Una persona mental y moralmente desahuciada es por demás peligrosa, sobre todo si se tiene el poder, mucho poder. Es el caso del titular del poder ejecutivo Andrés Manuel López Obrador (que nunca será presidente, pues carece de los conocimientos, capacidad y formación para semejante responsabilidad) quien desde el 1º de diciembre del año 2018 se ha dedicado a dañar a México y los mexicanos. Lo suyo, y como se ha dicho desde hace muchos años en esta columna, es el desmadre, el caos, la destrucción, sembrar el odio. Nunca ha sabido hacer otra cosa.
Un hombre de corazón perverso, cargado de resentimientos y malos instintos contra los demás, sobre todo cuando no piensan como él o no se acomodan a sus caprichos, lo que provoca de inmediato su odio y animadversión, desatando al energúmeno que mora dentro de él.
Muchos desde los medios y la literatura advertimos el peligro que representaba el tabasqueño de llegar a la presidencia. Otros muchos, sin embargo, no lo vieron o consideraron así. Unos por simpatía y desconocimiento de la realidad, otros, les ganó el deseo de un cambio para bien y cayeron en el engaño. Un engaño del que hoy se arrepienten al mirar los daños al país y el caos provocado por este demente peligrosos y sin escrúpulos.
Y es que, como le califica Diego Fernández de Ceballos, y le atinó en el símil, «el tartufo» es un genio en el arte del engaño, de disfrazar sus verdaderas intenciones de tal forma que logró el engaño de más de 10 millones de ciudadanos que en otras circunstancias jamás hubieran votado por él ni por su pandilla (que no Partido).
Cuando acudía con los empresarios que le recibían, era el candidato más moderado y ferviente promotor de la inversión privada. Si su reunión era con campesinos, él encarnaba al Zapata del siglo XXI, pero si eran dueños de huertas o tierras de cultivo, en él se aseguraría su protección, créditos y crecimiento. Y si era con católicos, era tan guadalupano como Juan Diego, pero si la reunión era con evangélicos, él representaba en su persona a Martín Lutero y Juan Calvino juntos. En una palabra: ¡les dijo a todos lo que querían oír y los convenció, mejor dicho, los engañó, los atrapó en sus deseos!
A cuatro años y medio de su terrible desgobierno el país se encuentra al borde del colapso, y el mitómano de Palacio, al entender (porque está orate, no tonto) que al final le espera la cárcel a causa de tanta corrupción y tantísimos delitos cometidos en su mandato (casi todos organizados, permitidos o alentados por él) está atacando a diario y destruyendo las instituciones públicas para evitar a toda costa ser enjuiciado.
En este momento, todos los días desde Palacio Nacional (que profana con su presencia y palabras) ataca a la Suprema Corte de Justicia de la Nación por echar abajo su mamotreto dictatorial llamado “Plan B”, y muy en particular a la Ministra Presidente Norma Piña Hernández. La fiereza en sus gestos y expresiones muestra cotidianamente a un desequilibrado mental y emocional usurpando un cargo que requiere de sabiduría, inteligencia, prudencia y promoción de la unidad, virtudes ajenas al eterno vándalo que por razones del destino, y para nuestra desgracia, logró mediante el engaño llegar a la silla presidencial.
Por cuatro años y medio periodistas, escritores (y todo aquel que ose criticarlo o darle la contra) se han convertido en víctimas de su eterna boca perdularia. Pero de unas semanas a la fecha su ira, como ya se dijo, se ha ensañado contra la Ministra Presidenta lanzando las peores ofensas y calificativos más hirientes, que, en lo personal, en toda mi vida nunca había escuchado en labios de Presidente mexicano alguno (ni leído en los de antes de que yo naciera) exhibiendo su bajeza personal y moral.
Leer esta retahíla de ofensas, muestra de cuerpo entero a este presidente del inframundo de la canalla de este país: “No tiene remedio el Poder Judicial, está podrido, están actuando de manera facciosa. Imagínense, componerle la plana al Poder Legislativo… y esos señores, que ahora forman parte del supremo poder conservador, que están dedicados a obstaculizar la transformación del país para sostener el viejo régimen, el antiguo régimen de corrupción y de privilegios… (los legisladores) No violaron absolutamente nada, nada, pero en un acto de prepotencia y de autoritarismo, se atreven a cancelar la ley los ministros de la Corte, que están al servicio de una minoría rapaz que se dedicó a saquear al país y que quieren regresar por sus fueros, ahora con el apoyo del Poder Judicial” (Conferencia mañanera 9/Mayo/2023).
La locura de este hombre es manifiesta. Peor todavía, no contento con su ira desenfrenada, mandó a grupos de golpeadores a ofender y amenazar a la Presidenta Norma Lucía Piña así como al resto de los Ministros (que pasarán a la historia como verdaderos héroes de México),los cuales, además de tomar literalmente las puertas de la SCJN mediante un plantón, todos los días les agreden y ofenden con las peores ofensas propias de los delincuentes de la más baja ralea y sin que autoridad alguna se los impida, ni federal, ni de la ciudad de México, ni ninguna otra ¿Acaso no es su deber proteger al Poder Judicial?
Pero así es el inquilino que despreció hipócritamente la residencia oficial de Los Pinos para instalarse en Palacio Nacional, cayendo, reo de culpa, en la advertencia divina: “Como arquero que a todos hiere, es el que toma a sueldo insensatos y vagabundos” (Prov 26:10).
Demasiada ruindad para quien aceptó el gran y especial honor (e inmensa responsabilidad) de dirigir el destino de los mexicanos, protestando para ello cumplir y hacer cumplir la Constitución, la cual ha violado un día sí y otro también, alentando a sus huestes para que también lo hagan. Pronto se quitó la máscara de demócrata y conciliador para mostrarse como siempre ha sido: UN ANARQUISTA RESENTIDO, y de un largo tiempo a la fecha, en un verdadero energúmeno que pide a gritos dos cosas: que le retiren del cargo a causa de su insania mental, y que le pongan una camisa de fuerza.
¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!
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