Opinión

Vivimos días extraños, los que fuimos formados en otras épocas nos sentimos traicionados y desilusionados en muchos órdenes, que por la fecha nos limitaremos a comentar un solo tema, que los hay y muchos: ¡La Revolución Mexicana!

Como habrá notado el lector el movimiento popular que cambió a México y le permitió un lugar en el concierto mundial, lo puse con mayúsculas, así fuimos enseñados en escuelas públicas y privadas (cuando menos en la mayoría). La gesta que permitió derribar la férrea dictadura del Porfiriato no es cosa menor ni fácil de entender. De hecho los mexicanos somos difíciles de entender. Nuestro mestizaje de español e indígena y la guerra eterna entre las propias tribus locales, ha hecho por demás difícil nuestra unión. La Revolución y la fuerza emanada de ella (hecha gobierno) logró hacer lo que nadie había podido, ni españoles, ni liberales, ni conservadores, ni porfiristas. Un México fuerte y unido.

Los maniqueos, sobre todo los de la extrema derecha y los anarquistas de la falsa izquierda que contra todo se oponen, de inmediato se rebelan contra la anterior afirmación y en nombre de su “pureza” se rasgan las vestiduras acusando a los revolucionarios de corruptos. Acusación que siempre hacen sin excepción alguna. Para ellos todos son corruptos, excepto, claro está, ellos y sus cuates.

Si acaso se la perdonan al Tata Cárdenas a quien subieron al altar patrio por haber hecho el milagro de la expropiación petrolera. Lamentablemente quienes conocen la historia saben que no hubo tal milagro, que el presidente de Jiquilpan era corto de luces y carecía de visión de estadista. Lo suyo era darle personalmente dinero a los indígenas, comer con ellos, posar para la foto y cosas muy propias de los demagogos de izquierda (por eso son demagogos). Hizo cosas muy plausibles, como abrirles las puertas a los republicanos españoles, pero nos desviamos del tema. La expropiación nació en la Casa Blanca y quien implementó todo el asunto y logística fue el viejo embajador Josephus Daniels, pues la 2ª Guerra Mundial se veía venir y los yanquis no querían a ningún país europeo en América, menos en el país vecino sacando petróleo.

La ceguera y el fanatismo les impide ver que gracias a los gobiernos emanados de la Revolución de 1910 ―una vez pacificado el país y neutralizados los generales ambiciosos a los que Ibarguengoitia describe de manera sarcástica y deliciosa en su famoso libro “Los relámpagos de agosto”― México inicia el camino del progreso.

En 50 años, de tener apenas un 20 por ciento que sabía leer y un 80 de analfabetas (1920), para 1970 la cifra se invirtió y más del 80 por ciento de los mexicanos ya sabíamos leer. Eso costó, mucho y en muchos sentidos.

La economía en todos los órdenes mejoró y el mexicano no solo tuvo acceso ya a la educación, casas, tierras, comercio y otras actividades en la sociedad, lo cierto es que pasó a ser parte de las naciones conocidas de la Tierra. En 1968 fuimos anfitriones de las Olimpiadas y en 1970 del Mundial de Futbol. La figura del mexicano dormido a los pies del cacto pasó al olvido, si bien manos extrañas de ambas ideologías que dominaban al mundo de la época nos dividieron y tomaron como laboratorio para sus perversos experimentos. La fecha fue el 2 de octubre, parteaguas de la división interna que muchos que se dicen patriotas ni entendieron y continúan sin entender a causa de su egoísmo recalcitrante y su  soberbia “intelectual”.

En qué mente cuerda va tener cabida que los estudiantes defeños iban a ser tolerados para siempre con su arrogante actitud. Sobre todo cuando Díaz Ordaz era el último Presidente de la Revolución. Pasaban por abajo del balcón presidencial de Palacio Nacional y le gritaban «no queremos Olimpiadas, queremos Revolución». Disfrutaban de educación superior en las ultra modernas instalaciones de la UNAM y retaban a quienes se las habían construido y concedido educación en todos los niveles que sus padres y abuelos no tuvieron.

Ignoraban que en la etapa de poner en práctica los postulados de la Revolución, los gobiernos emanados de ella construyeron prácticamente toda la infraestructura que sostiene a México: carreteras, universidades, hospitales, IMSS. ISSSTE, aeropuertos, calles, avenidas, Metro (México, Guadalajara y Monterrey), puertos, telégrafos, teléfonos, obras hidráulicas, etcétera. Que las instituciones públicas fueron creadas o reformadas conforme a esta visión en la que los equilibrios sociales se cuidaban con celo y las fortunas mal habidas se perseguían (no todas, pero sí la mayoría).

A partir de Luis Echeverría a la fecha las cosas cambiaron. Ese extraño presidente que hacía señales con la izquierda pero que permitió que la derecha avanzara y la clase gobernante se perdiera en su ambición, acabó con la Revolución.

En lo sucesivo el desprecio, quizá por ignorancia o animadversión enseñada en casa, gran parte de los mexicanos en automático repudiaron la Revolución, cuando lo cierto es que gracias a los frutos de ésta se vivió la mejor etapa de toda nuestra historia. De 1930 a 1970 México subió en todos los órdenes su calidad de vida. Las personas vivían con modestia y la cultura del ahorro era generalizada. Lamentablemente las cosas cambiarían y una nueva cosmovisión hedonista y derrochadora atrapó a las nuevas generaciones.

     Lo peor del caso es que el hedonismo entre la clase política se radicalizó con virulencia, echando al cuarto de los trebejos la Revolución Mexicana para dar paso a la ambición desmedida. En lo que corre del siglo XXI entre Foximiliano y su troupe de forajidos (del erario), abrieron las puertas de la ambición de par en par y sin que autoridad alguna les estorbara. Y como la impunidad es el mejor aliciente para delinquir, la mayoría de los gobernadores estatales se perdieron en su ambición, seguidos claro está, por presidentes municipales, regidores, Congresos y cuanto cargo público tiene acceso a los dineros públicos.

     En Jalisco Emilio González Márquez gastó $74,000’000,000 (setenta y cuatro mi mil) millones de pesos de manera discrecional ―y lo pongo con números también para que nos demos una idea del exorbitante monto, único en la historia del país―; ejemplo que siguieron y han seguido muchos de sus colegas. El caso de Duarte es apenas un ejemplo de los que muchos otros han y están haciendo con el trabajo y esfuerzo de los mexicanos. Como que se les olvida, igual sucede con todos los pedinches de los dineros públicos, que los fondos nacionales se originan en los impuestos que el pueblo paga, como también del Petróleo (cuando dejaba, desde Fox sólo ha dejado deudas) y lo que gastan los turistas extranjeros. No existe un cajón que lanza mágicamente los billetes. Un país es como una casa y de acuerdo a sus ingresos se debe gastar.

Hasta el Presidente Gustavo Díaz Ordaz, México prácticamente no tenía deuda pública, era insignificante ($4,263 millones de dólares). Hoy por eso vivimos de manera tan miserable, con tantas carencias y sin esperanza futura, pues los préstamos a los que han obligado al País y los Estados nos tienen de rodillas ante los acreedores y sin que nadie diga nada, pues todos los partidos políticos, TODOS, están perdidos en su soberbia y ambición, traicionando TODOS la Revolución Mexicana. Así que mejor ni la mencionen, no hay nada ya qué festejar.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

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Ya lo señalan las Sagradas Escrituras: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado; pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”. Con el triunfo de Donald Trump el pasado martes 8 de noviembre, el gobierno de Estados Unidos recogerá lo hecho a los mexicanos en las elecciones del 2 de julio del año 2000. Es decir, endilgarnos por la fuerza al peor candidato y peor presidente en un siglo ¡Vicente Fox!

Cuando el gigantón ignorante saltó a la palestra política como candidato a la presidencia de México en lo personal me horroricé. De hecho el título de mi primer columna dedicada a este ranchero hablador se tituló: «Fox: el gran embustero» (Análisis y Propuesta, El Informador, sábado 29/abril/2000).

Durante su larga, sucia, perversa, costosísima e ilegal campaña (fue el primero en iniciar tres años antes la campaña, con muchísimo dinero de oscura procedencia ―Fox estaba quebrado en lo personal y había hecho quebrar la empresa familiar―); el grandulón y paisano de “las poquianchis”, rompió todas las reglas legales y de decoro, para instaurar la llamada “guerra sucia” y con ello dividirnos.

En mi libro «Medio Siglo», publicado a mediados del año 2000 advertía mis lectores: “Es de considerar que una persona realmente pensante, que use la materia gris para el análisis y la serena reflexión, acepte a tipos como el defeño Vicente Fox ―avecindado guanajuatense―, aspirar a un cargo tan importante y de tan enorme responsabilidad como la presidencia de la República. Aspiración absurda sostenida tan solo por sus bravatas ―al estilo de junior en cantina de pueblo―, o por sus ataques a personas e instituciones sin más apoyo que su grande boca…”, para cerrar mi vaticinio político decía: “En lo personal no creo que Vicente Fox llegue a la presidencia, pues gran parte de la sociedad está plenamente consciente de la incapacidad y falacias de este hombre. No obstante, de lograr los gringos imponer a su personero; lo seguro es que más que un presidente, un gerente de trasnacional quedaría al frente del ejecutivo, por lo que México quedaría de facto convertido en una estrella más de la bandera yanqui” (págs. 213-215).

Lamentablemente el Imperio impuso a su personero (para deshacerse de los gobierno nacionalistas que siempre le estorbaron) y hoy México es una nación plegada absolutamente a Estados Unidos. Un personero tan chiflado como inútil, tan ignorante de la enorme responsabilidad presidencial, que se fugó de su realidad a través de viajar y viajar y enriqueciéndose (y permitiendo que todos a su alrededor lo hicieran) como buen payo, de manera cínica y vulgar, pero con tanta protección e impunidad que es fecha que nadie le toca. La prensa le ha tapado todo, absolutamente todo.

En mi libro «El hombre que nunca debió ser presidente» y luego de describir el perfil de Vicente Fox, señalaba: “Amigo desleal y sin escrúpulos supo aparentar lo contrario, rodeándose de cómplices y filibusteros que saquearon la Patria con mayor libertad y daño que sus antecesores, ¿quién podía dudar de los honrados y decentes políticos del «cambio» si a todas horas mencionaban a Dios y gustaban de comulgar ante las cámaras y ser fotografiados en actos religiosos? Por supuesto que los entendidos de la política y la conducta humana en todo momento dudamos de este embustero profesional, que analizado minuciosamente desde campos diversos: espiritual, psicológico, político, o desde la simple experiencia que concede la vida a las personas reflexivas: Fox resultaba un farsante, un improvisado sin escrúpulos. Quienes descubrimos desde el principio la falsa personalidad que socialmente presentaba este peligroso mitómano, nos aterramos en verdad de lo que podría suceder en caso de llegar al poder” (pág. 12).

     Pues igual de aterrados deberían de estar los norteamericanos y de paso el mundo entero. ¿Acaso considera alguno que Donald Trump una vez que se instale en la Casa Blanca va cambiar? El vikingo ignorante, engreído, y ofensivo que vieron en la campaña, es el que va a tomar las riendas del Imperio.A los cristianos ignorantes e ingenuos que votaron por él (católicos y protestantes) les sucedió lo mismo que a los alemanes con Hitler cuando llegó al poder, se entregaron en manos de aquel farsante y violento para luego descubrir que era un perfecto impío y que solo les había utilizado, que les había engañado para hacerse del poder. Ingenuidad que costó a la humanidad cuando menos 60 millones de muertos durante la 2ª guerra mundial.

En mi reciente libro «Historia del Judaísmo Mesiánico» escribo al respecto: “Las palabras pronunciadas por Adolfo Hitler al asumir la Cancillería en enero de 1933, debieron de sonar gratas a los oídos de la masa social agobiada por la prolongada crisis, sin reparar que dichas palabras carecían de sinceridad y del necesario aval moral. Que venían de un hombre mentiroso, cínico, ateo y violento. Ingenuamente cayeron en la trampa, como igual sucederá con la prédica del antimesías o anticristo una vez que aparezca, evento quizá no muy lejano si se considera la situación mundial actual” (pág. 200).

En el referido discurso, Hitler le dijo a los alemanes―“Estamos decididos, como líderes de la nación, a cumplir como gobierno nacional la tarea que nos ha sido encomendada, jurando fidelidad solo a Dios, a nuestra conciencia y a nuestro pueblo…  ¡Ojalá que Dios todopoderoso tome nuestro trabajo en su gracia, convierta en realidad nuestra voluntad, bendiga nuestro conocimiento interno y nos dote con la confianza de nuestro pueblo”. Los alemanes le creyeron y se le entregaron. Gran parte de los norteamericanos, los suficientes para ganar las elecciones, también le creyeron a este farsante, hedonista, engreído, casinero, mujeriego, farandulero, violento, irrespetuoso, maleducado y demás.

Faltó el discernimiento, es obvio que la oración pidiendo sabiduría estuvo ausente. De ninguna manera se sugiere que Hillary Clinton sea buena, de hecho es otra impía, sin embargo es parte de un sistema. Trump se irá por la libre como Fox lo hiciera en México (con lamentables y terribles consecuencias que todavía estamos padeciendo).

     Ante la falta de espacio, resta decir que lo que el Imperio sembró en México con Vicente Fox (al imponerlo para acabar con los regímenes derivados de la Revolución de 1910) ahora lo recogerá en su propio país con Donald Trump. Los mexicanos que votaron por Fox pedían un cambio, igual sucedió en el país vecino con los que votaron por el de copete pelirrojo. Fox nos desunió a los mexicanos; Trump también ya lo hizo en su nación. En una palabra, tiempo de recoger lo sembrado.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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Hoy ya se tiene un día para todo; aunque para ello hayan olvidado los antaño festejados ¿Quién se acuerda del 12 de noviembre, día del cartero, si las cartas son electrónicas, peor, recaditos cargados de faltas ortográficas en el whatsapp?  Ya se tiene un día para todos y para cada cosa, incluso para los pervertidos sexuales, sin embargo fechas verdaderamente trascendentes se han echado al olvido.

Recordemos dos muy importantes y una más, que aunque vigente, deformada en todos los órdenes. El pasado 31 de octubre se recuerda, bueno hasta años recientes, la «Reforma de 1517»; fecha en la que el Doctor en teología y sacerdote agustino Martin Lutero, clavara en la capilla de Wittemberg las famosas 95 tesis, convocando a los teólogos de Roma a una discusión  (el Vaticano todavía no se construía y era parte del problema a causa del negocio de las “indulgencias” vendidas por toda Europa para su construcción), la cual en términos sencillos argumentaba: ¿Por qué si la Biblia dice esto, hacemos esto otro?. Es decir: se trató de un llamado a retornar a la ortodoxia, a la pureza de la fe.

En los países mayoritariamente católicos por razones obvias esta conmemoración no se ha considerado, excepto entre los más cultos (que no siempre se distinguen por su fe). Aun así, hasta el siglo pasado su recuerdo permanecía firme, los mexicanos no podemos olvidar que el presidente Juárez como ferviente cristiano tomó en recuerdo de la Reforma Protestante del siglo XVI el nombre para la causa liberal (consideraba que por medio de la lectura de la Biblia terminaría con el analfabetismo y los abusos del clero).

Pero no solo Juárez encontraba en la Biblia el camino para la sabiduría y la espiritualidad, desde hace muchos años se celebra también y quizá derivado de la Reforma, el «Día mundial de la Biblia»: libro que además de ser el primero en ser impreso y el más vendido y leído de todos los tiempos, contiene en sus páginas el mensaje Divino para el hombre caído en el Paraíso (desobediencia que nos alcanzó a todos; no olvidemos que las acciones humanas afectan por lo general a personas inocentes).

Este libro considerado de inspiración divina, tardó en escribirse alrededor de 14 siglos. Entre sus muchos autores que se inician con Moisés, encontramos a los profetas, a los reyes David y Salomón, como también a los cuatro evangelistas, al rabino Shaul (el San Pablo de la cristiandad) y por supuesto a Juan que cierra con el interesantísimo y revelador libro del Apocalipsis (se trata del mismo Juan, el evangelista).

La Biblia como todos o casi todos sabemos, ofrece al ser humano el mensaje de salvación eterna, su reconciliación con Dios y el camino a través de Jesús el Mesías al reino de los cielos. Maravillosamente, sus autores humanos no se contradicen y existe unicidad en el mensaje, el cual entre muchas otras cosas concede sentido existencial a quien busca a Dios y, no solo para el presente, sino incluso para la eternidad (cosa que no ofrecen ninguna filosofía meramente humana, aunque lo digan bonito y algunos en los medios les hagan coro).

La otra fecha es el llamado «Día de los muertos» conocido también como de los “fieles difuntos”. Argumentando en los medios, un estado que se dice laico, que es para conservar nuestras “tradiciones”: de una treintena de años a la fecha comenzaron en Guadalajara (probablemente personas venidas del Distrito Federal y del valle de México) con la instalación obligada para esos días de los “altares de muertos” (en escuelas, edificios públicos, etc.). Practica totalmente desconocida en Guadalajara, en la que el día se limitaba a la tradicional visita a los panteones (pero sin música y demás elementos sincréticos que han traído de otras partes con tintes de arraigo).

Lejos ha quedado el día aquel en que el ser humano reflexionaba, como decía Séneca, de “la brevedad de la vida”, de su tránsito por este mundo, de preguntarse los porqués y para qué vivo. Hoy llevan al cementerio (han dejado de ser camposantos) mariachis, tríos, cuartetos, norteños y demás músicos para supuestamente alegrar al muerto, que evidentemente no les oye ni tampoco puede venir. Jesucristo lo dijo muy claro a través de una de sus enseñanzas: “entre nosotros (los difuntos) y vosotros (los vivos) está puesto un gran abismo, de modo que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros, no pueden, ni desde allí pasar acá” (Luc 16:26).

En fin, las legiones de sincretistas caen en tantos excesos y desviaciones en esta fecha, precisamente a causa de su desconocimiento de las Sagradas Escrituras, en un sinfín de acciones que exhiben lastimosamente su ignorancia de una fe cristiana que dicen profesar. Los hay incluso que se emborrachan y banquetean entre las tumbas supuestamente en convivio con sus muertos. Cosa que apenas hace medio siglo sería imposible de ver por estas tierras.

Como se aprecia hay fechas ya para celebrar todo y las fechas importantes y trascendentes están pasando al olvido. Y eso que la posmodernidad se jacta de conocimientos ¿será…?

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

Correos recibidos: Armando Ramos V., Fernando Guzmán, Uri Fridman, Esther Calderón, Gloria Leticia Tostado, Ana María Núñez, César Cohen, Jorge Hirmas, Myriam Levy, a todos muchas gracias.

 

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Dice el viejo refrán que “se enojan las comadres y salen las verdades”. El pleito entre el agresivo presidente municipal de Guadalajara y su otrora amigo y compañero de partido, el gobernador de Jalisco, ha destapado una cloaca que de cualquier manera ya tenía muchos años lanzando sus fétidos olores.

    Resulta curioso que el presidente de Guadalajara, siendo entonces diputado (del PRD), haya aprobado la magistratura de Luis Carlos Vega Pámanes: primero, porque si su gente le ha estado sacando los trapos sucios a dicho personaje, no es creíble que no supiera la clase de persona que estaba aprobando para un cargo que no solo requiere de conocimientos jurídicos y vasta experiencia. Y segundo, que participara en el encumbramiento de un individuo sin carrera en el poder judicial, cuando por siempre ha sido requisito sine qua non, que quien llegue a la presidencia del Supremo Tribunal de Justicia haya subido antes peldaño a peldaño la escalera de ese poder.

Vega Pámanes no lo hizo, subió de un tranco lo que siempre ha llevado 25 o 30 años de carrera y experiencia, de entender y aplicar justicia, sin la cual toda sociedad entra en inquietud, luego en zozobra y finalmente en el caos (proceso por el cual la justicia en Jalisco ha transitado hasta llegar al último punto).

     Retrocedamos un poco: ¿Cómo esperar justicia en el gobierno de Alberto Cárdenas Jiménez, si en el caso de sus procuradores eran doctrinistas fanáticos (o tontos útiles), que para detener un delincuente requerían hacerlo en “flagrancia”? Olvidan que la mayoría de los delincuentes son astutos (que no es lo mismo que inteligentes), cuidándose muy bien de la autoridad, o comprando algunos elementos para no ser detenidos jamás durante sus fechorías, iniciándose así la vereda a la impunidad, que dicho sea de paso ya es autopista de ocho carriles.

     Al desconocer la nueva cepa de políticos (sin distinción de partido político) las funciones elementales del estado y los equilibrios necesarios para mantener firme el contrato social, la impartición de justicia quedó al garete. Las cárceles comenzaron a llenarse de delincuentes menores, como de los fáciles de detener. Las denuncias en cambio crecieron el archivo de la Procuraduría del Estado al no atender los justos reclamos de la sociedad, que agraviada de una y mil formas (robos, asaltos, secuestros, extorsiones, violaciones y abuso sexual, lesiones, homicidios, fraudes de todo tipo, etcétera) se hartaba (y harta) de una burocracia indolente divorciada del pueblo e ignorante de sus deberes, que no son otros, que impartir justicia pronta y gratuita, como establece nuestra Carta Magna.

En lugar de buscar la manera de agilizar los juicios civiles, familiares, mercantiles y penales, crearon el Consejo de la Judicatura del Estado, que no es otra cosa que una burocracia dorada e innecesaria que le cuesta una fortuna al pueblo y sin resultados. Revisar lo revisado, pagar el pueblo por algo que ya se pagó. Cargos para los amigos, pues.

Perdidos en sus ambiciones, los funcionarios que encabezan el Poder Judicial desde a finales del siglo pasado, la mayoría (hay por supuesto honrosas y reconocidas excepciones) viven en grilla permanente, mientras que como denunciara de manera casi profética Luis Donaldo Colosio: Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada; de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla”.

    ¿Cómo esperar justicia de un poder que ni siquiera ha abierto su boca para señalar los desfalcos y escandalosos derroches de Emilio González Márquez? Nunca entregó cuentas de los $ 74,000’000,000 millones de pesos que gastó de manera discrecional, ni nunca ha dicho nada de los más de $7,000’000,000 millones que se le fincaron de responsabilidades. Mientras que a los gobernadores de Veracruz, Sonora, Chihuahua y Campeche que recién acabaron su gestión se les tiene con la guillotina al cuello, al exgobernador de Jalisco ni siquiera se le menciona. ¿Cuál justicia?

     ¿Cómo esperar justicia de un poder que sacó sus juzgados a una costosísima “ciudad judicial” que además de construirse en medio del escándalo (otro delito impune), se alejó en distancia y rumbo del pueblo? Su ubicación es para los que tienen obligadamente auto, que pueden pagar estacionamiento y cubrir sus gastos de traslado, cosa que muchísimos ciudadanos no podrían hacer.

Se tenían los terrenos en la zona del Parque Morelos (pagados a precio de oro por el entonces presidente municipal Alfonso Petersen) y no los usaron. De hecho los están comenzando a utilizar para cosas de computación (que podrían ubicarse en el periférico, donde está la ciudad judicial). El mundo al revés.

     En medio de este caos en el que la impartición de justicia en muchas de sus áreas es deficitaria o casi inexistente (con una Junta de Conciliación saturada de juicios con salarios de trabajadores inflados y despidos falsos, simples extorsiones al amparo de la Ley; con una justicia Penal donde apenas entre el uno y el dos por ciento de los que cometieron delitos son procesados; con una justicia familiar en la que los hijos se han convertido en mero chantaje y sufren terriblemente a causa de uno o ambos padres, etcétera y abogados sin escrúpulos alientan ese clima de injusticia), los pleitos entre los gobernantes permiten que los jaliscienses nos enteremos de la clase de rufianes que han llegado a sitios que les son vedados.

No es posible que los diputados en su momento hayan nombrado “magistrado” a un don nadie en la carrera judicial, de hecho a un arribista con graves antecedentes penales. Un individuo extremadamente ambicioso que al poco tiempo y luego de ser nombrado presidente del Supremo Tribunal de Justicia, no dejó de pedir recursos en cuanto medio o foro tenía a su alcance. No se necesita más dinero para el poder judicial. Se necesitan juzgadores con el perfil necesario, capaces, decentes, con un sentido de justicia bien afinado, de lo contrario se corre el riesgo de que se sigan colando delincuentes.

Es inadmisible que un individuo con estos antecedentes y perfil (como es el caso de Vega Pámanes) haya llegado a tan alto sitio. Cabe preguntarse ¿y el resto de los magistrados porqué permitieron que un extraño, peor todavía, con antecedentes criminales, ocupara semejante cargo de máximo honor y responsabilidad? Su laaaargo silencio nos hace pensar a muchos, CON ESA JUSTICIA ¿CÓMO? Como terminar con tanta impunidad, con tanta corrupción, con tanto menosprecio al pueblo al que protestaron servir e impartirle justicia.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

Email: mahergo50@hotmail.com

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