Opinión
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Cuánto daño le hicieron su familia y los diversos gobiernos que le toleraron todos sus excesos, ilícitos, y delitos. Al concederle total impunidad crearon un monstruo social; un escapista mentiroso hasta lo irracional que, al acostumbrarse a salirse con la suya, cree en su mente perturbada que todo lo que hace está bien. Una especie de dios tabasqueño, así, con minúscula, al que sus fanáticos e hipnotizados seguidores cumplen todos sus antojos y berrinches sin chistar siquiera. Funcionarios de primer nivel, gobernadores, senadores, diputados y presidentes municipales, se pliegan a sus absurdos deseos por encima de la Constitución misma, la República, la dignidad y el sentido común. Ni qué decir entonces de la masa que le ha endiosado.

     Un canoso adolescente berrinchudo, inmaduro e irascible, ocupa el poder ejecutivo federal. Su incongruencia es total, sin embargo, sus súbditos o lacayos no lo ven. Asegura ser apóstol de los pobres, humilde y austero, cuando la verdad es que a los pobres nomás los usa para sus fines personales. Es soberbio y ególatra como jamás habíamos visto a nadie en ese poder; rechazo la residencia oficial de Los Pinos y se fue a vivir nada menos que a Palacio Nacional, siendo capaz de rodearlo con vallas metálicas para que la plebe no se acerque siquiera (no puso foso con cocodrilos porque quizá no se le ocurrió).

    Decíamos que al otorgar a López Obrador impunidad a todos sus desmanes y delitos, el individuo cree que puede hacer lo que se le venga en gana: desde cerrar 95 pozos petroleros, prender fuego a algunos de ellos y amenazar con incendiarlos todos, cerrar Paseo de la Reforma, tomar el Zócalo, hasta liderar manifestaciones, huelgas y plantones y mediante ellas chantajear (económica y políticamente) a distintos gobernantes en turno. Al ceder a todos sus chantajes (extorsiones) le hicieron creer a este ‘mesías’ patito que puede hacer cuanto quiera. La historia nos ofrece una extensa galería de individuos perversos y nocivos igual que él.

     Al escapar siempre de tantos delitos cometidos sin que el brazo de la ley le hiciera pagar sus faltas, el tabasqueño se creyó una especie de Houdini al que nadie puede atrapar, que de todas sus fechorías sale bien librado. No se diga estando ya en la presidencia del país, que dicho sea de paso, la ha usurpado, pues al no cumplir con sus muchos deberes y no respetar en absoluto el orden constitucional y el estado de derecho, su actitud, omisiones y acciones, le han convertido en un usurpador.

     ¿O cómo se puede entender a una persona en su cargo que pretende —acompañado de su banda y legisladores indignos y sin compromiso alguno con la República y sus representados— desaparecer el Poder Legislativo como lo establece la Constitución, para poner en su lugar una parodia de poder que sólo se pliegue a sus deseos y a los de la banda de la 4ta transformación?

     La realidad en todo esto, es que el meollo principal en su INTENTO POR DESTRUIR AL PODER JUDICIAL antes que termine su malhadado sexenio, obedece, más que nada, a su pretensión de que SUS DELITOS COMETIDOS, que son muchísimo, así como sus derroches y muertes ocasionadas (tanto por la desatención y pésimas políticas en salud, al igual que por su política de «abrazos no balazos») QUEDEN IMPUNES COMO HASTA AHORA.

     En el fondo el tabasqueño está muerto de terror de sólo pensar verse ante las autoridades judiciales rendiendo cuentas de sus incontables delitos, de los desastres causados por su mal gobierno. Nadie en la historia de México nos había hecho tanto daño al país como a los mexicanos. Que muchos mexicanos no lo sepan, o no lo quieran saber, no significa que los delitos cometidos por este hombre irresponsable, dilapidador e inhumano no hayan sido cometidos y que las cuentas ante la ley están pendientes. ¡Se cometieron: punto! Y de ninguna manera deben quedar impunes.

    No se le debe dar vueltas al tema. Andrés Manuel López Obrador cometió durante su gestión como presidente un sinfín de delitos de todo tipo y tamaño de los que tiene y debe ser enjuiciado. Y él lo sabe. Por eso es su prisa por destruir el otro poder, el PODER JUDICIAL, como también lo saben la horda de corruptos que le acompañaron en esa orgía de sangre, derroches, incapacidad y destrucción.

     Acostumbrado siempre a distraer la opinión pública con escándalos que lancen la mirada hacia otro lado, su deseo es que NADIE SE FIJE EN SU INTERMINABLE LISTA DE DELITOS COMETIDOS POR EL, SU FAMILIA, CERCANOS Y NO TAN CERCANOS. Olvida, sin embargo, que no todos los ciudadanos estamos ciegos o somos indiferentes a lo que a sucedido en México durante su malhadado desgobierno.

      Si en el pasado supo ser un escapista con mucha suerte (y contar con gobiernos laxos que cayeron en su juego), al emprender sus baterías destructoras contra el legítimo PODER EJECUTIVO, el tirano tabasqueño no midió la fuerza del otro, como tampoco las consecuencias.

     Cuando el famoso escapista Harry Houdini, sintiéndose indestructible (e imposible de enjaular), un simple estudiante de la Universidad de Montreal, Canadá, le retó a dejarse golpear el abdomen (que consideraba tener de acero), el joven J. Gordon Whitehead, le propinó algunos y aparentemente no sucedió nada. Sin embargo, Houdini, el gran escapista, como consecuencia de aquellos golpes ―que él considerara insignificantes―murió de peritonitis. López Obrador en su soberbia y deseo por escapar del brazo de la ley, también es probable que por los golpes propinados por los ministros, jueces, magistrados e integrantes del Poder Judicial, acompañados ahora por legiones de estudiantes de derecho, le estén dando el golpe final a este consumado escapista que hasta ahora se mantenía impune. Por tanto, habrá que recordar al tirano que ¡LA LEY, SÍ ES LA LEY!

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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