Opinión
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No podía ser de otra manera. Una banda de anarquistas resentidos, envidiosos de los logros y esfuerzo de los otros era imposible que condujeran al país por el rumbo correcto, ¿cómo? La legalidad y el orden nunca les han gustado, el trabajo creativo y productivo es ajeno a su forma de vida, como también les resultan ajenas las visiones de grandeza de un país, el buscar a los mejores para lograrlo, y unirse con todos los sectores para trabajar juntos.

     Lo suyo es el desmadre, las manifestaciones, las pintas, las quemas de camiones, golpear a los débiles en las aulas, en los campus y en las calles. En suma: criticar a los que trabajan y construyen el país, mientras que ellos (MORENA, huestes y aliados) se han dedicado a criticar a los gobiernos del pasado, sin más autoridad moral que su larga lengua, como atacar desde el poder todos los días a periodistas, escritores y cuanta persona o grupo les señale su incapacidad, mentiras, yerros, e inacciones.

     Lengua mentirosa con la que su líder logró engañar a varios millones de votantes alcanzando así (por fin) la presidencia en el año 2018. Fecha infausta para México. Inicio de un rapidísimo período de destrucción en la que un hombre ignorante, loco y resentido se ha dedicado a destruir todo cuanto toca (México está tambaleante).

     Hombre engreído y blasfemo que creyéndose “dios”, así, con minúscula, cree absurdamente en su delirio que por decir se hacen las cosas.  Dijo que nuestro sistema nacional de salud sería como el de Dinamarca, y en días recientes, elevó su mentira y dijo que “mejor que Dinamarca”, cuando solo lo ha deteriorado en forma grave y quizá esté igual o peor que el de Haití.

     En seis meses, aseguró en 2018 al asumir la presidencia, que acabaría con la violencia y la inseguridad. Su propuesta resultó tan estúpida como previsible «¡abrazos, no balazos!» de manera que los muertos suman más de 230 mil en los cinco años de su desgobierno (170 mil contabilizados por el propio gobierno y más de 60,000 clasificados como ‘desaparecidos’ pero que han sido asesinados y enterrados de manera clandestina o partidos en trozos).

    Grandes zonas del país son ya territorios dominados por las bandas criminales en el amplio sentido de la palabra, y el dictador ni se inmuta. No le importa en absoluto la suerte y destino de sus aterrorizados habitantes. Para poner en claro las cosas un ejemplo: La parte norte de los Altos en el Estado de Jalisco, entiéndase el triángulo formado por las poblaciones de Teocaltiche, Encarnación de Díaz y Lagos de Moreno están bajo dominio absoluto de los asesinos.

     Aunque haya algunas fuerzas del gobierno presentes, son mero adorno, blasón ignominioso de su incapacidad (y complicidad) pues no garantizan a los ciudadanos ninguna protección en ningún sentido. Sus casas, negocios, tierras, vehículos y bienes adquiridos por generaciones son quitados de sus manos en el momento de que a algún malnacido se le antojen.

     Peor todavía: que sus hijas o esposas sean violadas por estos demonios con apariencia de seres humanos y sus hijos arrebatados por la leva criminal, y de negarse, son asesinados sin piedad y sin gobierno alguno que haga justicia a las familias agraviadas. No los hay, ni federal, ni estatal, ni municipal. De hecho muchos municipios son controlados por los criminales, así como la mayoría de los Estados del Pacífico y algunos en el Golfo de México (Veracruz, Tamaulipas, por señalar algunos). Cuadro representativo del país cuyo caos en casi todos los órdenes no importa en absoluto al gobierno de López Obrador y los suyos. A su secta pseudo política.

     Lo único que le importa al orate de Palacio Nacional es organizar elecciones, pero sobre todo, ganarlas. Su carencia total para reconocer y resolver los problemas nacionales, es contraria radicalmente a sus mañas y trampas para intentar ganar las elecciones en turno.

     Tal parece que el haber perdido las elecciones de 2006 y 2012, aumentó la locura del tabasqueño, que como fijación mental solo piensa y tiene tiempo para organizar la siguiente contienda electoral. De hecho, las elecciones para el 2024 las tiene preparando desde el 2019. Su charla y acciones siempre van en ese sentido, aunque para ello haya desentendido del todo los problemas nacionales.

     Para desgracia de México el tirano no está solo, las bandas de ambiciosos e inútiles que le siguen (decirles funcionarios y políticos es asignarles un papel social que les ha quedado demasiado grande y cuyo rol no han desempeñado) le han entrado con gusto y desenfado total al juego eterno de las elecciones.

     Acapulco destruido y nadie del gobierno se para, y si el de Macuspana acude al puerto, aterriza dentro de la zona naval o se sube a algún barco de la Armada. Además, se tiene que decir, que antes de Otis, Acapulco ya había sido arrasado por otro huracán que ya había cobrado miles de vidas y apoderado del trabajo de cientos de miles de sus habitantes. Es decir, por la fauna criminal. Fauna asesina y opresora de la que nadie habla y el gobierno no la ha mencionado en absoluto, pero que de no someterla, encarcelarla y enjuiciarla, la pretendida “reparación” de Acapulco será una simple y costosísima simulación. Un acto de gatopardismo.

     El pueblo mexicano, es decir, los ciudadanos de todos los Estados y de todas las clases sociales e ideologías debe abrir los ojos. El destino de México está de por medio y esta banda de ambiciosos e incapaces está hundiendo al país en la pobreza y el caos, sin más acciones a la vista que entretenerse dilapidando los dineros de los mexicanos en elecciones interminables en las que hordas de habladores, rufianes e improvisados pretenden heredar los cargos para continuar esquilmando (y arrebatarnos para siempre el futuro).

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

Email: mahergo1950@gmail.com

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