ESE NO ES EL PUEBLO BUENO
Aunque se quiera pensar mejor de él no se puede, López Obrador hace todo lo posible por ratificar lo que muchos consideran de su persona. Nada nuevo se dice que se le tiene por anarquista, por un hombre de violencias verbales (de las otras ya se frena un poco, probablemente porque no tiene el poder todavía, la prueba de fuego vendrá a partir del 1º de diciembre), de visión y pensamientos cortos, amigo de los violentos y enemigo de los que trabajan, de los que producen.
Su pobreza moral y política le descubre y exhibe todos los días. Incapaz de ver y entender todos los sectores que conforman la sociedad, en su sectarismo que siempre ha mostrado y del que no se ha podido sacudir, la emprende a la primera contra aquellos que considera sus enemigos naturales: ‘riquillos’, ‘burgueses’, ‘fifís’ y demás calificativos, brotan de manera natural contra aquellos que su corazón desprecia (decenas de millones de esos ‘enemigos’ son simple clase media).
Su maniqueísmo es imposible de ocultar, como también su incapacidad para distinguir lo bueno de lo malo, los tonos negros de los blancos, ni qué decir de los grises. Para su limitada cosmovisión solo los macheteros de Atenco, los maistros de la CNTE, las comandantas Nestoras, Napos, los Félix Salgado Macedonio y demás personajes son valiosos en su reducido y violento mundo. Un mundo que recuerda al de Ricardo Flores Magón hace un siglo.
En su absurda consulta en la que 747 mil votantes de Morena decidieron por todos los mexicanos acerca del aeropuerto de la capital, AMLO se atrevió a decir, por enésima ocasión “que decidió el pueblo sabio”, el pueblo bueno que tanto le gusta ensalzar. ¿En verdad esto es así?
No me gusta contradecir, pero la verdad siempre exige el espacio para ser escuchada, así es la vida. Ese no es el pueblo sabio, las multitudes casi nunca lo han sido. Valga recordar que la multitud pidió al Procurador romano que soltara a Barrabás y crucificara a Jesús (aun cuando Pilato había reconocido su inocencia hasta por tres veces). Es falso absolutamente que la vox populi sea la vox Dei. Además de que somos un pueblo de más de 120 millones de personas, 747 mil no representan a nadie. Quizá ni a Morena.
El escritor inglés Samuel Johnson dijo alguna vez que las multitudes tienen muchas cabezas pero poco cerebro. Tener menos posesiones o vivir en una zona marginada no hace mejor ni bueno a nadie. La bondad además de tener otros parámetros de medición distintos, es algo que se muestra en el modo cotidiano de vida.
Habrá que decirle a López Obrador que el pueblo bueno es otro: es aquel integrado por todas las clases sociales, pobres, clase media y ricos, que trabajan y se esfuerzan a diario por mantener de pie este país. El que paga impuestos para que los políticos (de todos los partidos) y la enorme burocracia que ya asfixia esta agobiada sociedad, cobren sus abultados sueldos y los no abultados también. El que sufre robos, asaltos, extorsiones (privadas y oficiales), secuestros, violencias de todo tipo y, aun así, lucha para sacar adelante a los suyos y al país.
Ese es el pueblo bueno, el que no pierde su tiempo en marchas, primero porque carece de ese tiempo, y segundo, porque sus energías quedan en el trabajo y las que le quedan se invierten en la familia. Ese es el pueblo bueno, el que trabaja, el que no causa problemas sino aporta sus impuestos para que el estado los resuelva, pero si el estado en lugar de resolverlos la endereza contra ese pueblo bueno y premia a los que no trabajan y causan problemas y violencias sin fin ¿cuál sería el destino de México? ¿Otro Venezuela?
Un ejemplo: los tales “macheteros de Atenco”, banda de facinerosos para los que cualquier bandera puede enarbolarse, siempre y cuando sea violenta y de causar problemas a la sociedad. Es obvio que no trabajan, lo que lleva a preguntarse de dónde sacan al dinero, quién les paga. Eso por un lado, por otro, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos dice textualmente en su artículo noveno: “Ninguna reunión armada, tiene derecho a deliberar”. En una palabra, siempre han obrado fuera de la ley y nadie ha hecho nada.
¿Cómo van a ser ‘pueblo bueno’ los maistros de la CNTE? individuos alérgicos al estudio, a la actualización, AL TRABAJO, incapaces de amar a la niñez y dar su vida y ejemplo para formar mejores ciudadanos. No, por supuesto que no son pueblo bueno. Lo suyo es la violencia, el desmadre, bloquear carreteras y robarse el dinero de las casetas, secuestrar camiones de pasaje y robar tráileres y camiones con mercancía, destruir oficinas públicas, atacar cuarteles militares (siempre y cuando los soldados no respondan pues de lo contrario los maistros correrían de inmediato con sus amigos de las comisiones de Derechos Humanos), heredarse las plazas como si la preparación, el conocimiento y la vocación vinieran en la genética. No, no son pueblo bueno, son todo lo contrario ¡Un lastre para México, una carga pesada que impide un mayor desarrollo y una mejoría en el bienestar social!
Sin embargo, para el verdadero pueblo bueno no hay ni ha habido en las últimas décadas (quizá con la excepción de Don Miguel de la Madrid) quien vele por él, dejándole a su suerte, cargándole todas las obligaciones de la sociedad, sin ofrecerle a cambio casi nada. Un pueblo agraviado, ofendido, no escuchado jamás, menospreciado, un pueblo para el que solo hay legiones de inspectores, Juntas de Conciliación dispuestas a acabar con su pequeño patrimonio (sin profundizar si el demandante tiene en verdad la razón), policías que lejos de protegerle son capaces de dañarle, Procuradurías que no le atienden y si lo hacen, archivan sus denuncias, Comisiones de Derechos Humanos que en lugar de protegerle y velar para que se le haga justicia y se le repare el daño, solo protege a la fauna delincuencial, Congresos integrados por mafias de todos colores y sabores políticos que solo representan al pueblo en el papel, etcétera, etcétera.
Durante su campaña AMLO se disfrazó de evangélico, sería bueno entonces que lea y reflexione el siguiente texto bíblico, que, si lo fuera, de inmediato rectificaría su conducta: —“¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo…!” (Isaías 5:20).
¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!
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