Aunque la grave situación en la que se encuentra México requiere de mantener la opinión pública enterada y advertida de lo que sucede, hay situaciones en otros países que reclaman también ser comentados. Tal es el caso de Nicaragua, país secuestrado y castigado por el tirano Daniel Ortega, un ex guerrillero del FSLN que, a la manera de Fidel Castro, dejó de lado las banderas de su ‘revolución’ para convertirse en lo que siempre ha sido. Un dictador peor que Anastasio Somoza a quien combatieron hasta derrocarlo.
La cuestión, y economizando espacio y tiempo, es que, con el paso de los años, Ortega, como lo han hecho Chávez, Maduro, López Obrador y los hermanos Castro (no los buenos, los cantantes; sino los perversos, los dictadores y opresores del pueblo cubano): una vez en el poder se pierden en su disfrute. Sale el verdadero monstruo que habitaba en su yo escondido, en su ego mega acariciado y ambicioso. Hombres perversos que creen que el mundo, en particular sus países, están para aguantarles y enseñorearse de ellos.
En el caso de Ortega, llega a la presidencia de Nicaragua en el año 2006, reelecto en 2011 y en noviembre de 2016 para un tercer período. La cuestión es que el repudio social ya era tal, que hay un abstencionismo electoral del 70%; repudio no tomado en cuenta por el tirano, ya que en el 2021 se elige por cuarta vez por medio de unas elecciones fraudulentas, en las que no tuvo empacho en meter a la cárcel a todos sus oponentes y utilizar al órgano electoral a su antojo manipulando totalmente los resultados (cosa que quiere hacer en México López Obrador, por eso quiere apoderarse del INE).
Pero no contaba el tirano con el valor de algunos obispos y sacerdotes católicos, que en congruencia con el Evangelio han estado mostrando al pueblo nicaragüense las mentiras y delitos públicos del tirano Daniel Ortega, quien enloquecido ya por el poder se ha dedicado a perseguirlos, hostigarlos y tratar de acabar con ellos y esclavizar a todo su pueblo.
En un pasado más o menos reciente, los populistas latinoamericanos como Daniel Ortega (y López Obrador), han sido tan astutos que han utilizado incluso la llamada “teología de la liberación” para engañar a sus adeptos y fanáticos seguidores, como también a ingenuos simpatizantes de origen cristiano (católicos o protestantes) presentándoles retórica marxista con la envoltura del Evangelio judeocristiano.
La cuestión de fondo es que sus planes populistas nada tienen que ver con el cristianismo. De hecho ha sucedido que al ser rechazados por los creyentes y exhibidos por sus líderes (sacerdotes o pastores), los tiranos la han emprendido contra ellos, mostrando su verdadero rostro de maldad.
Durante mis años en la Maestría en Teología, presenté varios ensayos, mismos que al terminar les concedí forma de libro. El cuarto de estos ensayos se titula «Cristianismo y Justicia Social», un trabajo en el que se muestran las formas válidas desde la fe mediante las cuáles podemos ayudar a nuestros semejantes:
—“Tres nombres sobresalen en la llamada teología de la liberación en América Latina, pensadores que aparentando o presentando un interés genuino por los más pobres, lo cierto es que su compromiso se inclinaba en mayor medida con la doctrina marxista que con la doctrina de Jesucristo, pues por muy legítimos que puedan ser nuestros planteamientos y reclamos a favor del prójimo, no podemos suplantar (o desdeñar) lo que enseña y determina la voluntad Divina en las Escrituras. Nos referimos a Rubem Alves, José Míguez Bonino y Gustavo Gutiérrez, los dos primeros protestantes, el tercero sacerdote católico…”
En el año 1964 el brasileño Rubem Alves escribe un artículo en el que presenta públicamente su propuesta de la “teología de la liberación” a través de 6 puntos. Puntos que en mi ensayo analizo rigurosamente desde la Teología bíblica para luego señalar:
—“Básicamente estos puntos se mantienen todavía como dogmas de la teología de la liberación en su forma más radical. Teología que en muchos sentidos se puede considerar reprobada en cuanto a la ortodoxia de la fe, desde el momento mismo que niega a Dios revelado en las Escrituras (lo cual convertiría la fe judeocristiana en una simple filosofía religiosa más y sin certeza alguna que ofrecer al individuo). Aunque a la vez su postura teológica revolucionaria les convierte en apóstatas pragmáticos…” (¿Todavía podemos confiar en Dios?, México 2008, págs. 112-113).
Estar persiguiendo a los líderes de la Iglesia católica en Nicaragua deja al descubierto a un anticristo menor en la persona de Daniel Ortega. La diócesis de Estelí, al norte del país centroamericano, señaló en carta pública que: “Están persiguiendo a la Iglesia por su misión profética, porque es la única que es capaz de denunciar sus constantes violaciones a los derechos humanos, olvidándose de que cuando persiguen a la Iglesia, en la persona de sus servidores los obispos, los sacerdotes, los laicos, es a Cristo mismo a quien persiguen”.
Dicha carta fue publicada y divulgada después del arresto del obispo de la diócesis de Matagalpa, Rolando Alvarez detenido junto con cuatro sacerdotes, dos seminaristas y un laico. Aunque otros tres párrocos ya habían sido detenidos por el dictador poco antes, quien en su desfachatez se atrevió a acusarles de realizar “actividades desestabilizadoras y provocadoras”. La Biblia habla de un anticristo mayor y de varios menores, y queda claro que Daniel Ortega se encuentra entre los segundos.
PRISIÓN POLÍTICA E ILEGAL
La prisión decretada contra Jesús Murillo Karam deja ver varias cosas. La primera de ellas, a un líder enloquecido y lleno de soberbia capaz de violentar el estado de derecho, de anteponer sus odios a lo que marca la ley y dejar en la cárcel a un hombre sin existir causa penal verdadera. Punto. La segunda, en despreciar abiertamente al poder judicial, al que además de avasallar, le trata como ganapán o mozo de cordel, rompiendo de manera brutal y tiránica con el equilibrio de los poderes republicanos.
¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!
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