Opinión
Columnas

Todo lo que afecta positiva o negativamente a una sociedad debe ventilarse desde la prensa. Los principios morales deben ser parte de este análisis que si no cotidiano, atender este asunto cuando la situación lo amerite. Bajo esta reflexión caminemos en nuestro tema.

En los últimos años, por señalar una arista de los muchos problemas derivados del tema de hoy, el abuso sexual contra niños y menores de edad ha sido un verdadero escándalo que ha calado y dejado gran daño en miles de familias a lo largo y ancho del país. Ni qué decir de las víctimas cuyo dolor lo llevan por el resto de sus días.

La sociedad toda, o cuando menos la mayoría, nos hemos indignado ante el conocimiento de esos abusos cometidos por degenerados en contra casi siempre de indefensas criaturas. Hasta aquí la respuesta social es más o menos normal y esperada.

El problema es que muchas de estas víctimas ya sea por falta de atención espiritual, psicológica e incluso familiar, con el paso del tiempo caen en la homosexualidad o el lesbianismo, creciendo las filas de conductas que apenas hace unos años eran consideradas anormales. Y no se trata de pelear con nadie. El tema obliga reflexión y la gravedad del asunto merece respuestas serias y congruentes.

    ¿Porqué nadie dice nada acerca del creciente número de homosexuales y lesbianas? ¿De dónde está saliendo tanto niño y joven con esas inclinaciones ajenas a su naturaleza? ¿Quién y dónde se les está pervirtiendo? ¿Por qué razón sociedad y gobierno han guardado silencio hasta ahora en un tema tan delicado? ¿Los derechos de homosexuales y lesbianas deben protegerse hasta lo irracional y los de los ciudadanos que poseen otra cosmovisión y una manera distinta basada en valores y principios tradicionales no valen, son ciudadanos de segunda?

Queda claro, al menos para gran parte de la sociedad, que padecemos una especie de esquizofrenia. Un ejemplo. La semana del 19 al 23 de enero (2015) en la ciudad de Guadalajara un policía fue fotografiado dando un beso a una mujer en la puerta de la patrulla (asunto que merece una simple llamada de atención en su cuartel, más por su distracción en sus deberes que por otra cosa). Algunos medios impresos ―prontos a proteger la sexualidad de personas antaño vistas con distancia y recelo― se rasgaron las vestiduras ¡Mira que el policía salió macho y besar una mujer en plena vía pública! ¡Semejante falta a la moral pública no puede aceptarse! (aunque solapen guerrilleros, ayotzinapos, maistros vándalos de la CNTE y demás parásitos y ladrones violentos).

La cuestión es que ―y aquí es donde el asunto se complica― a media semana un profesor de secundaria llegó vestido de mujer a dar clases. Como es normal, aunque algunos digan lo contrario, la mayoría de los padres de familia se indignaron con el hombre este y no le permitieron que diera clases a sus hijos (los padres de antaño hubiéramos hecho exactamente lo mismo). Los papás argumentaron, y su planteamiento tiene sustento, que el individuo es un mal ejemplo para sus hijos y puede incluso confundirlos (inicia el curso como hombre y luego llega vestido de mujer ¡por favor!). Ni qué decir que el sujeto entraba al baño de las niñas.

En este caos social en que la violencia mantiene aterrorizada a la población, en el que secuestradores, asaltantes, ladrones, fraudeadores, extorsionadores, asesinos  y demás fauna son amos y señores a causa de la impunidad; otro tipo de angustia agobia a las familias mexicanas tradicionales afectando sus principios espirituales, su vida comunitaria e integridad de sus miembros (por cuanto son condenados y ninguneados por los incrédulos que reclaman superioridad social). Todo a causa de sus creencias judeocristianas, como si la constitución no les permitiese profesar una religión ¿Los derechos de los incrédulos valen y los de los creyentes no?

Desde hace tres décadas en lo personal he tenido que combinar mi trabajo periodístico con el teológico, soy ambas cosas, puedo y tengo derecho a hacerlo. Pues bien, hace un par de años en una televisora local para la que colaboraba, el conductor del noticiero me preguntó al aire de manera inesperada:

 

―¿Y tú qué piensas de los matrimonios entre el mismo sexo?

―Le contesté casi de inmediato ―¡Mi respuesta ya la conoces de antemano!

―Pero ¿cómo es eso?

―Le respondí ―Tú sabes que soy teólogo, por tanto mi manera de pensar la conoces… La Biblia dice acerca del matrimonio “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y ya no serán dos, sino una sola carne”.

―El comentario cambió inmediatamente a otros temas.

 

La primera institución sobre la tierra es el matrimonio, creado por Dios e integrado por un hombre y una mujer, así es y será. Afirmar que dos personas de un mismo sexo pueden formar un “matrimonio” es tanto como decir que la tierra es el centro del sistema solar y el sol da vueltas alrededor de la tierra ¿Absurdo, no lo cree usted? Pues igual de absurdo resulta lo otro, aunque algunos por llevar la fiesta en paz digan que el negro es blanco y viceversa. Por eso el título del presente comentario.

Finalmente: los ciudadanos que fuimos educados en el modelo tradicional (para no meter la religión y se molesten los jacobinos sexuales), que estamos contentos y convencidos de nuestros principios; tenemos los mismos derechos a expresar nuestro punto de vista en todos los temas, en todos. Jamás aceptaremos temas tabúes solo porque algunos (que son minoría y tienen el apoyo de gente en el gobierno y en los medios) se molestan; en tal caso, la democracia y la libertad de expresión serían una simple farsa. Ni qué decir entonces de nuestra congruencia con la fe judeocristiana, pues de no coincidir lo que creemos con lo que hacemos, pasaríamos a ser cómplices o parte de esta sociedad esquizofrénica, capaz de proteger al maistro vestido de mujer y decir a los padres de familia que si no están de acuerdo se lleven a sus hijos a otra escuela ¿Usted que considera, estimado lector?

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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Sólo en México puede suceder cosa semejante. En ningún país medianamente civilizado podría ocurrir que los guerrilleros exigieran que el Ejército –su enemigo- abriera sus cuarteles para inspeccionarlos. Kafka se quedó corto, el surrealismo político en nuestro país supera toda fantasía y pensamiento desbocado.

Los consejos y experiencias guerrilleras ofrecidas por el famoso Che Guevara en su “Obra Revolucionaria”, o en “Pasajes de la Guerra Revolucionaria”, los de Carlos Franqui en “Cuba: el libro de los doce”, incluso el famoso manual para guerrillas de Robert Taber “La guerra de la pulga”, son aburrida retórica, basura doctrinaria marxista para los maistros de Guerrero, Oaxaca y Michoacán (alérgicos a toda lectura y cosa que requiera trabajo o fatiga pues lo suyo es la anarquía y el desmadre). Pragmáticos e inventores de un surrealismo jamás concebido ¿o realismo mágico como el de Rulfo, aunque cargado de veneno y odio al orden?

     Mira que pedir al Ejército Mexicano que abra sus cuarteles para revisarlos, para ver cómo están armados, organizados y planear mejor futuros ataques con el pretexto de buscar a los que están muertos desde el mismo día de los hechos en Iguala (la averiguación de la PGR es impecable y el cúmulo de evidencias así lo establecen) y que el gobierno obligue al Ejército a abrir las puertas es verdaderamente inconcebible. Ajeno a toda sensatez y sentido común.

No podemos imaginar al Ejército francés abriendo mansamente las puertas de sus cuarteles para los que Al Qaeda y demás fauna criminal revisen sus instalaciones. En México es posible.

Y aunque de manera personal el respeto para el Presidente Enrique Peña Nieto es sincero, no se puede entender que quienes le asesoran le metan en semejante ridículo y trampa, ajena a toda inteligencia e impropio de una nación de leyes. El gobierno y la figura presidencial quedan hechos trizas con semejantes decisiones propias de mentes infantiles, desorientadas y desconocedoras del derecho ¡Vaya, de sentido común siquiera!

Sitiar y agredir los guerrilleros de esta ópera bufa ―integrada por los maistros de la CNTE de Guerrero, Oaxaca y Michoacán, ayotzinapos, conexos y derivados de esta guerrilla de holgazanes alérgicos a todo trabajo― dos  cuarteles en el Estado de Guerrero, lanzar bombas molotov, piedras, y luego derribar la puerta con tráileres para abrirse paso, agredir a los soldados (a los que no se les permitió defenderse dignamente como personas y como representantes de todos los mexicanos) y luego llorar como plañideras profesionales ante los medios, que por supuesto se han prestado para este juego que está causando un daño terrible a la nación, no tiene comparación ni calificativo.

El ciudadano observante de la ley, el que trabaja, produce, el que paga impuestos y cumple fielmente su parte en el contrato social, ante un panorama como este se pregunta si en realidad hay gobierno en México. No puede entender la existencia tolerada de la guerrilla de los maistros; especie de pesadilla sufrida por millones de despiertos.

Como tampoco puede aceptar ni entender que los que han declarado la guerra al estado mexicano en esos estados del sur, cobren puntualmente sus quincenas por un trabajo que no cumplen (no enseñan más que el cobre) y tranquilamente se vayan todas las noches a dormir a casa, mientras que otras brigadas viajan de un lado a otro con autobuses de lujo robados, asaltan tiendas, supermercados, camiones de reparto, roban el peaje de casetas y queman cuanto automóvil o vehículo oficial o privado se les antoje. En su lista de fechorías está el homicidio del empleado de la gasolinera Miguel Rivas Cámara al que quemaron, la toma de aeropuertos, centrales camioneras, gasolineras, destrucción de cámaras de vigilancia, daño a miles y miles de comerciantes, sin que autoridad alguna les detenga y consigne.

Cualquier ciudadano que quebré un vidrio con o sin intención, que se atreva a dañar alguna computadora en edificio público o negocio privado, en cualquier ciudad del país, sabe perfectamente que el peso de la ley caerá sobre él (incluso los golpes). Sin embargo para los maistros de esta pseudo guerrilla la impunidad es total. Pueden hacer lo que quieran, violar la ley cuanto quieran y dañar cuanto quieran. No hay gobierno en ninguno de los tres niveles que se atreva a tocarlos ¿Acaso los mexicanos queremos al ejército y a los policías para los desfiles? De ser así no tiene caso alguno sostener cuerpos que nos cuestan una verdadera fortuna, aunque de no existir, los días del México libre e independiente estarían contados. La fauna criminal y sus socios anarquistas nos someterían de inmediato a la neo esclavitud ¿Podría sostenerse país alguno con líderes zánganos y violentos?

El ciudadano entendido e informado de lo que sucede, se pregunta cómo es posible que la abultada nómina educativa cubra 48,442 plazas de personas de las que no conoce, encabezando la lista Oaxaca con 13,000 vividores, bribones, ladrones o como usted prefiera calificarles, pero que cobran de lo que los ciudadanos pacíficos pagan con sus impuestos (El Universal, 16/Ene/2015). Miles de millones anualmente son entregados a estos holgazanes chantajistas que desde el sexenio de Vicente Fox le hallaron el modo al gobierno en todas sus instancias. Simples delincuentes a los que los medios se obstinan en llamarles “maistros” cuando no lo son. Carecen de los conocimientos y el perfil para el puesto, denigrando a un gremio merecedor de todo respeto. Es como si al Chapo se le calificara de empresario ¿cómo lo tomaría el sector empresarial?

El cinismo y la soberbia de esta pseudo guerrilla ha llegado al límite al agredir dos cuarteles del Ejército y todavía exigir la entrada para conocer su organización interna. Lamentablemente el gobierno también ha llegado al límite al permitir la comisión de toda clase de delitos a esta guerrilla sui generis (pagada con dineros del pueblo en el cajero automático); delitos impunes que además de violar todos los días el estado de derecho, ofenden al máximo a los ciudadanos observantes de la ley.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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Aunque la historia atribuida a María Antonieta en la que se asegura dice a la muchedumbre “pues si no tienen pan que coman pasteles” es falsa. Lo cierto es que refleja el clímax de insensatez e insensibilidad al que pueden llegar los políticos de todos los tiempos, países e ideologías. En México lo estamos padeciendo.

Desde la llegada de los tecnócratas al poder en los años ochenta del siglo pasado, los políticos de profesión comienzan a ser desplazados para dar paso a los junior’s de la Revolución (con posgrados académicos en universidades extranjeras), entrando México en una etapa crítica de la que lejos de salir se hunde año con año.

El último Presidente de la Revolución fue Don Gustavo Díaz Ordaz, patriota incomprendido y juzgado inequitativamente a causa de los sucesos del 2 de octubre de 1968, pues en el sumario moral enderezado en su contra por los viudos y usufructuarios de los hechos de Tlatelolco, se le juzgó desde entonces sin que defensa alguna equilibrara las cosas antes de sentenciarle frente a la opinión pública. La guerra fría, las batallas sordas y cotidianas entre rusos y yanquis polarizaron y marcharon durante el movimiento de ese año en el Distrito Federal, como también la ambición del maquiavélico Echeverría y otros factores que ya es tiempo que se evalúen. La historia se debe analizar sin facciones ni pasiones, sino bajo el lente y frialdad de los hechos.

En su error, el Presidente Díaz Ordaz avala la candidatura de su entoncessecretario de Gobernación (LEA), error que luego lamentaría. De entonces a la fecha, con la excepción hecha del trabajo titánico y discreto de Miguel de Lamadrid para rescatar al país del caos o del golpe de estado, lo cierto es que el país en sus tres instancias ha sido dominado por grupos (y en algunos casos bandas o pandillas) que carecen de oficio político, como también de sensibilidad y compromiso social.

Las nuevas generaciones de funcionarios operan más cercanas al perfil de mafia que de equipos políticos, interesados única y exclusivamente en su bienestar económico personal y de grupo. Lo peor del caso es que no lo aceptan. Han quedado atrapados en su propia red de falacias, creyendo que con programas como Solidaridad –creado por Salinas de Gortari y que cada sexenio cambia de nombre- el pueblo (entiéndase los más jodidos) está contento. Nada más falso.

Habrá que recordar a la nueva clase política, integrada por hombres y mujeres mega ambiciosos y alejados totalmente de los mexicanos, que del gobierno de Plutarco Elías Calles al de Gustavo Díaz Ordaz, el país se dedicó a trabajar y los gobiernos a administrar con mediana probidad y austeridad los recursos públicos, lo que permitió que México creciera por mucho tiempo a niveles de 7 y 8 por ciento anual, mejorando de manera visible la calidad de vida de los ciudadanos. La educación por siempre negada, abrió sus puertas para todos, revirtiendo el 72 por ciento de analfabetismo del año 1910 en 25. Es decir, para 1970, el 75 por ciento de los mexicanos sabíamos leer y el acceso a las universidades era casi para cualquiera (cosa que no sucede en la actualidad; muestra palpable del retroceso).

Aunque alguien considere largo este preámbulo, no es así, es necesario hacer un recuento histórico breve que nos permita ver lo que ha sucedido, pues de ser el país americano con la Revolución más exitosa en logros sociales (la cubana es de logros para la camarilla que ha oprimido a su pueblo por medio siglo); para nuestra desgracia los habladores y mega ambiciosos asaltaron el poder desde a mediados de los años ochenta. Su incapacidad y ausencia de compromiso social han sumido a México en las deudas y la ingobernabilidad.

Lo peor del caso es que lejos de aminorar esta plaga de falsos políticos obsesionados por el presupuesto (y los préstamos), su presencia en el gobierno ―en los tres niveles― presenta tumoraciones cancerosas de todos colores; desde los tricolores y amarillos, como los verdes y turquesas, pero sobre todo de color azul, que en apenas doce años quintuplicaron la deuda pública de México sin entregar cuentas y con magra obra pública, pero eso sí, dándose golpes de pecho y tomando el Nombre de Dios en vano.

Durante estos años el salario mínimo pasó de ser el pago del jornal justo al trabajador (1970) para convertirse en referente económico y pretexto para un nuevo porfirismo, aunque ahora auspiciado por todos los partidos políticos.

     Los altísimos salarios y prestaciones auto asignados por los gobiernos panistas (dizque “para no robar”) lejos de ser eliminados por perredistas, priístas, del verde y demás vividores del erario, fueron institucionalizados y crecidos hasta desaparecer el presupuesto en y con ellos.

En el inter, la calidad de vida de la mayoría de los mexicanos se deterioró, sumándose otros flagelos como inseguridad y narcotráfico que agravaron su condición. ¿Y los gobiernos? Bien, gracias, dedicados a enriquecerse, a buscar el siguiente hueso, provocando con su insensatez e insensibilidad la ira hasta ahora reprimida de una sociedad que a manera de volcán amenaza con explotar. Impuestos de todo tipo, permisos, gasolina, inspectores, asaltos, cobro de piso, extorsiones, “maistros” de la CNTE y fauna anarquista, robo de vehículos y de mercancías y otros tragos amargos son el pan de angustia de todos los días, mientras que la “clase” política vive de manera faraónica; ajena a lo que sucede en el país (habrá que incluir a líderes y gremios de varias universidades públicas, sindicatos, funcionarios y empleados de empresas descentralizadas).

Con una debacle en los precios del petróleo que mantienen nuestro futuro económico con el filo de la espada en el cuello del país,nuestros gobernantes en plena fiesta ($5,356 millones de pesos para los partidos políticos en este año) han iniciado de manera totalmente irresponsable las “precampañas” ¿No hay una sola mente lúcida en todos los partidos que les haga ver la realidad de México? ¿No se dan cuenta que mientras los ciudadanos buscan como sobrevivir ellos dilapidando los dineros públicos en campañas que a nadie interesan y convencen? ―excepto a los propios interesados y sus gavillas, perdón, comités―?¿No hay nadie que les haga ver que para sus míseras propuestas y farsas con una semana de campaña es más que suficiente?Sí, porque quién vele y luche por el pueblo tenemos mucho tiempo de no conocer a nadie ¿O qué considera usted amable lector?.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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Casi todos los mexicanos deseamos una mayor y mejor seguridad en el país (excepto los que promueven la violencia). El daño causado por los criminales con o sin organizar, así como por  los golpistas de la falsa izquierda que desean mediante la violencia lo que el pueblo les negó en las urnas, ciertamente es mayúsculo. La lista de daños va desde los anímicos hasta los económicos (la lista de ansiosos o deprimidos a causa de la violencia crece día con día).

Los vecinos de colonias y barrios de clase media hacia abajo, viven a diario el temor de ser asaltados y golpeados, los comerciantes extorsionados, las mujeres violadas, los hogares invadidos por ladrones, y como si faltara algo a este deprimente cuadro, los vendedores de drogas envenenando y envileciendo a millones de ciudadanos (sobre todo entre las nuevas generaciones), trayendo un baño de sangre nacional merced a las disputas entre delincuentes. Baño de horror al que se suman los consumidores de drogas capaces de matar incluso a sus padres o parientes por causa del dinero (para mantener sus vicios).

Atender un negocio, ser cajero de algún comercio, o llegar a casa después de que oscurece, mantiene bajo ansiedad e incluso terror, a millones de ciudadanos que se siente absolutamente desamparados por un estado (en los tres niveles de gobierno) que le cobra impuestos, pero no le devuelve a cambio la protección que establece la Constitución y leyes Estatales. El hartazgo social es mayúsculo y aunque el Presidente Peña Nieto lo tiene perfectamente claro, el problema es que gobernadores, presidentes municipales, partidos políticos y jefes policiacos no han querido hacer su parte; ya sea por imagen y cálculos electorales, o por simple cobardía para hacer valer la ley (y someter a delincuentes y anarquistas violentos).

El discurso del Presidente en la reunión del Consejo Nacional de Seguridad Pública en Los Pinos (19/Dic/2014) señala la posición cómoda y sin compromiso de quienes son actores y obligados en este azote social, pero que hasta ahora se han mantenido al margen esperando que el gobierno federal les resuelva todo.

Entre muchas otras directas, el Presidente les dijo: “He escuchado reflexiones, buena retórica, buenos discursos, buenas reflexiones, pero no pueden quedar solamente en eso…”. Luego subió la mira y apuntó directo hasta los gobernantes que hasta ahora nadan de muertito para no cumplir con su deber: “…Asumamos nuestra responsabilidad, que nadie suponga, que vendrá otra instancia, que vendrán las fuerzas armadas, que vendrá la Policía Federal, para relevarnos de la tarea que es propia, en algunos casos de los estados”.

Hasta ahora los gobiernos estatales y municipales han querido hacer creer a los ciudadanos (la ciudadanía es otra cosa) que el deber de poner orden corresponde al federal. De ser así, que devuelvan en el instante todo los recursos públicos que reciben para seguridad pública. Es un robo descarado que reciban cientos de miles de millones a nivel nacional por no hacer nada, ni combatir con firmeza la criminalidad. El Diario en el que el suscrito inició esta columna hace casi tres décadas, tenía un código de ética simple pero efectivo “el que tira recoge, el que ensucia limpia, y el que la hace la paga”. Igual debe ser en las calles de México bajo el cuidado de los distintos cuerpos policiacos con todo aquel que delinque (y no esperar que venga la PF a resolverles los problemas).

Los medios de comunicación si realmente quieren cumplir con su función social deberán remontar su corteza de miras. El chisme y la búsqueda del “rating” -dijera Fox- no son su tarea. El periodismo serio y trascendente ventila las verdaderas cosas que afectan positiva o negativamente un país en sus distintos niveles, de tal manera que la autoridad sea aplaudida o responda a sus obligaciones (según sea el caso). En doce años de panismo mega corrupto la mayoría de los medios guardaron silencio y las enormes fortunas amasadas durante esos sexenios permanecen intactas y sus dueños intocables. La crítica periodística solo aparece cuando el funcionario es priísta ¿los ladrones panistas, perredistas y demás saqueadores del erario no deben ser tocados? ¿Por qué razón nunca los tocan? –sería bueno saberlo- ¿no cree usted?.

Los matriculados de la normal de Ayotzinapa han sido presentados como “héroes” cuando la mayoría son vándalos, muchos de ellos redomados delincuentes. La destrucción de edificios públicos, robo de autobuses, quema de automóviles, saqueo de comercios y camiones de reparto, así como el robo de peaje de casetas y paralización de viajeros son actos delincuenciales ¿no lo saben los periodistas que apoyan descaradamente a estos golpistas? ¿De qué viven los familiares de los chamacos asesinados en Iguala, quién los refacciona, no tienen más familia que cuidar?

Urgidos de obra pública, que es el motor de la economía, la mayoría de los medios se dedica a cuestionar todas y cada una de las obras propuestas por el actual gobierno. A qué obedece su posición: ¿a celo del oficio o a pedido político?

Los derechos humanos son por su parte el mundo al revés. Obstinados hasta lo irracional por el destino y cuidado de los delincuentes, se olvidan absolutamente de las víctimas. La destrucción y quema de edificios públicos, del mobiliario, vehículos y demás bienes, implica la comisión de varios delitos. Han sido comprados con dineros del pueblo y los “derechos humanos” jamás se preocupan de las víctimas y de los agraviados (en este caso todos los mexicanos que pagan impuestos). A todas luces es manifiesto que los funcionarios de esta hibridez jurídica tienen un sentido de justicia pervertido y deformado. Se protege hasta lo irracional al victimario y se olvida de la víctima.

En esta tarea que suena titánica, pero no imposible, la sociedad debe sumarse en apoyo a sus autoridades si es que realmente queremos que la inseguridad decrezca y los hampones sean sometidos al orden legal. No podremos seguir adelante ni obtener buenos resultados si todo lo que hace el Presidente se le critica. Crítica auspiciada por sus enemigos políticos y los golpistas, en la que las redes sociales, sin averiguar si lo que dicen es verdad, lo replican como si fuese verdad o hechos reales, agravando con su irresponsabilidad la situación.

En esta lucha contra la inseguridad, Ejército y Policías son fundamentales. Pero no es criticándolos por todo como harán su difícil labor, como tampoco deben enviarlos sus jefes a manera de costales de patatas para que los anarquistas envalentonados por la impunidad cobardemente los golpeen, quemen o lesionen. Como representantes de la ley y el orden éste debe prevalecer; además de que como personas están obligadas a mantener su dignidad por encima de las órdenes. Ningún pelafustán puede agredir a otra persona y quedar impune. Una sociedad con semejante nivel estaría condenada al fracaso inmediato. Así que hagamos votos para que en este año 2015 cada uno hagamos nuestra parte y México recobre la tranquilidad perdida a causa de tanto delincuente impune.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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