Aunque se desea respetar la investidura y la persona, el actual presidente de México ha hecho todo lo posible para que con él no suceda así. Sus palabras, acciones y omisiones, al igual que su tozudez en mantener vigentes malas decisiones le presentan ante los mexicanos como un hombre sin entrañas, irreflexivo, carente de amor para sus gobernados, obsesionado con su ego y el disfrute del poder, incapaz absoluto para el cargo que le eligieron (los que votaron por él) y sin deseo de mejorar al no escuchar a nadie, ni permitir consejo ni ayuda alguna, mucho menos aceptar sus incontables yerros y rectificar.
A su incapacidad y muchas limitaciones le ha sumado una soberbia radical, elevándose como los incontables dictadores que nos muestra la historia a nivel de deidad, rompiendo con la sensatez, con la convivencia humana (indispensable en su cargo) y dividiendo el país en bandos o partes, en la que por supuesto, la única que vale es la que le sigue fanáticamente como dios pagano.
Rodeado de un séquito de incondicionales para los que México no vale nada y sólo su jefe y futuro personal es lo que vale, el país se hunde en una cadena de malas y pésimas decisiones.
Mientras que para cualquier persona sensata la llegada de la epidemia de coronavirus a principios de 2020 era una desgracia, para López Obrador le cayó “como anillo al dedo”; presagio de la frivolidad y ligereza con la que ha manejado esta tragedia que ha ocasionado alrededor de 500 mil muertes en México y un desastre económico imposible de cuantificar todavía, pero cuyos efectos de pobreza comienzan a hacer estragos entre más de la mitad de mexicanos.
Millones de ciudadanos afectados por esta pandemia, ya sea directamente por la enfermedad (muerte o secuelas), sus familias, sus empleos, los negocios, la economía familiar en quiebra, rotas las cadenas de producción, el sector turístico desestabilizado (sin que hasta el presente logre recuperarse y mucho menos estabilizarse), el sector automotriz, la aviación comercial, y tantas y tantas ramas más de la industria y el comercio que se han visto afectados por el coronavirus (covid-19), y el presidente en lo suyo, en la grilla electoral: ¡única actividad que le gusta y sabe hacer!
Y tan es lo único que sabe hacer, que antes que nos llegara esta peste medieval (que todo parece indicar fue modificada en algún laboratorio) cometió dos terribles yerros que no ha querido enmendar agravando con ello la salud del pueblo mexicano. El primero, desaparecer el SEGURO POPULAR sustituyéndole con un mamotreto llamado INSABI que hasta la fecha no ha podido cuajar, mucho menos dar resultados.
El segundo fue desbaratar el sistema de compra de medicinas del gobierno (para el sector salud) sin tener ningún programa de reemplazo, ocasionando con su improvisación y tontera (para no usar otros calificativos) un desabasto de medicamentos hasta el presente que ha ocasionado miles de muertes de diversas enfermedades, sin que el tabasqueño acepte su gran yerro ni enmiende los daños. Confrontado por la prensa, así como por los padres de niños con cáncer y otros grupos de reclamantes a causa de la desatención y falta de medicamentos, en lugar de resolver comprando a los laboratorios mexicanos (que los producían de buena calidad y a muy bajo costo), buscó en la ONU y en el extranjero la adquisición de estos faltantes, los que además de no poder comprar sino un porcentaje, los ha comprado a mil o dos mil veces de su precio que los adquiría el anterior gobierno.
De nuevo el viejo maniqueísmo haciendo estragos, ¿Cuándo aprenderán nuestros políticos a comportarse como adultos y actuar con madurez y buen juicio, continuando con lo que estaba bien y en orden, y solo mejorando o cambiando aquello que no funcionaba? ¿Cuándo?
Durante el gobierno anterior, López Obrador y sus huestes se dedicaron a denostar a Enrique Peña Nieto calificándole todos los días de “tonto”, que no había leído ni siquiera tres libros (lo cual es una falacia, cuenta con Licenciatura y Maestría, lo que obligadamente implica variadas lecturas). Le toca ahora recoger lo sembrado. Sus torpezas, inacciones y malas acciones le colocan en una situación mil veces peor que su antecesor, y mientras Peña Nieto se mostró estoico ante estos ataques, en el caso de AMLO —que no son ataques sino hechos reales, patéticos y visibles— rechaza toda crítica que le pudiera ayudar a orientarse y tomar el rumbo correcto. No es así, la soberbia y rechazo a la realidad y la aceptación de sus yerros le hunden y de paso nos hunde a los mexicanos.
Mientras el INEGI anuncia y advierte el crecimiento feroz de la pobreza en México, que como todos sabemos (y padecemos) crece día con día, el presidente en sus fantasías políticas y su deseo mórbido de trascender (de hecho ya lo hizo, pero no por la puerta que él cree) regalando 40 millones de litros de gasolina y diésel a Cuba, así como medicinas, oxigeno, cubrebocas, jeringas, comida (leche, frijoles, harina de trigo, latas de atún, aceite comestible, etc.), aunque también ha mandado ayuda a Centroamérica. Así que como como dice el añejo refrán: ¡Candil de la calle y oscuridad de casa!
Millones de mexicanos sin medicinas ni atención médica adecuada (o ninguna), padeciendo pobreza, y el presidente regalando a extraños el pan de los propios hijos.
En el actual régimen todo se reduce a la atención y deseos del titular del ejecutivo y sus huestes, nada más. El resto es su show mañanero, su espectáculo de mal gusto al estilo de Cristina Saralegui o de Laura Bozzo, un circo mediático de muy baja estofa, que se anuncia como conferencia de prensa sin que a estos se le permita el acceso. Pantomima, pues.
Con semejante cuadro capaz de deprimir al más optimista, con una tercera ola de coronavirus que está ocasionando terribles daños (que el gobierno no acepta ni quiera ver), el país bajo las armas y dominio tácito de las bandas criminales y la economía en la cuerda floja a causa de un gobierno ineficiente, incapaz de conceder certeza jurídica e implantar el estado de derecho —por solo mencionar algunas cosas— y el presidente tirando $528 millones de pesos (El Economista, 20/Jun/2021) en una INÚTIL CONSULTA POPULAR, que solo le servirá a él para medir su apoyo entre su fanaticada y los cooptados por las dádivas de los dineros públicos ¿No sería mejor que ese dinero se haya gastado en las medicinas para los niños con cáncer? Porque, dicho sea de paso, si los expresidentes cometieron algún delito, es obligación de AMLO denunciarlos y enjuiciarlos. Punto.
¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!
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