Opinión
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Se necesita odiar mucho a México para hacerle tanto mal. Quizá nadie se imaginó al extremo de destrucción que llegaría Andrés Manuel López Obrador. Su mórbido deseo de dañar al país, de acabar con sus instituciones, vida republicana y futuro, han llegado a límites impensables. Se requiere de odiar mucho a México para causarle tanto daño como él lo ha hecho.

     Para desgracia de los mexicanos no está solo. En su tarea destructora y desmanteladora le acompaña una legión de perversos e incondicionales, capaces de cometer los peores crímenes y acciones en contra la Nación, poderes e instituciones, sin inmutarse siquiera.

     La actitud abyecta y nociva de diputados y senadores de MORENA, PT y VERDE, es por demás condenable. Ausente de toda dignidad, decoro y compromiso legislativo, su único compromiso ha sido con el tabasqueño, sin importarles en absoluto la suerte y destino de México y los mexicanos, abriendo de par en par las puertas a una dictadura populista al estilo Venezuela y Cuba. ¿Cómo? De muchas formas, pero las más preocupantes en el presente son la llamada REFORMA AL PODER JUDICIAL al igual que la SOBRERREPRESENTACIÓN DE DIPUTADOS Y SENADORES, que, de lograrla, la señalada reforma no solo sería posible sino incluso inmediata, pues la urgencia de este psicópata para destruir nuestra democracia y vida republicana son evidentes.

      La hipocresía del que cobra como presidente, así como de la señora  Guadalupe Taddei, quien a sabiendas de la historia del INE y lo que esa institución representa para nuestra democracia, no tuvo empacho en fingir ser demócrata y aceptar la responsabilidad, prestándose una vez en el cargo para todo tipo de violaciones a las leyes electorales: desde permitir actos anticipados permanentes de campaña; derroches multimillonarios del estado (unos en publicidad y otros destinados a comprar conciencias y votos); homicidios y violencia nunca vistas contra candidatos y políticos;  hasta resolver otorgar al gobierno escaños y curules que no obtuvieron en las elecciones, abriendo con ello de par en par las puertas a la dictadura.

     Pero… ¿qué les pude importar a estas gentes el futuro del país? ¡Nada!, mientras ellos estén en el poder y tengan acceso a millones de pesos y acomodo para sus familias y amigos, el rumbo que se pueda tomar no les importa en absoluto. Total, la señora Taddei tiene a nueve (9) de sus familiares en la nómina pública. Para ella la 4-T es el mejor gobierno. No importa que hayan asesinado ya a 243,000 personas en este sexenio, que el país se encuentre en manos de las bandas criminales, que los mexicanos ya no podamos viajar, excepto a algunas pocas partes. Total, ella y los suyos, viajan en avión.

     Ver a legiones de senadores y diputados sin dignidad ni decoro alguno servir lacayunamente al autócrata, produce náuseas y repulsión ¿Cómo se pueden decir ‘representantes populares’ si su compromiso es único con el tirano tabasqueño? Su desprecio y odio por México (y los mexicanos) es público y notorio. Están ciegos por la ambición y el odio. No obstante, pasan por alto que la vida no es estática, también ellos tienen familias y como advierte la sentencia divina, tarde o temprano recibirán el pago a sus muchas traiciones: “No os engañéis: Dios no puede ser burlado; pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”.

     Han destruido a México: desmantelado sus instituciones (en casi todas las áreas), militarizado y corrompido a las fuerzas armadas; desatendido al extremo la salud pública; más de 800 mil personas murieron durante la pandemia a causa de una pésima respuesta y atención; la seguridad bajo dominio de los criminales; 243,000 personas asesinadas durante el sexenio; tierras, ranchos, huertas, negocios y demás, han caído en manos de las bandas de criminales que tienen controlada más de la mitad del país; las fuerzas del orden se han convertido en un caro ornamento. La lista de daños y destrucción es interminable…

     Aún así, estamos a tiempo para rescatar a nuestro país. Cuando el famoso Titanic se hundió después del choque, los ambiciosos corrieron al fondo del barco en dirección de la caja de seguridad donde depositaron su dinero, joyas y bienes. En cambio, los sensatos, corrieron a cubierta a encontrar un sitio en las lanchas y botes para salvar la vida.

    Así que, mientras los ambiciosos que odian a México corren presurosos a cobrar sus chequesotes al gobierno populista que nos ha estado hundiendo (y robando a manos llenas). Los entendidos de lo que ocurre salgamos a cubierta, tomemos el bote de la legalidad, el del reclamo de la libertad, y zarpemos juntos y unidos hacia el puerto de la República, la cual, además de recibirnos con los brazos abiertos, nos cobijará como siempre lo ha hecho con la fuerza del estado de derecho y la Constitución. Para eso son y fueron creadas las Instituciones.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!
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