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Aunque esta semana Donald Trump asumió la presidencia del Imperio, hay otros temas que obligan reflexión por su gravedad e inmediatez. El tema del criminal adolescente que hirió a su maestra y otros compañeros para luego suicidarse no es cosa menor ni asunto que deba archivarse pasado el escándalo. Por cierto que no.

Se trata de un asunto que merece toda seriedad y reflexión. Un tema que obliga a la sociedad mexicana a hacer un alto en su acelerado caminar cotidiano ¿Qué nos pasó? ¿Qué hicimos mal o qué dejamos de hacer para llegar al punto donde nos encontramos? Aunque la respuesta está cercana y pudiera ser rechazada por la mayoría, es esta: ¡El pueblo de México renunció a su fe y raíces cristianas!

Siempre habrá excepciones y en nuestro país hay testimonio del remanente de judíos y cristianos que mantienen viva su fe tanto en lo privado como en lo público. Nos referimos entonces a la gran masa; la que todavía hace unas décadas, con todo y su sincretismo, creía realmente en Dios; que fue formada con el Decálogo y se nutrió espiritualmente con los valores divinos tomados de la Biblia. Instrucción que se reforzaba teológicamente a través de una sencilla pero eficaz catequización. Se acabó, ya no existe esa sociedad, estamos viejos o ya se murieron. Se cortó la transmisión que hubo por siglos de generación a generación.

Hoy nos enfrentamos a una sociedad mayoritariamente incrédula en la que la religión es un mero adorno social. Una conglomerado de individuos donde reina la impiedad, donde Dios ha sido sacado de los hogares, de las escuelas, de las leyes (habiendo sido tomado el Decálogo como base de lo que por siglos era delito, hoy ya dejó de serlo), de la vida social en general. Una secularización mal entendida nos ha llevado al simple libertinaje, aunque bajo una cubierta inútil de retórica falaz e insostenible.

La fe judeocristiana no está peleada con la inteligencia ni con la participación individual de la política(no desde las  creencias, sino viviendo esas creencias de manera pragmática). El padre de la Patria, Don Miguel Hidalgo y Costilla era doctor en teología, la mayoría de los liberales del siglo XIX eran creyentes fervientes, incluso algunos buenos teólogos. Juárez contrario a lo que muchos creen, siempre fue un cristiano ejemplar y ferviente, de hecho dejó las filas del catolicismo para decidirse por el cristianismo reformado (con el que tuvo contacto en Nueva Orleans durante el exilio). La época de la Reforma es una evocación de la llevada a cabo en Europa a partir de 1517.

Por cinco siglos, primero durante la Colonia y luego ya como País independiente, México vio crecer y formar a sus hijos (al menos a la inmensa mayoría) con los valores de la fe judeocristiana. Las historias bíblicas, los valores divinos, pero sobre todo las enseñanzas y esperanza redentora en el Mesías (Jesucristo), sostuvieron los pilares de nuestra sociedad. Fe que aun los no creyentes valoraban por cuanto además de ennoblecer al individuo, aportaba al contrato social una paz que ningún gobierno, ni ningún programa humano puede conceder.

Las Sagradas Escrituras advierten que el hombre sin Dios queda a merced del mal, en el estado de depravación en que quedó en El Paraíso. El rabino de Tarso, el San Pablo de la cristiandad, con la guía e inspiración del Espíritu Divino lo dice con toda claridad:

 

―”Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios les entregó a una menta reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia” (Rom 1:28-31).

 

¿Se le hace conocida semejante descripción? ¿Le recuerda a ciertos políticos, a grupos de pervertidos, a criminales sanguinarios, a cierta juventud violenta, egoísta e inútil que cree merecer todo? ¿A generaciones de ateos confesos o pragmáticos?

Descripción que abarca en muchos otros aspectos a las nuevas generaciones de mexicanos, que a diferencia de sus padres y abuelos, han dado la espalda a Dios sin investigar ni darse siquiera un poco de tiempo para saber si lo que ellos creían tiene sentido. En su auto engaño creen que las tablets y sus telefonitos portátiles lo saben todo.

Viven engañados. Lo peor del caso es que muchos de ellos son absolutamente infelices y aunque aseguren regodearse en la materia y una vida hedonista, en el fondo no tienen reposo. Ignoran su sentido existencial, pues de acuerdo a su cosmovisión se ajustan a la descripción que nuestros maestros de biología nos daban en la secundaria a principios de los años sesenta respecto a plantas y animales: “nacen, crecen, se reproducen y mueren”.

El viernes pasado (20/Ene/2017) el rector de la UNAM se quejaba y horrorizaba ante la prensa por los sucesos de la escuela de Monterrey. De inmediato surge la pregunta ¿Y las hordas de porros armados que se han adueñado desde hace años de un auditorio de la Universidad Nacional y han hecho del campus su feudo y punto de venta de cuanta droga existe? ¿Ellos no existen, el malo es el chamaco de la escuela privada? ¡Por favor!

El lema de Vasconcelos que es utilizado por esa casa de estudios “Por mi raza hablará el espíritu” se refiere al Espíritu Santo. Nuestro Ulises criollo, con todas sus subidas y bajadas, con todos sus errores y desvaríos que llegó a tener, siempre volvía a su origen, a la fe recibida de sus padres. Una fe que absurdamente rechazaron y han rechazado millones de mexicanos cuando menos en las últimas cuatro décadas y que ahora se horrorizan de los resultados.  Rechazo que como ya se dijo, la Biblia nos indica que se cae en una mente reprobada ¿Se quiere enmendar el rumbo? Estamos a tiempo.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

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Cuando llega la hora de los demagogos, la condición de los pueblos decae o empeora, comienza su declive, y de no hacer algo en contrario, los engañadores se hacen del poder para no soltarlo en mucho tiempo. Son las enseñanzas de la historia.

Para desgracia de los tapatíos, tenemos varios lustros padeciendo esta clase nociva de gobernantes, el grave problema es con el actual Enrique Alfaro la adversidad y la desgracia han recrudecido sin que parte de la sociedad lo advierta. Unos porque son parte del problema, otros, porque han caído en las redes de las arañas posmodernas. Redes conocidas como “sociales” y que a semejanza de las reales, atraen y atrapan a los incautos con engaños.

Empecemos con un asunto: La minerva. La horrenda mona que en los años sesenta se decía que tenía cara de solterona vieja y amargada, de pronto el prócer que cobra en Palacio municipal, y muy bien, al puro pasón le vio varices y reumas, por lo que decidió curarla. Una curación que el 2 de junio dijo costaría $ 8 millones, pero que todavía le van (supuestamente) a gastar más en repararla ¿qué no hubiera salido más barato hacer otra mejor y menos fea?

    Otro asunto por demás cuestionable en todos los órdenes son las bicis y los estacionamientos oficiales para esas bicis; asunto que a todas luces huele a negocio. Casi nadie las usa, al menos no en las calles ni de día; a no ser que en la noche se vean afuera de los antros. ¿Cuánto costó cada bici y cuánto costaron todas? ¿Cuánto costó cada estacionamiento para las mismas y cuantos millones costó la totalidad de estos? ¿Cuánto costó el equipamiento para la energía solar y cuánto la maquinaria para pagar con tarjetas?

    Pero como se trata de una camarilla de amigos en el gobierno y no de funcionarios maduros y experimentados, haciendo caso omiso de las críticas de la sociedad molesta y agraviada con estas medidas (ocurrencias), Alfaro y sus amigos, en una especie de fiebre, se han dado a la tarea de sacar a los autos de las calles y pintorrajearlas para que circulen nomas bicicletas, incluso dejando un carril apenas para los vehículos.

Qué importa que la productividad de la metrópoli se vea afectada gravemente con sus torpes medidas, total, ellos en algunas vacaciones fueron a Europa y vieron que los jóvenes andan en bici, o sea, es lo nice ¿acaso no quieren sentirse como en Europa? La cuestión es que Guadalajara no está en Europa y primero recibieron el dinero del refrendo de casi 3 millones de vehículos que circulan; por 50 años nos cobraron tenencia; se proyectó la ciudad para el uso del automóvil, y ahora, estos chamacos quieren volver a Guadalajara a ser el “pueblo bicicletero” de antaño ¡Por favor!

Entre sus garrafales errores, que ya son demasiados, hay uno que ha sacado de quicio a vecinos, comerciantes, automovilistas y camioneros. La obra tiene ya cuando menos seis meses (avenida López Mateos, desde capuchinas, hasta Niños Héroes). Primero acabó con todos los negocios de la zona al destruirles las banquetas e ingresos, a lo que sumó su tardanza en reconstruir, que pudiéndolo hacer en un par de semanas le llevó más de cuatro meses (solo dejó sin tocar el ingreso a un casino y un antro ¿qué extraño, no cree usted?).

No contento el Ayuntamiento con tanto daño a vecinos y comercios, a los segundos agravó el daño al eliminar los ingresos a sus negocios, pero como le reclamaran, modificó el proyecto inicial. La cuestión es que resultó un verdadero engendro que además de ser nocivo e impráctico, redujo la lateral de López Mateos desde Las Rosas hasta Lázaro Cárdenas a carril y medio. Error tras error.

     El achicamiento de las calles y avenidas por cualquier ocurrencia de estos noveles gobernantes ha creado ya un sinnúmero de cuellos de botella. Ni qué decir de los muros para macetones que solo servirán para que se estrellen los autos. Lo peor del todo, y sospechoso también, que gran parte de la prensa o guarda silencio o les aplaude.

Esta semana un diario local que de pronto le señala sus yerros al gobierno de Guadalajara, que pocos lo hacen, publicó una nota que debe de ponernos a los tapatíos más indignados que el gasolinazo (Mural, 13/Ene/2017). La nota denuncia que Alfaro aumentó la nómina de 9764 en octubre de 2015 a 11,585 en diciembre de 2016 en casi 2000 empleados más, cuyos sueldos evidentemente saldrán de los bolsillos de los ciudadanos, y si la gasolina nos sirve para muchas cosas, la mayor parte de estos burócratas no nos sirven para nada, excepto para esquilmarnos. Sobre todo estos últimos pues es evidente que es gente para la campaña a la gubernatura ¿Acaso no es hipocresía indignarse ante el gasolinazo que fue de un 20 por ciento, mientras nos aumenta la carga municipal también con otro 20 por ciento más de empleados de nómina?

La soberbia de Alfaro, la incapacidad de gran parte de su gente, incluso su vulgaridad, deben ser atendidos por los ciudadanos y someterse al escrutinio público. En esta columna se reprodujo (semana del 02 al 08 de abril de 2016) parte de lo dicho por su pomposamente llamado “jefe de gabinete”, de nombre Hugo Luna, a quien entre otras cosas se le escuchó diciendo en conocida grabación:

 

―”…Traigo en chinga a los constructores. Ya vinieron a chillarYa les dije: ¿quieren nueve años de obra pública? Pues chínguenle ya y déjense de mamadas”, dice con su voz inconfundible voz el jefe de gabinete. Hugo Luna le dice a Luciano González: ‘jurídicamente no me las ganan. Si es a putazos me la saco, pero no se trata de eso. Enrique (Alfaro) trae la capacidad de dar un manotazo al TAE, a quien sea, y tiembla, ya andan los magistrados pidiendo esquina’… Lincho al pinche magistrado. Acaba de salir el coordinador de los diputados de MC (Ismael del Toro)… tengo 14 diputados aquí y 25 en el Congreso federal. Le rompo su madre al magistrado que haga eso. Por cualquiera que mame traigo una lista de amigos que le traen ganas también….” (El respetable, 18/Feb/2016).

 

Ese es su nivel moral y capacidad, por eso se entiende el descaro con el que anuncian sus planes a “nueve años”, por eso se entiende el asunto de las bicicletas, el aumento del predial, de la burocracia municipal y tantos errores garrafales. Se trata pues de una troupe de jóvenes que confunden sus ambiciones morbosas de poder y dinero, con la conducción responsable y comprometida de una urbe tan agraviada y con tantísimos problemas como la nuestra ¡Pobre Guadalajara!

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

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Así advierte el octavo mandamiento en el catecismo tradicional de la Iglesia católica y que aparecía en el séptimo sitio (modificado por el Papa Juan Pablo II al incluir de nueva cuenta el segundo, que dicho sea de paso, había sido eliminado por siglos para justificar la desviación de la idolatría). Dicho mandamiento está ligado totalmente con el décimo en las Sagradas Escrituras, pues como se aprecia en el texto, es lo que mueve el corazón del humano para robar:

―”No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo” (Exodo 20:17. Deuteronomio 5:21).

Tratando de contextualizar dicho mandamiento a nuestra realidad posmodernista, el texto podría leerse así:“No codiciarás el cargo público que el pueblo te negó en las urnas, no codiciarás la televisión plana, ni el estéreo, ni los play station, ni los vinos, ni los juguetes, ni la ropa, ni la comida, etcétera, no te meterás en la casa del vecino comerciante y usar sus carritos para transportar más cómodo tus hurtos. No darás rienda suelta a la maldad de tu corazón, ni desearás lo que es de otros, pues en tu maldad además de robar lo que no es tuyo, acabarás con fuentes de trabajo, espantarás las inversiones, contribuirás al clima de violencia que existe y por supuesto, y aunque lo dudes por ahora, pagarás por ello, escaparás de la justicia de los hombres, de la Divina jamás”.

Lo saqueos (robos) que hemos visto en días recientes con el pretexto del aumento de las gasolinas, han mostrado sin retoques la verdadera personalidad de ciertos sectores de la sociedad. Sí, no eran haitianos o africanos hambrientos a causa de algún huracán que haya azotado su tierra y dejado a la intemperie y sin comer. Todos lo vimos en la televisión: hombres, mujeres, jóvenes, muchos jóvenes e incluso niños, bien vestidos y comidos, dieron rienda suelta a lo que había (y hay) en sus corazones. La ambición por lo ajeno, un enfebrecimiento por hacerse de las cosas del otro en verdad terrible se apoderó de la turba. Como demonios desatados corrían con lo robado y quizá para volver por más rapiña (Las fotos publicadas por el Diario Muralson escalofriantes e impensables en épocas recientes, 6/Ene/2017).

Es obvio que en esta ola desatada de ambición colectiva hubo varios actores: los originados desde y por el mundo político. Aquellos que durante meses estuvieron anunciando en radio y televisión(paradójicamente pagados con los dineros del pueblo) de una REBELIÓN EN LA GRANJA.

La rebelión se vio, todos la vimos. Sin embargo los gritos de los marranos y cochinos se escuchaban entre los que salían con las televisiones y los carros de supermercados llenas de mercancías robadas. El sentido de George Orwell en su novela era otro, queda claro que les traicionó el subconsciente, la cuchara saca lo que hay en la olla.

En todo este aquelarre las llamadas redes sociales jugaron un papel definitivo, anunciando a sociedad y gobierno la necesidad de poner límites. Los sobrenombres y nombres virtuales deben acabar para siempre. No se puede perseguir a un delincuente fantasma y el clima de ansiedad que provocaron en la mayoría de los mexicanos que se dedican a trabajar y que aunque estén en contra del alza de gasolinas, jamás tomarían algo ajeno, debe pararse de golpe. Las tibiezas políticas en este momento son inútiles y peligrosas.

Es obvio que todo estaba planeado, días antes en las redes sociales comenzaron a inundarlas acusando al Presidente Peña Nieto de “asesino”. Se podrá acusar al titular del Ejecutivo de varias cosas, menos de asesino. Su temor para aplicar la ley a los que delinquen y han querido tumbarle de la presidencia no tiene antecedente en la vida nacional.

Los líderes de las 380 tiendas saqueadas (ANTAD) están reclamando con sobrada razón, la intervención del estado mexicano, que en estos condenables episodios violentos como en muchos otros (valga recordar los delitos incontables de los ayotzinapos, de los maistros de la CNTE y demás) ha brillado por su ausencia. Ha sido omiso totalmente en aplicar la ley en contra de los que delinquen, contribuyendo con su flacidez al clima de impunidad y violencia que impera de costa a costa y frontera a frontera.

El estado de derecho tiene que estar por encima de los “derechos humanos”, que sin deberes se convierte en un engendro social monstruoso, asunto que solo parece interesarle al gobierno en todas sus instancias. Durante los saqueos ni las fuerzas municipales, ni estatales, ni federales asomaron la cabeza, convirtiéndose en cómplices con su parálisis. La ley se hizo para cumplirse y los gobernantes protestan hacerlo al inicio de sus mandatos.

     Hay otros actores en esta tragedia social. Desde el periodista protagónico que irresponsablemente confunde la libertad de expresión calentando cabezas y acusando al gobierno federal de cosas que no hizo, hasta el ciudadano común que viendo la maldad participó con entusiasmo, al estilo del Gil Blas de Lesage. O como señala la Biblia: “si veías al ladrón corrías con él” (Sal 50:18).

Sin olvidar por supuesto a las bandas de delincuentes profesionales que aprovecharon esta coyuntura de la gasolina para dar rienda suelta a sus instintos criminales con toda impunidad.

Cercanos al final de este comentario, viene a mi mente un recuerdo de Francoise de Chateaubriand, el gran historiador, escritor, político y cristiano francés de finales de la monarquía, la revolución, el imperio napoleónico y algo más, quien al ver a la turba saqueando y derramando sangre se horroriza y les confronta:

―”Llega un grupo de descamisados… al acercarse, distinguimos dos cabezas desgreñadas y desfiguradas, que los predecesores de Marat llevaban en la punta de sendas picas… Los asesinos se pararon delante de mí y alargaron las picas hacia mí entre cánticos, mientras daban grandes brincos y saltaban…  «¡Bandidos! ―exclamé yo, lleno de una indignación incontenible―, ¿así es como entendéis vosotros la libertad?»…Mis hermanas se indispusieron; los cobardes de la hospedería me llenaron de reproches. A los degolladores, a quien se perseguía, no les dio tiempo para invadir la casa y se alejaron. Estas cabezas, y otras que puede ver al poco, cambiaron mi disposición hacia la política; sentí horror por los festines de caníbales”(Memorias, Tomo I, pág. 220.).

Un festín que poco a poco va creciendo en México sin que el gobierno cumpla con su deber de hacer valer la ley que protestó cumplir y hacer cumplir. Festín que en estos días se convirtió en orgía de saqueos, olvidando que la Ley Divina advierte ¡NO ROBARÁS!, pero que las leyes mexicanas también loa advierten, violando ambas con total impunidad.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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A los marchantes consuetudinarios (no me refiero a los compradores del mercado), ya sea que vivan de esa extraña y molesta actividad o lo hagan de manera esporádica, les gustan mucho los coritos, las consignas cantadas: “¡el pueblo unido, jamás será vencido!”.

La cuestión es que lo repiten a manera de rezo, como si tuviese algún efecto mágico su machacona y enfadosa dicción. No es así, los problemas sociales jamás se resuelven de esa manera, si acaso se complican o crecen. Pero claro, es el camino fácil de los demagogos para intentar a través del atajo llegar al punto deseado; el que evita el pensamiento, el análisis, el reclamo sin airar y civilizado. Se sabe por experiencia que la pereza y la improvisación de acciones que requieren de pensamiento, diseño e implementación, terminan mal por lo general. Los mexicanos tenemos algunas décadas de padecer esta clase de farsas que parecen buenas, pero que a final de cuentas solo empeoran el estado de cosas.

     Citemos un par de casos emblemáticos, aunque los hay de sobra: Vicente Fox y López Obrador, ambos demagogos, ambos ególatras recalcitrantes, ambos de limitadas luces y generadores de problemas sociales. El primero parecía representar a la derecha, sin embargo en los hechos lo único que mostró es ser cabecilla de una banda de ambiciosos que saquearon el país, sin que hasta la fecha nadie les haya tocado. El brazo de la justicia se paralizó; quizá porque supieron colocar y poner a modo a funcionarios en las dependencias y poderes encargados de impartir justicia; quizá porque se ausentó la autoridad moral para hacerlo.

El segundo, un costeñito hablador y anarquista que jamás ha trabajado en nada, pero asegura defender a los trabajadores. Desde joven, y luego de permanecer como fósil en la hermana república de la UNAM (dixit Gabriel Zaid), se ha dedicado a fastidiar a todo México, sobre todo a los que trabajan y hacen posible que este país permanezca de pie. Se inició en el PRI y tuvo buenos huesos en su natal Tabasco, pero como no le dieran el cargo que quería, en uno de sus cotidianos berrinches tomó pozos petroleros y causó graves incendios. En otras de sus rabietas y pataletas (que exhiben su carácter malformado) llevó a barrenderos encuerados a los que sacó sangre para pintar consignas en muros

Sus émulos abundan de frontera a frontera y de costa a costa, los encontramos en los mal llamados partidos políticos (que en el presente se han convertido en meras franquicias de vándalos y ambiciosos), en los sindicatos, en los congresos, en las cámaras patronales y en cuanta organización se pudiera usted imaginar; pequeñas ínsulas como la gobernada por el improvisado Sancho Panza pero que en la práctica solo han  servido para dividir a México y a los mexicanos.

En unos días nuestros vecinos del norte estrenarán presidente, y no cualquier presidente, ¡no señor!. Salido de la farándula y el show business, Donald Trump dejará de organizar el certamen de Miss Universo y de administrar sus mafiosos casinos para tomar las riendas del Imperio.Como todos sabemos el señor del copete naranja nos detesta a sus vecinos, lo cual demuestra su incapacidad política e inmadurez como ser humano ¿Estará listo para gobernar un país en cuyas manos está la vida o destrucción del planeta?

A semejante cuadro habrá que agregarle que en su soberbia e ignorancia, pues aunque tiene mucho dinero la cultura y el conocimiento le son ajenas, Trump pretende deshacer el TLC o cuando menos cambiarlo al modo de él y sus amigotes que le asesoran, lo cual de lograrlo, no solo nos traería una infinidad de problemas a los mexicanos, sino que incluso y de rebote a su propio país y a otros(Canadá, por ejemplo).

La cuestión es que, y volvemos a Echeverría, desde que en su gobierno se traicionó la Revolución Mexicana, que dicho sea de paso, resultó exitosa en muchos aspectos (reprobada en otros y en unos más de medianos logros); han aparecido una serie de falsos mesías, todos ellos capaces de engatusar a parte de las masas; labor que en la era posmodernista se les facilita a través de las llamadas redes sociales: es decir, internet y teléfonos portátiles.

No importa que la información que reciban carezca de sostén y razonamiento, con tal de que lo publiquen las redes sociales “es verdad”, a fin de cuentas si se habla mal del gobierno debe ser cierto ¿en verdad?

La manipulación advertida por George Orwell en su anti utópica novela 1984 se ha convertido en una realidad. El doble pensamiento y facilidad para cambiar en la mente de las masas crédulas e ignorantes la concepción de las cosas es cosa común. Lo peor del caso es que como decía Umberto Eco de las nuevas generaciones, “son las que tienen más información de toda la historia, pero no saben cómo decodificarla”. Dicho en otras palabras: desconocen muchas cosas y temas y no saben cómo entenderlas o descifrarlas pues el mundo suele no ser tan sencillo como se aprecia en la superficie. Y las nuevas generaciones son superficiales por formación, campo propicio para la manipulación.

En síntesis: ante la llegada de este hombre agresivo y de malas entrañas, lo peor que puede sucedernos a los mexicanos es dividirnos y lo estamos lamentablemente. El anuncio del aumento a las gasolinas está siendo el pretexto idóneo para que los falsos apóstoles políticos aparezcan a defendernos del “mal gobierno”. Hasta este momento quienes fuimos formados a la antigua, que nos gusta pensar y resolver las cosas en lugar de complicarlas, no hemos visto que cámaras patronales, sindicatos, universidades, autotransportistas, camioneros, etcétera, se reúnan para tratar de entender lo que está pasando y nos puede pasar.

    Que una vez analizada la llegada de Trump, el aumento a las gasolinas y diésel y del TLC (por señalar algunos de los principales problemas), pidan hablar con el Presidente Enrique Peña Nieto y se escuchen mutuamente. Que sin levantar la voz ni amenazar, busquen entre ambas partes el bien de México con vista al presente y al futuro. Ni el estado tiene toda la razón, ni la sociedad tampoco, pues como dicen las Sagradas Escrituras: “en la multitud de consejeros está la victoria” (Prov 24:6). Mientras tanto, funcionarios, gobernadores, munícipes, senadores, diputados, ministros de la SCJN y demás integrantes de la monarquía huehuenche deberán bajarse sueldos y prestaciones cuando menos en un 60 por ciento, no hay de otra, y si no les conviene, que busquen en la IP quien contrate semejantes cerebros privilegiados (sirve que el País se estabilizaría de inmediato).

Hoy, dadas las condiciones que guarda la humanidad, requerimos con urgencia la unidad de todos los mexicanos de lo contrario ya lo sabemos:“un pueblo dividido, siempre será vencido”. 

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

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