¿LÓPEZ DE SANTANA O LÓPEZ OBRADOR?
Cada vez se parece más al dictador. Su personalidad ególatra, soberbia, ajena al dolor de los mexicanos, así como su espíritu belicoso y divisionista, le hermana en troncal directo —en sus acciones y posturas políticas—con Antonio López de Santa Anna. Centralista feroz, igual que López de Santa Anna, López Obrador no entiende o no quiere entender el significado real del federalismo. Y aunque se atreve a decirse de izquierda, lo cierto es que su postura y acciones son propias de un monarca. Desde su pedestal de absolutista, engallado en el majestuoso Palacio Nacional; en dos años ha estado juntando los hilos del poder todos en sus torpes e insensibles manos, desmantelando las Instituciones democráticas y de la República. Ni qué decir del sometimiento traidor y lacayuno del Congreso (que en teoría representa a los ciudadanos) y el continuo amedrentamiento contra el Poder Judicial. Al peor estilo de Luis XIV de Francia el estado es él: AMLO.
¡Al diablo con sus Instituciones! Lo dijo públicamente el 6 de septiembre del año 2006. Nunca ha cambiado. Claro que para llegar a la presidencia hizo alianza con las fuerzas más disímbolas, trató incluso de pasar ante la opinión pública como un demócrata, engañando a no pocos haciéndoles creer que ya había ‘cambiado’. Muchos ingenuos cayeron en el engaño, incluso periodistas que ahora reconocen su terrible yerro.
La Biblia lo advierte —AMLO se atrevió a usar ese bendito libro para hacerse pasar como ‘cristiano’— “¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal?”(Jer 13:23). Considerar siquiera que había cambiado refleja inocencia al carecer de un buen testimonio que lo avalara; un acto de suma ingenuidad. Basta con observar sus amistades y grupos predilectos para saber quién es él.
Ver a periodistas que le apoyaron en su campaña, tratar ahora de enmendar su error señalándole continuamente sus pésimas decisiones, es como aquella advertencia que hiciera el teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer a los que apoyaron a Hitler y al nacionalsocialismo: “¡Es inútil correr por los vagones en sentido contrario cuando te has subido en el tren equivocado!”.
El inolvidable Guillermo Prieto hace una descripción tan certera del dictador López de Santa Anna, que tal pareciera que el descrito es el otro López: “Santa Anna con su comitiva de soldados balandrones e ignorantes, tahúres y agiotistas desaliñados… de patrioteros anárquicos y de gente de acción que era un hormiguero de demonios; pero eso sí, con su Virgen de Guadalupe y su plan de regeneración” (Memorias de mis Tiempos”, Ed. Porrúa, pág. 43).
El problema, gran problema, es que el López actual ha roto con todos los límites de la legalidad, prudencia, discreción y unidad nacional. En su soberbia y carencia absoluta de equilibrios y ecuanimidad política, indispensables en todo mandatario, el tabasqueño no escucha a nadie, no resuelve nada, y se dedica de tiempo entero a cumplir sus caprichos personales (que él cree que es ‘gobernar’).
Con cien asesinatos diarios, el país bajo las garras de una fauna delincuencial feroz y despiadada; azotado por una plaga (coronavirus) no vista desde la época medieval que ya ha cobrado más de 91 mil muertes, pero que según los expertos superan las 200 mil, y el presidente perdiendo su tiempo todas las mañanas con una corte de paleros (tal y como le gustaba al otro López) en lugar de atender los múltiples y graves problemas, así como los cada vez más fuertes reclamos.
Reclamos que en las últimas semanas han ido subiendo de tono y señalamientos al encontrarse en la presidencia con un hombre que no los quiere oír ni atender y mucho menos resolver sus peticiones. Habrá de decirse que no son peticiones propias. Son necesidades sociales de millones de mexicanos de los Estados que integran la Federación, presentadas —como debe ser—por una decena de valientes y comprometidos GOBERNADORES ¡con mayúscula! Que se han atrevido a confrontar al inquilino de Palacio Nacional para que cumpla con sus deberes presidenciales. No es una gracia que los atienda y responda. Es parte fundamental de sus obligaciones como mandatario.
El problema se agrava cuando se entiende que la silla presidencial está ocupada por un hombre con vocación de monarca (para no decirle dictador);que en su mente enferma piensa que las votaciones del año 2018 le entregaron un país en propiedad (con toda su gente y recursos). Posición que le empuja a actuar de manera totalmente contraria a la democracia y vida republicana. De hecho no sabe comportarse con la propiedad que su alta responsabilidad le obliga. Su visión sectaria y anarquista siempre le traiciona. Su compromiso se reduce a sus seguidores, que cada vez son menos; aunque él se apoye en encuestas que no existen más que en su mente. Su boca en lugar de ofrecer respuesta y solución a los múltiples problemas nacionales se limita a proferir toda clase de insultos a quienes no se someten a sus caprichos. Pero eso sí, pide perdón al “chapo” por decirle así y le nombra respetuosamente ‘Sr. Guzmán Loera’ ¿Para los buenos ciudadanos ofensas todos los días y para el archi criminal respeto y consideraciones?
Por supuesto que el presidente está actuando mal, muy mal. Tan solo a Jalisco para el año 2021 le quitaron en el presupuesto $9,200 millones de pesos que le correspondían para solventar las necesidades sociales. Si le sumamos las rebajas a los otros 9 Estados (y a los otros que le tienen miedo o prefieren nadar de muertito) la suma se vuelve estratosférica. Sus cortesanos y defensores oficiosos dirán que fue una decisión del Congreso. Les tengo malas noticias, el Congreso tiene dueño y se llama Andrés Manuel López Obrador. La división de los Tres Poderes es una ficción en este momento (salvo individualidades que se han ganado el respeto a pulso con una posición, que, aunque muy escasa, con auténtica dignidad).
Es el caso de los gobernadores de la Alianza Federalista que anteponiendo el destino de sus gobernados (y de la República) a sus temores y futuro político, se han portado con valor y firmeza para reclamar a nombre de sus Estados. Las palabras del gobernador Enrique Alfaro reflejan una realidad que AMLO no quiere ver y mucho menos aceptar: “El problema permanente es que cuando pasamos de ese diálogo con usted (Presidente) al aterrizaje con los funcionarios de la Administración pública federal las cosas nunca funcionan”.
En un momento tan crucial, en que el destino del país se enfrenta a la amenaza real de una dictadura, los mexicanos en los Estados (incluso en la capital) nos debemos unir para apoyar a los gobiernos estatales. De exigir que el gobierno de AMLO cumpla con el estado de derecho y el pacto federalista; que conceda el trato de respeto e igualdad para todos (sin importar el color del partido) y reparta el gasto público de manera justa y equitativa; que si se han de realizar cambios al respecto que se hagan. No es justo que el centro y el norte sostengan siempre a un sur que no quiere esforzarse (o no le gusta trabajar): que le gusta exigir ‘derechos’ (tomando casetas, marchas, bloqueos, robo, vandalismo, anarquía, bloqueo de vías y saqueo de trenes), mientras que los mexicanos del centro y del norte se mantienen trabajando duro. Sin trabajo y esfuerzo no hay mejoría de vida ni riqueza alguna.
Con un López en el siglo XIX tuvimos para quedar hastiados de centralismo, abusos y posturas absolutistas. Así que en buena la hora que los gobernadores de Aguascalientes, Chihuahua, Coahuila, Colima, Durango, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Nuevo León y Tamaulipas, le exijan al actual López que se someta a la Constitución, al Pacto Federalista y que gobierne para todos los mexicanos. PARA TODOS.
¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!
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