El idioma y los países son otros, pero la conducta y métodos políticos son por demás semejantes. Y es que, a pesar de que muchos lo advertimos y para desgracia de México, algunos millones de votantes en su ingenuidad y deseos genuinos de un cambio que combatiera la corrupción, lo hicieron por Andrés Manuel López Obrador, quien sin tener la capacidad y carecer totalmente del perfil necesario llegó a la presidencia.
Semejante error hoy se está pagando a un precio altísimo, que sin duda y para volver al punto en que nos encontrábamos en diciembre de 2008, se requerirán entre 20 y 30 años. Los daños han sido demasiados y un gran numero de mexicanos no tiene idea siquiera de la realidad, toda vez que el programa mediático y propagandístico utilizado por López Obrador, además de ser casi una copia al carbón del utilizado por el nazi Joseph Goebbels, se basa en mentir todos los días de manera sistemática, presentando a los incautos ciudadanos que mantienen atrapados en sus falacias, un mundo que solo existe en las mentes corruptas y torcidas de los gobernantes de la llamada 4-T.
Un gobierno creado para satisfacer la pecaminosa egolatría de un hombre al que no le interesan los mexicanos, solo sus fantasías y sueños de grandeza al estilo Nerón. Un líder que a la manera de Adolfo Hitler exige de quienes le rodean e integran lo que debiera ser su gabinete (pero que se reduce a una corte de reyezuelo caribeño), una OBEDIENCIA TOTAL.
Así lo hacía el Führer, en una entrevista periodística concedida a un periodista de medio extranjero en Berlín, declaró lo siguiente: “Exijo de mis subalternos la más completa lealtad. Si alguno de ellos me falla, lo hago de lado de inmediato. La misión que tengo ante mí es tan importante que no puedo darme el lujo de tener junto a mí a personas débiles o timoratas. Necesito colaboradores incondicionales que cumplan mis ordenes sin dudar”.
Lo mismo ha sucedido con López Obrador, a él no le importa que sean incompetentes, ignorantes, que no tengan la menor idea del cargo que les asigna. El solo les exige sumisión total. La legalidad o el orden constitucional no les importan, el estado de derecho lo repudian. “Y no me vengan con que la ley es la ley”, le dijo AMLO a los integrantes de la Suprema Corte, frase que le describe a él y sus cortesanos de cuerpo entero.
Si comparamos las acciones de Hitler y su gente con la de López Obrador y la suya, las analogías son verdaderamente sorprendentes. Por ejemplo, tiempo antes de llegar al poder, en una taberna de Munich llamada Burgerbraukeller, Hitler reunió a sus cercanos del partido nazi, presentándoles esa noche a quien llevaría en adelante el programa propagandístico. En un libro que reúne parte del perfil y acciones malvadas de esta banda de delincuentes, se describe el impacto causado por Goebbels en sus nuevos compañeros y eh Hitler:
—“Goebbels fue presentado al público que abarrotaba el establecimiento y comenzó su alocución. Se refirió a la unidad del Partido nazi, al papel histórico del pueblo germano y la necesidad de organizar a los obreros en contra de los ricos empresarios y los políticos corruptos que los estaban explotando. El orador habló sin parar durante más de una hora. Al final, el aplauso fue atronador. El mismísimo Hitler, con lágrimas en los ojos, se acercó a felicitarlo”
¿Le suena parecido?: «la unidad del Partido… el papel histórico del pueblo… y la necesidad de organizar a los obreros en contra de los ricos empresarios y los políticos corruptos que los estaban explotando». ¿No hemos escuchado hasta el hartazgo las mismas palabras en Palacio Nacional?
Goebbels era un hombre acomplejado, fanático, perturbado, quien encontró en Hitler al líder que necesitaba. Antecedente que parece la calca de muchos de los incondicionales cercanos (y no tanto) del Führer de Macuspana (Führer significa líder en alemán; no se asusten los iletrados). Era tal el fanatismo de Goebbels por su líder, que en su diario personal llegó a escribir emocionado: “Querido y venerado Adolf Hitler… yo lo amo porque es usted grande y simple al mismo tiempo”.
Palabras (semejantes) que sin duda hacen que el tabasqueño se regodee en su enfermiza egolatría cuando sus huestes incondicionales se le rinden en adoración como a cualquier ídolo falso. Lambiscones y cortesanos saben, como Goebbels, cómo rendirse ante su líder. Se necesitan mutuamente. Unos en sus inseguridades y vacío existencial; el otro, en su necesidad demoniaca de recibir adoración.
Queda claro que ni su líder ni sus huestes de incondicionales conocen lo que es la auténtica vida republicana, que repudian la democracia, el orden y el estado de derecho. Para AMLO y su gente el desmadre y sus fantasías cumplidas son el todo, el disfrute de un poder que jamás creyeron lograr y jugar a gobernar.
Las matanzas que ocurren a diario a lo largo y ancho del país además de no ser vistas por el usurpador (usurpar también es NO ejercer un cargo como lo establece la Constitución; usurpación que en su caso comenzó desde el momento que decidió competir para un cargo del que no tiene capacidad alguna) no son atendidas y mucho menos investigadas. Para los asesinos ha destinado los abrazos.
Al no poder ni querer gobernar (escogió una compañía de incapaces o faltos de virilidad para contradecirle) todos los días y a todas horas se ha dedicado a mentir e inventar una realidad. Mientras que la salud pública está en grave crisis, no hay medicinas y no se surten como se debiera, la pandemia cobró casi 700 mil vidas, compró las vacunas a destiempo y otras donde no debía (sin presentar jamás cuentas), ha subido las gasolinas a precio estratosférico, así como la luz, la impunidad es el sello de su dictadura, la pobreza crece galopante y la violencia en todas sus expresiones tiene aterrorizada a los mexicanos, López Obrador ha seguido al pie de la letras las lecciones del nazi Goebbels.
Este perverso tenía entre sus torcidas enseñanzas: “Si no puedes negar las malas noticias, inventa buenas noticias para distraer a la gente” ¿Le suena familiar y recurrente? Todos los días en su show mañanero al ser cuestionado por los verdaderos problemas nacionales, siempre responder con un distractor.
Entre otras de sus actividades, el ‘gnomo maldito’ como le llamaban los alemanes, edificó un complejo sistema para controlar las comunicaciones y medios en su país, tanto la radio, como la naciente televisión, la prensa, el teatro, el cine, la literatura, todo pasaba por el Ministerio de Educación Popular y Propagando dirigido por Goebbels. Escribe un historiador: “además de ejercer la censura, Goebbels tenía la misión de cuidar y exaltar la imagen de Hitler frente al pueblo… de mostrar un Hitler lleno de virtudes que le permitieran consolidar el poder y promover la unidad nacional… (de) convertir al dirigente en un ‘salvador’ de ser adorado incondicionalmente por el pueblo hasta el límite de ofrendar su vida por él” (datos históricos tomados del libro “Genios del Mal”, autor Hans S. Bauer, Edit. Mexicanos Unidos). Como se ve, el espíritu de Hitler y Goebbels en Palacio, tiempo entonces de liberar a los mexicanos de semejante opresión, tenemos a nuestro alcance la Constitución y la legalidad para hacerlo.
¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!
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