Solo los fanáticos y los favorecidos por su régimen autócrata pueden aprobar sus injusticias, incapacidad y acciones demenciales. No hay día que no viole la ley, ofenda ciudadanos o cometa barbaridades. Así es Andrés Manuel López Obrador, un hombre de mente y corazón torcido, enemigo de la ley, el orden y el trabajo creador, como también amigo y tolerante de delincuentes de todo tipo y tamaño, desde los electorales (trae desde hace más de dos años a un buen número de sus empleados —indebidamente llamados funcionarios públicos— en campaña, cuando la ley lo prohíbe), hasta los forajidos, con o sin fama. Su afecto e inclinación por los que viven al margen de la ley es manifiesta, como injustificable.
Habrá de recordarse que al arribar a la presidencia prometió públicamente que en seis meses pondría orden y acabaría con el derramamiento de sangre en las ciudades y pueblos de México. Por desgracia se trató de una de sus muchas mentiras. Y se dice muchas porque le llevan contabilizadas más de 100 mil en lo que lleva de su mal gobierno.
Un gobierno fracasado, irresponsable, indolente, ajeno absolutamente a sus gobernados e incapaz para entender y atender las múltiples y complejas necesidades de los mexicanos. El sólo hecho de llegar a destruir todo: desde un aeropuerto de clase mundial, el sistema de adquisición de medicinas y equipos, el seguro médico, el sistema educativo y desatender de manera total la seguridad nacional, dejaron al descubierto a un impostor, a un farsante que luchó como nadie para llegar a la presidencia, sin contar en absoluto con la inteligencia y los conocimientos para semejante responsabilidad. Hoy, los daños por él causados, además de abundantes y cuantiosos, presumen que se llevará cuando menos una década en reponer tanto destrozo ocasionado en tan poco tiempo.
Decenas de millones de mexicanos saben que la presidencia del país está ocupada por un hombre no sólo enfermo de poder, sino de la mente misma. Basta señalar tres puntos para evidenciar su psicopatía: 1) Durante su desgobierno han asesinado mas de 144,393 personas y el hombre ni se inmuta, mucho menos hace algo por detener las muertes y a los delincuentes. Carece de sentimientos y empatía por el prójimo.
Dos: el 16 de diciembre pasado una banda de criminales trató de asesinar al periodista Ciro Gómez Leyva y el presidente, en lugar de hacer lo necesario para aclarar tan grave delito y detener a los culpables, se ha dedicado a acusar de un ‘auto atentado’; acusación que solo a un orate se le ocurriría. A un desquiciado mental.
Tres: teniendo en el país a las familias de los 144,393 asesinados, dolidos y sin atender a sus reclamos de justicia; a las familias de los más de 100 mil desaparecidos (muchos de ellos ya asesinados y enterrados en fosas clandestinas, los cuales no se contabilizan); a cientos de miles de despojados de sus negocios y tierras; como a otros cientos de miles que están siendo objeto de extorsión (malamente llamada ‘cobro de piso’) a lo largo y ancho del país, y López Obrador mortificado por los derechos humanos del “chapo” Guzmán, que se queja de que no lo tratan con dignidad y como se merece, en la cárcel de Estados Unidos donde está recluido.
Mas aun, el “Señor Guzmán” —como suele referirse a este archi asesino y delincuente tan nocivo como los criminales nazis de la segunda guerra—, le pide públicamente que gestione ante el gobierno del país vecino su traslado a una cárcel mexicana, respondiendo el presidente ante la prensa ‘que a ver que se puede hacer’, pues para él los derechos humanos son muy importantes.
¡Ver para creer! Millones de mexicanos agraviados, lastimados hasta lo más profundo de sus corazones, familias y patrimonios sin que el presidente siquiera los voltee a ver (mucho menos a intentar hacer justicia); y preocupado por resolver la solicitud de este enemigo público tan derramador de sangre, destruidor de familias y envenenador de vidas (en México y otros países).
Tarea nociva a la que sus hordas de asesinos endemoniados han agregado la toma de territorios, ciudades y pueblos, incluso, en las elecciones de 2021 la participación directa o poco simulada para hacerse de todos los Estados del Océano Pacífico, sin que el gobierno del tabasqueño les estorbe en absoluto, ya que si bien convirtió la Policía Federal en Guardia Nacional (aumentándola en decenas de miles de elementos y millones de pesos en gasto), la realidad es que solo se dedican a pasear por el país sin arrojar resultado alguno. Jamás tocan a los delincuentes. Para ellos son los abrazos. Para el pueblo los balazos.
Las Sagradas Escrituras lo advierten: “Cuando domina el impío, el pueblo gime” (Prov 29:2) y hoy México gime sumido en el dolor y oprimido sin descanso por las numerosas bandas criminales que le aterrorizan y saquean, mientras el hombre que cobra como presidente del país expresa su preocupación por los derechos del chapo. Inadmisible y reprobable.
¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!
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