Opinión
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Estados Unidos ha abierto de par en par las puertas de su país a los terroristas de Hamás y del mundo islámico en general. Ahora están dentro, y en estos días, decenas de células malignas han aparecido en distintos campus universitarios con la bandera de “defensa de los palestinos”, sorprendiendo a buena parte de la sociedad (que mide el mundo desde su visión democrática, ajena del todo a las mentes asesinas y deformadas por otros credos religiosos y políticos).

    De entrada, se ha de señalar que gran parte de los jóvenes que han acampado en las universidades no son alumnos de estas. Son agitadores preparados ex profeso para alterar el orden social y desestabilizar el país; cuestión que de alguna forma están logrando. Sobre todo, si se toma en cuenta que ya se dieron a conocer, que cobraron cierta fuerza, cubriéndose con una bandera, que además de falsa, es mero parapeto para comenzar a dañar esa nación (al estilo del caballo de Troya) y de paso ganar simpatías entre los románticos tontos y los desinformados (que lo son en ambos casos).

      Paradójicamente, en la era de mayor información de todos los tiempos, gran parte de esa misma juventud está desinformada (para no decir ignorante). No lee libros, no lee periódicos, ni revistas de política, es ajena a los artículos de fondo, y no atiende programas televisivos semejantes, lo que les convierte parafraseando al ya desaparecido Umberto Eco, en “idiotas sofisticados” ¿Cómo opinar siquiera de un tema del que se desconoce historia, antecedentes previos y actuales, condiciones sociales, políticas, económicas, culturales y religiosas? ¿Cómo emitir una sentencia personal sin conocer medianamente (a fondo es demasiado pedir) lo que sucede, las causas que originaron el conflicto (la invasión a Israel el 7 de octubre de 2023 con el asesinato de 1,200 personas inocentes), qué tipo de grupo es Hamás, cómo piensan, cuáles son sus límites, si viven y aceptan el estado de derecho, y un largo etcétera?

     En el argot comunista del siglo pasado, a los defensores de ese tipo de regímenes los propios comunistas les calificaban como “tontos útiles”. Condición que se está repitiendo en muchos jóvenes del país vecino, que al desconocer del todo la mentalidad musulmana, se convierten en meros títeres, en tontos útiles de grupos terroristas que no titubearían un instante para deshacerse de ellos si lo requiriera su misión.

     Estos ingenuos “luchadores sociales”, quijotes posmodernos, dejan sus hogares con aire acondicionado y autos comprados por papá, para embarcarse en una aventura que les produce adrenalina (ya se hartaron de las montañas rusas y demás juegos). La cuestión es, que antes de meterse en un asunto que además de resultarles ajeno, es peligroso y conlleva graves consecuencias; desconocen la realidad, norman su opinión y deciden desde su mente occidental (ignorando del todo el pensamiento y conducta de los musulmanes, para los que ellos, los gringuitos, no son otra cosa que simples paganos, impíos a los que llegado el momento habrá que eliminar; así ordena la yihad).

      Todo parece indicar que el terrible atentado del 11-S en Nueva York sólo les sirvió para revisar pasajeros de avión y tardar el tráfico. Poco a poco han ido dejando entrar a los musulmanes a su país, a los que han dejado trabajos en áreas estratégicas (aeropuertos, correos, etc.) ¿no aprendieron nada del 11-S? ¿En aras de una tolerancia mal entendida han descuidado del todo su seguridad?

     No se debe olvidar tampoco que en los años ‘20 y ‘30 del siglo pasado, muchos norteamericanos eran antisemitas declarados. Universidades de prestigio como Princeton, Yale, Harvard y Columbia trataron de eliminar de sus aulas a los judíos. Antecedente que nos muestra que ante la maldad e inclinación negativa de los corazones no hay vacuna. Es un tema contra el cual hay que trabajar siempre, y la mejor medicina son la verdad, el respeto, la tolerancia y el conocimiento de la realidad. Mientras que el fanatismo y la ignorancia son caldo de cultivo para producir terroristas y malvados de toda ralea y tamaño (al igual que “tontos útiles”).

     Hace un siglo se creó la llamada “Ley Johnston-Reed” que limitaba drásticamente la inmigración de europeos del este y del sur, a los que los anglosajones consideraban inferiores. De hecho, el presidente Theodore Rooselvet llegó a expresar su inquietud por las oleadas de italianos, porque a su juicio “iban a pervertir la raza de los anglosajones”. Aunque, para ser precisos y objetivos, esa ha sido por muchos años la política migratoria de Estados Unidos, lo que obliga preguntarse ¿Qué pasó, porque abrir las puertas a los musulmanes fanáticos? ¿Acaso desconocen que su mentalidad es absolutamente contraria al mundo judeocristiano y occidental?

     La mayoría de judíos y cristianos ignora las grandes diferencias entre su religión (que en esencia es la misma), con el islam. El Dios de judíos y cristianos es un Dios que se revela y habla a su pueblo e hijos por medio de las Sagradas Escrituras. Un mensaje revelado en un lapso de 1,400 años, y que, aunque los autores humanos fueron muchos (todos judíos), carece de contradicciones, y el centro, es el rescate del hombre caído para restaurarle y salvarle eternamente. Un mensaje que redime y transforma para bien.

     En cambio, el Islam, es una religión inventada por Mahoma (Alá no tiene nada que ver con Yahwéh), con un mensaje violento para el que judíos y cristianos somos simplemente infieles contra los que hay que hacer la yihad (la guerra). Asunto que los seguidores de Mahoma ya empezaron en los campus universitarios de Estados Unidos. ¿Los sistemas de inteligencia de Estados Unidos dónde estaban?

     La realidad es que ya tienen a los terroristas en casa, y si no los paran a tiempo, cómo células cancerosas dañarán su cuerpo social. Así que el asunto de fondo no es el problema palestino. El verdadero problema es la yihad islámica, pues como escribiera hace algunos años uno de sus ex líderes: “Hamás islamizó el problema palestino convirtiéndolo en un problema religioso. Y este problema sólo podía ser solventado por medio de una solución religiosa, cosa que significaba que nunca podría ser resuelto, porque nosotros creíamos que la tierra le pertenecía a Alá. Punto. Fin de la discusión. Por tanto, para Hamás el problema último no era la política de Israel, sino la misma existencia del estado de Israel” (Mosab Hassan Yousef, Hijo de Hamás, Edit. Océano, pág. 57). ¿Más claro? Imposible.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

Email: mahergo1950@gmail.com

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