Opinión
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Nadie se envilece de la noche a la mañana. La degeneración de una persona o de una sociedad es un proceso gradual, la mayor de las veces imperceptible, poco a poco, de tal manera que cuando se cobra conciencia puede ser demasiado tarde o los daños ya han cobrado una costosa factura, casi siempre imposible de cubrir.

     En los años setenta y ochenta varios de los campesinos de la sierra de ese Estado, aduciendo pobreza comenzaron a sembrar y vender mariguana, aunque para ello, claro está, dejaron de sembrar maíz, frijol y otros productos alimenticios y necesarios (la mariguana no se come: maíz y frijol sí).

      Al final de los ochenta y con mayor intensidad en los noventa, cambiaron los cultivos por los de amapola (para la producción de heroína), degradándose los campesinos y su sociedad, toda vez que al armarse se volvieron más violentos de lo que normalmente son. Algunos, no todos, para disfrazar sus ilícitos cultivos argumentaban ser “guerrilleros”, cuando lo cierto es que eran simples gatilleros.

     Y mientras esto sucedía en gran parte de la sierra, en el bello puerto de Acapulco, sitio de recreo para algunos y de pasiones desbordadas para muchos otros, sobre todo de los capitalinos, su población se degradaba paso a paso hasta convertirse en lo que hasta hace una semana era. Una ciudad en manos de hampones tanto en el gobierno como en las calles.

     Ciudad ya de por sí corrompida con las honrosas excepciones de las personas que han mantenido su integridad y principios, en la que es más fácil adquirir drogas de todo tipo que una vacuna para niños. Puerto en el que las calles, todas, están bajo absoluto control de las bandas de criminales a las que tanto el gobierno municipal como estatal no tocan para nada.

     El dominio de los asesinos ha llegado a tal grado, que el impuesto de los criminales (cobro de piso) ha llegado incluso a las esferas más pobres de la sociedad de tal forma que taqueros, choferes, taxistas, puesteros de mercado y cuanta persona gane algo es objeto de ese impuesto ilícito, que de no pagarlo, de inmediato la persona es asesinada.

     Baste decir que la clase gobernante de Guerrero en los tres niveles política y moralmente es impresentable. No hay manera. La ‘gobernadora’ incluso está emparentada con gente de una de las bandas criminales. De las muchas que abundan y tienen aterrorizado al país.

      El problema es que en sus fechorías y vidas desbordadas se llevan a muchos inocentes que viven y se mantienen dignamente. Ciudadanos para los que la vida cotidiana se ha convertido en un martirio continuo, sin pausas ni atenuantes.

     Por si faltara algo a esta sufrida sociedad, y la no sufrida, sino agresora y opresora, llegó el huracán Otis, que de ser tormenta tropical se convirtió en pocas horas en huracán categoría 5 (los más potentes), destruyendo casi del todo la ciudad hasta dejarle en ruinas: sin luz, sin agua, sin comida y sin comunicación de ninguna especie (aérea, terrestre o telefónica).

     Como era de esperar en un país con un presidente ornamental (para no decir inútil en todo lo que tenga que ver con ayudar, construir y prosperar), que desde el año 2021 tomó los 300,000 millones del FONDEN para sus obras inútiles y compra de conciencias de sus “incondicionales” (además, claro está, de fomentar como nunca la corrupción), no había dinero para atender de inmediato semejante emergencia.

    De hecho, son tan inútiles las autoridades en los tres órdenes de gobierno (FEDERAL, ESTATAL y MUNICIPAL) que al día siguiente del huracán nadie apareció en Acapulco. ¡Nadie! La población quedó sin líderes, desorientada, sola, sin nadie que le hablara y coordinara las tareas de auxilio, de proveer tanto refugios como auxilio médico y comida para los cientos de miles de afectados y, obviamente, los miles de turistas que quedaron atrapados. NADIE ESTUVO DEL GOBIERNO.

     Así que, al sentirse solos, sin gobierno, la turba, de por sí ya contaminada a causa del ambiente que se vive en la ciudad, dejaron salir sus instintos salvajes y se lanzaron a los supermercados y tiendas departamentales al saqueo y la rapiña.

     No por comida, que sin justificar, se hubiera entendido (pues no había despensas ni nadie que les diera algo para comer). ¡No, como fieras tras la presa se lanzaron sobre las pantallas televisivas, aparatos eléctricos de todo tipo, muebles, colchones y cuánta cosa de valor quisieron y se robaron sin que autoridad alguna les estorbara, firmando así la rúbrica del imperio del caos!

     Un imperio que de no poner un alto a través del orden, del estado de derecho y el retorno a la democracia, los inútiles que cobran por dizque ‘gobernar’ nos dejarán totalmente en las manos de los criminales. Tenemos ante nosotros las elecciones del 2024 una última oportunidad para recobrar la vida republicana, la división de poderes, y la democracia. Democracia que esta banda de falaces e improvisados se ha empeñado en destruir día con día desde el 1º de diciembre de 2018.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

Email: mahergo1950@gmail.com

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