NECEDAD MAGISTERIAL
Uno de los principales problemas del sindicalismo mexicano desde siempre, pero sobre todo en los últimos años, ha sido su alejamiento de la realidad social, política y económica. Sus exigencias rebasan el ámbito laboral para ubicarse en el terreno del chantaje y el anarquismo, como si la Ley y la legalidad no tuviesen las instancias necesarias para resolver diferencias.
El problema de fondo en este momento tan difícil para el país, es que con su necedad e intransigencia maistros y maestros lejos de ganar la simpatía del pueblo se han ganado a pulso su rechazo, convirtiéndose de facto en verdaderos villanos. Y cómo no había de ser así, si la violencia utilizada por los integrantes de la CNTE en los estados de Oaxaca, Guerrero, Michoacán y parte de Chiapas parece ser obra de delincuentes y no de personas dedicadas a la educación de los niños de México.
Dejar por semanas sin clases a los niños por cualquier pretexto, exhibe a los maestros ante todos los mexicanos, que dicho sea de paso, son los verdaderos patrones de maistros y maestros. No el estado mexicano. El gobierno es quien entrega el cheque, pero el dinero lo pone el pueblo a través de todos los que pagan impuestos, de manera que los patrones están cansados de esta situación, pues por un lado el gobierno no resulta lo eficiente que debiera de ser ̶ permite incluso que los que abandonan el aula se dediquen a asaltar casetas de autopista, bloqueen carreteras, roben autobuses de lujo, camiones de reparto (con sus mercancías, quemen y destruyan edificios públicos y privados, y aparte les concede total impunidad) ̶ ; y por otro, los empleados que deberían instruir a sus hijos en la escuela no lo hacen, andan de vándalos, por tanto el abandono de trabajo queda tipificado reiteradamente.
Cobrar sin trabajar es un delito, se llama robo, fraude o como usted lo considere, pero es delito. Ostentarse como maestro sin serlo también lo es. Y es que dentro de ese pervertido sindicalismo se ha llegado al colmo de heredar las plazas del magisterio, como si el conocimiento, la capacidad y la vocación vinieran en la genética. Solo en México se puede permitir semejante absurdo.
Lamentablemente en los últimos decenios se les ha permitido llegar demasiado lejos en sus llamadas pretensiones laborales. Oponerse a ser evaluados además de carecer de sustento (ni qué decir del sentido común), denota gran altivez de un gremio alejado de la realidad. En todo trabajo se requiere de la capacitación, de estar a la altura de los requerimientos que la plaza laboral exige y los maestros no pueden sustraerse a esta regla fundamental. Lo que ellos llaman conquistas son la mayor de las veces simples chantajes, que por el número de agremiados asusta a los gobiernos en turno, que temerosos de marchas y manifestaciones que pueda dañar su cuidada imagen mediática (muchas veces tan falsa como las pretensiones de los sindicalistas de la educación), les conceden a este gremio mafioso todo cuanto piden.
Los ingresos entregados a los sindicatos magisteriales son cifras verdaderamente estratosféricas, que por su origen público deben rendirse cuentas públicas. Lamentablemente en Estados como Oaxaca dejaron crecer ésta mafias, que dicho sea de paso son igual o más peligrosas que los cárteles delincuenciales por cuanto poseen aparente legalidad. Status que de ninguna manera les hace legales, pues es del dominio público su participación en secuestros, robos, homicidios, lesiones, atracos multimillonarios al erario, incluso asociación con cárteles como es el caso de los chamacos de Ayotzinapa (aunque socios y simpatizantes pretendan hacer mártires a quienes andaban de vándalos a 150 kilómetros de su escuela).
La evaluación continua de los maestros es un deber, no una opción. Si realmente deseamos que México salga adelante de los muchos problemas que le agobian y la inmensa cantidad de retos a enfrentar, lo cierto es que requerimos que cada quien haga su parte en el contrato social. Se acabó el tiempo para ese sindicalismo vandálico y parasitario que quiere ganar sin trabajar y ostentar una profesión que ni se tiene o que se carece de los conocimientos, que dicho sea de paso, requieren de actualizarse en una aldea global que exige mantenerse al día. Basta de necedades, basta de contemplaciones, sujétese cada quien a sus deberes y punto ¿O usted que cree, estimado lector?
¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!
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