

    Basta revisar el historial de Félix Salgado Macedonio, a quien se le acusa de abrir las puertas de par en par al narcotráfico en Acapulco cuando fue presidente municipal (2005-2008), y que su hija está casada con Alfredo Alonso Bustamante, cuyo padre, además de ser encarcelado se le relaciona directamente con el grupo criminal de los Beltrán Leyva. Familia que López Obrador ha apoyado con todo desde Palacio Nacional ¿En democracias como Alemania, Inglaterra, Francia o Estados Unidos apoyarían a semejantes famiglias?

Por si no fuera suficiente y para enrarecer aún más el ambiente y el clima electoral, han asesinado decenas de candidatos, algo que jamás había ocurrido, y AMLO, violando flagrantemente la ley electoral, desde Palacio la ha emprendido contra los candidatos del PRI y MC de Nuevo León, toda vez que su candidata se desinfló a causa de sus mentiras.

En Jalisco donde Morena también es letra muerta, de pronto en Teocaltiche cientos de personas son desplazadas de las rancherías por asesinos armados (algo que nunca había sucedido en el Estado), los asesinatos han crecido, jóvenes inocentes son sacados de sus casas para ser asesinados, todo, evidentemente, en tiempo electoral para culpar al gobierno de Jalisco de incapacidad (cuando son delitos del crimen organizado que competen directamente al ámbito federal).

Además de que por todo México convoyes de 15 o 20 camionetas, todas robadas, repletas de individuos fuertemente armados circulan por autopistas, carreteras y brechas con absoluta libertad e impunidad. Teniendo el estado, satélites que ubican el momento y lugar exacto de dichos convoyes, contando con aviones de combate y helicópteros artilllados que en unos minutos acabarían con esa plaga de maldad (que tiene a la sociedad toda aterrorizada), el presidente NO HACE ABSOLUTAMENTE NADA. Se dedica en Palacio Nacional a hacer su grilla del día. A los amigos delincuentes ni los ve ni los oye. Para ellos abrazos, no balazos.

Su cínica y mentirosa conducta le han llevado a aparentar que es un pacifista cuando lo cierto es que no lo es y su relación con las bandas de delincuentes cada vez es clara. No los ataca jamás. El Ejército, la Marina y la Guardia Nacional a pesar de la fortuna que cuestan al país, son un mero adorno en este sexenio.

Y es que, aun los pacifistas cuando son gobernantes deben hacer valer el estado de derecho y el orden. No es opcional. Podemos recordar al caso del emperador romano Marco Aurelio, quien luego de unos años de paz y prosperidad, los bárbaros belicosos consideran su pacifismo como debilidad, por lo que Marco Aurelio deja la comodidad de Roma y emprende una guerra contra ellos que dura siete años hasta que los vence a todos (169-176 d.C.).

Y no solo fue la guerra fontal hasta vencerlos, habrá de decirse que antes, el Imperio Romano fue azotado por la peste (año 166), la cual por dos años además de afectar las cosechas y el comercio (166-167), trajo muerte, miseria y pobreza. Los historiadores de la época cuentan que todos los días morían en Roma 2,000 personas, y ante la inutilidad de la ciencia médica de la época, las mentes cuerdas buscaron en la naciente fe (cristianismo) el consuelo y la trascendencia eterna.

El emperador Marco Aurelio logró contra todos los pronósticos y las terribles adversidades, sacar adelante a su pueblo luego de la pandemia y vencer a todos los violentos bárbaros que amenazaban con destruir el Imperio llevándole a una era de orden y prosperidad. Pero era un hombre que además de culto amaba realmente a su pueblo (a todo) y era amado, un hombre humilde que sabía de caminar en Roma, en Esmirna, en Atenas o Alejandría, solo, sin guardias.

Algo imposible que López Obrador haga esto en México, y menos en la actualidad. Se han derramado ríos de sangre inocente a causa de la impunidad y protección concedida por su gobierno a las bandas de delincuentes de costa a costa y de frontera a frontera. El chapo para él es el honorable Sr. Guzmán, y su hijo y su mamá, personas por demás valiosas que hay que soltar de las garras del Ejército y atenderlas aun en la carretera. Sin embargo, a las víctimas del accidente—negligencia de la Línea 12 del Metro capitalino las mandó ¡al carajo! No es su estilo, les dijo desde su frívolo show mañanero. Por supuesto que no es su estilo. Su estilo es la incapacidad y la complicidad.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

Email: mahergo1950@gmail.com

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