Y SE ACABÓ EL SEXENIO
Apenas han pasado dos años y nueve meses y para desgracia de los mexicanos su gobierno se acabó. Tanta alharaca y tanta publicidad resultaron absolutamente vanas, como la fábula del parto de los montes, mera fatuidad y embuste. Así es y ha sido Andrés Manuel López Obrador, un agitador social con disfraz de político, que nunca lo ha sido, sus hechos lo demuestran. No es lo mismo criticar a otros que hacerlo, su incapacidad y mentiras lo han descubierto y aniquilado.
Desde su aparición pública en los años ’90 en Tabasco esta ha sido la constante, siempre al margen de la ley, siempre violentando la armonía y convivencia social, siempre señalando al otro para promover la división, pero jamás uniendo, jamás trabajando, jamás reconociendo lo bueno hecho por otros.
Su enésimo informe de ‘gobierno’, aunque lo anunció como tercero, no es en sentido alguno lo que afirmó ser. Ha dado cuando menos una docena de ellos y en ninguno le ha asistido la verdad. Todo es fantasía producto de su mente y vida desordenadas, sus palabras carecen del aval de los hechos, exhibiendo el 1º de septiembre a un mitómano empedernido incapaz de sonrojarse ante tantas falacias dichas a los mexicanos (se atrevió a presumir la autopista Guadalajara-Puerto Vallarta, cuando está prácticamente paralizada desde el gobierno anterior, así como a presumir la Línea 3 del Metro Tapatío que construyó EPN).
Acostumbrados por décadas a escuchar las obras construidas en monótonos discursos en los informes presidenciales, López Obrador no tuvo nada que informar que no sean sus mentiras y deshonor. Sus obras, si es que logra terminarlas, se limitarán a tres: Aeropuerto Felipe Angeles, el Tren Maya y la Refinería Dos Bocas. Párale de contar.
En su desgarriate que nunca ha sido gobierno, no hay dinero para obras (ni para hospitales, ni para medicinas, ni para ciencia, ni para ayudar en los muchos desastres que nos agobian, ni para nada de lo urgente y necesario), solo hay para becas de ninis, para viejos (necesiten o no la ayuda), niños, etcétera. Todo se reduce a comprar conciencias, a continuar en campaña, a asegurar votos para la siguiente elección.
¿Podría mantenerse México en pie y con futuro de continuar por esa ruta? Por supuesto que no, pero el mitómano que vive en Palacio intenta todos los días desde su show de horario de lechero engañar a las masas de futuros votantes con una realidad inexistente al estilo del Big Brother de George Orwell.
¿A qué mente sana se le ocurriría construir una pirámide de cartón en el Zócalo para escenificar un hecho histórico que no sucedió en esa fecha, ni tampoco como lo pretende narrar? ¿Para qué su maqueta teniendo a unos pasos los restos del Templo Mayor de los aztecas? Además, ¿para qué vivir en un lejanísimo pasado cuando en el presente estamos agobiados por uno y mil problemas urgentes de resolver?
Con medio millón de muertos, cientos de miles infectados y otros tantos con secuelas de Coronavirus, con panteones colapsados, hospitales y clínicas con personal médico y de atención al público diezmados y agobiados al extremo a causa de la pandemia, carencia de medicinas, aparatos e insumos, ¿qué podía informar López Obrador que no fueran mentiras? Haber negado lo dañino del virus, como también el uso de pruebas y de cubrebocas, dejar a los médicos sin medicinas y todo aquello que requerían para enfrentarse a esta plaga medieval, además de exhibirle, le dejó sin excusas ni palabras que informar. En todo caso debió de pedir perdón por su irresponsabilidad y frivolidad, pero no lo hizo, su enorme ego le perdió como siempre.
¿Qué podría mencionar acerca de la seguridad de los mexicanos que no fueran mentiras? Más de noventa mil asesinatos en lo que va de su mandato y más de 90 millones de ciudadanos a merced absoluta de la enorme fauna delincuencial que roba, asalta, fraudea, extorsiona, viola, esclaviza, secuestra y asesina con total impunidad. La llamada Guardia Nacional no es más que un enorme y costosísimo adorno sexenal que solo sirve para nada, para nada, y para más nada (el costo de dicha guardia para este año es la increíble suma de $35,671 mil millones de pesos). La impunidad les exhibe y socialmente se les reclama su inutilidad e ineficacia absolutas.
Decenas de miles de desaparecidos, forzados unos a ingresar a las bandas delincuenciales —los que se niegan son asesinados y enterrados clandestinamente o arrojados en calles y baldíos—, no han sido vistos y mucho menos protegidos por el presidente, como tampoco los miles de mujeres que son asesinadas o esclavizadas en la prostitución. Para él solo cuentan las elecciones y los votos. Jamás debió ocupar la presidencia. Jamás.
Y como el delicado asunto de gobernar no se le da (ni lo entiende) las jaurías de inspectores de todo tipo y nivel (al no haber quien les vigile y controle) se han convertido en otra plaga más para los ya de por si sufridos y golpeados causantes, que, entre bandas criminales, la pandemia y los inspectores no hayan la puerta.
Y es que, para ser presidente no solo basta querer serlo, hay que serlo, y López Obrador carece de la capacidad, inteligencia y visión de estado que se requieren. Por eso se llama Poder Ejecutivo, porque se requiere la ejecutividad de quien lo ejerce y el tabasqueño no tiene la menor idea de lo que esto significa, confunde el uso y disfrute del poder de manera personal, con ejercer la presidencia.
En días recientes el comediante y comentarista político ‘Brozo’ describió la soberbia y el enfermizo deseo de poder de AMLO, sumándole tres personalidades y calificativos que le convierten de plano en un ser fuera de la realidad: “el hijo del hombre”, “Luis XIV” y “el rey Salomón” (mesías-absolutismo-sabiduría)
No hay futuro con un gobernante así, fuera de la realidad y rodeado de incapaces e ineptos. Han despilfarrado el tiempo y los recursos públicos en caprichos, dádivas indiscriminadas, disparates, y culto al endiosado presidente. Un ejemplo emblemático es la cancelación (por capricho) de la construcción del NAIM en la que se perdieron cientos de miles de millones, ya que no es solo lo que ya se había invertido (y las demandas), sino en programar y diseñar uno nuevo de menor calidad y funcionalidad. No hay seguridad, no hay salud, la calidad y funcionalidad de la educación pública está por verse y no se augura un buen final (como ya se dijo). Despilfarraron todo, hasta los votos que legítimamente y con engaños lograron. El tiempo y la paciencia de todo un pueblo se acabó, como también se acabó el sexenio.
¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!
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