Las consecuencias de los abrazos a los mimados delincuentes no podían ser otras. Los asesinos se infatuaron ante la simpatía y cuidados del presidente, mostrando esta semana su peor rostro atacando a una sociedad indefensa y aterrorizada por la maldad de estas bandas, que, dicho sea de paso, debieron salir del infierno (de haber nacido en el vientre de una mujer les había quedado algo de humanidad, no la tienen). Todo sucedió ante la mirada inútil y pasiva de un gobierno, que, si bien le ha cumplido a los criminales, a los mexicanos les ha abandonado totalmente. Solo existen para votar y aburrirse con los terribles y pazguatos discursos de las mañaneras.
Basta observar los videos de los actos terroristas realizados por las bandas de delincuentes para darse cuenta que utilizaron tácticas de guerrilleros y terroristas. Como también los ciudadanos corroboramos que no tenemos gobierno alguno que nos cuide y proteja. Los disque gobiernos se limitan a cobrar impuestos; tarea que también ejecutan a diario los asesinos con más prontitud y eficacia que el estado. De hecho, si no los pagan al instante los asesinan o les destruyen sus negocios (del tamaño que sea).
Aquí en Guadalajara la tarde y noche del martes se decía en redes sociales, la radio y los teléfonos de las personas, que las bandas de criminales estaban robando los vehículos y quemando todo (asesinaron a 3 personas). Terrorismo puro, pues ¿Y los gobiernos (Federal, estatal y municipal)? ¡escondidos y en silencio!
Igual sucedió en Guanajuato, en el que en diversas ciudades fueron incendiados decenas de mini super OXO, una Farmacia Guadalajara y se intentó incendiar gasolineras (por fortuna sin lograrlo), como también asesinaron a varias personas. El jueves se replicó el festín de los criminales, aunque ahora los habitantes de Ciudad Juárez fueron las victimas de estas hordas de ‘amigos’ del presidente (11 asesinados y decenas de negocios y autos incendiados), que según él tienen derechos, por lo que les envía y mantiene su abrazo protector: ¿cómo?, no persiguiéndoles y concediendo impunidad total a todos sus asesinatos, delitos y tropelías.
La cobardía e inutilidad del gobierno me recuerdan mi lejana infancia. Allá por los años cincuenta los niños platicábamos todavía de la segunda guerra (terminada en 1945) y del valor de los distintos ejércitos. Carecíamos de la información y la formación necesaria para hacer una evaluación objetiva, ganando la imaginación. Imaginación que sin saber se cumpliría en el sexenio de AMLO. Los chiquillos con sorna y risas decían del ejército nuestro: “Si son muchos corremos, sin son pocos nos escondemos, y si no es nadie: ¡Adelante que para morir nacimos!”
Así han estado justamente durante el obradorato: corren ante los criminales cuando son muchos, cuando son pocos se esconden (como sucedió esta semana en Jalisco, Guanajuato y Ciudad Juárez), pero eso sí, para los desfiles, cuando no hay delincuentes, salen relucientes y por miles en actos que solo envanecen al inquilino de Palacio Nacional (aunque ofendan a un pueblo a merced de tanto asesino y delincuente de todo tamaño y ralea sueltos en las calles de ciudades y pueblos de México).
Todo el país se encuentra ya en manos de los bandoleros. El horror, el terror y la indignación que sufren y soportan los mexicanos ya no puede aguantarse más. Las cosas han llegado al límite y López Obrador (cuesta trabajo decirle ‘presidente’ a quien se comporta como dueño del país y de las vidas de sus habitantes) no les concede importancia. Todo lo minimiza. Para él sólo las siguientes elecciones le resultan de interés, sin embargo, se llegó al límite.
El gobierno cuenta con aparatos y trabajo de inteligencia, con el armamento más sofisticado que existe y con el permiso para usarlo, con satélites, drones, helicópteros artillados, tanques, aviones, radares, camiones, jeeps, motos y vehículos de todo tipo, barcos, lanchas, caballos, información y una fuerza, muy pero muy superior a la de las bandas (engreídas a causa de que no les enfrenta, lo que les hace creer que se les teme).
El estado mexicano tiene todo el potencial y recursos para someter a las bandas criminales, pero no ha querido hacerlo. Queda en evidencia o el menos así parece; que López Obrador tiene nexos con los ellos de otra manera les hubiera combatido desde el principio.
Resultó absolutamente anormal su posición en cuanto tomó el poder, ya que habiendo prometido acabarlos en unos meses, de inmediato les ofreció “abrazos y no balazos”, y como los asesinos querían probar que tan cálidos eran sus abrazos, por todo el país comenzaron a asesinar, secuestrar, extorsionar y adueñarse del campo y no pocos medios de producción y distribución, para luego perseguir y humillar al Ejército y la Guardia Nacional. En ningún país y bajo ninguna circunstancia se podría ver a los soldados y la guardia ofendidos, golpeados, incluso, objeto de mofas y toda clase de ofensas en las calles y ranchos, de lanzarles objetos y lesionarles. Pero en México sí, por órdenes de López Obrador estoicamente han aguantado todo.
Antes semejante cuadro desolador, en el que el país se está hundiendo en todos los órdenes y bañado en un mar de sangre, los poderosos del país guardan silencio ¿Dónde están las voces de los empresarios, de los rectores universitarios, de los directores de periódicos y dueños de televisoras y cadenas radiofónicas, de los banqueros, de los líderes religiosos, de los clubes, de los restauranteros, de los aguacateros, etcétera? ¿Dónde, dónde están que no se escuchan?
Las cosas siempre se tienen qué hacer en su tiempo y el tiempo de levantar la voz ha llegado (no de retar al gobierno, no, de exigirle que cumpla con sus deberes). La destrucción hecha por el actual régimen, el ahuyentar las inversiones, promover la división de los mexicanos, el destruir instituciones y desatender otras fundamentales (como la salud pública), ni qué decir de la descrita permisividad para con los asesinos y toda clase de delincuentes, son apenas algunas de las barbaridades y omisiones cometidas.
Así que, ante esta pasividad, nos queda a TODOS LOS CIUDADANOS, A TODOS levantar la voz y exigir. De escribirles a senadores y diputados que exijan a López Obrador a que ponga orden y haga valer el estado derecho o que de lo contrario deje el cargo De que la Suprema Corte le ponga límites. De hablar en todo foro local, estatal, nacional e internacional y decir ¡YA BASTA!
¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!
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