APLICAN LA LEY O DEFIENDEN DERECHOS HUMANOS ¡DECÍDANSE!

Las hordas de anarquistas y delincuentes de toda ralea han llegado demasiado lejos. El estado de derecho, que dicho sea de paso comenzó a debilitarse en el sexenio de Ernesto Zedillo, en el de Fox y Calderón perdió toda fuerza y efectividad, maquillando con televisoras y medios millonariamente remunerados la realidad nacional.

Antes de continuar, no olvidemos que el estado mexicano no pagaba hasta antes de Vicente Fox sus anuncios en televisión. Había el tiempo oficial que las televisoras estaban obligadas a cubrir y que en realidad nunca se utilizaba de manera total. Marta Sahagún, sin tener cargo alguno, hizo arreglos con las televisoras para que el estado mexicano “renunciara” a su tiempo gratuito y en adelante pagar sumas multimillonarias a Televisa, TV azteca y demás empresas. Prosigamos.

Expertos en manejo de medios, los panistas resultaron torpes e inútiles en el ejercicio de gobierno: ignorando las tareas fundamentales del estado y dedicándose a la simple promoción política de grupo y beneficio de sus familias y amigos, desmantelaron el aparato público y debilitaron las Instituciones que costaron más de un siglo en conformar y fortalecer (otras poco menos tiempo).

Fox desmanteló el CISEN ¿por iniciativa propia, por los que le apoyaron financieramente o por sus patrones del imperio?, dejando al país sin el indispensable cuerpo de inteligencia, y la delincuencia creció. Calderón sin estar preparado de antemano le declaró la guerra a los narcotraficantes y la perdió. 120,000 mil muertos, quizá más, costó su decisión; el problema es que la mayoría de los muertos eran gente que nada tenía que ver con la delincuencia, incluso muchos de ellos eran secuestrados, retenidos, extorsionados, migrantes, o simples víctimas del momento.

Incendio de negocios, autos, extorsiones, creación y proliferación de todo tipo de bandoleros (hoy pomposamente llamados ‘carteles’), secuestros y demás formas de delincuencia cambiaron el rostro social de México. De ser un país pacífico y estar en paz, en poco tiempo la población quedó a merced de toda clase de fauna delictiva. A la víctima le importa un comino si el que lo daña es amateur o es parte de una banda ‘organizada’.

La aflicción cotidiana lleva ya dos sexenios y lo que corre del presente y no aparece el alivio y la solución por lado alguno. El gobierno, aunque en los medios asegure una cosa, la percepción ciudadana es que no hay gobierno que le proteja. Indefensión, impotencia y temor son el pan de angustia cotidiano. Un pan que no conoce la clase política, rodeada de guaruras, motociclistas, carros y patrullas delante y atrás. Una seguridad que les impide entender al ciudadano que dicen representar y proteger pero que en la realidad no es cierto. Vil demagogia.

El Atila de Macuspana en sus múltiples berrinches tomó Paseo de la Reforma hace algunos años, ocasionando con sus huestes daños multimillonarios y afectaciones a la imagen del país en el exterior (que no se reponen fácilmente), cometiendo una serie de delitos, todos impunes, a los que se han seguido sumando muchos otros cometidos directamente por él, o por incitación a otros. Años de delinquir, de pisotear el estado de derecho, de ofender personas e instituciones públicas, de dañar reputaciones y patrimonios de terceros inocentes y nunca, pero nunca, le ha tocado el brazo de la ley; convirtiendo la Constitución y los Códigos Penales en simples libritos para ciudadanos tontos y ajenos al poder público.

Los ayotzinapos y los deudos anarquistas y vividores de los chamacos asesinados por el gobierno perredista de Iguala, son una bofetada continua al rostro de la legalidad en México. Un día sí y otro también hacen desmanes, roban autobuses que cuestan millones de pesos, deambulan dentro y fuera del país sin trabajar en nada, siempre con dinero y nadie los molesta. Roban casetas, destruyen vehículos, roban mercancías y nadie les molesta. Para ellos no hay ley, solo derechos humanos ¿Y para el resto de los mexicanos los mismos hechos porqué sí son delitos?

Los maistros delincuentes de la CNTE son el rostro abominable de la delincuencia oficiosa e impune. Escudados en la supuesta causa sindical viven del presupuesto que manejan como negocio propio (cuando se trata de dinero de impuestos pagados por el pueblo para educar a sus hijos, no para mantener tanto zángano). Cobran sin trabajar y todavía pretender establecer las reglas de las condiciones de trabajo. Hordas de semi analfabetas lo único que pudieran enseñar a la niñez y juventud son mañas y métodos delictivos. No dan para más, por eso tienen pavor a exámenes y actualizaciones.

El colmo de su ruindad y perversión ocurrió esta semana en que los delincuentes de la CNTE humillaron y raparon a verdaderos profesores, con lo cual no solo ratificaron ser alimañas antisociales, sino entes ajenos absolutamente al género humano. Comportarse como bestias salvajes da cuenta de la clase de individuos que son. Semejante estulticia no se había visto en muchos años en el país. Es propio de delincuentes de la peor ralea. Humillar a hombres y mujeres dedicados a preparar a la niñez, trasquilarlos, hacerlos pasear descalzos, muchos de ellos ya viejos, obligarlos a portar pancartas y calificarles de ‘traidores’ no tiene nombre. Lo mismo hicieron al día siguiente con policías en Oaxaca.

El hartazgo social ha llegado al límite. El gobierno federal y los de los Estados deben definirse ya. ¡O aplican la ley para restablecer el perdido estado de derecho (pues eso prometieron al pueblo juraron cumplir), o de plano desaparezcan todas las Procuradurías, Agencias del Ministerio Público y demás, y fortalecen las Comisiones de Derechos Humanos!, que de acuerdo a la percepción social, a los únicos que protegen son a los delincuentes y violadores de la ley ¡Decídanse, pues en ello se juega el destino nacional! Y el pueblo requiere saber con quién está el gobierno en sus tres niveles.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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