LAS CASAS SOBRE LA ARENA
Que nos pasa a los seres humanos que nos incapacita a la reflexión, que nos hace caer en los mismos yerros una y otra vez, aun cuando pasen los años o los siglos. Sin mencionar lo que está sucediendo en otros países y continentes, las muchas desgracias que hemos padecido en México en este temporal de lluvias, son una bofetada en el rostro social a causa de nuestras torpezas e irreflexiones. Una fortísima llamada de atención a pueblo y gobierno, a gobierno y pueblo.
Año tras año las imágenes en la televisión y los diarios que nos muestran inundaciones y daños a la población han sido la constante. Sin embargo en el presente temporal (que auguraban que casi no llovería) las inundaciones y los daños han superado a lo visto y sufrido durante mucho tiempo. La muerte, la aflicción y pérdida patrimonial de viviendas, vehículos, mobiliario y cosechas han sido enormes. Lo peor es que un gobierno indiferente e incapaz de ayudar a las familias ha agregado impotencia y rabia a los afectados.
Ver a un presidente que se encierra en su torre de marfil, pretendiendo en un show frívolo (y estúpido en este momento) resolver con saliva lo que requiere de mucho esfuerzo y recursos económicos diversos, pero sin acercase a las zonas de desastre y mucho menos a los afectados solo ha agregado distanciamiento. Acrecentado la zanja entre gobernante y gobernados.
Los mexicanos nos enteramos con dolor de los grandes daños causados por el huracán Grace en Veracruz, Puebla, Estado de México e Hidalgo, así como en días recientes lo ocurrido en Ecatepec y otras ciudades de la zona conurbada de la capital, incluso afectando el Cablebús. En zonas de Guerrero, Oaxaca, Puerto Vallarta y poblaciones de la costa de Jalisco, de Colima, Nayarit, Sinaloa y demás, a causa del huracán Nora (que también dejó muertes y mucha destrucción).
El año pasado (2020) la ciudad de Villahermosa, así como otras poblaciones de Tabasco, fueron inundadas a causa de abrir tardíamente las compuertas de la presa (que generan electricidad). Igual sucedió en estos días en Tula, Hidalgo, donde el gobierno abrió tardíamente las compuertas de las presas inundando la ciudad y poblaciones vecinas, de manera que la responsabilidad cae principalmente en el gobierno federal y estatal.
La Comisión Nacional del Agua desde el lunes 6 les envío varias alertas que el gobierno no atendió. De hecho, les envió 15 oficios dirigidos a Protección Civil y a los gobernadores, cuatro boletines meteorológicos de advertencia y 26 twitter al público en general, pero sin que el gobierno atendiera el peligro (Milenio, 10/Sep/2021). En este gobierno, que dice que no son iguales a los de antes, ¿no hay responsables, como tampoco los ha habido del terrible accidente por la obra malhecha de la línea 12 del Metro?
Diecisiete muertos en el hospital del IMSS en Tula a causa de la inundación, y el director del seguro social, Zoé Robledo, se defiende diciendo que su personal no fue advertido del fenómeno y de su potencial. Incapacidad, improvisación, desinformación e insensibilidad son la carta de presentación de un gobierno que con promesas y mentiras engatusó a un pueblo hastiado de gobernantes sin compromiso.
El problema es añejo, de siglos, lo que ha faltado es previsión y diligencia. Don Manuel Payno no solo describe las fechorías y asesinatos de las bandas delincuenciales del siglo XIX, incluso se da tiempo con su maravillosa pluma para describir cosas de la ciudad de México que para las nuevas generaciones son absolutamente desconocidas, como el enterarse de que gran parte del comercio y la comunicación de las ciudades cercanas y hacia la capital era pluvial, condición que provocaba inundaciones en los temporales (igual que ahora). Dejemos que este hombre brillante narre lo que sucedía y que sigue sucediendo con el exceso de agua:
—“Imposible de creer que en una ciudad como la capital de la República Mexicana, situada en la mesa central de la altísima cordillera de la Sierra Madre, pueda haber un puerto. Pues lo hay muy importante y concurrido. Es el puerto de los lagos del Valle, lagos que, si en la estación de las lluvias amenazan derramarse sobre la ciudad por falta de obras hidráulicas necesarias para contenerlas y darles salida, contribuyen, como lo dijo el Barón de Humboldt, a que el clima de México sea uno de los más suaves y benignos del globo….
El canal de la Viga, surcado por más de cien chalupas y canoas cargadas de flores, con sus casas ruinosas por un lado, que se asemejan a las de los canales interiores de Venecia…
Pero el verdadero puerto no es ni la garita, ni el canal de la Viga, sino San Lázaro, barrio desaseado… A pesar de las malas condiciones del terreno, el tráfico y el comercio lo animan. Por ese puerto recibe México los granos y semillas de las haciendas situadas en las márgenes del lago de Texcoco, los azúcares y frutos de la Tierra Caliente que conducen los arrieros hasta Chalco, que es como si dijéramos la boca de Tierra Caliente… una especie de puerto de depósito… Este tráfico se hace por medio de chalupas y de canoas trajineras… Las canoas trajineras que la noche anterior han salido del Puerto de Depósito de Chalco, comienzan a divisarse a lo largo del canal…” (Los Bandidos de Río Frío, Capítulo XXIX).
Casi dos siglos han pasado de la anterior narrativa y la ciudad de México continúa inundándose en el temporal de lluvias a causa de mala infraestructura o la ausencia de esta (al olvidar la historia y condiciones pluviales y orográficas de esa ciudad y de la zona).
Lamentablemente muchos ciudadanos de ese mismo pueblo votante e indignado han sido, y duele decirlo, causantes de sus propias desgracias al adquirir predios con los traficantes de terrenos ejidales y públicos construyendo en los lechos y orillas de ríos y arroyos, llevándose las tormentas sus sueños y patrimonio.
Doloroso y traumático resulta ver en la televisión calles convertidas en furiosos ríos llevándose y destruyendo todo a su paso. Por desgracia esto era previsible y estaba anunciado, era cuestión de tiempo y el presente temporal ha sido copioso. Agréguele a este peligroso coctel que por siglos el agua era absorbida por la tierra y al pavimentar las calles ahora rueda por superficie buscando una salida, los antiguos lechos de ríos y arroyos se han convertido de nuevo en su destino natural, destruyendo cuanto encuentran a su paso. Incluso vidas, sueños y patrimonios.
Se preguntó al principio ¿qué nos pasa a los seres humanos que nos incapacita a la reflexión, que nos hace caer en los mismos yerros una y otra vez, aun cuando pasen los años o los siglos? La advertencia Divina es tan clara, que, aunque se dejó para darnos una enseñanza espiritual, el ejemplo utilizado continúa siendo tan válido como desoído y desatendido:
—“Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y grande fue su ruina” (Mat 7:24-27).
Tal parece también que los mexicanos hemos estado, me refiero a lo político, construyendo sobre la arena. Sobre mentiras y promesas sin mirar que quienes las ofrecen carecen de solidez y testimonio, de manera que al llegar las tormentas de la vida nos estamos dando cuenta que nos equivocamos rotundamente. Quiera el Creador darnos tiempo y nueva oportunidad para construir en adelante un México mejor, de fijarnos bien en dónde y conque materiales construiremos un mejor hogar para todos. Tanto en lo político como en lo material.
¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!
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