Opinión
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Dice el viejo refrán que “se enojan las comadres y salen las verdades”. El pleito entre el agresivo presidente municipal de Guadalajara y su otrora amigo y compañero de partido, el gobernador de Jalisco, ha destapado una cloaca que de cualquier manera ya tenía muchos años lanzando sus fétidos olores.

    Resulta curioso que el presidente de Guadalajara, siendo entonces diputado (del PRD), haya aprobado la magistratura de Luis Carlos Vega Pámanes: primero, porque si su gente le ha estado sacando los trapos sucios a dicho personaje, no es creíble que no supiera la clase de persona que estaba aprobando para un cargo que no solo requiere de conocimientos jurídicos y vasta experiencia. Y segundo, que participara en el encumbramiento de un individuo sin carrera en el poder judicial, cuando por siempre ha sido requisito sine qua non, que quien llegue a la presidencia del Supremo Tribunal de Justicia haya subido antes peldaño a peldaño la escalera de ese poder.

Vega Pámanes no lo hizo, subió de un tranco lo que siempre ha llevado 25 o 30 años de carrera y experiencia, de entender y aplicar justicia, sin la cual toda sociedad entra en inquietud, luego en zozobra y finalmente en el caos (proceso por el cual la justicia en Jalisco ha transitado hasta llegar al último punto).

     Retrocedamos un poco: ¿Cómo esperar justicia en el gobierno de Alberto Cárdenas Jiménez, si en el caso de sus procuradores eran doctrinistas fanáticos (o tontos útiles), que para detener un delincuente requerían hacerlo en “flagrancia”? Olvidan que la mayoría de los delincuentes son astutos (que no es lo mismo que inteligentes), cuidándose muy bien de la autoridad, o comprando algunos elementos para no ser detenidos jamás durante sus fechorías, iniciándose así la vereda a la impunidad, que dicho sea de paso ya es autopista de ocho carriles.

     Al desconocer la nueva cepa de políticos (sin distinción de partido político) las funciones elementales del estado y los equilibrios necesarios para mantener firme el contrato social, la impartición de justicia quedó al garete. Las cárceles comenzaron a llenarse de delincuentes menores, como de los fáciles de detener. Las denuncias en cambio crecieron el archivo de la Procuraduría del Estado al no atender los justos reclamos de la sociedad, que agraviada de una y mil formas (robos, asaltos, secuestros, extorsiones, violaciones y abuso sexual, lesiones, homicidios, fraudes de todo tipo, etcétera) se hartaba (y harta) de una burocracia indolente divorciada del pueblo e ignorante de sus deberes, que no son otros, que impartir justicia pronta y gratuita, como establece nuestra Carta Magna.

En lugar de buscar la manera de agilizar los juicios civiles, familiares, mercantiles y penales, crearon el Consejo de la Judicatura del Estado, que no es otra cosa que una burocracia dorada e innecesaria que le cuesta una fortuna al pueblo y sin resultados. Revisar lo revisado, pagar el pueblo por algo que ya se pagó. Cargos para los amigos, pues.

Perdidos en sus ambiciones, los funcionarios que encabezan el Poder Judicial desde a finales del siglo pasado, la mayoría (hay por supuesto honrosas y reconocidas excepciones) viven en grilla permanente, mientras que como denunciara de manera casi profética Luis Donaldo Colosio: Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada; de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla”.

    ¿Cómo esperar justicia de un poder que ni siquiera ha abierto su boca para señalar los desfalcos y escandalosos derroches de Emilio González Márquez? Nunca entregó cuentas de los $ 74,000’000,000 millones de pesos que gastó de manera discrecional, ni nunca ha dicho nada de los más de $7,000’000,000 millones que se le fincaron de responsabilidades. Mientras que a los gobernadores de Veracruz, Sonora, Chihuahua y Campeche que recién acabaron su gestión se les tiene con la guillotina al cuello, al exgobernador de Jalisco ni siquiera se le menciona. ¿Cuál justicia?

     ¿Cómo esperar justicia de un poder que sacó sus juzgados a una costosísima “ciudad judicial” que además de construirse en medio del escándalo (otro delito impune), se alejó en distancia y rumbo del pueblo? Su ubicación es para los que tienen obligadamente auto, que pueden pagar estacionamiento y cubrir sus gastos de traslado, cosa que muchísimos ciudadanos no podrían hacer.

Se tenían los terrenos en la zona del Parque Morelos (pagados a precio de oro por el entonces presidente municipal Alfonso Petersen) y no los usaron. De hecho los están comenzando a utilizar para cosas de computación (que podrían ubicarse en el periférico, donde está la ciudad judicial). El mundo al revés.

     En medio de este caos en el que la impartición de justicia en muchas de sus áreas es deficitaria o casi inexistente (con una Junta de Conciliación saturada de juicios con salarios de trabajadores inflados y despidos falsos, simples extorsiones al amparo de la Ley; con una justicia Penal donde apenas entre el uno y el dos por ciento de los que cometieron delitos son procesados; con una justicia familiar en la que los hijos se han convertido en mero chantaje y sufren terriblemente a causa de uno o ambos padres, etcétera y abogados sin escrúpulos alientan ese clima de injusticia), los pleitos entre los gobernantes permiten que los jaliscienses nos enteremos de la clase de rufianes que han llegado a sitios que les son vedados.

No es posible que los diputados en su momento hayan nombrado “magistrado” a un don nadie en la carrera judicial, de hecho a un arribista con graves antecedentes penales. Un individuo extremadamente ambicioso que al poco tiempo y luego de ser nombrado presidente del Supremo Tribunal de Justicia, no dejó de pedir recursos en cuanto medio o foro tenía a su alcance. No se necesita más dinero para el poder judicial. Se necesitan juzgadores con el perfil necesario, capaces, decentes, con un sentido de justicia bien afinado, de lo contrario se corre el riesgo de que se sigan colando delincuentes.

Es inadmisible que un individuo con estos antecedentes y perfil (como es el caso de Vega Pámanes) haya llegado a tan alto sitio. Cabe preguntarse ¿y el resto de los magistrados porqué permitieron que un extraño, peor todavía, con antecedentes criminales, ocupara semejante cargo de máximo honor y responsabilidad? Su laaaargo silencio nos hace pensar a muchos, CON ESA JUSTICIA ¿CÓMO? Como terminar con tanta impunidad, con tanta corrupción, con tanto menosprecio al pueblo al que protestaron servir e impartirle justicia.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

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Muchas personas entre las nuevas generaciones piensan, quizá ingenuamente, que todo lo hacen mejor que antes. Y no me refiero a inventos y tecnología, nuestro tema lo dice con exactitud, a la relación de la sociedad con la naturaleza, con su medio ambiente como prefiere llamársele ahora. Bastará retroceder medio siglo, aquí mismo, en Guadalajara para que cada quién saque sus conclusiones.

Empecemos por el hogar, ¿le parece? Bien, nuestras madres iban al mercado (no existían los supermercados), como pocos hogares contaban con refrigerador la tarea por tanto era casi diaria. Se iban a pie, ni tenían ni usaban carro de manera que no contaminaban nada. Para sus compras llevaban bolsas de ixtle o canastos. Eran expertas en el tema: primero compraban papas, frijol y cosas duras y las más frágiles como jitomates, tomates, huevos, etcétera, las colocaban encima. Algunos comerciantes les envolvían cosas como semillas, chiles y varios, en alcatraces de papel o periódico.

En la actualidad (y aquí depende del nivel económico) ahora van al super y lo hacen en una camionetota en la que caben 8 o 10 personas, aunque nomas sean ella, el marido y un par de hijos. Llenan el carrito del super con muchas cosas que no necesitan, la mayoría de ellas en empaque de plástico que dura 40 o 50 años para destruirse. Todo lo demás en bolsas de polietileno. Me olvidé decir que antes no se usaban las bolsas de plástico. Las mamás echaban todo en su bolsa o canasto a granel.

Me detengo en la lectura: hoy, todos los días miles de toneladas de basura son llevadas a los basureros municipales de las grandes ciudades del país, la mayor parte de estos desechos son plásticos, por tanto, no se degradan, ahí quedan. Tema que a nadie parece importar, menos a los políticos, obsesionados en la siguiente elección, en enriquecerse y hartarse de poder.

En los años ’50,’60 y parte de los ’70, las personas se tomaban en el puesto del mercado su jugo o chocomilk en un vaso de vidrio. Vino la modernidad y la presumida posmodernidad y todo se sirve en vaso desechable. Para eso se hizo la tecnología, para mejorar la vida del hombre ¡faltaba más!

A propósito: el obrero, el albañil y la mayoría de los trabajadores que comían fuera de casa, la llevaban en bandejas de peltre o de aluminio. Es decir, todos los días usaban el mismo enser que era llevado y traído con comida nueva una vez lavado. Hoy compran sus alimentos en la calle y los reciben en platos y vasos de plástico desechables. Igual lo hacen todas las personas que compran comida para llevar: todo, absolutamente todo es entregado en material plástico desechable.

Los alimentos, por decir algo, las salchichas eran elaboradas con carne de cerdo y harina. Llegaron los avances de la modernidad y caballos y burros que por siempre se usaron para transporte o carga terminaron en el rastro en simples salchichas. El problema es que acabaron con los animalitos y la producción recurrió, primero a las harinas (es decir, la gente creía comer carne y comía galletas) para finalmente producirlas con huesos de pollo y otras cosas que requerían de antibióticos masivos.

Quesos, panelas y cremas que eran de vaca, merced a los avances de sociedades cada vez más inteligentes; dejaron las fórmulas milenarias de la elaboración para introducir porquería y media que dejara más dinero. ¿En qué cabeza cuerda cabe que un kilo de crema natural puede venderse en $12 o 15 pesos? Pues las hay y las compran. Las cremas, claro.

Antes nada se desperdiciaba, o casi nada. El perrito, los que tenían, comía lo que dejaba la familia.Hoy día hay perros que comen y viven mejor que más de la mitad de los ciudadanos; a tal punto ha llegado su ”amor” por los canes que los negociantes de mascotas les han creado una estructura mundial para esquilmar su afecto desbordado. El negocio de los alimentos para animales crece más rápido que la capacidad de los que menos tienen para alimentarse de manera balanceada.

     Y ya que tocamos este punto, hasta los años sesenta hubo un oficio ya desaparecido ¡los ceroteros! Sí, leyó usted bien. Eran señores que con un costal y unas pinzas recorrían todos los barrios de Guadalajara recogiendo cuanto excremento de perro se encontraban. No era hobby ni excentricidad, era su trabajo, pues las heces perrunas las vendían a las curtidurías para su proceso con las pieles (que luego serían utilizadas en calzado, bolsas, etcétera).

El pollo y la gallina lo compraban vivo las mamás en el mercado. Allí se los mataban, luego de pelarlos (las plumas eran utilizadas para almohadas) era comido en casa, del día, recién matado. Hoy gracias a los avances, el pollo puede tener meses en refrigeración, con bichos nuevos, pero modernos.

Los paseos familiares eran afuera de la ciudad o en los parques como los Colomos, San Rafael, la Gigantera, las Vegas (afuera de lo que hoy es el Hotel Tapatío), Ciudad Granja, etcétera. No se usaba nada desechable, y cáscaras de frutas evidentemente son orgánicas (si alguien las dejaba no las recogía).

En síntesis: si analizamos la basura que se produce y recoge en la ciudad de Guadalajara y la comparamos con la que se recogía hace medio siglo, y si también se toma en cuenta la población de entonces y la actual, nos podemos horrorizar de la desproporción.

Lo peor del caso es que muchos actualmente se creen “ecológicos” buena onda y mega comprometidos con el medio (poniendo su lenguaje a tono). Andan en bici con peligro de que los dejen como calcomanía pegados en la calle, se suman a toda campaña nice en las redes, cambian de color de moñito en la camisa o en la blusa según sea el apoyo de la semana y sueltan románticamente globos blancos o de color para festejar alguno de sus triunfos progres. Qué importa que ese globo caiga en el campo y se lo trague un ave, un venado, mapache o lo que sea y se muera. Su conciencia ecológica ya les permitió dormir en paz y hacer de la tierra un mejor planeta. Al fin y al cabo, y por si las flaises, ya andan otros progres tratando de colonizar Marte (por aquello de no te entumas).

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

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Los escándalos y corrupción imperantes de la mayoría de las Juntas Locales de Conciliación y Arbitraje no podían seguir siendo tolerados. Los reclamos de las fuentes de trabajo pidiendo justicia y un alto a tanto abuso al que han estado sometidos durante los últimos años, sobre todo de mediana tabla hacia abajo, no fueron atendidos ni escuchados. Algunos medios hicieron público lo que sucedía (en Jalisco, el diario Mural lo hizo varias veces; esta columna no se diga), luego el Presidente Peña Nieto mandó la señal pública de tener conocimiento de lo que sucedía en las Juntas, advirtiendo de desaparecerlas y pasar estos juicios al poder judicial. No hubo respuesta: las Juntas hicieron oídos sordos y los cárteles laborales (como los llamados “talibanes” en Jalisco) siguieron en lo suyo sin que nadie les estorbara. Se equivocaron rotundamente.

Casi en todo el país la ambición de los numerosos cárteles integrados por abogados, si es que se le puede llamar así a quien utiliza una cédula profesional para extorsionar o hacerse de manera ilegítima de una cantidad de dinero, tomó a manera de rehén las Juntas de Conciliación en no pocos Estados, Jalisco en primer orden.

Lo que es peor y repugnante, utilizando la Ley Federal del Trabajo para cometer un sinfín de atracos a negocios y patrones que luchan para sostenerse; que agobiados por una carga fiscal demasiado alta, y que muchas de las veces son extorsionados por la delincuencia; todavía caer en las garras de profesionistas que utilizan al trabajador como mero pretexto para enriquecerse (con la complacencia o indiferencia de las Juntas de Conciliación) es el colmo.

      En su mísera visión profesional en la que por supuesto la ética no existe, acaban o descapitalizan a las fuentes de trabajo con demandas de despidos inexistentes, a las que le suman sueldos y prestaciones infladas, obteniendo en los Laudos cantidades por decenas y cientos de miles de pesos, con la ayuda o complicidad muchas veces de la autoridad. Laudos de 200, 300, 400, 600 mil o hasta de millones, no se pueden entender sin la complicidad de las autoridades laborales. 

     Resoluciones que en derecho y justicia serían de 20 o 30 mil pesos las convierten en cientos de miles, con la ayuda de funcionarios tan corruptos como los litigantes, acabando con las fuentes de trabajo y el patrimonio familiar de ciudadanos trabajadores. Una impartición de justicia que no es justa deja de ser justicia para convertirse en injusticia.

Los llamados trabajadores “toreros” (que viven de las “corridas”) son parte  del problema; capaces de tener dos y hasta tres juicios a la vez sin que la autoridad laboral les marque el alto.

En los años setenta y ochenta, las Juntas de Conciliación funcionaban de manera aceptable. No podemos desatender la inclinación del mexicano por la corrupción, situación que convierte el tema de la justicia (en cualquiera de las ramas del derecho), en una cuestión de interés nacional y permanente. No hay de otra.

Retrocediendo en nuestra historia reciente, para ser exactos a la llegada del PAN a Jalisco en 1995, y en el año 2000 a nivel nacional: los panistas con el argumento de una honestidad que carecen de manera absoluta, además de despedir a los funcionarios que conocían el tema y procuraban que las Juntas no se salieran de control; lo cierto es que las dejaron al garete, permitiendo que esta “libertad” originada en su incapacidad de gobernar se convirtiera en libertinaje. En un mundo nauseabundo de corrupción.

Baste decir que la inmensa mayoría de abogados (mayores de 50 años) rechaza cualquier asunto laboral, calificando y condenando de manera unánime a las Juntas precisamente a causa de haber caído en la corrupción total, puesto que el derecho, la justicia y la verdad carecen de espacio. Es tal el clima imperante en las Juntas que todos en sus pasillos afirman con cinismo y sorna: que “el que dice más mentiras y las prueba es el que gana”. 

La verdad de los hechos, los argumentos de raciocinio emitidos por cualquier abogado, repito abogado, que se funden en la ley y en los hechos reales resultan  irrelevantes en este templo de la ilegalidad y la extorsión simulada. Tribunal en el que se le ha dado la espalda a la justicia y al derecho para caer en el simple legalismo que vive del error y de la interpretación torcida de la ley para sacar un provecho ilegítimo.

Por eso el Congreso a través del Senado les tiene en proceso de desaparición. Las reformas a los artículos 107 y  123 constitucionales aprobadas esta semana (13 de octubre) para acabar con las Juntas y enviar los litigios al poder judicial, no son otra cosa que el resultado de los airados reclamos recibidos a nivel nacional a través de la Presidencia de la República. Poder que a final de cuentas parece ser que en México es el que resuelve todo (aunque no debiera de ser así). Reclamos que el Senado recogió y decidió resolver con el fin de poner fin a tanto abuso.

Y se repite lo dicho en anteriores comentarios. No estamos hablando en absoluto del trabajador ultrajado o despedido por un mal patrón, por un abusivo y prepotente. No, de ninguna manera. La cuestión fundamental por la que el Poder Ejecutivo y el Legislativo tomaron cartas en el asunto, fue precisamente por las voces de auxilio emitidas desde todos los rincones del país por los empleadores contra el abuso de Laudos inflados y totalmente injustos e ilegítimos (la legalidad es el problema en este momento pues se ha estado usando la ley para delinquir), originados en demandas repletas de mentiras que las Juntas comenzaron a permitir hasta convertir al trabajador en un dictador cuya palabra lo es todo y el patrón es nadie ante la ley. Un ente sin derechos ni palabra sujeto al mayor escarnio para finalmente despojarle de su patrimonio.

Ha llegado a tal extremo el poder de las mafias de litigantes en las Juntas que el trabajador se ha convertido en mero pretexto para sus ambiciones. De hecho en una especie de animal al que el fierro del ganadero señala su propiedad ¿Cómo aceptar y entender que entre los despachos se pasan los juicios sin la firma ni consentimiento expreso del trabajador? Peor todavía, que las Juntas se los permitan, cuando se trata de un acto personalísimo. Por esa misma situación los juicios se alargan pues los abogados no permiten que los trabajadores asistan a las audiencias (para que no exista ningún arreglo). 

En buena la hora que el Senado hizo su parte. Habrá que esperar que las reformas no se hagan con carácter político sino en respuesta a los muchos y airados reclamos de la sociedad que sostiene este país de pie, pues como dice el Libro de libros: “La justicia engrandece a la nación, más el pecado es afrenta de las naciones” (Prov 14:34). Y el pecado, corrupción, o como se le quisiera llamar, apestaba ya en las Juntas que nada conciliaban, excepto la ambición de los amafiados y de no pocos funcionarios, pues de otra manera no se podría entender tanto Laudo fuera de la justicia y el derecho.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

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Los seres humanos fuimos dotados divinamente con el lenguaje para poder comunicarnos entre nosotros. Somos seres gregarios, dependientes unos de otros. Cuando la humanidad pretendió rebelarse contra el Creador precisamente a través del lenguaje fue dispersado, su intentona solo produjo confusión y lenguajes diversos que impidieron la comunicación.

La palabra hablada o escrita es indispensable para el entendimiento de los pueblos, ya sea hacia adentro o hacia sus semejantes de otras culturas. En el caso de México, quizá como consecuencia del mestizaje y la integración de culturas que jamás se han comprendido ni integrado del todo, pocos son los tiempos en que hemos tenido buena comunicación de frontera a frontera y de costa a costa. Quizá los mejores años de toda nuestra historia los disfrutamos durante la época posrevolucionaria hasta la llegada del echeverriato.

Epoca en la que el doble discurso tomo carta de naturalización, en el que se arengaba con la izquierda pero se corrompía con la derecha; en la que se invitó a Salvador Allende a un auditorio repleto de gorilas de la FEG que le aplaudían a rabiar, mientras que en la calle se perseguía con saña y crueldad a la verdadera izquierda.

     A partir de entonces nuestro país ha vivido, si a esto se le puede llamar vivir, bajo una esquizofrenia política en que nada es lo que parece ser. Partidos que se dicen de izquierda (PRD, PT, Morena, MC, etc.), pero que están integrados por pillos expulsados de otros partidos y una gama de parásitos sociales (con excepción de algunos casos). Maistros que odian la educación, las aulas y a los niños.Estudiantes que no estudian, alérgicos a la preparación y a todo aquello que represente esfuerzo y ganas de contribuir a un país mejor pero que saben robar y destruir.

Los suyo es el desmadre, la marcha, la manifestación, el enfermizo apoyo a grupos minoritarios cuya visión de vida se basa en sus órganos reproductivos. Entre esta pléyade tan diversa se acomodan los fanáticos de los derechos humanos (que ignoran y menosprecian las garantías individuales que legalmente son más profundas), los obsesionados con las bicicletas y las mascotas. Sin faltar por supuesto los que les urge que legalicen la mariguana y otras drogas para fumársela en las calles y dar rienda suelta a su hedonismo. El cuadro social es enorme y todo indica que incapaz de homogeneidad. Una Babel con lenguaje confundido.

Ahora bien, dentro de este mosaico que se inicia en Tijuana y termina en Mérida (no desde la capital y hacia “provincia”; los mexicanos no somos provincia de nada, ni de nadie): los ciudadanos que trabajan y se esfuerzan para sacar adelante este país y que son mayoría, tienen por supuesto otra visión más, que aunque no es homogénea del todo, en gran medida conjuga una misma visión y un mismo criterio: ¡Quieren un México bajo el imperio de la ley y en paz!

De hecho, aún entre otras cosmovisiones existe en buena medida ese mismo deseo. Excepto, claro está, entre los anarquistas, entre los que viven a la manera de las tribus enemigas de los aztecas, en guerra eterna contra todo gobierno que no sea el suyo.

La cuestión es que para lograr metas comunes resulta obligado hablar un solo lenguaje. No se puede pedir protección de la ley sólo cuando nos afecta a familia y bienes y mostrar indiferencia o descalificación de la autoridad cuando se trata del prójimo. Nos encontramos en una auténtica encrucijada nacional. Las mafias de criminales y de pseudo organizaciones políticas han rebasado todos los límites aprovechando las voces e ingenuidad de los tontos útiles, que bajo el escudo del respeto a los derechos humanos, han convertido esta nación en una verdadera madriguera de delincuentes impunes de todo tipo y tamaño.

El presidente Calderón declaró la guerra a las mafias delincuenciales y para ello sacó al Ejército de sus cuarteles. Los resultados fueron desastrosos. La cantidad de muertos espanta al más flemático. Lo peor es que sin tener un marco jurídico adecuado, el Ejército quedó en medio del fuego de los criminales y el de una prensa que muchas veces parece al servicio de los mafiosos pues no informan lo que sucede, sino lo que ellos quieren que el televidente o el lector vea o lea.

     Como vemos, pues, el lenguaje en toda actividad resulta indispensable y el momento histórico que vivimos los mexicanos requiere de unificar visión y criterios ¿Queremos que retorne el imperio de la ley? Concedamos al estado mexicano el apoyo que requiere, basta de chismes, basta de cadenitas en las redes sociales con falsas notas y videos manipuladores, basta de apelar a las emociones. La madurez de un pueblo debe reflejarse en sus decisiones, sobre todo en los momentos de gran crisis.

El gran Winston Churchill no hubiera alcanzado el sitio de honor que posee en la historia si el pueblo inglés no le hubiese concedido su apoyo. No les prometió cosas bonitas como al pueblo mexicano ―inmaduro en buena medida― le gusta escuchar y que le prometan. El viejo gruñón del puro y rostro endurecido, solo les ofreció: «trabajo, sangre, sudor y lágrimas». A pesar de su nada halagüeña propuesta, al final obtuvieron juntos el triunfo sobre sus enemigos.

En días recientes, y luego de una cobarde emboscada en la que murieron 5 soldados y 10 más quedaron gravemente heridos en Sinaloa, el General Salvador Cienfuegos Zepeda, Secretario de la Defensa Nacional, pidió abiertamente el apoyo de los mexicanos para combatir a los delincuentes que además de agraviar al Ejército, nos han agraviado a todos con el asesinato y heridas de los soldados. Resulta de pésimo gusto, por no decir, ingratitud, esperar del Ejército su ayuda inmediata en cuanto desastre natural padecemos, incluso salir en nuestra defensa contra los criminales, y no responder a su llamado cuando nos están hablando a todos los mexicanos. En lo personal respondo: son nuestro Ejército, son nuestra gente, y son nuestro garante de paz y legalidad ¿Qué responderán todos los mexicanos? Esperemos que la respuesta sea unánime e inmediata.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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