En los años ’60 fueron muy populares un par de filmes que, aunque fueron presentados como películas, lo cierto es que se trataba de documentales (Perro Mundo No. 1 y No.2). Una recopilación de conductas y temas raros y extraños por aquella época, algunos incluso repugnantes. Viene a cuento porque la realidad presente en el siglo 21 supera toda ficción. Hemos llegado a un punto en que los viejos nos sentimos en una sociedad extraña y absolutamente ajena a la que fuimos formados, abrumados y en ratos horrorizados de lo que sucede.
Una sociedad caótica, sin líderes políticos firmes, cultos y capacitados, lo cual nos ha llevado a la terrible condición en la que nos encontramos. Cuestión que parece no inquietar a muchos que ven como normal lo que debiera de aterrorizarles o cuando menos de preocuparles. Hoy se premia al gandalla, se aplaude al blofero y al ladrón protegido, mientras que al que trabaja honestamente, al que se esfuerza en el estudio o en la profesión se les condena como aspiracionista y clasemediero.
Perro mundo en el que la milenaria institución de la familia es condenada para aplaudir a la unión libre, a las parejas de un mismo sexo, al libertinaje; condenando de paso a los padres y abuelos por pedir el modelo de vida en el que fuimos formados y formadas las generaciones anteriores. Y que, dicho sea de paso —y valedero— queremos vivir. Nos esforzamos toda una vida para lograrlo y ahora sucede que los vándalos que dizque nos gobiernan tienen otra propuesta. Se equivocan: ¡tolerancia no es que los aguantemos a ellos, también es que nos aguanten y respeten a quienes tenemos una cosmovisión diferente! El que es primero en tiempo es primero en derecho.
Perro mundo en el que los malvados tienen poder y son temidos por los gobernantes, en tanto que los que viven rectamente y sostienen de pie el país son dejados a su suerte, a merced de cientos de miles de asesinos y criminales a los que ni el Ejército, ni la Guardia Nacional, ni la mayoría de las Policías estatales o municipales toca.
¿Cómo aceptar los gobiernos altamente onerosos, holgazanes, incapaces y ornamentales que padecemos en lo que corre el siglo XXI, pero que en el actual sexenio se han descompuesto del todo? Gobiernos con más semejanza a bandas o negocios de grupos a los que lo único que les importa son los impuestos, pero que no nos devuelven nada a cambio, ni ofrecen cuidado ni protección alguna para los ciudadanos.
Mientras que los viejos recordamos que en Guadalajara en los años 50’, 60’ y parte de los 70’ todas las casas se abrían en la mañana y se cerraban hasta en la noche para que las familias durmieran (una casa cerrada era señal de que no había nadie), hoy las casas están todas con rejas, doble o triple candado, alambre y púas para que los ladrones no brinquen o se suban a las azoteas.
Nuestras casas son el rostro de una sociedad que ha cambiado radicalmente, en la que a lo malo se le presenta como bueno y viceversa. Sociedad que recuerda que en aquellos años de cada peso que se pagaba de impuestos el gobierno nos devolvía entre 30 y 40 centavos en obra pública. Hoy muchos devuelven uno o dos centavos o más deuda, y la obra pública es casi inexistente.
¿Cómo aceptar que Dios habiendo creado solo hombre y mujer (y así todas las especies), algunos a los que antes se les clasificaba como pervertidos, ahora quieran pasar como natural ‘otros sexos’ incapaces de ser aprobados desde la naturaleza misma? Peor aún, con la aprobación y apoyo absoluto del estado y no pocos medios de comunicación.
¿Qué perro mundo es este que a los muchachos que no quieren esforzarse en trabajar o en estudiar el gobierno les mantiene con el dinero de los que sí trabajan y sí se esfuerzan? Los gobiernos se han saturados de vividores, de vándalos, de mitómanos, golfos, pervertidos y las mentes brillantes y constructivas brillan, pero por su ausencia. Perro mundo y ciego en el que los tuertos reinan.
¿Cómo aceptar que el gobierno ofrezca a las bandas de asesinos y criminales abrazos y toda clase de impunidad (entregándoles ya casi todo el territorio nacional), mientras que a los científicos quiere meter a la cárcel acusándolos de crimen organizado?
Hemos llegado a tal extremo, a un “perro mundo posmoderno”, en el que muchas mujeres (con el apoyo de hombres), abortan o quieren abortar a los niños considerándolo un ‘derecho; mientras que si alguno lesiona o mata a un perro o un gato, gritan despavoridos e indignados para meter a semejante ogro a la cárcel por varios años.
Y pensar que hace tres décadas publiqué mi libro Aborto ¿Homicidio o Derecho? el cual, además de ser primer lugar en ventas y ser comprado y leído principalmente por estudiantes de secundaria, prepa y universidad (la Suprema Corte me compró entonces unos 40 ejemplares), fue leído también por muchos grupos en Universidades en nuestro país y en Estados Unidos. ¿Cuántas personas viven gracias a la lectura de ese libro?, ¿cuál perro vale más que la vida de un niño?
Habrá muchos hedonistas e individuos sin Dios que rasgándose las vestiduras pondrán como pretexto las violaciones. A Tales manipuladores ¿o ignorantes? habrá que decirles que en Jalisco desde hace un siglo está contemplado el aborto en casos de violación o peligro de muerte para la madre.
Otros pues son los motivos de este cambio radical en la conducta social. Hoy se premia y se tutela para que el adicto a la mariguana no sea molestado, mientras que a los que fuman tabaco (advierto que nunca he fumado) se les persigue al extremo de clausurar restaurantes en caso de hallar a semejante vicioso. Bueno, a tal punto es la locura que en películas y series se advierte al inicio que aparecen personas fumando ¡qué barbaridad, qué pecado tan terrible! ¡Uf…, ver para creer!
¿Cómo aceptar que grupos de vándalos(as) salgan a destruir el mobiliario urbano comprado con los impuestos de los ciudadanos que trabajan, así como negocios particulares, a golpear policías y cuanta persona se les atraviese? En su perversión utilizan martillos, molotov y toda clase de armas y los policías son colocados únicamente para que los vándalos(as) desfoguen en ellos toda su violencia y maldad. Algunos noticieros televisivos y periódicos vigilan que a estos delincuentes no los toquen. Tienen derechos ¿Y los policías y demás ciudadanos no? ¿Y los daños al patrimonio público y privado no valen?
¿Cómo aceptar y mucho menos asimilar que el presidente quiera volver quinientos años atrás, renunciar a nuestras raíces españolas y volvernos totalmente indígenas? ¿Negar que somos un pueblo mestizo, que cinco siglos de historia nos acompañan e implican, no es acaso propio de un demente al estilo Hitler pero al revés? No somos españoles, pero tampoco indígenas. Somos mexicanos. Punto. Ante tanta demencia y perversión en la sociedad es de considerar que el filme de Perro Mundo se ha convertido en una realidad, en una pesadilla.
¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!
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