Opinión
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El pésimo gobierno de López Obrador ha servido de distractor para que muchos gobiernos estatales y municipales, oculten o no sean analizados sus graves yerros y disparates. Es el caso del Congreso de Jalisco, que dicho sea de paso, en lo que corre del siglo XXI no ha habido un solo trienio de legisladores comprometidos con el pueblo (no el pueblo ‘bueno’ del tipo de AMLO, que en ese caso se identifica únicamente con seguidores). No, nos referimos a todo el pueblo, TODO.

Los jaliscienses estamos ayunos desde hace poco más de dos décadas de legisladores de verdad. Apenas hemos visto legiones de derrochadores e incapaces que ante su desconocimiento de las leyes (de cómo se hacen, se redactan, modifican y crean) y de los temas a legislar, llegan con una cauda de parásitos eufemísticamente llamados ‘asesores’, claro, todos a cargo del erario supuestamente para representar a pueblo. En verdad, tenemos muchos años de no estar representados.

   Quizá sirva de algo recordarlo, pero hasta el primer lustro de los años noventa, los legisladores no tenían asesores en la nómina, si requerían de asesoría profesional, la Universidad pública y altos funcionarios públicos expertos en la materia requerida les asesoraban. No cobraban por ello, era una manera de devolver al pueblo la educación gratuita que habían recibido. Servir al pueblo no debe ser visto como negocio. El problema es que las nuevas cepas de políticos parecen todos incubados en el mismo laboratorio. Todos con su corona de ínfulas, con el virus de la arrogancia, y la indiferencia absoluta por las necesidades reales de ese pueblo que aseguran representar.

En plena epidemia de coronavirus los legisladores locales ¿será justo llamar legisladores a personas de tan pobre formación política y casi nula visión social, interesadas solamente en la dieta y demás percepciones, así como en un juego de poder absurdo e indolente ante las enormes carencias y necesidades sociales?, lanzaron una extraña e inoportuna convocatoria para elegir consejeros de la judicatura.

Extraña porque el momento que se vive no era el adecuado, más si se toma en cuenta que el poder judicial tiene meses sin trabajar (a causa de la pandemia); decisión que se agrava cuando a su cadena de absurdos e irregularidades, se suma que a la elección y luego de un show mediático del que dieron cuenta medios impresos, radiofónicos y televisoras, finalmente son elegidas tres personas, que además de no pasar el examen (se dijo que nomás una mujer lo aprobó) son elegidas y se les tomó protesta de madrugada. Normalmente casi no trabajan, ¿era necesario hacer ese show de madrugada?

    Así que entre tanta irregularidad y condenables acciones la pregunta obligada es ¿Y PARA QUE QUEREMOS CONSEJO DE LA JUDICATURA? La verdad, y lo digo con conocimiento de causa y con antecedentes de tiempo e historia, lo cierto es que no se necesita tan oneroso organismo. Antes no existía y el Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Jalisco funcionaba mucho, pero mucho mejor que en la actualidad. Recuerdo en los años setenta, el presidente del STJ era el Lic. Salvador García Rodríguez, un hombre inteligente, sabio, probo, maestro de derecho mercantil en la Facultad de Derecho (U. de G.). En la mañana cumplía con fidelidad su valioso trabajo de impartir y vigilar la impartición de justicia. Por las tardes, quizá para tener un mejor ingreso, era director de una primaria que se encuentra por la calle Reforma, frente al jardín del nombre de esa calle. Su auto era un modesto Dodge 1966. Nunca fui su amigo ni mucho menos. Fui su alumno y me impactaba su vida y ejemplo.

En esas épocas el litigante que tenía una queja contra algún juzgador, bastaba con que fuera con el magistrado que le tocaba (todos los jueces estaban bajo la tutela de algún magistrado y los magistrados bajo el presidente del Tribunal). Las cosas marchaban bien y la justicia se impartía muy aceptablemente. De hecho en tiempos muy cortos (comparado con lo tardado de los juicios en la actualidad) y sin el derroche que representa el costosísimo Consejo de la Judicatura.

El otro tema que nos ocupa, aunque también relacionado con nuestros diputados, es que los panistas presentaron un proyecto para reducir a un mes las campañas políticas. Cosas de la vida y del destino, en esta columna se les viene señalando y pidiendo a los diversos congresos, desde hace veinte años (desde que Vicente Fox corrompió los tiempos de campaña) que las reduzcan. Petición repudiada e ignorada por los panistas, que dicho sea de paso son los que corrompieron los tiempos electorales (creando las ‘precampañas’ y la llamada ‘guerra sucia’).

Entre otros muchos, pero muchos argumentos se les ha dicho en esta columna, que para lo que ofrecen, para lo que dicen, y para la calidad y capacidad de los aspirantes a diputados (y demás cargos públicos), lo cierto es que CON UNA SEMANA ES MÁS QUE SUFICIENTE. Darles más tiempo y recursos además de ser dinero público tirado a la basura, es una especie de masoquismo y un gran daño social.

Hace 20 años se decía ya desde este espacio: “Los sueldos y prestaciones de los diputados locales, han convertido estos cargos en atractiva oferta para legiones de bucaneros que ahora se encuentran al acecho en espera de una oportunidad. Téngalo por seguro que varios de los legisladores actuales sufrirían para ganar siquiera una décima parte de sus ingresos si se tuviesen que desempeñar dentro de la sociedad en base a sus capacidades” (Análisis y Propuesta, Diario El Informador, 15/Ene/2000).

Al termino del foxiato se continuó señalando este cáncer: “La pantomima democrática que vive el país se puede resumir en unos cuantos puntos: el negocio de los partidos políticos, la ambición y negocio de los políticos, el negocio de las televisoras y el mercadeo, y las hordas de beneficiados en este aquelarre, donde lo grotesco y demagógico se cimientan en la mentira y la farsa” (Análisis y Propuesta, El Informador, 3/Jun/2006).

El largo, muy largo sufrimiento del pueblo mexicano, el largo desprecio que ha sufrido de parte de los distintos gobiernos (de todos los partidos, PRI, PAN, PRD, MC, y no se diga el terrible y populista MORENA); gobiernos indiferentes ante sus necesidades básicas de salud, de la terrible delincuencia que le atormenta cada vez de maneras más atroces y sangrientasde su indiferencia ante los abusos en una sociedad que a causa de la impunidad que observa, muchos de sus miembros se suman al azote de sus conciudadanos. Ante este cuadro de horror y de desesperación, cuadro al que se ha agregado la epidemia del coronavirus, la caída terrible de la economía nacional y por si faltara algo, otro temblor. Lo menos que debe hacer el congreso y el gobierno local es entrar en cordura. No solamente reducir las campañas a un mes, también es deseable que la nómina del Congreso se reduzca cuando mucho a 200 empleados (y serían muchos), reduzcan el presupuesto del Consejo de la Judicatura a la mitad, mejor aún, que lo desaparezcan y se retorne al orden legal y a la autoridad (como era antes).

Falta señalar algo, los diputados de Morena se indignaron ante el planteamiento de reducción de tiempos de campaña. Incongruentes y falsarios en todo, si en verdad quisieran austeridad aplaudirían la propuesta y si en verdad fueran populares, con un mes es suficiente para hartar a los futuros votantes.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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La estrategia implementada por el gobierno de López Obrador para enfrentar la epidemia de coronavirus en nuestro país ha resultado un rotundo fracaso, con un saldo muy alto en vidas y un altísimo en personas enfermas y contagiadas(170,485 al 19/junio/2020), además de un elevado costo de desgaste en el personal médico y hospitalario, y el derrumbe de la economía nacional. Saldos que hasta este momento NO HA RENDIDO CUENTAS EL PRESIDENTE.

     Al contrario, en un condenable desprecio por las víctimas y los afectados (en todos los órdenes), en lugar de rectificar, de pedir ayuda y orientación a los países que lograron vencer adecuadamente la pandemia, López Obrador hizo lo que parece ser su única rutina: ¡andar de gira política! El problema, y grave, es que el país está aterrorizado entre el coronavirus y las balas de los delincuentes y el presidente en lugar de quedarse en su oficina y con su gabinete ¿hay gabinete? a buscar soluciones efectivas para resolver semejante cuadro de horror; huyó de sus responsabilidades para iniciar una campaña política con vista a las elecciones del año próximo.

   Por menos en cualquier país democrático que se respete a sí mismo ya lo hubiesen destituido. AMLO no ha querido entender y aceptar que nomás ganó la elección para presidente, no compró el país y mucho menos a sus ciudadanos. Queda claro que el CONTRATO SOCIAL que de nuestras leyes emana (inspirado como en casi todas las democracias en el de J.J. Rousseau) le es desconocido. Su comportamiento caciquil y dictatorial resulta repugnante a nuestra democracia y dignidad social.

    Ensoberbecido y creyéndose dueño del país, absurda e ilegítimamente cree que puede quitar y poner funcionarios a su antojo, desparecer Instituciones públicas en una declaración matutina, recortar el presupuesto a salud, ciencia, tecnología, educación, universidades y demás entes públicos, enajenar los bienes públicos y utilizar esos recursos a su antojo, ordenar al Congreso leyes a modo, y en un acto supremo de engreimiento, propio de un tirano populista, se ha atrevido a utilizar la frase de Jesucristo “¡el que no está conmigo, está contra mí!”, dividiendo no solo a la población, sino a su propia gente y de paso destruyendo la vida institucional de México. Un andamiaje que tardó más de un siglo en construirse y cuyo costo no puede cuantificarse, pero sí medirse.

     Utilizando su aparente lucha contra la “corrupción” ha violado cuanta ley, reglamento e institución pública se le atravesado a sus caprichos. Ningún ciudadano de bien nos oponemos a su lucha contra la corrupción, todos lo apoyamos. En lo que nadie está de acuerdo con el presidente es con sus métodos, que por lo visto, no hay ninguno, solo su deseo personal. El mesianismo (tropical) que alguna vez le endilgara el historiador Enrique Krauze le viene como “anillo al dedo”, pues jamás persigue a los que acusa de haber cometido actos de corrupción, como tampoco los detiene y pone a disposición de un juez. Su endiosamiento de sí mismo le engaña y hace creer que con solo decir las cosas por sí mismas se justifican y componen.  

    A propósito de “anillo al dedo”, frase que AMLO utilizara (de manera ofensiva y vulgar contra el pueblo mexicano) acerca de la epidemia de coronavirus; tanto el Congreso, como la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Cámaras Empresariales, Universidades, medios de comunicación y demás líderes en México, tienen la obligación de exigir cuentas al presidente López Obrador acerca de su estrategia sanitaria utilizada para combatir el mortal virus que tanto ha dañado a nuestro país.

    Tan solo de las registradas en poco más de tres meses 20,394 mexicanos han muerto (al 19/jun/2020), entendidos que muchas muertes ocasionadas por esta epidemia no se han contabilizado por diversas razones, entre otras, por citar otras causas de los fallecimientos.

    Lo peor de todo, y que es la causa por la que el presidente López Obrador debe dejar el cargo (así como su Secretario de Salud y el subsecretario encargado de las estrategias), es que lejos de disminuir los contagios y las muertes, van en aumento. Los palos de ciego son evidentes.

    Tirando los dineros públicos en ese barril sin fondo llamado PEMEX y en la construcción de la Refinería Dos Bocas, el presidente y sus incondicionales de la secretaria de salud, NO QUISIERON GASTAR EN LA COMPRA DE PRUEBAS, implementando una absurda y nociva estrategia exactamente al revés de como se debió hacer, encerrando a los sanos y dejado en libertad a enfermos y portadores iniciando un tobogán de contagios que ya resulta en este momento casi imparable. Causa de espanto y descontrol para una sociedad por años aterrorizada por la fauna delincuencial y que ahora desconoce su futuro, ante un gobierno que miente todos los días (y que pone el mal ejemplo al no ponerse el presidente ni quienes estén con él los cubrebocas).

    Las muertes, los daños a los enfermos y sus familias, a médicos, enfermeras, camilleros, laboratoristas y demás personal hospitalario, así como los gravísimos daños ocasionados a los micro, pequeño, mediano y grandes empresarios (que durarán cuando menos un lustro en reponerse) y demás, hasta este momento no han sido responsabilidad de nadie. El gobierno ha sido tan torpe que en lugar de buscar paliar, aunque sea en algo su pésima y nociva estrategia, en un acto de cinismo total se lanzó en plena epidemia a la campaña política.

    Queda claro que las vidas, bienestar y futuro de los mexicanos le importan un comino al presidente y a muchos de su gabinete. Y se aclara, que es urgente que el presidente deje el cargo y sus subalternos de la Secretaría de Salud. No se está diciendo que se vaya Morena del gobierno; se está diciendo que el presidente debe dejar el cargo y rendir cuentas de las muertes y múltiples daños ocasionados al país por sus pésimas decisiones. Que el Presidente de la SCJN asuma la titularidad del Poder Ejecutivo  con la anuencia e institucionalidad del Congreso y en el término de ley convoque a nuevas elecciones. La terrible gestión de AMLO antes y durante la epidemia de coronavirus contiene argumentos y decisiones que por mucho menos ya debiera de haber sido removido del cargo. Así es en una democracia.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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Por sus frutos los conoceréis, advirtió el Mesías (el verdadero), que en el caso particular de López Obrador, sus frutos le describen con tonalidades por demás fuertes y con sabor amargo y dañino. Su primera gran decisión además de estar fuera de la ley (consulta para detener o continuar la obra del NAIM), marcó para siempre su malhadado gobierno ya que además de cancelar una obra que resultaba indispensable para el desarrollo y bienestar nacional, implicó pagar a los constructores afectados una verdadera fortuna ($5 mil millones de dólares, El Financiero 11/Nov/2019), fortuna que durante la epidemia de coronavirus (que nos tiene bajo su látigo y sumidos en la pobreza) nos hubiera sido de gran utilidad. Las pruebas para poder confinar a enfermos y portadores se podrían haber comprado en beneficio y para la salud del pueblo. Tal y como se hizo en los países que ya vencieron esta terrible plaga.

    Pero no, en este país de un solo hombre, caudillismo que la oposición siempre crítico de manera ácida, pero que ahora que es gobierno se aglutinó en torno de López Obrador aceptándole y apoyándole con todo fervor.Incluso aunque actúe continuamente fuera de la ley, el sentido común, y contra el bienestar del pueblo mexicano. Su líder y sus sueños de grandeza son el todo y justifican todo.

    Cuando este periodista era niño era presidente Miguel Alemán, de  manera que la vida me ha permitido vivir, disfrutar, y padecer distintos modos de gobernar. Sin temor al error dos presidentes mostraron un hambre de poder fuera de lo común. Es el caso de Luis Echeverría Alvarez y Carlos Salinas de Gortari, el primero dañó terriblemente al país, el segundo no tanto, aunque sus enemigos lo hicieron añicos y hasta AMLO lo convirtió en su villano favorito.

     En un análisis de todos los presidentes en los últimos setenta años, ninguno como Andrés Manuel López Obrador ha mostrado en tan poco tiempo (año y medio) semejante hambre de poder, como también ha mostrado su incapacidad y nula formación para el cargo a través de una serie de pésimas decisiones de gobierno que además de evidenciar su fracaso, le exhiben como un hombre con un hambre irracional y enfermiza de poder. Con un perfil de dictador que no se le puede negar. Un fascista en el sentido estricto de la palabra (muy parecido a Mussolini).

    Veamos al efecto el criterio del politólogo y escritor italiano Umberto Eco: “El fascismo fue, sin lugar a dudas, una dictadura… el fascismo italiano no tenía una filosofía propia… Mussolini no tenía ninguna filosofía: tenía solo retórica. Empezó como ateo militante, para luego firmar el concordato con la Iglesia y simpatizar con los obispos… en sus discursos, Mussolini citaba siempre el nombre de Dios y no tenía reparación en hacerse llamar «el hombre de la Providencia»… El fascismo no poseía ninguna quintaesencia, ni tan siquiera una sola esencia. El fascismo era un totalitarismo fuzzy (sig: borroso, confuso). No era una ideología monolítica, sino, más bien, un collage de diferentes ideas políticas y filosóficas, una colmena de contradicciones. ¿Se puede concebir acaso un movimiento totalitario que consiga aunar monarquía y revolución, ejército real y milicia personal… una educación estatal que exaltaba la violencia, el control absoluto y el mercado libre?(Contra el fascismo, Ed. Lumen, págs.. 22-25).

   De por sí el tabasqueño siempre ha sido un hombre ególatra, el ganar las elecciones rebasó su capacidad de control, abriendo de par en par su ambición esa meta que acarició siempre, pero que para desgracia de todos, nunca tendrá la capacidad ni la humildad ni la sabiduría para hacerlo. Su enorme ego le ha avasallado hasta perder toda sensatez.

    Levantarse antes que el gallo, como si la presidencia requiriera de hombres insomnes y no inteligentes y preparados, se mudó a Palacio Nacional para ser visto todas las madrugadas. Adicto perdido al incienso, gusto que sus cortesanos percibieron desde antes, le proporcionan todo lo que a este discípulo de Narciso le hace feliz, empezando con seguidores fanáticos disfrazados de periodistas. Nada de hombres y mujeres que le incomoden, de periodistas comprometidos con la verdad y capaces de cuestionar a tan sapiente gobernante (auto comparado con Juárez y Madero), éstos, o son atacados, o no se les permite entrar al foro donde se respira un hambre enfermiza e irracional de poder.

    En ese juego absurdo en el que se abona a la vanidad de un hombre ya perdido por su ego, en ese escenario en que los cortesanos se dividen en dos, en los que tratan de mantener de buen humor a su jefe, por tanto le dan la suave a todo y le apoyan en todo, y los que a sabiendas de sus continuos y graves yerros, guardan silencio de manera cobarde en perjuicio de México. La situación me hace recordar la frase de Antonio en la obra clásica Julio César, de Shakespeare: “¡Oh, raciocinio! ¡Has ido a  buscar asilo en los irracionales, pues los hombres han perdido la razón!”.

    Un hombre contradictorio y sin más rumbo que sus propios deseos, que primero dice que se abracen y besen, que no pasa nada y luego admite que hay una terrible epidemia, encargando su manejo a un profesionista de la salud, que si bien cuenta con las credenciales académicas suficientes, en la realidad ha resultado tan mentiroso como su jefe, jugando con fechas y cifras como si la salud de los mexicanos fuera cosa de nada, sumándose las muertes y los contagios por miles. Ni qué decir de la economía que dicho sea de paso, es la peor de los últimos cien años.

   Pero nada de esto aflige a este hombre enfebrecido por el poder. Todas las mañanas aparece sonriente y feliz ante las cámaras, qué importa que mueran cientos y cientos, por las balas o por el coronavirus, que las empresas micro, pequeñas, medianas y no pocas grandes estén en grandes apuros para evitar la quiebra, que millones de mexicanos hayan perdido el trabajo o no tengan para comer. Que los criminales extorsionen, aflijan y asesinen a los ciudadanos trabajadores o esclavicen sexualmente y asesinen a miles de mujeres. Que legiones de bien organizados jóvenes destruyan mobiliario urbano, autos y patrullas, roben y vandalicen negocios y edificios públicos de enorme valor histórico con absoluta impunidad. El siempre sonriente y feliz encaminará todos sus esfuerzos para sus proyectos personales (Santa Lucía, Tren Maya, Dos Bocas), sonrisa que no perderá si tiene que soltar al hijo del Chapo o charlar amigablemente con su abuela (la abuela del chapito).

   Cerramos el artículo de esta semana con la advertencia divina: “antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu”(Prov 16:18), y aunque los tiempos y decisiones del Creador no funcionan de acuerdo a los deseos de los hombres, lo cierto es que siempre llegan en el momento preciso.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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El ataque furioso contra el Palacio de gobierno de Jalisco no tiene antecedentes en nuestro Estado. La horda de vándalos (anarquistas) que atacaron nuestro histórico y bello edificio que no le costó a Enrique Alfaro, sino que fue construido con los impuestos pagados por nuestros bisabuelos, abuelos, padres y las generaciones que estamos vivas, es decir con el trabajo de los jaliscienses, por tanto patrimonio nuestro— me hicieron recordar el 10 de junio de 1971, cuando el grupo de los “halcones” asesinó a algunas personas y desbarató una marcha, haciendo incontables destrozos en la ciudad de México.

La capacidad y organización mostrada por los vándalos que destruyeron puertas, ventanas y mobiliario del hermoso Palacio de Gobierno de Jalisco, que agredieron a policías, con la perversión incluso de prenderle fuego a un motociclista de la corporación les exhibieron como muestra patética de la canalla. Como un grupo perfectamente organizado para destruir, integrado por jóvenes con un perfil anarquista (la palabra lo dice todo) que dio rienda suelta a su maldad a la vista de propios y extraños, mostrándose como auténticas hienas. Ver en los videos al cobarde que por la espalda le rocía líquido inflamable al policía (mientras éste hablaba con otra persona) y un par de segundos después prenderle fuego con un encendedor, no tiene perdón. Un acto satánico, impropio de personas con conciencia y sentido de humanidad.

El pretexto utilizado para sus muchos delitos (eso son: DELITOS) no representa en sentido alguno al difunto muerto por algunos policías pueblerinos igual de salvajes que ellos, además de provocar muchas preguntas. ¿Por qué no fueron a manifestarse a la comisaría de los policías en Ixtlahuacán de los Membrillos? ¿Allá no irían las cámaras de televisa y de otros medios que les hacen el caldo gordo o temían que los policías del pueblo, tan salvajes como ellos, les respondieran con la misma moneda? ¿Mejor atacar un edificio valiosísimo en historia y afecto para todos los jaliscienses y de paso atacar al único gobernador que se atreve a señalar a López Obrador sus yerros y malas decisiones?

¿Quién envió a estos halcones posmodernos? En un acto de hombría que le es lícito y de admirar, el gobernador Enrique Alfaro acusó a la gente del presidente López Obrador del ataque. Y es que, aunque no se quiera voltear a ver a AMLO los hechos tienen todo el sello de la casa.

Nací en esta ciudad, siempre he vivido en ella, conozco a los tapatíos y a los jaliscienses. Nuestros edificios públicos emblemáticos como es el caso de Palacio de Gobierno, la Catedral, el Teatro Degollado, y muchos, muchos otros edificios que consideramos muy nuestros, no serían tocados ni dañados por jalisciense alguno pues son símbolos amados y respetados.

    La actitud violenta, destructora, e incendiaria de la turba de jóvenes que atacaron y asaltaron el Palacio de Gobierno de Jalisco no es propia del ADN de nuestra gente. Tampoco podían escudarse en la muerte de Giovanni pues sus métodos además de no ser los adecuados, de seguro no son los que tenía Giovanni y la justicia debía de peticionarse en la Fiscalía, no en Palacio. Gritarle a los policías estatales que vigilaban Palacio ‘asesinos’ cuando el crimen lo cometieron municipales de Ixtlahuacán (hace un mes) además de injusto, muestra sin retoques que sus fines eran otros. Fines que quedaron a la vista de todos y cuyos daños no se limitaron a puertas que ya no se podrán reparar (son oficios desaparecidos), así como lindos y artísticos vitrales que reponer y costoso mobiliario y equipo que nos costó a todos los jaliscienses. No al gobierno ni mucho menos a los vándalos que probablemente vinieron de otra ciudad o que fueron entrenados por personas de otros lados. Sujetos execrables que han de tener becas de la 4-T pues como todos sabemos se trata de un desgobierno que castiga al que trabaja y produce, y premia y protege al parásito violento.

El presidente pide pruebas ante la acusación del gobernador jalisciense. Se le tienen noticias al respecto: ¡nadie gira oficios para hacer desmanes y destrucción! ¿Ni modo que no lo sepa? Por su historial anarquista, de tomar pozos petroleros, de realizar plantones, marchas, manifestaciones sin fin, de bloquear y estacionarse en carpas por meses en Paseo de la Reforma en la ciudad de México y demás, López Obrador conoce a la perfección cómo funcionan esos grupos, como arman sus tenebras. Y para ser sinceros, ese tipo de grupos nunca se habían visto en Jalisco, al menos no con esa organización, disciplina y capacidad destructora. En la televisión hemos visto grupos así en la ciudad de México, aquí es novedad y provoca suspicacias a muchos. Quizá es el caso del gobernador Alfaro y por eso vea la mano de la 4-T en esta afrenta para los jaliscienses y el daño a su apreciado patrimonio (el de los jaliscienses).

Qué lamentable que el actual gobierno federal no se uniera en indignación al de Jalisco. Tanto que menciona el presidente tabasqueño a Juárez y en sus hechos no se asemeja en nada a él. Vaya al respecto una anécdota histórica. Estando a punto de iniciar una reunión en el Palacio de Gobierno de Jalisco, el 14 de marzo de 1858, el Presidente Benito Juárez es detenido por una turba de insurrectos que pretenden asesinarle. En un acto de supremo valor el inolvidable Guillermo Prieto se interpone ante los soldados rebeldes y les sentencia entre otras cosas “¡que los valientes no asesinan!”Ciertamente, los valientes no asesinan; pero tampoco destruyen el patrimonio nacional y local, patrimonio adquirido con el esfuerzo centenario de generaciones de jaliscienses y orgullo de sus ciudadanos; como tampoco queman patrullas que nos costaron a todos, y mucho menos los valientes son capaces de rociar combustible por la espalda a un policía y prenderle fuego, pues tales acciones son propias de cobardes y malvados. Mejor que ni se ande comparando López Obrador con el Presidente Juárez, su carácter, hechos, ética, acciones y fe, le quedan demasiado grandes. Además de que Juárez se rodeó de gente inteligente y capaz, atacando con todo el peso de la ley a los plateados (las bandas delincuenciales de aquella época) hasta someterles.

Finalmente, hemos soportado durante año y medio a un gobierno ineficiente e incapaz, así como una terrible epidemia que nos ha dejado enfermedad, muertes, desempleo, pobreza, y cierre de fuentes de trabajo, como para todavía tener que soportar a émulos de los jinetes del apocalipsis que encapuchados hipócritamente piden justicia destruyendo el patrimonio de todos. Los jaliscienses, todos y sin distinción de credos y preferencias políticas debemos unirnos. Nuestro Estado lo requiere. No podemos admitir que el pacto federalista se convierta por la soberbia y voluntad de una sola persona en un gobierno más que centralista, en simple dictadura populista. Nadie votó por eso, somos una democracia y queremos continuar así. El ataque a Palacio de Gobierno fue contra Jalisco.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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