Opinión
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López Obrador ha llegado demasiado lejos; él y su grupo (que no gabinete) hablan y actúan como si fueran los dueños de los mexicanos y de México. Confundieron el ganar unas elecciones con adquirir México con todo y habitantes, sus palabras y acciones así los exhiben, aun antes de asumir AMLO la presidencia, cuando sólo lo era electo.

     Cancelar el NAIM cuando no era todavía presidente en funciones no sólo mostró su talante autoritario y dictatorial, sino que le hizo reo de culpa al tomar una decisión tan grande y trascendente cuando carecía en ese momento de esa capacidad jurídica de decisión, provocando al país daños y pérdidas económicas por la cantidad de $331 mil 996 millones de pesos (además de mandar al mundo un terrible mensaje contra las inversiones y la certeza jurídica).

      La cuestión es que su desgobierno ha avanzado y como se ha repetido desde el primer año en esta columna, se ha visto y agravado la enfermedad del presidente. El hombre no está bien de sus cabales. Es incapaz de reflexionar, de meditar, de negociar, de escuchar a otros, de aceptar errores, de tal forma que todo lo que se le antoja y dice lo hace, aunque sea un disparate, un daño a la Nación o a los mexicanos, para él todo lo que dice y hace está bien.

     La cuestión, y muy grave, es que el hombre muestra ya síntomas de una locura descontrolada y los que tiene a su alrededor, lejos de ayudarle a entrar en cordura le dan cuerda, pues a final de cuentas son los más beneficiados. Personas, algunas de ellas, que ni a mediocres llegan, que jamás soñaron estar en semejante cargos y son a los únicos que escucha. Corrupción e irresponsabilidad reinan en ese círculo, individuos que se han aprovechado de la insania mental (y soberbia a nivel deidad) del presidente para sus propios fines, tomando unidos el camino rápido y directo a una dictadura.

     En ese clima de locura, violencia nacional, y ausencia de estado de derecho, López Obrador y sus secuaces pues no se le puede nombrar funcionario público a alguien que está justamente en contra del público, es decir, LOS CIUDADANOS a los que dicen servir (y que pagan sus altísimos sueldos y jugosas prestaciones)— le han agregado un ataque más, una infamia propia de la peor canalla, al tomar los libros de texto gratuito que edita el estado para la educación de los niños mexicanos, pretendiendo a través de estos tomar control de la mente, visión y conducta de los niños ¡Cuánta maldad y atrevimiento!

       De entrada, se tendrá que decir a López Obrador que los niños mexicanos no son de su propiedad. Carece de todo derecho a meterles ideas e información que sus padres no desean ni tampoco están de acuerdo con ellas. Ni siquiera se trata de un asunto de discusión. Es un tema del cual el presidente y su grupúsculo carecen de derecho alguno.

     El sistema educativo mexicano tiene establecido normas y lineamientos que deben sujetar la creación e impresión de estos libros, en los que los padres, son los primerísimos que deben de decir si hay algo en lo que no están de acuerdo. Y no me refiero a matemáticas, gramática, geografía, historia, ciencias naturales, inglés, etcétera, para eso están los educadores profesionales que auxilien a esos padres (como lo contemplan las normas). Queda claro que la educación moral, sexual y religiosa se deben remitir única y exclusivamente al hogar. El estado carece de derecho alguno a meterse en ese campo, en particular en los niños.

       Así que a su maldad, por cierto, nunca vista a esos niveles en un presidente, que ha permitido en su indiferencia criminal que los niños queden atrapados a menor edad en el horror de la drogadicción, que los desaparezcan y asesinen, que no se les atienda en los hospitales como se debiera negándoseles medicamentos y tratamientos contra el cáncer y otras enfermedades, que queden huérfanos al ser asesinados alguno de sus padres o ambos, como quedaron también decenas de miles de ellos huérfanos a causa de una pandemia no atendida en tiempo y las formas debidas. A todo esto, ahora pretende apropiarse de ellos. No solamente corrompiendo sus mentes infantiles, sino pretendiendo adoctrinarles en esa indefinición ideológica que oscila entre la perversión, la criminalidad y la ignorancia (queriéndoles robar un futuro y el derecho a escalar a un mejor nivel de vida, para sumirles en la pobreza y la promiscuidad moral).

     No convocó a los expertos en educación, no convocó a los padres, no convocó a todos aquellos que marca la norma para la elaboración de dichos textos. No, en su arrogancia y autoritarismo, además de hacer todo a escondidas y evadiendo la ley, le dio manga ancha a ese vándalo llamado Marx Arriaga, a quien el nombre le queda demasiado grande y el cargo ni se diga, quien auxiliado por otro perverso de origen venezolano (enviado por Nicolás Maduro) crearon esos engendros de libros de texto, si es que se les puede considerar como tales. El copy paste, el robo descarado de textos de otros sitios, las mentiras, los errores de ortografía y de información, así como la ya referida manipulación sexual a los niños SIN EL CONSENTIMIENTO NI CONOCIMIENTO PREVIO DE SUS PADRES, no pueden admitirse.

     Y al descubrirse todo, López Obrador en lugar de dar espacio al diálogo, de escuchar a los padres de familia y los expertos en educación, soltó como siempre a sus jaurías para arremeter contra los que se oponen. El viernes, sin embargo, al sentir demasiada presión intenta de manera tibia y mañosa —como todo lo que hace y dice— explicar el problema. El asunto es que lo va a hacer desde Palacio nacional, es decir, desde su castillo de Tirano donde nadie puede pasar el foso de los cocodrilos, sólo él y los suyos pueden hablar. Queda claro que el ejercicio será un monólogo, no un diálogo.

     En diciembre de 2018, Gilberto Guevara Niebla, conocido líder del Movimiento estudiantil de 1968, declaró y describió la amenaza educativa que se iniciaba en México: “El gobierno de Morena no produjo como se esperaba un nuevo proyecto para mejorar la educación nacional… volvió la espalda a la educación persiguiendo un objetivo político, en el sentido populista, mezquino del término. Ha sido una regresión” (Pablo Hiriart, El Destructor, pág.270).

    Concluyendo: en estos días el presidente se atrevió a decir que es ‘cristiano’ (sus hecho dicen exactamente lo contrario), así que se le deja esta advertencia Divina relativa a sus textos para quinto de primariaY cualquiera que haga tropezar (o escandalice) a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar”.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

Email: mahergo1950@gmail.com

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