Opinión
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El estado mexicano se encuentra en grave crisis, a punto del colapso. La corrupción, ignorancia e improvisación de toda clase de filibusteros mega ambiciosos y derrochadores ―adictos a la imagen mediática y alérgicos a la preparación elemental, es decir, el estado y sus funciones―, cuyas políticas públicas han llevado al sistema político mexicano al punto de quiebre sin que siquiera lo perciban ellos mismos. Su ceguera y ambición desmedida producen escalofríos al ciudadano que los observa.

Salinas comenzó con el cambio de modelo. Por señalar un caso, acabó con el ejido como lo ideó la Revolución Social de 1910 «inalienable, imprescriptible, e inembargable», permitiendo de la noche a la mañana que los ricos se hicieran de grandes extensiones de terreno a precio de risa que en unos cuantos años ahora valen fortunas (y los que vendieron, la mayoría pronto dilapidó quedándose sin tierras ni dinero).

Zedillo entregó mansamente el gobierno a sus amos de Washington, ellos lo pusieron, con ellos estaba comprometido (para eso quitaron de en medio a Colosio), iniciándose el desmantelamiento de un estado mexicano fuerte para entregar uno débil y dividido. Entre otras cosas implementó un plan piloto del FMI en el que el pueblo pagó las deudas de los ricos y las transas de los banqueros (FOBAPROA), plan que debido a su éxito luego fuera utilizado en Grecia, España y otros sitios.

Con Vicente Fox el estado mexicano entró en total descomposición, además de perder el control de los hilos del estado y por ende del poder público, abrió las puertas de par en par a una corrupción desbocada en todas las instituciones y dependencias (con impunidad total hasta el presente). Una pareja de ignorantes marcó el rumbo a la clase política, así que en lugar de decir “todos” (que incluye hombres y mujeres), el grandote borricón como el Platero de Juan Ramón Jiménez les contagiaría. Ahora los gobernantes, del nivel que sea, se dirigen a: “gobernadores y gobernadoras, senadores y senadoras, diputados y diputadas, chiquillos y chiquillas”. Qué bueno que en México no existe el partido de los sans-culottes ¿se imagina como se dirigirían a ellos, o a los habitantes de Culiacán?

Desde entonces fiestas con artistas de todo tipo (con millonarios costos al erario) son cosa común, pistas de patinar, televisiones, computadoras, piso de cemento y cuanta cosa se les ocurra a los demagogos, son ahora el nuevo estilo de los gobiernos posmodernistas. Tan laxos como inútiles, tan mediáticos como soberbios, tan protagónicos como ornamentales.

Y en la medida que las instituciones se debilitaban, la criminalidad se desbordaba y el estado de derecho se desdibujaba, dando paso a la impunidad. Modas exigidas por el Imperio ―como es el caso de los derechos humanos― contribuyeron a desmantelar un estado sólido para dejar un remedo que solo existe contra los causantes cautivos y los que carecen de influencias. Las garantías individuales (que protegen de manera total al ciudadano) son mejores y más completas que los derechos humanos y ya ni se mencionan. Cualquier grupito, ONG, o hablador maldiciente desde el internet, puede condenar o señalar al gobierno y éste se espanta aun cuando la razón y la ley le asistan, desentendiéndose de su funciones elementales.

Sueldos estratosféricos, prestaciones, bonos, gratificaciones, aguinaldos, vacaciones y demás formas de ratería de los funcionarios y sus séquitos de vividores (pomposamente llamados “asesores” y demás) deben desaparecer a manera de ya. El pueblo mexicano no puede seguir sosteniendo tanto tiburón y sus rémoras, no se diga en un pueblo en el que solo unos cuantos pagan impuestos (los empresarios de media tabla hacia abajo) y que los demás; los de arriba y la gran base de abajo no paga y exige todo del gobierno. Esto no debe continuar. Se requiere de un nuevo esquema fiscal que baje los impuestos, pero en el que todos contribuyan. Es absurdo que quienes más exigen son los que nunca pagan nada. Sea en la punta de la pirámide o en la base.

Los partidos políticos por su parte se han convertido en enemigos del pueblo. En simple bandas de forajidos que prometen mucho y nada cumplen, excepto a sus familias y cuates, enriqueciéndose en tres años de manera cínica y ofensiva para el pueblo, al cual le cuestan anualmente sumas multimillonarias que de ninguna manera se justifican.

Las raterías de funcionarios y exfuncionarios quedan impunes todas. Fox y sus pandillas familiares saquearon el país haciéndose de enormes y mal habidas fortunas sin que nadie los toque. Aquí en Jalisco, Emilio González Márquez gastó 74,000’000 millones de pesos de manera discrecional, sin jamás entregar cuentas y sin ni que nadie se lo exigiera. Se le fincaron cargos de su cuenta pública por $7,573 millones de pesos, se gastó también los millones que el gobierno federal dio para los damnificados del huracán Jova y el brazo de la ley no lo toca ni con el pétalo de una rosa.

Estas y muchas, pero muchas otras cosas y acciones descubren ante los ciudadanos que el estado mexicano requiere de una revisión inmediata. De cambiar vicios y prácticas que nada tienen que ver con la función del estado, cuyo deber es vigilar a manera de padre de familia íntegro que las cosas en casa marchen adecuadamente, de buscar el imperio de la ley, de administrar los dineros públicos con responsabilidad y honradez.

Su función es gobernar y administrar, propiciar políticas públicas que permitan un mejor estilo de vida para todos los ciudadanos y no solo para algunos cuantos (o para las bandas en el poder). Implementar políticas fiscales de aplicación general que permitan un mejor reparto de la riqueza, con lo cual se acabaría ese paternalismo y manipulación de los demagogos (de los cuales hay un hartazgo) que solo les beneficia a ellos mismos. Organizar festivales musicales con artistas para el populacho, regalar teles, o despensas, nos regresa al siglo XVI con espejitos y baratijas traídos de España.

Se ha llegado a tal extremo que la protección de un perro o un gato movilizan de inmediato al aparato público y las demandas de justicia de los hombres son menospreciadas y desatendidas. Urge pues revisar a fondo el estado y sus funciones. No podemos continuar con improvisados y promotores de la farándula cuyo único fin es el dinero y el poder. México requiere a manera de ya de los mejores ciudadanos en el gobierno, de un estado renovado y acorde a las exigencias del siglo 21, de lo contrario cualquier demagogo podría hacerse del poder y llevarnos a la dictadura. Feliz año 2016.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

Email: mahergo50@hotmail.com

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Estos son días de guardar, oficialmente de asueto, los más los aprovechan para vacaciones y descanso. Se recuerda la Navidad, que como ya se ha dicho durante años en esta columna, no se sabe con certeza la fecha exacta del nacimiento de Jesús (que bien pudo ocurrir tomando en cuenta los Evangelios, por septiembre u octubre). Lo que se recuerda entonces es al personaje bíblico. El problema es que se cuenta la historia plagada de errores y sin casi jamás llegar al fondo del mensaje.

Todo queda y se desarrolla en el mundo de las emociones y casi nada en el terreno espiritual. Se enfatiza por ejemplo los supuestos animales en los que venían los magos de oriente, así como el nombre de ellos y su color de piel, cuando la Biblia no menciona en absoluto ningún animal, como tampoco el nombre de los magos ni el color de su tez.

Ya encarrerados en la fantasía, clero y polulacho han centrado el festejo en un sitio como el pesebre, en lugar de narrar la razón por la que nació ese niño que un día se hizo adulto, desentendiéndose de lo que profetizara el anciano Simeón durante la presentación de Yeshua (Jesús) por sus padres en el templo de Jerusalén:

 

―”Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; Luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel…  y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto par caída y levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha” (Luc 2:29-34).

 

Simeón no profetiza sobre posadas, ni que aquel nacimiento se convertiría en una fiesta anual de intercambio de regalos y mucho menos de borracheras (ni qué decir de las perversiones actuales). Su mensaje profético tiene como palabra clave la «salvación» del hombre. Que al ser aceptada por unos se transforma en levantamiento, y en caída para los que la rechazan. Salvación personificada en las palabras y obra de Jesucristo (Yeshua ha Mashiach).

En el caso de México y los países latinoamericanos las llamadas posadas son parte muy importante del festejo decembrino. Festejo que en las últimas décadas ha abandonado gradualmente su centenario sincretismo para convertirse en vil borrachera, sino es que bacanal. Pero eso sí ¡le llaman posada!

¿Acaso el rechazo a dar hospedaje a Yosef y Myriam (nombre original de José y María) en Belén se limita a lo sucedido hace dos milenios, cuando el pequeño poblado de Judá estaba repleto de ciudadanos que habían acudido a empadronarse a su lugar de origen conforme a la orden del emperador romano? ¿Porqué no hablar de la negación en Guadalajara, en México, Monterrey, Oaxaca, Mérida o la ciudad o pueblo que sea, de recibir en los hogares al Salvador de la humanidad? Basta leer un diario o encender la televisión para enterarnos del clima de violencia, maldad y corrupción que impera en la sociedad, consecuencia, no de haber negado hospedar al Salvador, sino de haberle echado fuera luego de varios siglos de creer y confiar en Él (incluso de manera superficial y sincrética, pero con verdadera fe y amor).

Lamentablemente el hecho histórico, no se diga el mensaje, se han desvirtuado y diluido a causa del descreimiento, el  materialismo y el hedonismo. En esta fiesta en que hasta los gobiernos seculares obligan a empresas y patrones a dar un regalo (aguinaldo) y conceder vacaciones, nadie, excepto un remanente, hablan del porqué Dios se hizo hombre como lo escribe Yohanán: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros…  A lo suyo vino ―a salvarnos― y los suyos no le recibieron” (Juan 1:14,11). Nadie quiere incomodar al otro, palabras como pecado, arrepentimiento, salvación, humanidad caída y rebelde, han dejado de ser políticamente correctas de ahí que el mensaje real de la Navidad resulte incómodo en la navidad.

Resulta mucho más fácil cantar algún villancico, poner algunas luces de colores o un árbol con esferas, que detenerse y hacer una introspección. Jesús ya nació hace dos milenios, no necesita nacer de nuevo, el que necesita nacer de nuevo es el hombre caído cuya condición delante del Dios santo y justo es negativa, por no decir de condena. Situación grave en verdad.

Para poner las cosas en perspectiva y entender la razón del llamado divino para que espiritualmente nazcamos de nuevo, consideremos lo siguiente: Si cometiéramos tres pecados al día ―cantidad que rebasamos con facilidad― en un mes serían 90 y en un año 1080, cerremos la cifra en mil. Si viviéramos ochenta años serían 80,000 ¿cómo le iría a una persona ante un juez con semejante cantidad de delitos? Ese símil nos coloca en nuestra real posición delante de Dios. Somos pecadores y estábamos perdidos. Punto.

Todos los seres humanos necesitábamos a alguien que nos reconciliara con el Creador, que nos salvara de la muerte eterna y Jesús para eso vino. Esa es la verdadera historia y grandeza de la Navidad. Almacenes repletos de luces vistosas y mercancías de todo tipo no tienen nada que ver con el Autor de la vida ni con su mensaje de salvación. Así que como puede usted ver, se trata de una historia mal contada, aunque por fortuna tenemos al alcance el libro que narra con absoluta veracidad hechos y mensaje, lo cual nos recuerda a las palabras del ángel anunciadas a los pastores de Belén y con esto concluimos: “He aquí que os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo; que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías el Señor” (Luc 2:10-11).

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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En la vida es necesario hacer altos, detenernos para cuestionarnos acerca de algunas cosas, en particular de la vida, la verdadera vida, entendidos que el resto de las cosas son temporales, pasajeras. Durante estos días todo mundo habla de la navidad, pero pocos saben el sentido y mensaje que contiene, pues limitan la fecha al nacimiento de Jesús ―aunque en realidad se desconoce la fecha exacta de su nacimiento― así como a dar y recibir regalos, sin saber la mayoría que Él es el Mesías, el Salvador de Israel y de todos los pueblos de la Tierra. Claro, de aquellos que respondan a su amor y acepten su obra redentora.

Para muchos judíos, no para todos, Jesús (Yeshua en hebreo) no es el Mesías; lamentablemente entre la cristiandad el asunto no mejora, pues poco se sabe acerca del personaje central de la Biblia, lo que demuestra la ausencia de comunión entre el Salvador y el pecador, que lo somos todos.

En días pasados presenté en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL 2015) mi más reciente obra «YESHUA, EL MESÍAS». En la contraportada escribo lo siguiente:

 

―”Nadie puede afirmar con sabiduría y certeza que YESHUA (Jesús) es o no el Mesías si su respuesta no se sustenta en la Biblia. Ni la tradición, ni las costumbres, ni el éxito literario o poder del tipo que sea, pueden calificar o descalificar. Toda opinión que no cimente su argumentación en las Sagradas Escrituras carece de valor por cuanto es justamente en la Torá, los Neviím y los Tehiliím (Ley, Profetas y Salmos) donde Dios dejó a Israel y al resto de las Naciones los antecedentes, los porqués, el perfil, el cuándo y el cómo vendría el Mesías. Pero sobre todo para qué”.

 

La anterior afirmación confronta de manera directa al lector de la obra, aunque esta se extienda a todo ser humano, pues no se puede rechazar al enviado de Dios nomas por declararse ateo o por entender la fe de manera distinta a como ha sido revelada en las Sagradas Escrituras. En todo esto tienen responsabilidad, en ese orden: rabinos, sacerdotes, pastores, catequistas y demás instructores no capacitados ni versados en la Biblia (o con mero conocimiento intelectual), pues aunque sean personas secularmente cultas, para las cosas divinas se requiere llamado, fe, conocimiento y haber nacido de nuevo, como le advirtiera Jesús al rabino Nicodemo. De no ser así la sentencia del Mesías cobra vigencia: “Si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo”.

¿Quién es el Mesías? La Escritura anunció paulatinamente los tiempos, el perfil y circunstancias en que vendría el Mesías a salvar a la humanidad caída, y de acuerdo a los cientos de profecías cumplidas (anunciadas en la Ley, los Salmos y los Profetas), Yeshua―Jesús es el anunciado por Dios. Resulta pues literalmente imposible que las profecías se cumplan de nuevo en persona alguna. De hecho falta que cumpla la otra parte de la profecía, la de Mesías Rey, misma que cumplirá como legítimo heredero del trono de David, puesto que Jesús es descendiente directo de él y en la actualidad es imposible que judío alguno pueda probar tal cosa. Para ello, sin embargo, tendrá que retornar; evento que tomará por sorpresa a la humanidad misma, pero sobre todo a los gobiernos impíos de la Tierra ―que lo son casi todos―. Le harán la guerra pero todos serán derrotados. No lo dice quien esto escribe, es lo que enseñan las Sagradas Escrituras, tan comentadas por muchos, pero tan desconocidas por los más.

No queriendo tomar más espacio, comparto al lector un par de fragmentos de mi libro recién publicado en espera de que enriquezcan su ser interior, que si se amplía a su familia, me sentiré más que honrado y satisfecho:

 

―”…es menester entender y reconocer de una manera integral la persona y obra del Mesías redentor, que como se ha podido apreciar fue anunciada en forma por demás detallada y anticipada en el Tanaj (A.T.), como también establece su reinado glorioso al final de los tiempos. No obstante, antes tenía que morir en expiación por el pecado del judío y del gentil de todos los tiempos… Los hombres tenemos que entender que la Escritura no puede cambiar ni ajustarse a nuestros deseos y caprichos, con humildad debemos aceptar que Dios en su soberanía así lo dispuso y por tanto así tenía que suceder, incluso gozarnos de que en su amor y misericordia se propuso salvarnos y Él conoce mejor que nadie, los tiempos, las formas, los porqués y las circunstancias en que debían(en) desarrollarse las cosas, puesto que en su omnisciencia ―otro de los atributos divinos― el Señor sabía desde la eternidad le necesidad de enviar a su Hijo el Mesías Yeshua para que a semejanza del cordero pascual, muriera por nosotros los pecadores que lo somos todos, pagando con su sangre nuestras culpas” (pág. 312).

 

―”Hagamos un pequeño receso. La modernidad y su hijastra la posmodernidad han enseñado a sus pupilos a rechazar a Dios y las verdades reveladas en su Palabra, de manera que la palabra pecado no cabe en su engreído intelecto, por tanto, su vacío existencial rechaza la obra expiatoria del Mesías, de ahí que las palabras de Octavio Paz describan esa horrenda soledad posteista que no requiere de mayor agregado: ‘Los hombres modernos, incapaces de inocencia, nacidos de una sociedad que nos hace naturalmente artificiales y que nos ha despojado de nuestra sustancia humana para convertirnos en mercancías, buscamos en vano al hombre perdido, al hombre inocente…’. Hagamos ahora un nudo y tomemos de nuevo el hilo de nuestro tema: redentor y pecador arrepentido son un binomio entendido en el Plan de Dios, cuya unión permite la espera segura del reino mesiánico anunciado en las Escrituras” (pág. 313).

 

Que pase una linda Navidad, que el Mesías le bendiga a usted y su apreciable familia, son mis mejores deseos (A los interesados el libro lo puede adquirir en la cadena de Librerías Gonvill en todo el país o en su sitio en la red)

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

Email: mahergo50@hotmail.com

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Sin temor al error y la exageración, los gobiernos del siglo XXI son los más corruptos en la historia de México. Cuando más tinta, radio e imágenes televisivas nos machacan todos los días de transparencia y rendición de cuentas ―gastando al efecto miles de millones de pesos― funcionarios y burócratas de angora se llevan los dineros públicos con total desvergüenza. Su exhibicionismo provoca indignación e impotencia en los ciudadanos; pecado y delito agravado si se toma en cuenta la condición del pueblo mexicano.

La publicación reciente de los aguinaldos de algunos funcionarios de Jalisco (ubicados en posiciones muy abajo en importancia) corroboran lo que el pueblo piensa de sus gobernantes, que dicho sea de paso y con las excepciones de siempre, les tiene por mega ladrones, ineficientes e insensibles. Calificativos a los que han agregado el de exhibicionistas, ¿y cómo evitarlo?, si mientras que el ciudadano promedio gana al mes entre 4 y 6 mil pesos, estos bribones se llevan lo que ellos ganarán en muchos años y con un enorme esfuerzo. En cambio los funcionarios con muy poco esfuerzo, a la luz del día y ante los ojos de todos.

Veamos algunos ejemplos locales: el magistrado del TAE, Laurentino López cobró de aguinaldo este año $393,125.00 pesos, el presidente del Consejo Electoral del Estado, Guillermo Alcaraz $313,055.00, el presidente del STJ, Carlos Vega Pámanes $281,313, el gobernador Aristóteles Sandoval $276,991.00, por señalar algunos a manera de muestra.

En el ámbito federal las cosas no mejoran. En tanto que el Presidente de la República tiene un sueldo decoroso y cuyas responsabilidades están por encima de las de cualquier ciudadano (su aguinaldo será por $ 76,848 pesos, mas $319,628 por concepto de gratificación); entre los integrantes de la monarquía las cantidades que se llevan en diciembre son verdaderamente escandalosas. Dignas de enjuiciarlos a todos.

     Inician la lista los ministros de la SCJN cuya ambición económica les aleja de toda representación de justicia ante un pueblo pobre, agraviado y como dijera Colosio ―parafraseando a Jesucristo― “con hambre y sed de justicia” ¿Y cómo no, si el presidente, Luis María Aguilar se lleva de aguinaldo $586,449.00 pesos. El líder del TEPJF, Constancio Carrasco la misma cantidad. Lorenzo Córdoba del INE $454,627.00. Eduardo Sojo del INEGI, $418,917.00 pesos, Raúl González de los Derechos Humanos $404,367 pesos, Ximena Puente del IFAI $399,274.00, los siete consejeros del CJF recibirá cada uno $378,147.00 pesos, los del IFT $366,000.00 cada integrante y los del INAI $399,000.00, etcétera, etcétera.

Si le agregamos a esto los miles y miles de cortesanos y nobles que integran la monarquía huehuenche (súmele los sindicatos corruptos ―aunque se digan de “izquierda”―) y tendremos por amarga conclusión de que por eso estamos como estamos. Entendemos la razón por la cual no hay obra pública, porqué el IMSS se encuentra en quiebra, porqué la deuda pública (externa e interna) ya es impagable, etcétera, y es lógico, con una clase política tan voraz y sin ningún compromiso social las cosas no podían ser de otro modo.

     ¿Para qué poner un negocio y complicarse la vida con un sinfín de trámites en dependencias públicas y burócratas indolentes?, ¿Para qué invertir, para qué trabajar, crear empleos y esforzarse para que México crezca, si se pueden afiliar a un partido y ofrecerse a sí mismos en busca de un cargo público o de elección popular? No hay que invertir nada. Basta con su ególatra persona, con mentir a diario, ser profundamente egoístas, no pensar en la suerte de México y gastar las pocas neuronas en uso en el modo de enriquecerse lo más pronto posible. De entrada a través de abultadísimos sueldos, aguinaldos, bonos, seguros, y demás prestaciones. Ya en el cargo buscar la forma de hacer jugosos “negocios”. Lo de la franquicia política no hay problema, todos son igual de rentables (hablando de negocios e inversiones).

En su exhibicionismo han convertido el Congreso Federal (y no pocos locales) en teatros de comedia vulgar (pero nada baratos), en el que bandas de facinerosos ―si no lo son, esa impresión dan― pelean los dineros públicos a los contrarios, capaces incluso de lanzarse monedas de chocolate al estilo Judas en ese templo de traiciones, en el que los representantes nomás representan su interés personal y a su franquicia política. Punto.

Lamentablemente hemos llegado al límite. A las cosas tiene que decírseles por su nombre, nada de eufemismos y de buscar lo políticamente correcto. Son muletas de apoyo que nomás han servido para encubrir acciones de latrocinio y corrupción. Llevarse los dineros públicos con tanto cinismo y desvergüenza ―disfrazados de “legalidad”― no dejan de ser delitos, actos de simples ladrones. Sobre todo cuando el pueblo lucha a diario para apenas sobrevivir, en tanto que gobernantes y burócratas de angora satisfacen con creces sus vulgares ambiciones abofeteando el rostro de un pueblo al que le juran representar en una democracia, cuando en la realidad son una extraña monarquía integrada por bucaneros y parásitos(con la excepción de unos cuantos que nos merecen todo respeto y que sin su presencia en el aparato público este país estuviera ya sumido en el caos) ¿O usted, cómo calificaría a los gobiernos actuales en base a los enormes sueldos, aguinaldos y prestaciones que nos cobran a los ciudadanos?.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

Email: mahergo50@hotmail.com

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