LA REFORMA, LA BIBLIA, Y LOS MUERTOS
Hoy ya se tiene un día para todo; aunque para ello hayan olvidado los antaño festejados ¿Quién se acuerda del 12 de noviembre, día del cartero, si las cartas son electrónicas, peor, recaditos cargados de faltas ortográficas en el whatsapp? Ya se tiene un día para todos y para cada cosa, incluso para los pervertidos sexuales, sin embargo fechas verdaderamente trascendentes se han echado al olvido.
Recordemos dos muy importantes y una más, que aunque vigente, deformada en todos los órdenes. El pasado 31 de octubre se recuerda, bueno hasta años recientes, la «Reforma de 1517»; fecha en la que el Doctor en teología y sacerdote agustino Martin Lutero, clavara en la capilla de Wittemberg las famosas 95 tesis, convocando a los teólogos de Roma a una discusión (el Vaticano todavía no se construía y era parte del problema a causa del negocio de las “indulgencias” vendidas por toda Europa para su construcción), la cual en términos sencillos argumentaba: ¿Por qué si la Biblia dice esto, hacemos esto otro?. Es decir: se trató de un llamado a retornar a la ortodoxia, a la pureza de la fe.
En los países mayoritariamente católicos por razones obvias esta conmemoración no se ha considerado, excepto entre los más cultos (que no siempre se distinguen por su fe). Aun así, hasta el siglo pasado su recuerdo permanecía firme, los mexicanos no podemos olvidar que el presidente Juárez como ferviente cristiano tomó en recuerdo de la Reforma Protestante del siglo XVI el nombre para la causa liberal (consideraba que por medio de la lectura de la Biblia terminaría con el analfabetismo y los abusos del clero).
Pero no solo Juárez encontraba en la Biblia el camino para la sabiduría y la espiritualidad, desde hace muchos años se celebra también y quizá derivado de la Reforma, el «Día mundial de la Biblia»: libro que además de ser el primero en ser impreso y el más vendido y leído de todos los tiempos, contiene en sus páginas el mensaje Divino para el hombre caído en el Paraíso (desobediencia que nos alcanzó a todos; no olvidemos que las acciones humanas afectan por lo general a personas inocentes).
Este libro considerado de inspiración divina, tardó en escribirse alrededor de 14 siglos. Entre sus muchos autores que se inician con Moisés, encontramos a los profetas, a los reyes David y Salomón, como también a los cuatro evangelistas, al rabino Shaul (el San Pablo de la cristiandad) y por supuesto a Juan que cierra con el interesantísimo y revelador libro del Apocalipsis (se trata del mismo Juan, el evangelista).
La Biblia como todos o casi todos sabemos, ofrece al ser humano el mensaje de salvación eterna, su reconciliación con Dios y el camino a través de Jesús el Mesías al reino de los cielos. Maravillosamente, sus autores humanos no se contradicen y existe unicidad en el mensaje, el cual entre muchas otras cosas concede sentido existencial a quien busca a Dios y, no solo para el presente, sino incluso para la eternidad (cosa que no ofrecen ninguna filosofía meramente humana, aunque lo digan bonito y algunos en los medios les hagan coro).
La otra fecha es el llamado «Día de los muertos» conocido también como de los “fieles difuntos”. Argumentando en los medios, un estado que se dice laico, que es para conservar nuestras “tradiciones”: de una treintena de años a la fecha comenzaron en Guadalajara (probablemente personas venidas del Distrito Federal y del valle de México) con la instalación obligada para esos días de los “altares de muertos” (en escuelas, edificios públicos, etc.). Practica totalmente desconocida en Guadalajara, en la que el día se limitaba a la tradicional visita a los panteones (pero sin música y demás elementos sincréticos que han traído de otras partes con tintes de arraigo).
Lejos ha quedado el día aquel en que el ser humano reflexionaba, como decía Séneca, de “la brevedad de la vida”, de su tránsito por este mundo, de preguntarse los porqués y para qué vivo. Hoy llevan al cementerio (han dejado de ser camposantos) mariachis, tríos, cuartetos, norteños y demás músicos para supuestamente alegrar al muerto, que evidentemente no les oye ni tampoco puede venir. Jesucristo lo dijo muy claro a través de una de sus enseñanzas: “entre nosotros (los difuntos) y vosotros (los vivos) está puesto un gran abismo, de modo que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros, no pueden, ni desde allí pasar acá” (Luc 16:26).
En fin, las legiones de sincretistas caen en tantos excesos y desviaciones en esta fecha, precisamente a causa de su desconocimiento de las Sagradas Escrituras, en un sinfín de acciones que exhiben lastimosamente su ignorancia de una fe cristiana que dicen profesar. Los hay incluso que se emborrachan y banquetean entre las tumbas supuestamente en convivio con sus muertos. Cosa que apenas hace medio siglo sería imposible de ver por estas tierras.
Como se aprecia hay fechas ya para celebrar todo y las fechas importantes y trascendentes están pasando al olvido. Y eso que la posmodernidad se jacta de conocimientos ¿será…?
¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!
Correos recibidos: Armando Ramos V., Fernando Guzmán, Uri Fridman, Esther Calderón, Gloria Leticia Tostado, Ana María Núñez, César Cohen, Jorge Hirmas, Myriam Levy, a todos muchas gracias.
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