DEL CARNAL MARCELO AL BIG BROTHER
La metamorfosis de Andrés Manuel López Obrador era de esperarse. Su personalidad es previsible. En tres décadas de vida pública no ha cambiado, al menos no para bien, su radicalismo solo se ha agravado, tanto por su enfermiza egolatría como por su terrible hambre de poder. Apetito propio de tiranos y dictadores. Hagamos memoria: el entonces bisoño presidente municipal de la capital del país, cargo que por ley estaba impedido a contender, mucho menos a ocupar, ya que además de radicar en Tabasco, acababa de contender por la gubernatura de ese Estado; son hechos que corroboran su conducta ilegal y tramposa; un hombre obsesionado por el poder (al precio que sea).
Su incapacidad para gobernar la ciudad de México la quiso cubrir construyendo algunas obras de relumbrón, como los segundos pisos en algunas vialidades y remozando Paseo de la Reforma, olvidándose prácticamente del resto de los muchos problemas que aquejaban a los defeños (los periódicos de la época dan cuenta de esto). El mal árbol no puede dar buenos frutos, advierte la sentencia Divina.
Se dedicó a atender dos frentes: pelear con sus contrarios políticos (haciéndose a la ‘víctima’) y preparar su candidatura a la presidencia de la República. Con este fin se alió con legiones de anarquistas, con grupos y sindicatos belicosos, y una cauda de políticos de medio pelo (casi todos venidos del PRI, como él mismo) a los que el sistema no permitía subir en la pirámide de poder a causa de su personalidad inmadura y problemática.
Entre estos, y para no mencionar a sus cercanos e incondicionales Gustavo Ponce, René Bejarano, Dolores Padierna, Carlos Imaz, se encontraba su “carnal” Marcelo (una especie de ‘mil usos’ al servicio de AMLO; uno de sus muchos cortesanos que aunque era prófugo de la justicia en el sexenio pasado, el agua bendita del mesías tropical le purificó. Así son los dictadores, dementes por encima de los demás, iluminados cuya soberbia les hace creer que todo lo que dicen y hacen, aunque hacen demasiado poco, es lo correcto y camino a seguir.
Pero, qué importa, él se trajo a su carnal Marcelo”, que, dicho sea de paso y como buen ‘izquierdista’ de la 4-T vivía en duro exilio en Miami, lo necesitaba, había que reposar de tanto trabajo a favor de los defeños. Lo que sí es que AMLO nunca se imaginó la pandemia que azotaría el mundo entero, de haber sabido, quizá hubiera esperado su candidatura hasta el 2024.
Para desgracia de los mexicanos la figura del “carnal Marcelo” ya no refleja la inocencia ni evoca al patiño y amigo de Tin Tán. De ninguna manera. Hoy la 4-T muestra la metamorfosis de un dictador en ciernes que a la manera del «Big Brother» de George Orwell comienza a tomar todos los hilos del poder, haciendo de la maldad y la mentira sus herramientas más comunes.
En su famosa anti utopía Orwell plantea una feroz dictadura en la que cualquier pensamiento o posición contraria al líder era combatida precisamente por la «Policía del Pensamiento», y todo, absolutamente todo, era controlado por el partido del Gran Hermano o Big Brother cuyo lema político reflejaba su perversión y férreo control de las masas: “LA GUERRA ES LA PAZ, LA LIBERTAD ES ESCLAVITUD y LA IGNORANCIA ES PODER” ¡Tal parece que AMLO y su 4-T se inspiraron en este modelo dictatorial.
En ese gobierno ultra opresor la historia era continuamente revisada y modificada, eliminando de los libros y memoria social todo hecho que cuestionara el modelo actual o pudiera exaltar otros mejores, reescribiendo los textos y modificando a su gusto y conveniencia los sucesos del ayer. Algo así como lo sucedido con el 2 de octubre de 1968 en México, en que, si bien se lamenta la muerte de aquellos jóvenes en Tlatelolco, no se puede olvidar que el gobierno de entonces representaba lo más preparado de la Revolución Mexicana, y en las manifestaciones de los estudiantes (intoxicados de ideología marxista y el régimen cubano) le gritaban al presidente debajo de su balcón en Palacio Nacional “¡No queremos Olimpiada, queremos revolución!”.
Diez días después de los sucesos de Tlatelolco, México sería sede de los Primeros Juegos Olímpicos de la era moderna en el continente americano. Se habían invertido miles de millones en instalaciones, preparación de atletas, logística, publicidad a nivel mundial (por primera vez nuestro país participaba a nivel estelar en el concierto de las naciones de manera ordenada y pacífica, propia de los pueblos civilizados), etcétera. ¿Renunciaría el gobierno a todo esto sólo para dar gusto a los estudiantes que le retaban y cancelar las Olimpiadas? ¿Tiraría el gobierno de Díaz Ordaz todo este esfuerzo y recursos a favor de México, para pasar al basurero de la historia?
Una historia que los de la 4-T se la han vendido torcida y cambiada a las nuevas generaciones. ¡Como el Big Brother! Las semejanzas son demasiadas, terribles se dirá a causa de la similitud. Pero será mejor transcribir algunos textos que lo digan por sí mismos:
—“Cuando mucho dentro de veinte años, pensó, quedaría sin respuesta la inmensa y sencilla pregunta: ¿la vida antes de la Revolución era mejor que ahora? De hecho, ni siquiera ahora era posible contestar porque los escasos sobrevivientes de aquel viejo mundo no eran capaces de comparar una época con la otra… los sucesos relevantes quedaban fuera del alcance de su visión… Y cuando la memoria fracasaba y los registros escritos eran falsificados, cuando eso ocurría, tenía que aceptarse la afirmación del Partido de que había mejorado las condiciones de vida, pues ya no existía ni volvería a existir un criterio contra el cual compararla…”. ¡Ya no es como antes!, dice el líder de la 4-T, ¡ahora ya no hay corrupción!, afirma con cinismo, aunque el olor nauseabundo de sus actos les delaten frente a todos.
—“Hoy mismo nada sabemos de la Revolución ni de los años anteriores a ella. Todos los registros han sido destruidos o falsificados, han vuelto a escribir los libros… las calles y las estaciones tienen nombres nuevos, han alterado las fechas. Y ese proceso continúa día a día… La historia se ha detenido. Solo existe un presente sin fin, donde el Partido siempre tiene la razón…” Tal y como han empezado a hacer en la ciudad de México, han quitado todas las placas del Metro con el nombre del Presidente Gustavo Díaz Ordaz (quien construyó las primeras líneas) así como las estatuas. Es decir, ya iniciaron la reinscripción de la historia.
—El poder consiste en causar dolor y humillación. El poder consiste en hacer pedazos las mentes humanas para volver a darles formas nuevas conforme a nuestros propósitos… Las civilizaciones antiguas afirmaban que se basaban en el amor o en la justicia. La nuestra se basa en el odio… Ya estamos acabando con los modos de pensar anteriores… Hemos roto los vínculos entre padres e hijos, entre uno y otro hombre y entre un hombre y una mujer. Ya nadie confía en su esposa, en su hijo o en un amigo…”. Nos han dividido a los mexicanos, incluso entre las familias, han hecho del odio y el encono su oferta política por excelencia (G. Orwell: 1984, E. Lectorum, págs. 98,154, 259).
En el gobierno del Big Brother cuatro ministerios se encargaban de tener al pueblo bajo control: El Ministerio del amor (abrazos no balazos), El Ministerio de la Verdad (yo nunca digo mentiras, asegura el líder de la 4-T), El Ministerio de la Paz (con los narcos), y El Ministerio de la Abundancia (promesa que lleva dos años, y que lejos de ser una realidad se reduce a mentiras repetidas al estilo Goebbels). Estamos entrando en un nuevo año (2021) y se desea que sea mejor ¿cree usted que con el Big Brother del carnal de Marcelo nos puede ir mejor, o tomamos lo escrito por Orwell como una sana advertencia?
¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!
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