Opinión
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En Palacio Nacional no tenemos un presidente que gobierne y vele por todos los mexicanos. Lamentablemente no, lo que tenemos es una fiera enjaulada que una o dos veces a la semana es sacada a pasear. Y como las fieras no trabajan, solo subsisten y atemorizan a cuanta criatura a su alrededor pueden, en su abuso se olvidan que hay otros seres, que aun sin tanto poder, son capaces de defenderse de sus feroces ataques e incluso de unirse para hacerles frente. Cuestión de supervivencia.

    Desde esta columna y desde el primer año de su mal gobierno, se dijo que Andrés Manuel López Obrador ya presentaba síntomas de insania mental; enfermedad que ha ido agravándose en la medida que el dictador de Macuspana ha dado rienda suelta a sus instintos y apetitos fieros de poder, presentándose ante los mexicanos ya fuera de control la semana que recién concluyó. Para sintetizar lo sucedido: ¡En una verdadera fiera!

     ¿Qué sacó de control a este hombre ya de por sí iracundo, intolerante, vengativo y rencoroso? Nada que la Constitución no permita, para ser exactos, una manifestación anunciada para este domingo 13 de noviembre; derecho que AMLO ha usado desde siempre y que, de hecho, ha sido y fue su instrumento predilecto para presionar y hacerse del poder presidencial.

     A tal grado de ira llegó el jaguar de Macuspana ¿o a quién o a qué se debe el nombre que usa la dizque ‘gobernadora’ de Campeche para su programa televisivo, que no es otra cosa que un simple instrumento para golpear a los enemigos del régimen? (seleccionados previamente por su patrón); que rompió todos los diques de la legalidad y la decencia, mostrándose ante todos y durante una semana completa como un auténtico energúmeno.

     La fiera de Palacio Nacional estaba tan iracunda y descontrolada, que, destruyendo para siempre la investidura presidencial en su persona, toda la semana, día tras día en su show mañanero, se dedicó a ofender a los mexicanos que convocaron y a los que anunciaron su deseo de participar en la Marcha para defender al INE (para que no lo toque el actual gobierno, pues su intención no es otra que acabar con la democracia e instaurar una dictadura con máscara de democracia).

      La lista de ofensas, por cierto, nunca expresadas públicamente en Palacio Nacional, graves la mayoría por su significado, pero más todavía por el fuerte tono expresivo y por el cargo de quien las dijo, es largo: deshonestos, rateros, racistas, clasistas, hipócritas, achichincles, aspiracionistas, despistados, fifís, cretinos, corruptazos, masoquistas, conservadores, inmorales, farsantes, alcahuetes, saqueadores, matraqueros, ladinos, y un largo etcétera.

     Los mexicanos, aunque el que cobra como presidente no lo sepa (pues no le gusta leer y mucho menos la Constitución) tenemos el derecho a manifestarnos con absoluta libertad. El artículo 9º de la Carta Magna nos permite hacerlo con toda libertad, de manera que no requerimos de que ‘el nos lo permita’, así como lo hizo él toda su rebelde e improductiva vida.

     Por esta ocasión no se agregarán más comentarios ni argumentos. No se necesitan. Lo que sí se necesita en México, y con urgencia, son dos cosas: Un presidente de verdad, y otra, que alguno de los otros poderes, inicie alguna acción legal en contra del titular del poder ejecutivo (AMLO) pues no hay ley alguna que le conceda y permita a presidente alguno ofender con tanta saña, odio e impunidad a los ciudadanos mexicanos. Esta para servirnos, no para ofendernos ni enseñorearse de nosotros. Ganó una elección, no compró un País con todo y las vidas y dignidad de los mexicanos.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

Email: mahergo1950@gmail.com

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